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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 275.

La Sombra del Espectro.

El helicóptero avanzaba a través de la oscuridad de la noche, con rumbo a Quito. En su interior, el equipo de Lía permanecía en silencio, procesando las secuelas de la brutal batalla en Cochasquí. El zumbido rítmico de las aspas se mezclaba con la tensión que colgaba en el aire, como si las emociones vividas aún se aferraran a ellos. La victoria se sentía pesada, y las marcas del combate estaban frescas en sus mentes y cuerpos.

Tatiana, a pesar de su posición como Directora General, había decidido viajar con su escuadrón para mantenerse cerca de Drex. Estaba visiblemente agotada, las huellas del consumo arcano se veían en la palidez de su rostro y la pesadez en sus ojos. A su lado, Drex se mantenía en alerta, observando a sus compañeros y cuidando a Tatiana. Aunque su regeneración avanzaba rápidamente, sabía que las heridas de su esposa tardarían en sanar, y su preocupación se reflejaba en cada gesto.

Anuel, sentada frente a ellos, seguía con la mirada perdida, intentando procesar lo que había presenciado. —“Saber lo de los espectros es una cosa, pero verlos así, en plena acción… fue como estar en medio de una tormenta,” —dijo, con la voz apagada. Su tono reflejaba un asombro genuino, como si las imágenes de Drex y Tatiana sincronizados aún se proyectaran en su mente. —“Es un poder que no imaginé que existiera en realidad.”

A su lado, Violeta asintió, frotándose los brazos en un gesto inconsciente. —“Sí, fue… increíble y aterrador al mismo tiempo. Nunca había visto algo tan poderoso,” —comentó, con un tono que oscilaba entre la fascinación y la inquietud. —“Saber que Tatiana y Drex lo controlan me tranquiliza, pero me hace pensar en cuánto les cuesta hacerlo.” Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, resonando en todos los que escuchaban.

En otro asiento, Lía y Óscar, quienes habían presenciado la transformación en Puma Punku, intercambiaron una mirada que reflejaba su experiencia. Lía asintió lentamente, fijando su mirada en Drex y Tatiana. —“No importa cuántas veces lo veamos, siempre impresiona. Esa sincronía, el poder que despliegan… Es un recordatorio de lo fuertes que somos como equipo, pero también de lo frágil que puede ser mantener ese control,” —dijo, con un tono que mezclaba respeto y preocupación.

Óscar, cruzando los brazos, suspiró. —“Lo sé, pero nunca deja de ser inquietante. Cada vez pienso en cuánto les debe costar y en todo lo que arriesgan para que eso funcione,” —añadió, con una expresión de lealtad, pero también de reflexión, mientras su mirada alternaba entre los dos.

Andrés, que hasta entonces había permanecido en silencio, mantenía la vista fija en el suelo, con una expresión sombría. Los rugidos de Drex y la visión de los espectros lo habían transportado a recuerdos que pensaba enterrados. —“Esos espectros… me hicieron revivir cosas que creía superadas. Por un momento, sentí que las pesadillas volvían,” —susurró, su voz cargada de angustia mientras sus manos temblaban ligeramente.

María, al escuchar sus palabras, se inclinó hacia él y le puso una mano en el hombro con suavidad. —“Andrés, escúchame. Ya superamos eso. Tatiana y Drex están aquí, con nosotros, y lo tienen todo bajo control. Esos recuerdos son solo eso: memorias. No dejaré que vuelvan a afectarte,” —le dijo, con un tono firme pero reconfortante, buscando darle la calma que él necesitaba.

Anuel, que percibía la tensión en el aire, se levantó de su asiento con una sonrisa traviesa, buscando romper la seriedad del ambiente. —“Bueno, ya que todos estamos aquí y sobrevivimos, ¡es momento de los besos de agradecimiento!” —anunció, provocando una serie de miradas resignadas en la cabina.

Tatiana soltó una risa suave, mientras Drex arqueaba una ceja, sabiendo lo que venía. Óscar resopló con resignación, y Lía cruzó los brazos, esperando su turno. Violeta, animada por la situación, se echó a reír. —“¡Este es el mejor momento después de cada misión!” —exclamó, en un intento de aligerar el ambiente.

Anuel se acercó primero a Drex. —“Gracias por salvarme en esa emboscada, como siempre. Sabes que este es el ritual,” —dijo antes de inclinarse y darle un beso rápido en los labios. Drex, acostumbrado a sus gestos, sonrió levemente, mientras Tatiana observaba con una mezcla de cariño y cansancio en sus ojos, aunque no pudo evitar un ligero gesto de celos que ocultó rápidamente.

