El cazador de almas perdidas – Creepypasta 282.
El Atormentador Eterno.
Tatiana descendió de la camioneta, cerrando la puerta tras de sí mientras observaba a Drex despedirse con una sonrisa contenida. Después de la mañana que habían compartido, ambos sabían que era hora de dejar atrás cualquier rastro de deseo y lujuria para centrarse en lo que venía. Sus roles como armas de destrucción y pilares de Oricalco les exigían la mayor concentración. Tatiana ajustó su uniforme de combate, el negro brillante de las telas militares haciéndola ver imponente como Directora General de Oricalco. El beso rápido y decidido que le dio a Drex selló el momento, una mezcla de complicidad y promesa.
—”Nos vemos luego, mi amor,” —dijo Tatiana, acariciando brevemente la mandíbula de Drex.
Con una última mirada compartida, se separaron. Tatiana caminó con determinación hacia el interior de la sede de la Purga, lista para asumir su papel en la jornada. Tenía una clase de magia arcana con Vambertoken, una de las sesiones más exigentes, y sabía que no podía permitirse distracciones.
Al cruzar las puertas del Salón de Magia Arcana, el ambiente cambió radicalmente. Aquí no había lugar para la pasión que había compartido con Drex en la madrugada, solo para el poder que había decidido abrazar desde que se unió a Asha y aceptó el papel que ella y Drex jugarían en la Purga para siempre. Vambertoken, con su mirada fría y calculadora, la esperaba al otro lado de la sala, una sombra que supervisaba cada movimiento con precisión casi militar. Tatiana comenzó su clase inmediatamente, enfocada, absorbiendo cada nuevo encantamiento como si fuera vital para su supervivencia.
Cuando la clase terminó, el aire del salón aún brillaba con el eco de los conjuros que había practicado. Vambertoken asintió, satisfecho con el progreso de Tatiana, y le dirigió una última mirada antes de retirarse silenciosamente.
—“Tatiana, antes de que te vayas,” —dijo, con su voz grave resonando en el salón vacío—, “esta tarde llegarán los primeros refuerzos financiados por el Consejo de Ancianos Vampírico. Quiero que te encargues personalmente de revisar a las unidades. Después, distribúyelas en los equipos de Raúl y Lía como lo consideres más prudente. Los escuadrones deben estar preparados para la próxima misión.”
Tatiana asintió, sabiendo la importancia de lo que le estaba pidiendo Vambertoken. El Consejo de Ancianos no financiaba unidades con facilidad, y si habían decidido enviar refuerzos, significaba que los tiempos se volvían más oscuros.
—”Entendido. Me encargaré de ello,” —respondió, antes de dar media vuelta y dirigirse hacia la salida.
Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando una presencia familiar llenó el salón. Asha, con su porte majestuoso y esa sonrisa que bordeaba la crueldad, avanzó desde las sombras, acompañada de María. Los ojos de María estaban perdidos, sumida en una obediencia absoluta hacia Asha, siguiéndola como su sombra, con total sumisión.
—“Querida Tatiana,” —dijo Asha, su voz seductora y letal a partes iguales—, “es un placer ver cómo florece tu poder. Sabes que tu magia es una de las armas más preciadas para mí y para mi Seraph.”
Tatiana asintió, manteniendo su postura firme. Con Asha, cualquier señal de debilidad podía ser utilizada en su contra.
Asha continuó con su tono burlón, disfrutando del control que ejercía en cada palabra.
—“Hoy vamos a divertirnos un poco. Acompáñame, querida Tatiana. María, por supuesto, también vendrá con nosotras.”
La mirada vacía de María permanecía fija en Asha, como si nada más importara en el mundo excepto obedecer las órdenes de su maestra.
—”Tenemos una visita pendiente,” —agregó Asha mientras sus pasos resonaban por los corredores—, “es hora de ver cómo está nuestro prisionero de las cloacas. Estoy segura de que te gustará ver lo bien que se ha comportado. Ah, claro, María le implantó un pequeño recuerdo especial, una experiencia demasiado personal para que cualquier mente frágil sobreviva. Nuestro querido invitado ha tenido el placer de revivir el horror de su corazón siendo arrancado 350 veces cada vez que cierra los ojos. ¿No es adorable?”
Tatiana se mantuvo en silencio, acostumbrada a las crueldades disfrazadas de juegos de Asha. Sabía que nada de lo que Asha hacía era fortuito. Todo tenía un propósito, una lección retorcida o un mensaje de poder.
Al llegar a la celda del prisionero, el hombre apenas era reconocible. Su piel estaba demacrada, los ojos hundidos, como si cada minuto que pasaba fuera una eternidad vivida en el infierno. Al ver entrar a Asha, cayó de rodillas, sollozando desesperadamente.
