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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 288.

El Hambre de la Bestia.

El ajetreo de la sede de la Purga era constante. Agentes de Oricalco iban y venían, inmersos en sus tareas, mientras las sombras del conflicto los rodeaban en cada rincón. Sin embargo, para Drex, toda esa actividad quedaba opacada por una inquietud creciente. Mientras avanzaba por los pasillos, su mente no dejaba de dar vueltas a lo que había sucedido anoche con Tatiana.

Horas antes, la había dejado en la sala de entrenamiento arcano con Vambertoken, su figura siempre imponente, preparada para asumir su papel como Directora General de Oricalco. A pesar del dolor que debía sentir en cada paso, por las marcas que él mismo había dejado en su cuerpo la noche anterior, Tatiana no mostró ni un atisbo de debilidad. Solo Drex sabía lo que realmente pasaba bajo esa máscara de fortaleza. Cada movimiento, cada respiración le recordaba el dolor delicioso que había pedido, el ardor que ahora compartían en secreto.

Sin embargo, lo que más inquietaba a Drex no era solo el dolor que ella había soportado con orgullo. Era algo más profundo. El hambre que había visto en sus ojos. No era normal en un humano.

Era una sensación familiar para Drex, algo que él mismo había experimentado como licántropo: el hambre primitiva de la bestia. Pero Tatiana no debería tener eso. No era como él.

Drex necesitaba respuestas. Sabía que no podía afrontar esta duda solo, por eso se dirigía a buscar a Tyrannus, el líder de la manada, y a Diana, su segunda al mando. Si alguien podía entender lo que estaba sucediendo, serían ellos.

Sin embargo, antes de llegar a la zona de entrenamiento, Drex notó que alguien lo seguía. Olfuma, la joven aprendiz de la manada, cuyos sentidos eran más agudos que los de cualquier otro, se acercaba. Drex no necesitó volverse para saber que había captado algo. Su olfato, mucho más sensible que el de cualquier licántropo, había detectado algo que la inquietaba.

Al llegar al lugar donde Tyrannus y Diana ya estaban esperándolo, relajados tras una reciente misión, Drex apenas tuvo tiempo de saludar cuando Olfuma se adelantó, con la curiosidad brillando en sus ojos.

—Drex… —empezó Olfuma, su voz tímida pero directa—. Hay algo que no entiendo.

Tyrannus y Diana intercambiaron una mirada divertida, claramente disfrutando de la pequeña escena que se estaba desarrollando. Sabían que algo estaba en el aire, pero prefirieron dejar que Drex enfrentara las preguntas de Olfuma primero.

—¿Qué es lo que no entiendes, Olfuma? —preguntó Drex, aunque ya sospechaba cuál era la fuente de su confusión.

Olfuma frunció el ceño, olfateando el aire a su alrededor, como si tratara de confirmar lo que sus sentidos ya le habían revelado.

—Tú hueles a Tatiana, igual que anoche… —dijo, su tono serio—. Pero hoy es más fuerte, más profundo. Tatiana también huele mucho a ti, y no sé qué significa eso. Nadie me ha explicado lo que eso significa.

Tyrannus y Diana soltaron una pequeña carcajada, divertidos por la evidente incomodidad de Drex. Sabían que tendría que explicarlo. No era fácil hablar de esas cosas, pero Olfuma tenía que aprender. Como parte de la manada, su sensibilidad al olor era crucial, y había captado algo que necesitaba entender.

Drex soltó un suspiro, sabiendo que no podría escapar de la conversación. Tyrannus observaba con una sonrisa, siempre disfrutando de los momentos en los que los jóvenes aprendían a través de la experiencia.

—Lo que hueles, Olfuma —comenzó Drex, eligiendo sus palabras con cuidado—, es lo que sucede cuando dos seres se conectan profundamente. Es algo más que estar cerca físicamente. Es un vínculo que se forma cuando nuestros instintos más primitivos se alinean. Tatiana y yo compartimos algo anoche… algo muy fuerte. Y lo que hueles es esa conexión.

Olfuma inclinó la cabeza, escuchando atentamente, pero su confusión no se desvanecía del todo.

—Pero Tatiana no es como nosotros —insistió ella—. No tiene una bestia dentro de ella, ¿cómo puede oler así?

Drex se tensó, sabiendo que esa pregunta lo llevaba justo al punto que lo había estado atormentando desde el amanecer.

—Eso es lo que me preocupa —admitió, con la voz más baja y cargada de tensión—. Tatiana no debería tener esa conexión… pero anoche, sentí algo en ella. Sentí hambre. El tipo de hambre que solo nosotros, los licántropos, sentimos. Y eso no tiene sentido.

