El cazador de almas perdidas – Creepypasta 281.
Sombras y Decisiones.
El sol iluminaba las instalaciones de La Purga mientras Drex y Tatiana llegaban en la camioneta. Tras la intensidad de la mañana y el deseo desbordado que habían compartido, ambos sabían que era momento de cambiar el tono. Al cruzar las puertas de la sede, las pasiones quedaban atrás.
Tatiana, siempre disciplinada, le dio a Drex un beso breve pero cargado de la complicidad que compartían. Sabía que ahora, como Directora General de Oricalco, debía volver al papel profesional que tanto respeto le había ganado entre cazadores y arcanos por igual.
—“Nos vemos más tarde,” —le susurró con una sonrisa, acariciando la mandíbula de Drex. Luego, se apartó y caminó hacia el edificio principal, sus pasos firmes como el liderazgo que portaba.
Drex observó su figura desaparecer, y por un momento, sonrió para sí mismo. Aún sentía las marcas del deseo en su piel, pero ahora tenía que centrarse en el trabajo. Se dirigió hacia el patio, donde debía reunirse con su equipo. La misión en Cochasquí había sido brutal, y quería asegurarse de que todos estuvieran listos para lo que siguiera.
Mientras caminaba por el patio, una presencia familiar se cruzó en su camino: Alexia. La reconoció al instante, aunque hacía tiempo que no habían hablado realmente. Sus ojos, que una vez parecían llenos de una fuerza inquebrantable, ahora mostraban algo más… inseguridad, quizás.
—“Drex, ¿podemos hablar un momento?” —dijo ella, su voz suave, pero con una urgencia que él no podía ignorar.
Drex se detuvo, asintiendo brevemente. Señaló a su equipo que se adelantaran, y luego, siguió a Alexia a una zona más tranquila, lejos del bullicio del patio.
El ambiente entre ellos era tenso, pero no incómodo. Había demasiada historia no resuelta entre ambos. Alexia lo miraba con una mezcla de admiración y culpa, sabiendo que la conversación no sería fácil.
—”Te vi en la última misión…” —empezó Alexia—. “Lo que hiciste con el tótem, lo que tú y Tatiana lograron… nunca pensé que algo así fuera posible. Yo… nunca llegué a dominar ese poder.”
Drex la escuchaba en silencio, sabiendo lo que venía. Alexia había sido clave en su transformación, en todo lo que él era ahora, pero para ella, ese momento aún estaba envuelto en sombras.
—”Cuando te convertí,” —continuó Alexia, con la voz temblorosa—. “Pensé que te estaba maldiciendo, no salvando. Sabía lo que te esperaba, pero… no pude quedarme a ayudarte. Te dejé solo.”
Drex la miró fijamente, sin rastro de reproche en sus ojos.
—”No tienes que cargar con esa culpa,” —respondió, su voz firme pero sin dureza—. “Sabías lo que el tótem hacía, y me lo advertiste. Yo tomé la decisión de seguir adelante. Sabías que no podías controlarlo, y no te culpo por eso. Lo que pasó, pasó.”
Alexia apartó la mirada, claramente conmovida por la falta de recriminación en su tono. Había vivido años con el peso de haberlo abandonado, y ahora Drex le decía que no tenía por qué sentirlo. Pero aún había algo más profundo.
—”¿Y Carolina?” —murmuró, apenas audible—. “Todo esto comenzó por ella, ¿verdad?”
Drex frunció ligeramente el ceño. El nombre resonó en su mente, pero como un eco distante. Carolina. Sabía que alguna vez había sido todo para él, pero los detalles estaban borrosos, devorados por el tiempo y el poder del tótem. Álvaro Morales, el hombre que la había amado, había desaparecido hacía mucho.
—”Ya no significa lo que solía,” —dijo finalmente, sin titubear—. “Carolina… sé que la amé, pero no puedo recordar su rostro. Es como si ya no fuera parte de mí. Álvaro Morales murió cuando me convertí. Ahora soy Drex Holcrux, y esa vida… quedó atrás.”
