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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 252.

La Amenaza en Cumbayá – Parte 1.

Las alcantarillas de Cumbayá estaban en silencio, un laberinto oscuro y húmedo donde el olor a podredumbre lo cubría todo.

El equipo de Lía se movía en formación, avanzando con cautela mientras sus linternas iluminaban el camino por delante. Sabían que había algo más en esas cloacas que simples devorados; algo que había contaminado el agua y que, de no ser detenido, causaría una intoxicación masiva en cuestión de horas.

—María ya confirmó la presencia de residuos de sangre de licántropo en el agua. Tenemos poco tiempo antes de que llegue a las tuberías principales —dijo Lía, su voz resonando por el comunicador.

—Óscar, tú y Andrés avanzad al frente. Necesitamos localizar la fuente. Óscar y Andrés asintieron, tomando la delantera. Andrés, con su experiencia, analizaba el terreno mientras revisaba cualquier huella o rastro que pudiera indicar la presencia de la criatura que buscaban. Se movía con precisión, indicando a Óscar cuándo avanzar y cuándo detenerse. A pesar de que su fe estaba debilitada, sus habilidades de cazador seguían siendo de las mejores.

—Las marcas en las paredes… esto no es solo una horda de devorados. Hay algo más —murmuró Andrés mientras examinaba unas garras marcadas en las piedras húmedas. Óscar asintió, ajustando su rifle de asalto con las balas mixtas. —Ragnarok no se detendría en algo tan simple como liberar devorados.

Esto es una trampa, algo que va más allá de la infección del agua. —Sus palabras eran frías, pero su mente estaba enfocada en la tarea. Detrás de ellos, Violeta caminaba en silencio, su mirada perdida en las sombras, pero su concentración era evidente. Lía la observaba de reojo, intentando medir cómo se desenvolvía en el ambiente opresivo.

A pesar de las dudas previas, notó que Violeta no parecía afectada. Sus movimientos eran precisos, y su control sobre la magia que emanaba de su aura era impecable. Anuel, que iba al lado de Lía, observaba cada rincón con curiosidad.

—¿Dónde están los lobos espectrales de Drex cuando los necesitas, eh? Tanto que hablan de ellos y aquí estamos, con el agua hasta las rodillas, en este lugar apestoso —comentó con un tono que intentaba ser ligero, pero que reflejaba su frustración.

Drex, en su forma humana, sonrió levemente mientras caminaba al lado de Anuel. —No todo se resuelve con espectros, Anuel.

Tatiana es quien activa el poder del collar, no es algo que yo pueda desatar a voluntad.

—Pero aún así, es decepcionante. Quería ver si todo eso de “El Atormentador” era cierto

—dijo Anuel con un brillo travieso en los ojos, pero también con una genuina curiosidad.

De repente, un rugido resonó en la distancia, haciendo eco en las paredes de piedra y metal. Lía levantó la mano, deteniendo al equipo.

—Devorados. Están cerca, y parece que hay más de lo que creíamos. Prepárense —ordenó, sacando sus espadas y poniéndose en posición. Las criaturas emergieron de las sombras, arrastrando sus cuerpos deformes y hambrientos.

El equipo de Lía se desplegó en formación, esperando el ataque. Andrés, con su espada sagrada en mano, lideró la ofensiva, moviéndose con precisión y manteniendo a raya a los devorados. Sus años de experiencia se mostraron en cada corte, en cada movimiento calculado. Sin embargo, algo era evidente.

Mientras Drex se transformaba en licántropo, los devorados que se acercaban comenzaron a retroceder, sus gruñidos convirtiéndose en gemidos de miedo.

Sus cuerpos, que segundos antes avanzaban sin dudar, ahora se encogían ante la presencia del licántropo.

Era como si sintieran la magnitud de lo que tenían enfrente, como si supieran que no era un licántropo común, sino algo mucho más monstruoso.

—Mira eso… le tienen miedo —dijo Anuel, con una mezcla de asombro y emoción.

—Parece que todo eso de los espectros y el tótem no eran solo historias. Lía, enfocada, no quitaba los ojos de los devorados que retrocedían.

