El cazador de almas perdidas – Creepypasta 273.
El Frío de la Traición.
El campo de batalla en Cochasquí se volvía más caótico con cada segundo. El aire helado que surgía de las pirámides cubría el terreno con una capa de hielo implacable, atrapando a los soldados de Oricalco y dificultando cada movimiento. Lía lideraba con destreza, sus espadas cortando y bloqueando en una danza letal, pero las oleadas de vampiros separatistas y sanguijuelas seguían avanzando, buscando cualquier oportunidad para romper las defensas.
Un temblor sacudió la tierra, y una ráfaga gélida se expandió desde el portal que se abría en la pirámide central. María, desde el centro de comando, lo vio todo con claridad en su visión. —“Lía, es un Galcietor. Está emergiendo,” —anunció con un tono de urgencia.
El Galcietor, un colosal demonio de hielo, emergió, su cuerpo hecho de hielo oscuro y cubierto de runas brillantes. Con cada paso, el suelo bajo sus pies se congelaba instantáneamente, creando un rastro mortal que atrapaba a cualquier ser vivo en su camino. Drex, en su forma licántropa amplificada por el tótem, sabía que la presencia del demonio significaba una amenaza que solo podía enfrentar con todo su poder.
—“Tatiana, es ahora. Necesito los espectros,” —gruñó Drex, sintiendo el frío calar en sus músculos.
Tatiana, desde el helicóptero que sobrevolaba la zona, cerró los ojos. El collar de los 5 sellos brillaba débilmente en su cuello, respondiendo al llamado. Para desatar los espectros, no bastaba un simple conjuro; necesitaba revivir el recuerdo más poderoso que compartía con Drex. Inspiró profundamente y se dejó llevar a ese momento en la isla, en el claro donde todo había cambiado.
En su mente, se veía a sí misma en ese claro, rodeada por la noche y el susurro de las olas. Drex, en su forma bestial, había llegado al campamento, cubierto de sangre y perdido en la furia del ritual de los 350 corazones. Ella había sentido el terror al verlo tan descontrolado, pero, en lugar de retroceder, había corrido hacia él, dejando que su corazón guiara sus pasos. Recordó cómo sus manos temblaron al tocar su pelaje ensangrentado, y cómo sus ojos se encontraron en medio de la oscuridad. La conexión fue lo único que permitió a Drex recordar quién era, y lentamente, se transformó de nuevo en su forma humana, reconociéndola.
La intensidad de ese momento, el riesgo y la certeza de que su vínculo era lo suficientemente fuerte para atravesar cualquier barrera, llenaron el collar de energía. El brillo de los sellos se intensificó, y una luz espectral se expandió desde Tatiana, alcanzando a Drex en el campo de batalla.
—“Estoy contigo, Drex. Como siempre lo estaré,” —susurró Tatiana, su voz cargada de emoción mientras los espectros tomaban forma.
Desde el suelo, las figuras espectrales emergieron, cincuenta en total, cada una replicando la forma licántropa de Drex, pero imbuida con la luz del tótem y el poder del recuerdo de Tatiana. Los espectros cargaron como una ola imparable hacia el Galcietor, golpeando sus piernas de hielo y tratando de romper su estructura. El demonio rugió, y una ráfaga helada salió de su boca, congelando a varios espectros al contacto, pero muchos más continuaron atacando, sus garras y colmillos aferrándose al hielo.
Drex sintió la conexión con cada espectro como un latido compartido. El dolor de cada impacto resonaba en él, como si fueran heridas propias, pero se mantuvo firme, alimentado por el vínculo que compartía con Tatiana. Su fuerza era la suya, y mientras ella mantuviera el recuerdo vivo, tendría la energía para seguir luchando.
Raúl y sus escuadrones de Oricalco aterrizaron en ese momento, descendiendo rápidamente para reforzar las líneas. —“¡Avancen y mantengan la línea! ¡Cubran a Drex y a los espectros!” —ordenó Raúl, su voz clara mientras dirigía a sus hombres en un ataque coordinado.
Lía, viendo la oportunidad que los refuerzos de Raúl proporcionaban, lideró el contraataque con sus espadas al frente. —“¡Vamos! ¡No dejemos que recuperen terreno!” —gritó mientras cortaba a los vampiros separatistas que intentaban reorganizarse.
Óscar, junto a Lía, disparaba sin descanso, eliminando las amenazas que intentaban flanquear al equipo. Andrés, desde su posición elevada, disparaba con precisión, debilitando a los magos ritualistas que aún mantenían parte del conjuro que alimentaba al Galcietor.