Las palabras golpearon a Alexia como un viento frío. Para ella, Carolina y lo que había pasado eran recuerdos frescos, vivos. Pero para Drex, solo eran sombras que se habían desvanecido con el tiempo. Él había seguido adelante, mientras ella se aferraba a un pasado que ya no existía.
—”¿Cómo… cómo puedes dejarlo ir?” —preguntó, con la voz rota.
Drex la miró con compasión. Sabía que para Alexia no era fácil, pero también sabía que era lo único que podía hacer.
—”Tienes que aceptar lo que somos ahora,” —respondió—. “Yo lo hice. Álvaro ya no existe. Si quieres estar en mi vida, tienes que aceptar eso. No soy ese hombre. Soy Drex, y tengo a Tatiana. No puedo volver atrás, y tampoco deberías intentarlo.”
El silencio entre ambos se volvió pesado. Alexia lo miró por un largo momento, y finalmente asintió. Había pasado años culpándose por lo que había hecho, por lo que no había podido hacer, y ahora se daba cuenta de que todo había cambiado. Drex no era Álvaro Morales, y nunca lo volvería a ser.
—”Lo intentaré,” —susurró, con una mezcla de tristeza y alivio—. “Gracias, Drex. Necesitaba escucharlo.”
Él asintió en respuesta, antes de girarse para marcharse. Alexia lo observó mientras se alejaba, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, el peso de los recuerdos comenzaba a disiparse. Drex era un hombre diferente, y ella también debía serlo.
Drex, por su parte, se dirigió de nuevo hacia su equipo. Lía, Óscar, Anuel, Violeta, y Andrés ya estaban reunidos. Era tiempo de centrarse en la misión, en el presente, dejando las sombras del pasado donde debían estar.
El ambiente en el patio de La Purga estaba mucho más relajado de lo que Drex había esperado. El equipo O se encontraba reunido, listos para lo que fuera el siguiente desafío, pero también en medio de una conversación distendida. Lía y Óscar estaban mucho más cerca de lo habitual, compartiendo sonrisas y miradas que no pasaban desapercibidas. Sus gestos y su cercanía dejaban en claro que la relación entre ellos había alcanzado un nuevo nivel, volviéndose más abierta y confiada, incluso frente a los demás.
Drex llegó y fue recibido con las acostumbradas bromas de Anuel, quien nunca perdía oportunidad de soltar algún comentario picante. Ella le lanzó una mirada traviesa en cuanto lo vio acercarse.
—”¡Mira quién apareció, el gran Drex Holcrux! Dime, ¿hicieron cositas anoche tú y la jefa Ogro o se quedaron dormidos temprano?” —dijo Anuel, fingiendo inocencia, mientras su sonrisa insinuaba que ya conocía la respuesta.
Violeta, quien se había convertido en la cómplice perfecta de Anuel, soltó una risa ligera y aguda, replicando inmediatamente: —”¡Yo apuesto a que la jefa Ogro le dio duro! Seguro que esas marcas no son solo de entrenamiento, ¿verdad?”
Drex rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. El equipo sabía cómo romper la tensión con esas bromas, y aunque Tatiana probablemente no disfrutaría tanto de que la llamaran así, Anuel lo hacía con un tono juguetón, sabiendo que siempre habría un poco de molestia en cada comentario.
—”Bueno, digamos que tuvimos una noche… interesante,” —respondió Drex, manteniendo la ambigüedad, lo que solo provocó más
El patio de La Purga estaba animado con la actividad típica del mediodía. Drex acababa de despedirse de Alexia y se dirigía hacia donde su equipo estaba reunido. Lía, Óscar, Anuel, Violeta, y Andrés se encontraban conversando en su esquina habitual. Desde lejos, podía ver cómo Óscar y Lía intercambiaban miradas más cargadas de afecto que de costumbre. La complicidad entre ellos estaba a la vista de todos, algo nuevo, y ciertamente más abierto de lo que Drex había visto antes.
Al acercarse, Anuel fue la primera en notarlo. Como era su costumbre, no perdió el tiempo en meter baza.
