Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 256.

Marcados por la Eternidad.

El amanecer se filtraba a través de las cortinas del apartamento, iluminando un escenario que parecía un campo de batalla más que un dormitorio. Las sábanas rasgadas, las paredes arañadas y los muebles desplazados eran testigos de una noche en la que Tatiana y Drex se habían entregado completamente a su naturaleza salvaje, dejando marcas de pasión y deseo en cada rincón.

La cacería con la manada había encendido sus instintos, y eso se había desatado en una tormenta de placer que los consumió hasta el amanecer. Tatiana y Drex yacían en medio del caos, sus cuerpos entrelazados, aún cubiertos por el sudor y las marcas que se habían dejado el uno al otro.

Tatiana, apoyada sobre el pecho de Drex, sentía el latido firme y acelerado de su corazón bajo su oído, y no pudo evitar sonreír al recordar cómo había perdido el control la noche anterior. Se apartó ligeramente y lo miró a los ojos, que seguían brillando con la intensidad de lo que compartieron.

—Anoche… —murmuró entre risas y suspiros—, no puedo creer lo que te pedía. —Recordó cómo su voz resonaba en la habitación pidiéndole que la tomara, que no se detuviera, que la hiciera suya una y otra vez—. Y pensar que no había poción esta vez. Drex soltó una carcajada profunda, su voz aún ronca por la intensidad de la noche.

—No la necesitábamos. —Sus manos acariciaban su espalda, sintiendo las líneas de los arañazos que él mismo había dejado—. A veces, la caza es suficiente para desatar todo lo que llevamos dentro.

Tatiana le devolvió la sonrisa y se inclinó para besarlo, pero justo en ese momento, el teléfono de la habitación sonó, rompiendo momentáneamente el hechizo. Tatiana suspiró con frustración y rodó para alcanzar el aparato sin separarse del calor de Drex. —¿Sí? —respondió, aún con la voz cargada de deseo.

—¡Tatiana! —La voz animada de Diana resonó al otro lado de la línea—. Quería invitarte a ti y a Drex a almorzar con la manada hoy. Olfuma quiere seguir entrenando, y pensé que podríamos compartir un buen rato todos juntos. Tatiana se rió suavemente, su mirada fija en Drex, que no le quitaba los ojos de encima.

—Diana, eso suena bien, pero no estoy segura de que podamos movernos aún. Drex se incorporó un poco, con esa sonrisa que Tatiana conocía bien, llena de picardía y desafío.

—Diana, almorzaremos encantados, pero no cuentes con nosotros hasta entonces. —Tatiana pudo sentir el calor de su mano deslizarse por su muslo, subiendo lentamente, haciendo que un escalofrío de anticipación la recorriera. Diana rio del otro lado. —Entendido. Los esperamos al mediodía. Disfruten la mañana.

Tatiana colgó, pero antes de que pudiera decir algo, Drex la giró con un movimiento rápido, quedando sobre ella. Sus ojos, de un dorado intenso, la miraron con una ferocidad que Tatiana sabía que significaba solo una cosa: el deseo apenas había comenzado. —¿En qué estábamos? —murmuró Drex, inclinándose para besar su cuello con una mezcla de suavidad y fuerza que la hizo arquearse. Tatiana soltó un suspiro mientras sentía cómo su cuerpo respondía.

—¿Crees que tenemos tiempo? —Oh, tenemos todo el tiempo que queramos —respondió Drex, sus manos recorriendo cada línea de su cuerpo, redescubriendo cada marca y cicatriz que le había dejado la noche anterior—. Y no me pienso ir sin reclamar cada centímetro de ti. La pasión los envolvió de nuevo, pero esta vez fue más intensa, más feroz.

Tatiana se entregó al momento, dejando que sus instintos de cazadora y de mujer se fusionaran. Las manos de Drex la aferraban con fuerza, y sus besos eran un reflejo de lo que compartían: una conexión que iba más allá del deseo, un vínculo que solo dos almas salvajes podían entender.

Drex, con cada movimiento, dejaba claro que no había barreras entre ellos. Sus colmillos rozaron la piel de Tatiana, dejando un rastro de mordidas y besos que se entrelazaban con los arañazos que ella misma le devolvía. Era una batalla de cuerpos, una guerra de placer que los hacía rugir en un frenesí que los consumía.