Anuel, al notar la mirada de Tatiana, no perdió el ritmo y se inclinó hacia ella. —“Ahora tú, Tati. No te escapas de esta,” —dijo, antes de besarla en los labios. Tatiana, a pesar de su agotamiento, sonrió de vuelta. —“Siempre fiel a tus tradiciones, Anuel,” —comentó, intentando mantener el tono ligero, aunque aún se veía el cansancio en su rostro.

Cuando Anuel se giró hacia Lía, no pudo evitar notar la mirada inquisitiva de Óscar. —“Tranquilo, Óscar. Ya sabes que es solo agradecimiento,” —dijo antes de besar a Lía, quien rió al notar la expresión de su compañero. —“Siempre haces un escándalo,” —le dijo con un guiño, en un intento de apaciguar cualquier tensión.

Anuel se volvió hacia Óscar y le dio un beso rápido, mientras Violeta, con una sonrisa divertida, le daba un pequeño empujón. —“Vamos, Óscar, ya deberías estar acostumbrado. No es la primera vez,” —bromeó, riendo mientras veía la reacción de él.

Finalmente, cuando llegó el turno de Andrés, Anuel se acercó con una sonrisa traviesa. —“No hay escapatoria, Andrés,” —dijo, inclinándose para darle el beso rápido de agradecimiento. Andrés intentó devolver la sonrisa, aunque su mente aún luchaba con las sombras de sus pensamientos, pero las palabras de María seguían resonando en él, dándole un poco de calma.

El último beso fue para Violeta, quien lo aceptó con una risa contagiosa. —“¡Gracias, Anuel! Siempre logras animarnos,” —dijo, mientras el ambiente en la cabina se aligeraba, y las risas compartidas comenzaban a reemplazar la tensión.

A medida que el helicóptero continuaba su trayecto hacia Quito, el equipo, a pesar del cansancio y las cicatrices emocionales, compartía esos momentos que los mantenían unidos. Las batallas podían ser duras, pero sabían que mientras se apoyaran mutuamente, siempre encontrarían la fuerza para seguir adelante, listos para enfrentar lo que viniera.

El helicóptero aterrizó suavemente en la base de La Purga en Quito, iluminando la pista con sus luces mientras el equipo de Lía descendía en silencio. El peso de la batalla en Cochasquí se reflejaba en sus rostros, agotados pero resueltos. Tatiana, debilitada y apoyada en Drex, caminaba con dificultad, mientras María les seguía de cerca, con la preocupación visible en sus ojos.

Al ingresar al edificio principal de operaciones, fueron recibidos por Asha y Vambertoken. Asha, con su presencia oscura y dominante, inspeccionó a cada miembro con una mirada calculadora, como una emperatriz evaluando a sus peones tras una batalla. A su lado, Vambertoken, con su fría e implacable expresión, mantenía los brazos cruzados mientras analizaba cada detalle.

—“Bienvenidos de vuelta,” —dijo Asha, avanzando con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos. Sus pasos, lentos y calculados, denotaban autoridad. Sus ojos se detuvieron en Tatiana, observando su estado con desaprobación y condescendencia. —“Tatiana, querida, en tu condición actual, no puedes servir a mi Seraph como es debido. No puedo permitir que una herramienta tan valiosa se vea así.”

Con un gesto elegante, Asha sacó un frasco de cristal que contenía un líquido verde brillante. —“Bebe esto, acelerará tu recuperación de energía. Mi Seraph no puede permitirse que sus recursos más importantes estén en tan lamentables condiciones.”

Tatiana, a pesar del esfuerzo que le costaba, aceptó el frasco y lo bebió de un solo trago. Al instante, un destello de vitalidad volvió a sus ojos, aunque el agotamiento seguía presente en su cuerpo. Drex, sin soltar su mano, la observó de cerca, asegurándose de que estuviera mejorando.

María, que no apartaba la mirada de su hermana, se veía visiblemente aliviada, pero sus ojos permanecían atentos. En ese momento, Vambertoken tomó la palabra, su voz afilada como el hielo.

—“Necesitamos discutir lo que enfrentaron en Cochasquí,” —dijo, dirigiéndose a Drex y Tatiana. —“Ese demonio de hielo mostró una resistencia que supera por mucho nuestras proyecciones.”

El ambiente se tensó, y el silencio se apoderó de la sala mientras todos escuchaban con atención. Vambertoken continuó, su tono frío e imperturbable. —“Hemos confirmado que Sergio Pedrosa utilizó el cuerpo del Nephilim de Puma Punku como un canal para invocar al demonio, fortaleciendo su esencia y aumentando su poder de manera significativa. Eso explica su brutal resistencia.”

Tatiana frunció el ceño, procesando la información, mientras Drex apretaba los puños. María, con una mezcla de incredulidad y furia contenida, entendió la gravedad del asunto. —“¿Qué implica esto?” —preguntó Drex, su tono cargado de gravedad.