—”¡Piedad! ¡Por favor! ¡Detén las pesadillas! ¡No puedo soportarlo más! Cada noche, ese monstruo… me devora el corazón… no hay fin… ¡por favor, piedad!”
Asha, con su sonrisa cruel, ignoró completamente las súplicas del prisionero, girándose hacia Tatiana y María como si el hombre no existiera.
—”Mira, querida Tatiana,” —dijo Asha con tono burlón, sus ojos resplandecientes de malicia—, “¿No te parece fascinante? Así es como se dobla la voluntad de cualquier ser. Humano o inmortal, todos terminan suplicando de la misma manera. Este, por ejemplo, ha tenido el privilegio de ver cómo tu Drex lo destroza 350 veces… cada vez que intenta dormir.”
La sonrisa de Asha se ensanchó, pero su tono se volvió más incisivo y venenoso, mientras su mirada se clavaba en los ojos de Tatiana, buscando arrancar cualquier reacción de ella.
—”Tu Drex, el amor de tu vida… ¿o deberíamos decir mi herramienta perfecta? Mi Atormentador personal. ¿No es una maravilla cómo algo tan hermoso como el amor puede ser retorcido en el arma más eficaz? Y tú, querida, compartiendo tu vida con alguien que puede destrozar la mente de cualquiera que me desagrade. Claro, es un placer ver lo bien que funciona mi regalo. El Atormentador. La única cuestión aquí es… ¿por cuánto tiempo seguirás viéndolo solo como tu Drex?”
El veneno en las palabras de Asha estaba claro. Quería que Tatiana viera cómo Drex, en su papel de instrumento de tortura, era moldeado a los caprichos de Asha y su Seraph. La forma en que Asha se refería a Drex como una mera herramienta era una daga envenenada dirigida directamente al vínculo que unía a Tatiana y Drex.
Tatiana apretó los dientes, pero se mantuvo firme. Sabía lo que estaba haciendo Asha, pero no le daría la satisfacción de ver cómo sus palabras la afectaban. Ella y Drex habían aceptado ese destino, pero había más en Drex que la función que cumplía para Asha. Para Tatiana, Drex era más que una herramienta de tortura; él era su todo, el hombre al que amaba. No permitiría que Asha le arrebatara eso.
Asha, por otro lado, no dejó que la tensión se disolviera del todo. Sus ojos se posaron en María, que hasta ahora había estado en silencio, expectante.
—”Querida María,” —dijo Asha con una sonrisa más ligera pero igual de condescendiente—, “cuéntame, ¿cómo fue tu entrevista con Valeria Dupont? Estoy intrigada. Quiero escuchar todos los detalles. ¿Cómo te fue con esa periodista?”
María, que hasta ese momento había estado sumida en su obediencia habitual, parpadeó y levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Asha. No había escapatoria. Bajo la pregunta de Asha, su mente revivió los eventos.
—”La entrevista comenzó de manera normal…” —empezó, con la voz algo tensa—. Valeria era arrogante, como siempre. Pero todo cambió cuando me di cuenta de lo que pretendía… sugirió que se viera con Fabián
—”Sugirió que se viera con Fabián en el Vaticano, lejos de mí,” —continuó María, con los puños apretados al recordar—. “Lo dijo con esa sonrisa arrogante, insinuando que el Vaticano sería el lugar perfecto para un reencuentro entre ambos, como si yo fuera invisible, como si mi presencia no importara.”
Asha observaba a María con una expresión divertida, claramente disfrutando del relato, pero sin interrumpir. Quería más, mucho más. Había una especie de deleite sádico en ver cómo las emociones de María salían a flote.
—”Y entonces… no pude más,” —admitió María, su voz apenas un susurro, como si ella misma estuviera sorprendida de lo que estaba confesando—. “La rabia me consumió. No podía permitir que ella hablara de Fabián de esa manera. Lo ataqué.”
Una chispa de interés brilló en los ojos de Asha, su sonrisa ensanchándose de placer.
—”¿Atacaste a Valeria?” —preguntó Asha, su tono suave pero cargado de malicia. “Querida, esto es mucho más interesante de lo que imaginaba. ¿Y qué pasó después?”
María respiró profundamente, como si estuviera tratando de mantener el control. Sabía que Asha esperaba los detalles, esperaba la versión completa.
—”La derribé con un hechizo de sangre,” —continuó María—. “Perdió el conocimiento. No fue hasta después, cuando me di cuenta de lo que había hecho… y, por supuesto, le borré la memoria. La hice creer que se había desmayado debido a su ‘nerviosismo’ por la entrevista.”
Asha no pudo contener una ligera carcajada. La ironía de la situación le resultaba encantadora. Valeria Dupont, la periodista que había estado tan cerca de manipular la situación, había sido doblegada por los celos de María, y lo mejor de todo era que Valeria no recordaría absolutamente nada.