Las uñas de Tatiana dejaban líneas rojas en la espalda de Drex mientras él embestía con fuerza, arrancándole gemidos que resonaban en toda la habitación. —Eres mía, Tatiana —susurró Drex, su voz un gruñido salvaje—. Siempre lo has sido y siempre lo serás.

Tatiana lo miró a los ojos, encontrando en ellos esa promesa eterna que siempre había sentido. —Y tú eres mío, Drex. Por toda la eternidad. Los cuerpos se movían al ritmo de su deseo, y cada embestida era un recordatorio de su unión, una danza que solo ellos podían bailar.

La pasión se desbordó y, por un instante, todo lo demás desapareció; solo estaban ellos dos, una conexión de almas y cuerpos destinada a repetirse en cada vida. Cuando el ritmo comenzó a calmarse, Drex la abrazó con fuerza, y Tatiana, aún con la respiración agitada, sintió que no había lugar en el mundo donde preferiría estar. Pero antes de que todo se diluyera en el aire cargado de deseo, Drex la miró con un brillo diferente en los ojos. —Hoy, quiero que te arregles especialmente para mí —murmuró, bajando su tono de voz como si fuera un secreto—. Algo elegante, algo que me muestre lo que solo tú puedes ser.

Tatiana, todavía perdida en la intensidad del momento, arqueó una ceja. —¿En serio? ¿De dónde sale esa petición tan específica? Drex sonrió, inclinándose para morder suavemente su cuello. —Confía en mí.

Hazlo por mí, sin preguntas. Tatiana sintió cómo la mordida encendía de nuevo el fuego en su interior, y sus dudas se desvanecieron. —Está bien… pero me lo pagarás más tarde —respondió con una sonrisa desafiante. Tatiana, recostada junto a Drex, respiraba profundamente mientras ambos se recuperaban del frenesí que había transformado la habitación en un campo de batalla.

Sus cuerpos seguían cubiertos por las marcas de la noche anterior: mordidas, arañazos y rastros que contaban la historia de una pasión que había trascendido los límites. Tatiana se incorporó lentamente, sintiendo el dolor placentero en cada parte de su cuerpo, una mezcla de cansancio y satisfacción que solo Drex era capaz de provocar en ella.

Su reflejo en el espejo la hizo sonreír; su cabello enmarañado, las marcas rojizas en sus piernas y brazos que ahora aparecían como testigos de la guerra íntima que habían librado. Mientras observaba, se dio cuenta de que, a pesar de lo salvaje que había sido todo, cada marca le recordaba cuánto amaba esa intensidad, cuánto le fascinaba esa fusión de sus cuerpos y almas. Pero también, se dio cuenta de lo visible que todo eso era. —No puedo salir así —dijo en un suspiro, trazando con un dedo una mordida en su muslo que sobresalía bajo la bata que apenas le cubría.

Drex, apoyado en el marco de la puerta del baño, la miró con esos ojos dorados que todavía brillaban con deseo. —¿Y por qué no? —preguntó, su voz baja y ronca—. Cada marca es un testimonio de lo que compartimos. Y créeme, no me importa que se vean. Tatiana lo miró, y su mirada se llenó de un calor que no se había apagado. —Tal vez a ti no te importe, pero no voy a salir como un mapa de lo que pasó aquí anoche. —Lo decía con una sonrisa, pero había un rubor que delataba algo de vergüenza.

Drex se rió suavemente y se acercó a ella, su mano acariciando la marca que ella intentaba cubrir. —Eso tiene fácil solución, Tatiana. Solo hay que encontrar el vestido adecuado. —Le dio un beso en el hombro, y ella sintió cómo se encendía otra vez, pero esta vez era un fuego que no necesitaba consumirla, sino que la llenaba de emoción. Tatiana se dirigió a su armario y sacó un vestido de seda negro que le llegaba a la rodilla, con mangas largas y un cuello alto. Era elegante, cubría lo suficiente y dejaba solo un pequeño escote. Se lo mostró a Drex, sonriendo. —¿Qué tal este? —preguntó.

Drex la miró con una ceja arqueada, y su expresión se convirtió en una mezcla de picardía y desacuerdo. —No, no, no… —dijo, negando con la cabeza—.