Anuel, sintiendo la urgencia, canalizó la energía que le quedaba para fortalecer las enredaderas que envolvían a sus compañeros. Las plantas crecieron en espesor, formando barreras que absorbieron parte del impacto gélido del demonio y protegieron a los soldados cercanos.
Violeta, con el rostro pálido por el esfuerzo, invocó una última oleada de pesadillas. Criaturas aladas y deformes surgieron, enroscándose alrededor de los brazos del Galcietor, tratando de ralentizar sus movimientos y desviar su mirada gélida. —“¡No dejen que use su aliento contra nosotros!” —advirtió, sabiendo que cualquier error podría ser fatal.
El campo de batalla se llenó de fuego, sombras y hielo. Los espectros de Drex se aferraban al Galcietor, rasgando su cuerpo, mientras el equipo de Lía, junto con los refuerzos de Raúl, resistía la embestida. Cada golpe, cada decisión, era crucial para sobrevivir y superar la trampa que Ragnarok había desatado en Cochasquí.
El rugido del Galcietor resonaba entre las ruinas de Cochasquí, un eco helado que parecía provenir de lo más profundo de la tierra. La temperatura bajó drásticamente, y la nieve comenzó a caer de manera antinatural en el campo de batalla. Las sombras, el fuego y las ráfagas heladas se mezclaban en un escenario de caos mientras el equipo de Lía, reforzado por los escuadrones de Raúl, luchaba por mantener la línea y repeler la amenaza demoníaca.
Drex, en sincronía con los espectros que Tatiana había invocado, se movía con furia, golpeando al Galcietor con todas sus fuerzas. Cada impacto de los espectros rompía fragmentos de hielo de su colosal cuerpo, pero las ondas gélidas que el demonio lanzaba en respuesta congelaban a los espectros en pleno movimiento. Drex sentía cada ataque como si fuera suyo; el dolor atravesaba su cuerpo, pero su voluntad y la conexión con Tatiana lo mantenían firme.
—“Tatiana, el vínculo se mantiene fuerte, pero él también lo está sintiendo,” —advirtió María, sus visiones mostrándole el dolor que Drex compartía con sus espectros.
Tatiana, aún enfocada en el helicóptero, sabía que debía mantener la conexión a pesar del dolor que Drex estaba sufriendo. Si rompía el vínculo, perderían la única oportunidad de contener al Galcietor. —“Drex, resiste. Los espectros están debilitándolo, pero debemos aguantar un poco más,” —dijo con determinación, sintiendo en su interior el peso del recuerdo que mantenía vivo el poder de los espectros.
Los escuadrones de Oricalco avanzaron bajo las órdenes de Raúl, sus armas resonando en el aire. —“¡Dividan las fuerzas! ¡Cubran a Drex y rodeen al demonio!” —ordenó, guiando a los soldados para rodear al Galcietor y cerrar la pinza, mientras Lía lideraba una carga frontal.
Óscar y Lía se movían como un equipo sincronizado, su combinación de ataques era precisa y letal. Lía, con sus espadas, cortaba a los vampiros separatistas que intentaban proteger al demonio, mientras Óscar disparaba con rapidez, asegurando que las sanguijuelas que quedaban fueran eliminadas antes de que se convirtieran en un problema mayor.
Anuel, sintiendo la presencia helada del Galcietor avanzando, levantó las manos y canalizó la magia natural que quedaba a su alrededor. Las enredaderas que había invocado se transformaron en una muralla viva de espinas y hojas que intentaron bloquear el paso del frío que se expandía. Las plantas, alimentadas por energía druídica, se alzaron para formar un escudo que cubrió a los escuadrones más cercanos y absorbió parte de la energía mágica del demonio.
—“Están resistiendo… pero no por mucho tiempo. Su magia es demasiado fuerte,” —dijo Anuel, sintiendo la resistencia de las plantas desvanecerse bajo la intensidad de las ráfagas heladas.
Violeta, aún desgastada, invocó una nueva pesadilla. Esta vez, surgió del suelo una criatura alargada, con un cuerpo serpentino y un rostro lleno de ojos que parecían flotar en el vacío. La pesadilla avanzó hacia el Galcietor, enroscándose en su brazo, tratando de frenarlo y distraerlo. —“¡No permitamos que concentre su poder en nosotros!” —gritó Violeta, sus manos temblando por el desgaste mágico.
El Galcietor, debilitado por los espectros y las pesadillas, alzó sus brazos, y una nube de nieve comenzó a girar a su alrededor. Los vientos helados se intensificaron, y las runas en su cuerpo se iluminaron. —“¡Cuidado, está cargando su ataque!” —advirtió Andrés desde su posición elevada, viendo cómo el demonio reunía su energía.