Vambertoken mantuvo su mirada fija en los presentes. —“Esto confirma lo que sospechábamos. Sergio Pedrosa y Ragnarok tienen contactos dentro del Ministerio de Ancianos Vampíricos. Solo ellos tendrían los recursos y el conocimiento para manipular un cuerpo tan valioso de esa manera. Nos enfrentamos a un enemigo con vastas conexiones y recursos. Debemos estar preparados.”

Las palabras de Vambertoken cayeron pesadamente, sumiendo a todos en un silencio cargado de tensión. Tatiana miró a María, y ambas compartieron una mirada de comprensión.

Asha, notando la tensión en la sala, sonrió con una calma imperturbable, como una emperatriz complacida con las reacciones de sus súbditos. —“Interesante… parece que, una vez más, mi Seraph está rodeado de enemigos desesperados y débiles. Han cumplido con su tarea, y mi Seraph reconoce su esfuerzo.” —Sus palabras destilaban condescendencia, como si otorgara un favor. —“Por ahora, descansen y recuperen sus fuerzas. No podemos permitir que las piezas clave de mi Seraph se desgasten innecesariamente.”

—“El día ha terminado para todos en la Purga,” —añadió Vambertoken, su tono firme y definitivo. —“Tómense el resto de la jornada para recuperarse. Mañana, las sombras volverán a moverse, y debemos estar listos.”

Los miembros del equipo asintieron, aunque el peso de la información seguía reflejándose en sus rostros. A medida que se dispersaban, Asha se dirigió a María, con una expresión más suave, pero cargada de intenciones calculadas.

—“Ah, querida María,” —dijo, sacando un frasco con un líquido ámbar que destellaba suavemente. —“Mañana es la entrevista de Fabián con la periodista del Vaticano, Valeria Dupont. Considero que ambos necesitan liberar tensiones esta noche… y preparar sus mentes para lo que viene.” —Asha le entregó la poción de lujuria con una sonrisa que escondía intenciones.

María aceptó el frasco, manteniendo la compostura, aunque en sus ojos se veía la comprensión del mensaje. —“Gracias, Asha,” —respondió, sabiendo que esa era una oportunidad para reconectar con Fabián y despejar sus preocupaciones antes del encuentro.

Asha se giró nuevamente, sus ojos irradiando un control absoluto mientras miraba al grupo. —“Querida Tatiana, querida María, querido Drex… han servido bien a mi Seraph. Celebren esta victoria y descansen, porque las sombras que se avecinan no darán tregua. Esta noche es su única oportunidad de respiro antes de que la tormenta regrese.”

Con esas palabras, el equipo se dispersó, llevando consigo las advertencias y las instrucciones de Asha y Vambertoken. Sabían que lo ocurrido en Cochasquí solo era el comienzo y que las próximas batallas requerirían de todas sus fuerzas y estrategias.

El helicóptero tocó suelo, y el sol del nuevo día bañaba la base de La Purga en Quito. Apenas terminó la reunión, María salió corriendo, el eco de sus pasos resonando en el pasillo de metal mientras su respiración se aceleraba. Sabía que Fabián estaría en uno de los helicópteros recién llegados, y la anticipación la impulsaba. Cada segundo que pasaba sin verlo se le hacía eterno.

Al acercarse a la plataforma, sus ojos recorrieron ansiosamente el lugar hasta que lo vio, descendiendo con su habitual porte sereno. El viento de las aspas agitaba su túnica negra y, cuando sus miradas se encontraron, el corazón de María latió con fuerza. Sintió un alivio que se mezclaba con un deseo urgente de sentirlo cerca. Nada más importaba.

—“¡Fabián!” —gritó mientras corría hacia él. Apenas llegó a su lado, se lanzó a sus brazos, envolviéndolo con una intensidad que reflejaba su devoción. Sus labios se encontraron en un beso cargado de pasión, como si cada segundo que habían pasado separados se comprimiera en ese momento. La calidez de su cuerpo, el sentir de sus manos sobre su espalda, todo en él la hacía sentir en casa.

—“Estoy aquí, María. Todo está bien,” —murmuró Fabián, acariciándole el rostro con una ternura que calmó su ansiedad.

—“Después de lo que pasó en Cochasquí, lo único que quería era verte, saber que estabas bien,” —respondió María, hundiéndose en otro beso que buscaba consuelo y cercanía. Sabía que las palabras serían insuficientes para expresar todo lo que sentía, pero en esos besos volcaba la intensidad de su amor.

Fabián le sonrió suavemente. —“Y ahora estamos juntos. Nada más importa.” Sus palabras fueron como un bálsamo, y por un instante, el mundo se desvaneció a su alrededor.