Ese no es el que quiero que uses hoy. Tatiana frunció el ceño, intrigada y a la vez impaciente. —¿Y qué es lo que quieres, entonces? —Lo desafió con la mirada—. ¿Por qué tanto misterio? —Porque hoy quiero que muestres más piel —respondió Drex, acercándose a ella con pasos lentos, su mirada fija en sus ojos—.

Quiero que el vestido sea algo que te haga sentir poderosa y salvaje. —Con un movimiento rápido, apartó el vestido negro que ella sostenía y se adentró en su armario. Tatiana lo siguió, cruzando los brazos mientras observaba cómo buscaba entre las prendas. Su curiosidad crecía con cada segundo, pero también la sensación de vulnerabilidad.

Las marcas en sus piernas y en sus brazos eran un recordatorio de la intensidad de su conexión, y aunque le encantaba lo que significaban, no estaba segura de mostrarlas tan abiertamente. —Drex, en serio, ¿qué es lo que tienes en mente? —preguntó, tratando de obtener más información.

Drex, con una sonrisa que le hizo desear lanzarse sobre él en ese mismo instante, sacó un vestido de color rojo oscuro. Era largo, pero tenía aberturas en los costados que dejaban ver las piernas, y un escote pronunciado en V que caía justo en el centro de su pecho, resaltando sus curvas y dejando parte de su espalda al descubierto.

La tela era suave y ajustada, con un corte que, a pesar de mostrar bastante piel, mantenía una elegancia feroz. —Este es el vestido ideal —dijo Drex, acercándoselo a Tatiana—. Quiero que lo uses. Quiero que todo el mundo vea lo fuerte y hermosa que eres. Tatiana tomó el vestido entre sus manos, sintiendo la suavidad de la tela.

Sus ojos se alzaron para encontrarse con los de Drex, y en ellos vio esa mezcla de deseo y adoración que siempre lograba derretir sus defensas. Pero también había una chispa de misterio. —¿Por qué este? —insistió Tatiana, su tono entre curioso y desafiante—. ¿Qué es lo que estás planeando? Drex se limitó a sonreír mientras deslizaba sus dedos por el borde del vestido. —Confía en mí. —Sus manos se detuvieron en su cintura, y se inclinó para besarla en el cuello—.

Solo quiero que te sientas como la reina que eres. Tatiana se estremeció al sentir sus labios en su piel, y aunque una parte de ella quería seguir preguntando, sabía que Drex no iba a ceder. Sus manos se deslizaron por sus piernas, rozando las marcas que él mismo le había dejado, y se encontró con las heridas recientes en sus muslos. —No estoy segura… —dijo, mientras sus dedos tocaban una de las marcas que sobresalían. Drex se apartó un poco, lo suficiente para mirarla a los ojos. —Son un recordatorio de lo que compartimos.

Son parte de ti, parte de nosotros. Y no hay nada que me guste más que eso. —Sus manos subieron por su cintura, y el calor de su toque la hizo suspirar. Tatiana se mordió el labio, sopesando la posibilidad. Sus instintos le decían que confiara en él, que se dejara llevar por la intensidad del momento, pero otra parte de ella seguía intrigada.

—Aún no me has dicho qué planeas. Drex sonrió, inclinándose para besarla en los labios, un beso que transmitía tanto deseo como promesa. —Hoy solo quiero que te sientas increíble. —Se apartó, mirándola con esa sonrisa que siempre lograba desarmarla—. Además, te ves increíblemente sexy.

Tatiana lo miró, sintiendo cómo la intriga y el deseo se mezclaban en su interior. Finalmente, se rindió, tomando el vestido y llevándoselo al baño para probárselo. —Pero más te vale que sea algo bueno, Drex —advirtió, con una sonrisa traviesa. —Siempre lo es —respondió él, viéndola caminar hacia el baño.

 Drex empezó a arreglarse, poniéndose un traje oscuro con una camisa de un tono más claro. No solía vestirse de manera tan formal, pero el contraste con su habitual atuendo le daba un aire salvaje y elegante que Tatiana no pudo evitar notar cuando salió del baño.