Las risas de Tyrannus y Diana se apagaron al escuchar esas palabras. Ambos se enderezaron, ahora más serios, intercambiando miradas de preocupación. El hambre de la bestia era algo profundamente arraigado en su naturaleza, pero que un humano lo sintiera era, cuando menos, alarmante.

—¿El hambre de la bestia en un humano? —preguntó Tyrannus, su voz baja y cargada de sorpresa—. Eso no es posible. No sin la transformación.

Drex apretó los puños. Sabía que no tenía sentido, pero lo había visto en sus ojos. Tatiana no había sido transformada, pero el hambre estaba allí, profundo y latente.

—Sé que no tiene sentido, Tyrannus —respondió Drex, mirando al líder de la manada—. Nunca la he transformado. Pero algo cambió anoche. No era solo placer o dolor. Lo que sentí en ella era… lo mismo que nosotros sentimos cuando la bestia toma el control.

Diana, siempre perspicaz, lo observó detenidamente, intentando entender.

—Lo que describes… es imposible para un humano —dijo ella, cruzando los brazos, pensativa—. Si Tatiana está mostrando signos de hambre, algo está fuera de control. O hay algo en ella que nunca hemos visto antes. Pero esto es nuevo. Y eso lo hace peligroso.

Olfuma, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino con una voz suave pero preocupada.

—Entonces, ¿Tatiana podría transformarse? —preguntó, mirando a Drex con incertidumbre.

Drex negó lentamente con la cabeza, aunque la duda seguía carcomiéndolo.

—No lo sé, Olfuma. Pero lo que más me preocupa es que esa hambre crezca en ella. Si lo hace, podría perder el control. Y si eso ocurre… no sé si podré ayudarla.

Tyrannus, que hasta ahora había escuchado en silencio, dio un paso adelante, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y liderazgo.

—Lo que describes no tiene precedentes, Drex. Si Tatiana está experimentando algo parecido al hambre de la bestia, entramos en terreno desconocido. Pero debes estar alerta. Si esa hambre la consume… podría llevarla a un lugar de donde no pueda regresar.

Drex asintió, su mandíbula apretada, consciente de lo que eso significaba. Tatiana estaba cambiando. Algo en ella estaba despertando, algo que no debería estar allí, pero que ahora existía. Nadie sabía hasta dónde llegaría ese cambio, pero lo que estaba claro era que ya no podían ignorarlo.

El hambre que había sentido en ella no era algo que se pudiera controlar fácilmente. Y si no podían detenerlo… Drex temía lo que podría sucederle a Tatiana.

Y lo peor de todo, no sabía cómo protegerla de ello.

La conversación entre Drex, Tyrannus, Diana, y Olfuma estaba cargada de incertidumbre. El miedo a lo desconocido sobre lo que Tatiana estaba experimentando comenzaba a pesar sobre ellos, pero antes de poder profundizar más, un sonido agudo interrumpió el ambiente.

El comunicador de Tyrannus vibró en su cinturón. Raúl, el Skinwalker que lideraba el equipo al que pertenecía la manada, estaba llamando.

—Tyrannus, necesito que traigas a la manada al centro de operaciones, de inmediato. Tenemos una situación urgente, te espero allí —dijo Raúl con la autoridad y firmeza que le habían ganado la confianza de la manada.

Tyrannus asintió y lanzó una mirada a Diana. Ambos entendieron la urgencia sin necesidad de intercambiar palabras. Olfuma, quien había estado escuchando en silencio, ya se preparaba para moverse, su instinto de aprendiz siempre alerta.

Antes de que Drex pudiera reaccionar, su propio comunicador comenzó a vibrar. Lía, su líder de equipo, lo estaba llamando.

—Drex, necesitamos reunirnos en las operaciones. Tatiana nos está convocando. Ve para allá ya.

Drex apretó el comunicador y asintió, guardándolo rápidamente. La mención de Tatiana lo impulsó a moverse aún más rápido. Sin decir nada más, se giró hacia Tyrannus.

—Nos vemos en el centro de operaciones —dijo Tyrannus, con su habitual tono firme. A pesar de las dudas que había en el aire, sabía que Drex cumpliría con su deber.

Al llegar, el aire estaba cargado de tensión en el centro de operaciones logístico de la sede de La Purga en Quito. La luz del atardecer apenas se filtraba a través de las ventanas, bañando el edificio en sombras. Tatiana, al mando de la operación, se mantenía firme, delineando los últimos detalles del plan. A su alrededor, Asha, Vambertoken, y María, bajo la voluntad de Asha, observaban en silencio.