—”Perfecto,” —dijo Asha, entrelazando los dedos con un gesto de satisfacción—. “Y dime, querida, después de eso… ¿qué pasó con Fabián? Estoy segura de que notó algo, ¿o no?”
María bajó la cabeza, aún sin saber cómo enfrentarse a esa parte del relato. Había logrado ocultar el ataque a Valeria, pero Fabián no era fácil de engañar.
—”Fabián estaba distraído en la entrevista, tratando de no caer en las insinuaciones de Valeria,” —respondió, su voz ahora más controlada—. “Pero después del supuesto desmayo, ella se aprovechó de la situación. Le pidió a Fabián que le desabrochara la blusa… fingiendo que el desmayo la había dejado sofocada, vulnerable. Quería que él viera más de lo necesario.”
Un destello de algo oscuro pasó por los ojos de María. El recuerdo de ese momento la enfurecía todavía.
—”Lo hizo con toda intención, buscando provocar, mientras fingía ser inocente. Pero borré todo. Lo hice desaparecer de su mente.”
Asha se quedó en silencio por un momento, observando a María como si evaluara cada palabra, cada gesto. Finalmente, inclinó la cabeza y sonrió con un toque de diversión sádica.
—”Me encanta,” —dijo finalmente—. “Lo que Valeria no recuerda es casi tan delicioso como lo que tú no puedes olvidar. Los celos son tan poderosos, ¿no lo crees, querida? Tienen la capacidad de convertir a cualquiera en un arma… y tú no eres la excepción.”
María sintió el peso de las palabras de Asha, pero no dijo nada. Sabía que cualquier respuesta solo le daría más poder a la vampira. En lugar de eso, se mantuvo firme, aceptando lo que había hecho sin justificación.
Asha, aún divertida por todo el relato, volvió a mirar al prisionero, que continuaba gimiendo y suplicando en la oscuridad.
—”Bien, querida Tatiana,” —dijo con tono casi casual, como si hablara del clima—, “tu Drex está funcionando de maravilla como mi Atormentador personal. Mira cómo esta pobre criatura está al borde de la desesperación. Su mente ya no puede distinguir entre la realidad y el tormento. Es una obra maestra, realmente. Y pensar que todo esto es un regalo para ti.”
Tatiana sabía que Asha estaba retorciendo la verdad con sus burlas. Drex había aceptado su papel en la Purga, pero no era la herramienta que Asha lo hacía parecer. Para Tatiana, Drex seguía siendo el hombre que amaba, su compañero, su igual, y no una simple pieza en el juego de Asha.
Pero Asha, como siempre, se deleitaba en probar los límites. Y para ella, mostrarle a Tatiana cómo utilizaba a Drex para sus fines era parte de su diversión cruel.
—”¿Y bien, querida Tatiana?” —preguntó Asha, con ese tono condescendiente que tanto le gustaba usar—. “¿No es fascinante cómo el amor y el tormento pueden entrelazarse de manera tan perfecta? Dime, ¿hasta dónde llegará tu querido Drex en su papel? Porque, te lo aseguro, yo no tengo límites.”
El silencio que siguió fue pesado, cargado de tensión, pero Tatiana mantuvo su postura firme. Sabía que lo único que podía hacer era resistir, no darle a Asha la satisfacción de ver que sus palabras habían hecho mella.
Finalmente, Asha suspiró, complacida.
—”Supongo que eso lo sabremos con el tiempo,” —dijo, girándose hacia la puerta de la celda—. “Por ahora, querida, disfruta de mi regalo… y asegúrate de que tu Drex siga cumpliendo su papel.”
Con una última mirada, Asha salió de la celda, llevándose consigo a María, dejando a Tatiana con sus pensamientos, sabiendo que las palabras de Asha seguirían resonando en su mente mucho tiempo después.
El prisionero, con los ojos desorbitados y el cuerpo temblando de puro terror, se arrastró hacia el borde de su celda, sus manos sangrando mientras suplicaba una última vez. Asha, sin siquiera mirarlo, continuó caminando con paso firme hacia la salida, su capa ondeando suavemente detrás de ella.
—”¡Por favor! ¡No puedo soportarlo más! ¡Haré lo que quieras, diré todo! ¡Solo quítamelo, por favor!” —gimió el hombre, su voz rota por la desesperación.
Asha, ya en el umbral, se detuvo y giró su rostro ligeramente, permitiendo que una sonrisa cargada de burla apareciera en sus labios.
—”Querido, no te preocupes,” —dijo en tono casi dulce—. “Más tarde regresaré con mi Seraph para hablar contigo… si lo que tienes que decir es realmente valioso, puede que considere ser compasiva.”
Con un destello en sus ojos y sin esperar respuesta, Asha abandonó la celda, dejando al prisionero sumido en su miseria, sabiendo que el peor tormento aún estaba por venir.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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