Al verlo, sus ojos se llenaron de deseo de nuevo. El traje resaltaba su musculatura y el control que emanaba su figura; esa mezcla entre lo sofisticado y lo peligroso que tanto la atraía. —Me estás tentando a desvestirte otra vez —admitió ella, sin poder ocultar su sonrisa mientras se acercaba.

Drex se rió, acercándose para acomodarle un mechón de cabello. —No te preocupes, tenemos tiempo. Pero por ahora, deja que admire lo perfecta que estás en ese vestido. Tatiana, aún con la intriga en sus ojos, se dejó llevar por el momento. Sabía que, aunque Drex estaba guardando algo, la emoción de descubrirlo era parte del placer. Y, con el vestido acariciando su piel y mostrando justo lo suficiente, sentía que cada paso que daban los acercaba más a un destino lleno de misterio y deseo.

Tatiana y Drex salieron del apartamento, y mientras caminaban hacia la camioneta de Oricalco, Tatiana no podía evitar fijarse en las marcas que quedaban en sus piernas, visibles incluso bajo el vestido.

Cada una era un rastro del salvajismo y la pasión compartida, algo que le provocaba una mezcla de vergüenza y satisfacción. Le encantaba cómo Drex las miraba, con deseo y orgullo, pero no podía evitar desear que solo él fuera testigo de esas huellas. —¿Disfrutando del paisaje? —preguntó Drex mientras conducía, su mano descansando en el muslo de Tatiana, acariciando con suavidad una de las marcas recientes. Tatiana se mordió el labio, mirando cómo su piel se erizaba bajo el toque de Drex.

—Tal vez —respondió, entre risas suaves—. Pero ojalá solo tú pudieras ver esto. —Me encanta que se vean. —Drex la miró con una sonrisa traviesa—. Son nuestras. —Su mano se deslizó lentamente, provocándole un escalofrío.

La camioneta avanzó por un camino que Tatiana conocía bien. Era un lugar apartado, el mismo sitio donde había ocurrido la batalla entre Alexia la Invencible y Diana la Desquiciada hacía apenas cinco días.

El área había sido limpiada y transformada rápidamente por Oricalco, convertido en un claro elegante, casi irreconocible de lo que había sido durante el enfrentamiento. Cuando llegaron, Tatiana notó algo que la dejó perpleja. María y Fabián ya estaban allí, vestidos elegantemente y saludándolos con sonrisas entusiastas.

La mente de Tatiana se puso en alerta. ¿Por qué la manada habría permitido que ellos estuvieran presentes en un lugar tan significativo? Algo no encajaba. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó Tatiana, lanzando una mirada de sospecha a Drex mientras bajaba de la camioneta. Drex le ofreció la mano para ayudarla a bajar, manteniendo su expresión serena.

—Paciencia, mi amor. —Fue todo lo que dijo, sonriendo de una forma que Tatiana conocía bien, una mezcla de misterio y picardía. A medida que se acercaban al centro del claro, Tatiana vio a Diana, Olfuma y Tiranus, todos vestidos de manera sorprendentemente formal.

Diana, quien normalmente prefería las pieles y las prendas desaliñadas, llevaba un vestido que para ella era inusual; algo sencillo, pero elegante. Olfuma y Tiranus, por su parte, también lucían trajes que contrastaban con su preferencia por la libertad que la forma de la bestia les daba.

—Esto es… extraño —dijo Tatiana, mirando a Drex con una mezcla de confusión e intriga—. ¿Por qué están todos así? ¿Por qué aquí y con estas ropas? Drex no respondió.

En lugar de eso, le dedicó una sonrisa, y antes de que ella pudiera seguir preguntando, la atrajo hacia él, besándola profundamente. Tatiana, por un momento, se perdió en el calor de sus labios, pero cuando se separaron, volvió a fruncir el ceño.

—No me estás diciendo nada —reclamó, entre risas y suspiros, mientras él seguía acariciando su espalda. —Todo a su tiempo —dijo Drex, su voz suave pero cargada de emoción—. Solo disfruta el momento. Tatiana intentó insistir, pero cada vez que lo hacía, Drex encontraba la manera de distraerla, ya fuera con un beso, un susurro o un toque en sus puntos más sensibles. Poco a poco, decidió que lo mejor era dejarse llevar, aunque no podía sacudirse la sensación de que algo grande estaba por suceder.