—”¡Drex! ¿Qué tal, grandote? ¿Te dio la jefe ogro un respiro anoche o fue al revés?” —preguntó con una sonrisa maliciosa, lo suficientemente alta para que todos la oyeran. Violeta, que estaba a su lado, se echó a reír de inmediato, su risa como un eco que amplificaba la incomodidad de los demás.
—”Vamos, Anuel,” —dijo Drex con una ligera sonrisa, mientras negaba con la cabeza—. “Siempre buscando dónde incomodar.”
—”No es incomodar, amigo, es tener curiosidad,” —respondió Anuel sin perder su picardía—. “Solo quiero saber si la jefe ogro se molestó por el beso de agradecimiento que le di después de la misión. Porque, honestamente, Drex, de haber sabido que te iba a poner celoso, te habría dado otro también.”
Drex soltó una risa seca. Sabía que con Anuel, no había forma de escapar de esas preguntas directas.
Violeta, que cada vez era más la compañera de Anuel en estas bromas, añadió con una sonrisa brillante: —”Sí, sí, Drex, cuéntanos. No te salvas. ¿Qué tal estuvo la noche? ¿O fue la jefa la que te dejó marcas esta vez?”
Drex las miró a ambas, sintiendo que las bromas empezaban a multiplicarse.
—”Vaya, Anuel, siempre igual. Pero a estas alturas ya te imaginarás que no es asunto de ustedes,” —respondió, pasando la vista hacia el resto del grupo.
Óscar y Lía permanecían cerca, más juntos que de costumbre. Había una atmósfera diferente entre ellos, una que no había sido tan evidente antes. Anuel, por supuesto, no iba a dejarlo pasar.
—”¡Y hablando de parejas que parecen tener cosas interesantes que contar!” —dijo Anuel, señalando descaradamente a Lía y Óscar. Ambos la miraron, visiblemente incómodos por la atención.
—”Vamos, Lía, Óscar, no se hagan los tímidos. Todos los hemos visto más… cercanos. ¿Qué pasa con ustedes dos? ¿Están en plan luna de miel? Porque si van a seguir así, al menos díganme si van a ir a la fiesta este fin de semana. No puedo ser la única aquí con ganas de fiesta,” —dijo Anuel, riendo con su típico descaro.
Óscar soltó una risa nerviosa, mientras Lía se cruzaba de brazos, tratando de disimular la incomodidad. Pero era evidente que la dinámica entre ellos había cambiado.
—”Nos apuntamos… si sobrevivimos a las bromas de Anuel,” —respondió Óscar, guiñando un ojo a Lía, quien solo soltó un suspiro.
Anuel se giró hacia Andrés, su mirada afilada como siempre. —”¿Y tú, Andrés? ¿Estás muy ocupado para una fiesta o tienes una cita? Últimamente te veo más distraído, casi como si alguien te tuviera la cabeza en otro sitio.”
Andrés abrió la boca para responder, pero se detuvo de inmediato, sabiendo que cualquier cosa que dijera solo le daría más armas a Anuel. Drex, sin embargo, captó la tensión en los hombros de su compañero. Sabía que había algo más, y Anuel lo había olido también.
—”Vamos, Andrés,” —dijo Drex, dando un paso al frente—. “Cuéntanos. ¿Con quién has estado hablando tanto? Apuesto a que todos querrán saber.”
Violeta, que estaba mirando a Andrés con un interés creciente, agregó con su tono agudo: —”Sí, Andrés, ¿quién te tiene tan distraído? No eres el de siempre. Seguro es algo interesante, ¡cuéntanos!”
El cazador de vampiros intentó disimular, pero era imposible escapar de las miradas inquisitivas de Anuel y Violeta. Sus ojos brillaban de curiosidad, y el resto del grupo los observaba, esperando la respuesta.
Drex sabía la verdad, pero no iba a dejarlo escapar tan fácilmente. María ya le había contado sobre Laura, y ahora era el momento de que Andrés se abriera ante el grupo.
—”Bueno… en realidad, Andrés ha estado hablando con una vampira,” —dijo Drex, soltando la bomba de una forma tan casual como pudo, sabiendo que eso atraería toda la atención de Anuel.