El prisionero capturado en Cumbayá hacía más de dos semanas finalmente había revelado lo que buscaban: esa misma noche, se reuniría con Sergio Pedrosa, uno de los líderes del grupo separatista Ragnarok, en algún lugar de Quito. Con su memoria alterada, el prisionero creía haber escapado por su cuenta. Todo estaba dispuesto para seguirlo sin que lo notara.

Desde el patio, Drex, Tyrannus, Diana, y Olfuma entraron en la sala. Junto a ellos, Alexia, cuya presencia siempre generaba respeto, aunque no formaba parte de la manada. El equipo estaba listo para una cacería crucial.

Tatiana no perdió tiempo. Les dio la información con la precisión que la caracterizaba.

—El objetivo es claro —dijo con voz firme—. El prisionero nos llevará directo a Sergio Pedrosa. Lo seguimos, nos mantenemos en las sombras hasta que Pedrosa esté en el lugar. Quiero a Pedrosa con vida, pero no habrá piedad para los demás. Esta es una misión contra reloj.

En la pantalla holográfica, un mapa de Quito mostraba el rastro del prisionero, el cual habían monitoreado desde su liberación. Era un trabajo delicado, pero sabían que la manada era la herramienta perfecta para cazar y eliminar sin ser detectados.

Asha, siempre con su mirada calculadora, observaba la escena desde un rincón. Sus ojos se posaron en Olfuma, quien, en su forma licántropa, irradiaba un poder que solo ella comprendía completamente.

—Querida Tatiana —susurró Asha, con ese tono condescendiente que la caracterizaba—. Qué perfección ha alcanzado Olfuma. Mi obra maestra… la máxima burla al legado de Fabiola.

Tatiana no se distrajo. Miró a Olfuma, sabiendo que su olfato sería clave para la misión.

—Olfuma, tu olfato nos guiará —dijo Tatiana, con una seguridad inquebrantable—. Nadie aquí puede igualarte. Necesitaremos que sigas cada rastro, pero desde las sombras. No podemos permitir que se den cuenta de que los seguimos.

Drex no podía evitar notar la fuerza que Tatiana mostraba al dar sus órdenes. Sabía que bajo su ropa, las marcas que él había dejado en su cuerpo aún ardían, pero ella no mostraba signos de debilidad. Cada palabra suya era clara y precisa, y verlo era tan impactante como la misma misión que estaban por realizar.

No había tiempo para distracciones. Tatiana miró al equipo, consciente de la responsabilidad que tenía entre manos. Los asignó bajo las órdenes de Raúl, el Skinwalker que lideraba esta operación en el campo.

—Raúl estará a cargo en esta cacería —dijo con firmeza, haciendo que todos comprendieran la importancia de la misión—. Confío en él, y ustedes seguirán sus instrucciones.

Raúl, siempre eficiente, asintió, su rostro serio y centrado en la tarea que se avecinaba.

Fabián, Julián, y Andrés entraron entonces en la sala, convocados por Vambertoken, quien se acercó a ellos con una calma inusual, dejando a Tatiana a cargo de la cacería.

—Tatiana, Pedrosa está en tus manos. Me reuniré con estos tres para atender otros asuntos importantes —dijo Vambertoken, antes de guiar a los tres hombres hacia una reunión privada.

Asha, satisfecha con el curso de los eventos, decidió unirse a Vambertoken, sabiendo que la conversación que tendrían con Fabián, Julián y Andrés sería de suma importancia.

Tatiana, viendo cómo el equipo se desplegaba, se giró hacia Lía y la llamó.

—Lía, quiero que prepares tu equipo de respaldo —dijo Tatiana, con una mirada que dejó claro que no aceptaría errores—. Sé que llevas siglos esperando una oportunidad para demostrar que puedes hacer más que liderar un equipo. Esta es tu oportunidad. No podemos fallar. Pedrosa debe llegar vivo a la sede.

Lía, reconociendo la seriedad de la situación, asintió con determinación. Sabía que esta era su oportunidad para ir más allá de su rol habitual, y no pensaba desperdiciarla. Inmediatamente, convocó a Anuel, Violeta, y Óscar, listos para unirse al equipo de apoyo.

Tatiana los observó partir, sabiendo que no quedaba margen de error. La caza había comenzado, y el destino de Sergio Pedrosa dependía de la precisión y el sigilo de la manada.

“Les narró con mucho gusto, el dios de los audiolibros. Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. No olviden suscribirse y activar la campanita para recibir todas nuestras actualizaciones. En la descripción encontrarán más relatos espeluznantes. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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