En ese momento, Julián y Laura llegaron. Al verlos, Drex respiró hondo, y Tatiana sintió cómo la tensión en el aire aumentaba. Drex la tomó de la mano, y Tatiana notó la seriedad en sus ojos.

Había algo importante a punto de ocurrir.

—¿Qué está pasando? —insistió Tatiana, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Drex se alejó un paso, y Tatiana sintió cómo el aire se cargaba de expectativa. De pronto, Drex se arrodilló, y Tatiana se quedó sin aliento.

Sacó un pequeño estuche, y al abrirlo, Tatiana vio un anillo con un rubí rojo como la sangre, brillante y pulido, capturando la luz del sol como si fuera una llama viva. —Tatiana, desde el primer momento en que nuestras vidas se cruzaron, supe que eras tú.

Hemos pasado por la oscuridad, por la muerte y por pruebas que habrían roto a cualquiera. Pero siempre salimos juntos, siempre más fuertes. —Drex la miró con una intensidad que solo él tenía—. Quiero que seas mi compañera para siempre. Tatiana, ¿te casarías conmigo? Tatiana sintió cómo su mundo se transformaba en un torbellino de emociones.

En un instante, todos los momentos que habían compartido, las batallas, las risas, las veces que casi perdieron la vida y las veces que se encontraron en los brazos del otro, cruzaron su mente. Su corazón se aceleró, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras una sonrisa enorme se apoderaba de su rostro.

—¡Drex! —susurró, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas—. ¡Claro que sí! ¡Sí, quiero! Los presentes estallaron en vítores y aplausos, y Tatiana, sin poder contenerse, se lanzó sobre Drex, besándolo con una pasión y una alegría tan intensas que parecía que el mundo desaparecía a su alrededor. Era un beso que lo contenía todo: la promesa de un futuro juntos, de una vida compartida en cada batalla, en cada momento de paz. Cuando se separaron, Tatiana no podía dejar de sonreír.

—No tenía idea… —dijo, riendo entre lágrimas—. Esto es lo mejor que podrías haber hecho. Drex la miró con una mezcla de amor y confianza. —Sabía que después de todo lo que hemos vivido, solo hay una cosa que puedo prometerte: que no habrá batalla que no enfrentemos juntos. Este anillo es solo el comienzo de nuestra eternidad.

Tatiana, abrazada a él, supo en ese momento que todo había valido la pena. Habían cruzado infiernos, pero esa promesa y ese anillo eran la prueba de que juntos, eran imparables. Tatiana saltó a los brazos de Drex después de decir que sí, y se fundieron en un beso profundo, uno que sellaba cada promesa que habían hecho y las que vendrían.

Drex la sostuvo firmemente, sus manos aferrándose a su cintura mientras ella enredaba las piernas alrededor de él, olvidándose por completo de las marcas visibles en su piel. La pasión y la intensidad del momento lo consumieron todo, y los vítores de los presentes se desvanecieron en el fondo.

Con una sonrisa que reflejaba su amor genuino, Drex la cargó en sus brazos con facilidad. —¿Lista para hacerlo oficial, mi amor? —le susurró al oído. Tatiana asintió, riendo, su corazón latiendo con fuerza. —Más que lista. Drex, con ella aún en sus brazos, caminó a través del claro, con Tatiana aferrándose a su cuello, sintiéndose como si flotara. Cuando llegaron a donde estaban María y Fabián, Drex finalmente la bajó suavemente al suelo. Tatiana, aún con la emoción dibujada en el rostro, se encontró con las miradas cómplices de su hermana y de Fabián, quienes los esperaban con sonrisas entusiastas.

María, con una sonrisa traviesa, miró a Tatiana de arriba abajo antes de soltar una carcajada. —Vaya, hermana, parece que ya habías dicho que sí antes de hoy. —Su mirada bajó, notando las marcas en las piernas de Tatiana. Tatiana se sonrojó al instante, tratando de disimular su incomodidad con una risa nerviosa.

—¡María, basta! —Oh, no te avergüences —respondió María, con un guiño—. Sabes que estoy feliz por ti, y no puedo evitar notar lo evidente. —La risa de complicidad en su tono era inconfundible. Fabián, sonriendo, se inclinó para besar la mejilla de María antes de hablar. —Bueno, ya que estamos todos reunidos, parece que necesitamos un sacerdote para hacer esto oficial. —Se volvió hacia Drex, con una mirada seria pero amistosa—.