Anuel abrió los ojos de par en par, mientras Violeta casi se ahoga de la risa. Óscar y Lía intercambiaron una mirada de sorpresa.
—”¡No me jodas!” —exclamó Anuel, claramente disfrutando del drama—. “¿Una vampira? ¡Esto es mejor de lo que pensaba! ¿Desde cuándo un cazador como tú se interesa por vampiras?”
Andrés, visiblemente nervioso, intentó restarle importancia. —”No es lo que piensas… solo hemos estado hablando…”
—”¿Hablando? ¡Oh, claro, seguro solo hablan! Vamos, Andrés, no nos tomes por tontos,” —respondió Anuel, empujándolo con el hombro. Violeta, con su risa brillante, asintió vigorosamente a su lado.
Drex sonrió ante la incomodidad de Andrés, pero también sabía que esta situación no era fácil para él. Andrés, que una vez había sido un cazador brutal, ahora estaba en una posición completamente diferente, y eso lo consumía.
—”Lo importante es cómo te sientes al respecto,” —intervino Drex, su tono más serio—. “Tu pasado no define lo que eres ahora. Y si algo ha cambiado, está bien.”
Anuel, aunque seguía sonriendo, asintió ante las palabras de Drex. A pesar de su actitud bromista, sabía cuándo una situación era más seria de lo que parecía.
—”Mira, Andrés, nadie te va a juzgar aquí. Solo… sé sincero contigo mismo. Eso es lo que importa,” —dijo Anuel, sorprendentemente sincera esta vez, mientras Violeta asentía a su lado.
El grupo quedó en silencio por un momento, mientras Andrés procesaba todo lo que se había dicho. Finalmente, suspiró y asintió.
—”Gracias, Drex,” —murmuró, antes de volverse hacia el grupo—. “Y… bueno, supongo que sí, he estado hablando con Laura. Es complicado, pero… estoy tratando de entenderlo.”
El ambiente se relajó un poco, mientras Anuel se acomodaba en el tronco del árbol nuevamente.
—”Bueno, si ella también está invitada a mi fiesta, podríamos conocernos todos,” —dijo Anuel, guiñando un ojo, antes de que el grupo estallara en carcajadas.
Después de la intensa charla sobre Andrés y su situación con Laura, Anuel no parecía satisfecha. Su mirada astuta se dirigió de inmediato a Óscar y Lía, quienes habían estado intentando pasar desapercibidos mientras todo el grupo se enfocaba en la historia de Andrés. Pero Anuel no era del tipo de persona que dejaba pasar una oportunidad, y la nueva dinámica entre Lía y Óscar la había estado molestando durante toda la conversación.
—”Bueno, bueno, ya que hemos descubierto los secretos amorosos de Andrés, ¿qué tal si ustedes dos dejan de intentar disimular y nos cuentan lo que está pasando?” —dijo Anuel con una sonrisa astuta, cruzando los brazos mientras miraba directamente a Lía y Óscar.
Óscar soltó una risa nerviosa, mientras Lía lo miraba de reojo, claramente molesta por el escrutinio. Violeta, como era de esperar, comenzó a reírse suavemente junto a Anuel, disfrutando de la incomodidad que estaban creando.
—”Vamos, chicos, lo hemos visto. Han estado más… ¿cómo decirlo? Cariñosos. Muy acaramelados últimamente. ¿A qué se debe eso?” —continuó Anuel, empujando el tema sin miramientos.
Óscar suspiró, sabiendo que no había forma de evitar esa conversación. Pero Lía, como siempre, intentó mantener su compostura.
—”No hay nada que contar, Anuel,” —dijo Lía con su habitual tono frío y directo—. “Solo estamos siendo más abiertos con lo que todos ya sabían.”
Anuel no iba a dejarse engañar tan fácilmente. —”¿Más abiertos? Lía, has pasado los últimos nueve siglos como una estatua de hielo, manteniendo a todos a distancia. Y ahora, de repente, estás en plan ‘relación abierta’ con Óscar… ¿Qué cambió? Vamos, déjanos entrar en el chisme.”