Cerca de la plataforma, Drex y Tatiana caminaban por uno de los pasillos laterales, alejándose del ruido. El amanecer iluminaba suavemente sus rostros, pero el cansancio se notaba en sus expresiones. Drex observó a Tatiana, con la preocupación grabada en sus ojos. La poción que le había dado Asha surtía efecto, pero las huellas del agotamiento aún eran visibles.

—“¿Cómo te sientes ahora?” —preguntó, su tono cargado de preocupación. —“No fue solo la misión en Cochasquí… fue todo lo que implicó. Me asusta verte tan débil.”

Tatiana detuvo sus pasos, apoyándose en la barandilla cercana, y dejó escapar un suspiro. Sus ojos, aunque más brillantes, reflejaban una mezcla de cansancio y preocupación que no lograba ocultar. —“Estoy mejor… pero tú, Drex…” —murmuró, y en su voz se notaba el dolor contenido. —“Me duele verte así, herido. Sé lo que significa para Vambertoken que estés en estas condiciones. Eres su arma más poderosa, y no va a dudar en enviarte a misiones como esta una y otra vez.”

Drex apretó su mano, acercándose para mirarla a los ojos. —“Tatiana, ya sabíamos en lo que nos metíamos. Este es el camino que elegimos juntos. Sabíamos que servir a La Purga nos pondría en situaciones como estas. Pero lo acepté porque quiero estar contigo… siempre.”

Tatiana lo miró, su expresión endurecida por la preocupación. —“Eso no significa que me acostumbre a verte herido, Drex. Sé que aceptamos esta inmortalidad y este servicio, pero cada vez que te veo regresar así, me duele como si fuera la primera vez.” Su voz se quebró un poco, dejando escapar la vulnerabilidad que trataba de reprimir. —“¿Y si llega un momento en el que ni siquiera tu regeneración sea suficiente?”

Drex acercó su rostro al de ella, sus manos envolviendo las de Tatiana con firmeza. —“Si eso pasa, entonces me levantaré de nuevo, porque cada vez que salgo a luchar, lo hago por ti, para que sigamos juntos.” Sus ojos se clavaron en los de ella, llenos de una intensidad que Tatiana reconoció de inmediato. —“Lo que me preocupa es que todo esto termine afectándote, que el peso de estas misiones te desgaste.”

Tatiana, siempre fuerte, sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar, pero las contuvo. —“Y a mí me duele que te preocupes tanto por mí, cuando debería ser al revés. Eres tú quien está en peligro constante, quien arriesga todo en cada batalla. Mi mayor temor es que un día no regreses.” Bajó la mirada un momento, respirando hondo antes de alzarla de nuevo. —“La inmortalidad solo tiene sentido si tú estás conmigo, Drex.”

La tensión entre ellos se volvió palpable, un reflejo de la preocupación mutua que sentían. Drex la observó, susurrando con voz suave: —“Tatiana… esta es la vida que escogimos, y lo hacemos para estar juntos, sin importar las batallas que vengan.”

Tatiana se quedó en silencio, asimilando sus palabras. Poco a poco, sus ojos se suavizaron y, sin poder contenerse más, se acercó a él, sus labios buscando los suyos en un beso cargado de todas las emociones contenidas. La calidez de su cuerpo la envolvió, y se aferró a él como si ese momento pudiera durar para siempre.

—“Drex… no sé qué haría sin ti,” —susurró, mientras sus besos se volvían más intensos. Las palabras parecían innecesarias; sus labios hablaban por ellos, y el roce de sus cuerpos, pegados el uno al otro, se volvía cada vez más urgente.

Drex la sostuvo con firmeza, apoyándola contra la barandilla mientras sus bocas se buscaban con desesperación, como si cada beso fuera una promesa de eternidad. —“Yo tampoco puedo imaginarlo, Tatiana. No importa cuántas veces tenga que luchar… siempre lo haré para regresar a ti.”

Sus respiraciones se entrelazaron, y el calor de sus cuerpos los envolvía, encendiéndolos. Los besos se volvieron cada vez más intensos, más desesperados, y en cada uno parecía concentrarse todo el tiempo que habían estado separados. —“Vamos a casa,” —murmuró Tatiana, con un brillo de deseo en sus ojos. —“No puedo esperar más.”

Drex sonrió, sus ojos encendidos con la misma intensidad. —“Ni yo,” —respondió, tomando su mano con fuerza mientras se apresuraban a dirigirse hacia el apartamento. La pasión marcaba cada uno de sus pasos, y sabían que ese día de descanso lo aprovecharían para sumergirse en la eternidad que solo ellos compartían.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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