¿Listo para comprometerte? Drex, sin dudarlo, asintió, mirando a Tatiana con una mezcla de amor y firmeza. —No hay nada que desee más. Fabián, con un aire tranquilo y cálido, se colocó en el centro, llamando la atención de todos. —¡Olfuma, María! —exclamó—.

Damas de honor, por favor, acompáñenlos. Olfuma, con una gran sonrisa y el brillo de la emoción en los ojos, se colocó junto a Drex como su dama de honor.

María, por su parte, tomó la mano de Tatiana y la condujo al lado de Drex, acomodando el vestido de su hermana y compartiendo una mirada que solo ellas entendían. —Estás hermosa, hermana —susurró María, y Tatiana sintió cómo la emoción la invadía. —Gracias, María —respondió Tatiana, apretando la mano de su hermana con gratitud.

Fabián comenzó la ceremonia con una calidez que reflejaba su verdadero ser. —Hoy estamos aquí para unir a dos almas que no solo han compartido una vida juntos, sino que también han enfrentado cacerías, batallas y pruebas que pocos podrían superar.

—Hizo una pausa y sonrió, señalando las marcas en las piernas de Tatiana—. Y, como pueden ver, han compartido mucho más que eso. Las risas llenaron el claro, y Tatiana, aunque ruborizada, no pudo contener la alegría y la risa que brotaba de su pecho. —Drex, ¿aceptas a Tatiana como tu compañera eterna, para luchar y amar a su lado en todas las vidas que vengan? —preguntó Fabián con una mirada solemne.

—Sí, la acepto —respondió Drex, con una firmeza que hacía evidente la profundidad de su compromiso. Fabián miró a Tatiana, con una sonrisa cálida. —Tatiana, ¿aceptas a Drex, incluso con su ferocidad y todos sus instintos salvajes? Tatiana rió antes de responder con una convicción que solo Drex podía provocar en ella.

—Sí, lo acepto. Siempre. Fabián levantó las manos para dar el toque final. —Entonces, con el poder que se me ha concedido hoy, los declaro marido y mujer. —Y con una sonrisa traviesa, añadió—. Y ahora, Drex, ya puedes volver a devorar a tu esposa.

Las risas estallaron de inmediato, y Tatiana, sintiendo el calor en sus mejillas, se lanzó una vez más a los brazos de Drex, quien la besó con una intensidad que provocó aplausos y vítores de todos los presentes. Era un beso que lo contenía todo: la pasión, la promesa y la conexión profunda que los había unido desde el inicio. Julián y Laura aplaudieron con entusiasmo, compartiendo la alegría de los novios.

Olfuma y María, como damas de honor, rodearon a la pareja, mientras Tiranus y Diana se unieron a las felicitaciones con sonrisas cómplices y alegres. La manada, con su esencia salvaje y libre, convirtió ese momento en una celebración única. En medio de las risas y las felicitaciones, el claro, que días antes había sido un campo de batalla, ahora era testigo de una nueva promesa, un lazo eterno que se fortalecía con la presencia de todos.

Drex y Tatiana se miraron, sabiendo que, sin importar lo que viniera, estarían juntos, enfrentando cada desafío como compañeros, amantes y como la manada que siempre habían sido.

Con la ceremonia de matrimonio finalizada, la manada se reunió para el ritual que sellaría la unión de Drex y Tatiana como pareja y como parte integral del grupo. Tiranus, el líder, se acercó a Fabián, María, Julián y Laura, quienes se mantenían cerca, listos para acompañar a la pareja en ese momento trascendental.

—Esto que verán puede ser fuerte para ustedes —advirtió Tiranus con su tono profundo—. Pero hoy, por esta ocasión especial, y por la confianza que han demostrado, se les permitirá ser testigos.

María, con la mano apretada en la de Fabián, intercambió una mirada con su hermana. Sabía que ver el lado más salvaje de la manada sería impactante, pero estaba decidida a estar presente para Tatiana, tal como ella lo había hecho en el pasado. Fabián, recordando el pacto que había hecho con Drex cuando necesitó un corazón para cumplir con el talismán de sangre, sintió una conexión especial con lo que iba a ocurrir.