Las palabras de Andrés llegaron justo a tiempo. Tatiana, al ver el peligro, gritó: —“Drex, retira los espectros y retrocede. Todos, protejan las líneas.”
Drex asintió, y con un esfuerzo monumental, ordenó a sus espectros que retrocedieran, pero no todos pudieron moverse a tiempo. La energía del Galcietor explotó en una ola de frío que cubrió el campo de batalla, congelando a varios soldados y espectros en el lugar. Drex sintió el dolor de las criaturas congeladas, el hielo lacerando su piel como si él mismo estuviera atrapado en su interior.
Raúl, viendo la devastación que el ataque había causado, reorganizó las posiciones. —“Perdimos varios soldados, pero aún tenemos ventaja. ¡Tatiana, necesitamos que mantengas a Drex en pie, o perderemos la única oportunidad de detenerlo!”
Tatiana, sabiendo que la situación se volvía más crítica, cerró los ojos con fuerza y se concentró en el recuerdo que mantenía vivo el vínculo. Revivió la calidez de ese momento en el claro, en medio de la oscuridad, sintiendo cómo la cercanía de Drex en su forma humana la llenaba de esperanza. —“No te dejaré caer, Drex. Tú puedes con esto,” —murmuró, reforzando la conexión.
Mientras tanto, Lía y Óscar aprovecharon la distracción y se acercaron al Galcietor desde un flanco desprotegido. Con movimientos precisos, Lía lanzó un ataque con sus espadas, golpeando una de las runas que brillaban en el brazo del demonio. El corte resonó, y una grieta se abrió en el hielo que componía al Galcietor.
—“¡Ahora!” —gritó Lía, y Óscar aprovechó el momento para disparar a la grieta con una serie de balas imbuidas de mercurio y plata. El impacto debilitó aún más al demonio, y partes de su brazo comenzaron a desprenderse.
Los soldados de Oricalco, guiados por las órdenes de Raúl y Lía, aprovecharon la abertura para rodear al Galcietor. Andrés, viendo que la magia del demonio se debilitaba, disparó una bala bendita que atravesó el aire y se incrustó en una de las runas del torso del demonio. La explosión resultante hizo que la figura del Galcietor temblara, y por un instante, el frío en el aire disminuyó.
Violeta, sintiendo que era su oportunidad, concentró todas sus fuerzas en una última pesadilla. Una sombra colosal surgió del suelo, una entidad que parecía estar compuesta por mil rostros y brazos que se extendían como látigos hacia el Galcietor. La pesadilla se aferró a las grietas en el hielo y comenzó a desgarrar la estructura del demonio.
La batalla alcanzaba su clímax, y el campo se convertía en un torbellino de sombras y hielo. El Galcietor, debilitado pero no vencido, lanzó un último aliento helado que derribó a varios soldados y espectros. Drex, sintiendo el dolor como un golpe en su pecho, gruñó, pero no cedió. —“Tatiana, aún estoy aquí. No podemos permitir que se regenere.”
Tatiana, viendo que el vínculo con Drex seguía vivo, sintió que quedaba una oportunidad más. —“Lía, Andrés, ataquen las grietas abiertas. Debilitaremos su núcleo desde adentro.”
Lía asintió y, liderando a su equipo, lanzó un último asalto. Sus espadas, combinadas con los ataques de los soldados de Oricalco y las pesadillas de Violeta, golpearon con precisión las grietas en el cuerpo del demonio. Andrés disparó con todas sus fuerzas, y los proyectiles sagrados explotaron en el torso del Galcietor.
El demonio, con su estructura resquebrajada, emitió un rugido que retumbó en todo el valle. Fragmentos de hielo y energía oscura se dispersaron mientras su forma se desmoronaba poco a poco, debilitado por la embestida combinada del equipo de Lía y los escuadrones de Raúl.
Pero la batalla aún no estaba ganada. El Galcietor, con un último intento desesperado, comenzó a canalizar toda su energía en una esfera de hielo que crecía rápidamente en el centro de su pecho. Drex, sintiendo la amenaza inminente, supo que si esa esfera se liberaba, todo el terreno sería arrasado.
—“Todos, retrocedan. ¡Prepárense para el impacto!” —gritó Raúl, pero Drex no se movió.
Con una mirada hacia Tatiana, Drex cargó con los espectros que le quedaban, lanzándose contra el Galcietor en un intento final por destruir la esfera antes de que se activara. La batalla alcanzaba su punto máximo, y la vida de cada miembro del equipo pendía de un hilo.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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