Óscar, quien había estado observando a Lía, finalmente intervino.
—”Le dije a Lía que tal vez era hora de que dejara de intentar esconder lo que tiene con nosotros… con todos,” —dijo con sinceridad, mirando a Lía—. “Le dije que si en todos estos siglos de ser la persona fría y solitaria no ha alcanzado los objetivos que quería, tal vez era hora de cambiar el enfoque. Ser más… auténtica.”
Lía lo miró de reojo, claramente incómoda por la conversación en grupo, pero sin negar las palabras de Óscar.
—”Lo cierto es que me cansé de intentar ser lo que no soy,” —dijo finalmente Lía, su tono aún firme pero con un toque de vulnerabilidad—. “Si la gente sabe lo que hay entre nosotros, que lo sepan. Ya no tiene sentido fingir lo contrario.”
Anuel sonrió de manera triunfal, como si hubiera ganado una pequeña batalla.
—”¡Finalmente! ¡Algo de honestidad en este grupo!” —dijo, antes de inclinarse hacia Óscar y Lía—. “Y bueno, ya que estamos hablando de autenticidad… ¿Qué tal si ambos vienen a mi fiesta este fin de semana? Va a ser una noche de desenfreno, pociones de lujuria para todos, un espacio sin límites donde todos podemos desatar nuestras tensiones. ¿No les vendría bien un respiro?”
Óscar arqueó una ceja, mientras Lía cruzaba los brazos con una expresión de escepticismo.
—”No sé si una orgía descontrolada sea lo nuestro, Anuel,” —dijo Lía, su tono claramente desaprobador.
—”Oh, no te pongas tan seria, Lía,” —respondió Anuel con una sonrisa traviesa—. “No todo tiene que ser trabajo y batallas contra demonios de hielo. A veces, es bueno simplemente… soltar un poco el control. Y créeme, lo pasarán bien. ¿O es que tienen miedo de experimentar algo nuevo?”
Violeta, que estaba disfrutando del espectáculo, no perdió la oportunidad de intervenir.
—”Vamos, Lía. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Te diviertes un poco y, quién sabe, tal vez descubras algo más que te guste,” —dijo con una sonrisa juguetona.
Lía lanzó una mirada de advertencia a Violeta, pero no dijo nada. Óscar, por su parte, parecía más relajado ante la idea.
—”No digo que no,” —dijo Óscar con una sonrisa—. “Pero tendrás que convencer a Lía de que se relaje un poco más.”
Anuel, nunca dispuesta a dejar pasar una provocación, se inclinó hacia Lía, mirándola directamente a los ojos.
—”Oye, Lía, si lo que te preocupa es perder el control, puedo ser la tercera en discordia. Sabes que no soy celosa. Y si alguna vez quieren probar algo nuevo en su relación, estoy disponible,” —dijo con un guiño—. “Pero, cuidado, mejor no me hagas enojar, o vas a pagar el precio.”
La atmósfera se tensó por un segundo, pero Lía, en lugar de reaccionar con molestia, soltó una leve sonrisa sarcástica.
—”No me tientes, Anuel. Podrías arrepentirte,” —respondió, aunque su tono sugería que no tomaba en serio la propuesta.
Anuel levantó las manos, riendo.
—”¡Es un trato, entonces! Solo avísenme si cambian de opinión antes de la fiesta. Yo estaré esperando,” —dijo con una sonrisa traviesa, mientras Violeta seguía riéndose a su lado.
Andrés, por su parte, observaba la interacción con una mezcla de asombro y diversión. No podía creer que una conversación entre cazadores pudiera volverse tan… extraña.
Finalmente, Drex, que había estado en silencio durante buena parte de la conversación, decidió intervenir.
—”Bueno, ¿y qué hay de ti, Anuel? Nos has invitado a todos, pero… ¿tú? ¿No tienes a nadie especial con quién ir a la fiesta? ¿O piensas quedarte con la pareja de alguien?” —preguntó Drex, con una sonrisa irónica.
Anuel no dudó ni un segundo en responder.