Sabía que ese momento era mucho más que una prueba; era una forma de sellar el amor que Drex y Tatiana compartían. Tatiana, en el centro del claro, observaba cómo la manada se posicionaba a su alrededor. La sincronía que había logrado con Drex era tan profunda que había sido aceptada como una de ellos, incluso sin transformarse.

Sentía la fuerza de la manada y la mirada de Drex, que le ofrecía un apoyo inquebrantable. Sabía que esto no era solo un ritual; era una promesa de protección y lealtad. Los cantos comenzaron, sus voces se elevaron en un coro que resonaba en el claro.

Drex permitió que la bestia en su interior se manifestara, sus colmillos brillando y sus ojos dorados bajo la luz de la luna. Tatiana permaneció en su forma humana, pero sentía esa conexión en cada fibra de su ser, como si sus latidos se sincronizaran con los de Drex.

Diana y Olfuma, como maestra y aprendiz, se acercaron con los corazones frescos en sus manos. La sangre goteaba sobre las hojas, y las luces de las antorchas hacían que el líquido brillara con un tono oscuro e hipnótico. Presentaron los corazones a Drex y Tatiana, marcando el momento en que la manada los aceptaría como parte de ellos, en cuerpo y espíritu. —Tatiana —dijo Diana con firmeza—, aunque no seas licántropo, tu vínculo con Drex te une a nuestra manada. Este ritual es para sellar ese lazo, para demostrar que lo que compartes con él y con nosotros va más allá de la sangre.

Compartirás la mitad del corazón que él te ofrecerá, y él hará lo mismo por ti. Tatiana asintió, su mirada intensa. Sabía que era un acto significativo, uno que exigía valentía y fe en la conexión que tenía con Drex. Al mirarlo, supo que estaba lista para lo que venía. Mientras los cantos aumentaban en intensidad, Drex mordió la mitad de uno de los corazones y se lo ofreció a Tatiana, quien lo tomó con determinación. Para ella, no se trataba de una simple prueba; era un acto que simbolizaba su compromiso mutuo.

Tatiana hizo lo mismo, presentando la mitad del otro corazón a Drex. Era un gesto que reflejaba la disposición de alimentarse el uno al otro, y a través de este acto, demostrar que siempre estarían dispuestos a sacrificar todo por el otro. Para los que observaban, el momento fue impactante y cargado de emoción.

María sintió un nudo en la garganta al ver a su hermana participar en un ritual tan salvaje, pero al mismo tiempo se sintió feliz y orgullosa. Sabía que Drex y la manada protegerían a Tatiana con la misma intensidad con la que ella siempre lo había hecho.

Fabián observaba con seriedad, recordando cuando había tenido que buscar un corazón para Drex, aceptando las costumbres licántropas para proteger a María y cumplir con la misión. Ver el ritual ahora, en una ocasión tan especial, le revelaba la profundidad de ese lazo. Sentía que, aunque la forma en que la manada demostraba su amor y lealtad era cruda, la pureza del acto no dejaba de ser sagrada.

Laura, en cambio, luchaba con la escena. Como vampira, aún le costaba aceptar su naturaleza y la forma en que debía alimentarse. Ver la sangre y la ferocidad en el ritual le removió algo en su interior. Recordó las veces en que había evitado alimentarse por miedo a lo que era. Pero en ese momento, al ver la conexión genuina entre Drex y Tatiana, empezó a comprender que la aceptación no era un camino fácil, pero que el amor que compartían era un ejemplo a seguir.

Julián, que había sido testigo de muchas costumbres sobrenaturales, se mantuvo tranquilo. Sabía que lo que veía era salvaje, pero también sabía que en esos actos había amor, lealtad y un sentido de pertenencia que iba más allá de lo humano.

Finalmente, el ritual culminó con un aullido unísono que resonó en el claro, la manada celebrando la aceptación de Drex y Tatiana como un solo ente.

Drex y Tatiana, cubiertos de sangre, se miraron con una intensidad que solo los que conocen el verdadero compromiso pueden entender. En ese momento, el lazo se hizo inquebrantable, no solo entre ellos, sino con la manada que los rodeaba, protegiéndolos y aceptándolos como parte de algo más grande que ellos mismos.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.