—”¿Alguien especial? ¡Por favor! Yo soy el alma de la fiesta. Si no voy con alguien, voy con todos. ¿Por qué conformarse con uno solo cuando puedes tener a quien quieras?” —dijo, guiñando un ojo a Lía y Óscar—. “Además, ¿quién dijo que no puedo ser la tercera rueda en una relación? Siempre estoy abierta a probar algo nuevo. Así que, cuidado, chicos. Nunca se sabe cuándo puedo decidir sumarme a sus planes.”
La carcajada de Anuel resonó por el patio, mientras el resto del grupo, aunque incómodo por momentos, no podía evitar seguirle el juego.
La conversación seguía fluyendo en el grupo, cuando de repente, Anuel hizo una pausa dramática. Sus ojos traviesos se enfocaron en Drex, quien había estado disfrutando de la interacción entre sus compañeros, pero sabía que Anuel no era de las que dejaba las cosas a medias.
—”Oye, Drex, ahora que lo pienso,” —dijo Anuel, acercándose con su típico aire despreocupado—. “Tengo un favor que pedirte. Verás, he estado pensando… Nunca he tenido a un licántropo en mis… digamos, aposentos. Ya sabes, sería toda una novedad. Algo único que, bueno, ¡hay que probar al menos una vez en la vida, ¿no?!”
La sonrisa pícara de Anuel se ensanchaba, mientras todos en el grupo la miraban, unos con sorpresa, otros con diversión, y algunos como Lía, con exasperación.
Drex, que ya estaba acostumbrado a las extravagancias de Anuel, alzó una ceja, divertido por la propuesta. Sabía que Anuel hablaba en serio, pero también sabía cómo manejarla.
—”¿En serio, Anuel? ¿Un licántropo? ¿De verdad quieres saber lo que implica?” —dijo Drex, con una media sonrisa mientras cruzaba los brazos.
Anuel se inclinó un poco más cerca de Drex, sin perder ni un segundo.
—”¡Por supuesto! Me encantaría. Siempre hay una primera vez para todo. Además, no sé si los de tu manada serían tan… abiertos a la idea. Pero si hablas con ellos, ¿quién sabe? ¡Tal vez pueda ser parte de alguna… reunión especial!” —soltó, sin perder la chispa provocadora en su voz.
Lía no pudo evitar intervenir esta vez, sacudiendo la cabeza con desaprobación mientras rodaba los ojos.
—”Anuel, no creo que quieras saber lo que realmente significa ‘una reunión especial’ en la manada,” —comentó con una sonrisa sarcástica. Óscar, que estaba a su lado, dejó escapar una risita.
Drex, por su parte, decidió seguir el juego, pero con un toque más serio.
—”Te lo advierto, Anuel. Los licántropos no somos fáciles de… manejar. No somos como esos humanos que tú controlas a tu antojo. Si decides meterte en un asunto de manada, asegúrate de que puedes mantener el ritmo. Pero puedo hablar con ellos, aunque no prometo nada,” —dijo con un tono que mezclaba la broma y el desafío.
Anuel, sin perder el ritmo, alzó los brazos en señal de victoria.
—”¡Eso es todo lo que pido! Si puedes lograrlo, me debes una invitación. No me quedaría con las ganas de probar una ‘fiesta’ diferente. Y ya sabes, yo siempre estoy lista para lo que venga,” —dijo, guiñando un ojo mientras Violeta volvía a reírse a su lado, disfrutando del caos que su compañera desataba.
Finalmente, Drex sonrió, sabiendo que con Anuel siempre había algo de locura en el aire. Aunque no estaba seguro de hasta dónde llegaría su petición, sabía que la conversación no había hecho más que añadir otra chispa a la ya peculiar dinámica del equipo.
Drex asintió ligeramente.
—”Veremos qué dice la manada,” —dijo finalmente, antes de que Anuel diera otro de sus pasos atrevidos.
El equipo rió un poco más mientras la charla comenzaba a desvanecerse, pero estaba claro que la idea de Anuel había plantado una semilla de intriga. Y, como siempre, donde había Anuel, nunca faltaban las sorpresas.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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