—No se distraigan. Hay algo más adelante, esto es solo una distracción. Óscar, que había estado observando la reacción de los devorados, se giró hacia Lía. —Voy a avanzar más allá de la línea para asegurar la zona. Cúbranme.

Lía asintió, aunque sus ojos mostraron una preocupación que intentó ocultar. Óscar se adentró en las sombras, moviéndose con cautela, pero justo cuando parecía que todo estaba en calma, una figura emergió del agua y se lanzó hacia él. Antes de que pudiera reaccionar, un devorado lo golpeó, haciéndolo caer.

Lía se movió con rapidez, sus espadas cortando el aire mientras avanzaba para cubrir a Óscar. Sin embargo, antes de que pudiera llegar, Violeta alzó su mano y, con un movimiento preciso, invocó a una de las pesadillas que había detectado en el grupo.

La criatura, una forma espectral con garras y colmillos, surgió del aire y atacó al devorado, arrancándolo de encima de Óscar y protegiéndolo. Óscar se levantó, con la respiración agitada, mirando a Violeta. —Gracias… —murmuró, sorprendido por la precisión y control de Violeta. Lía, observando la escena, se quedó en silencio por un momento, sintiendo un nudo en el estómago.

La forma en la que Violeta había intervenido no era la de alguien descontrolada; era alguien que sabía exactamente cómo manejar su poder. Y ver la forma en la que Óscar la miraba le produjo un leve sentimiento de celos que intentó reprimir. —Avancemos, pero rápido.

Si esto es solo la primera oleada, tenemos que llegar a la fuente antes de que sea demasiado tarde —dijo Lía, retomando el control de la misión. El equipo continuó moviéndose por las cloacas, pero el reloj corría, y cada minuto que pasaba acercaba más la posibilidad de una intoxicación masiva. Mientras seguían las señales dejadas por la criatura responsable de la contaminación, el equipo sabía que no podían bajar la guardia, y que el verdadero desafío estaba aún por revelarse.

La humedad y el hedor de las cañerías de Cumbayá eran insoportables. El agua contaminada fluía de forma irregular, salpicando el suelo mientras el equipo de Lía avanzaba con cautela. A medida que se adentraban más en los túneles, la tensión aumentaba; las criaturas que habían avistado antes parecían más agresivas, pero había algo extraño en sus movimientos: los devorados retrocedían cada vez que sentían la presencia de Drex.

Drex, en su forma humana, caminaba al frente, utilizando sus sentidos agudizados para buscar rastros de la criatura responsable de la contaminación. Su olfato captaba el aroma metálico y denso de la sangre licántropa mezclada en el agua, pero también algo más… un rastro que le indicaba que alguien o algo se estaba moviendo por delante, dejando huellas recientes. Anuel, que caminaba a su lado, no ocultaba su frustración.

—Drex, ¿es cierto que ese rugido tuyo hizo que las montañas temblaran en Puma Punku? ¿Que tus lobos espectrales podían desgarrar a los devorados como si fueran papel?

—preguntó, esperando escuchar la historia completa, pero Drex, concentrado en rastrear, apenas levantó la mirada.

—Lo que ocurrió en Puma Punku… —dijo Drex, manteniendo la vista al frente— no es algo que pueda usar aquí. Tatiana es quien activa ese poder, y solo cuando es absolutamente necesario. Por ahora, los sentidos de un lobo son todo lo que necesito.

La respuesta no satisfizo a Anuel, quien frunció el ceño. —Pero esos espectros… —insistió, como si buscara una confirmación visual de lo que había escuchado tantas veces.

Sin embargo, Drex se limitó a darle una mirada fría, señalando hacia adelante. —Concéntrate en lo que tenemos aquí, Anuel. Ya habrá tiempo para esas historias

—respondió Drex con seriedad. La conversación se vio interrumpida cuando Óscar y Andrés, que habían estado inspeccionando los túneles laterales, informaron a Lía. —Tenemos algo, jefa.

 Una concentración más fuerte de sangre en esta dirección, pero el olor cambia, como si algo se hubiera estado moviendo rápidamente —dijo Óscar, manteniendo su rifle en alto, mientras Andrés inspeccionaba las marcas en el suelo. Andrés, usando su conocimiento táctico, observó las huellas y las salpicaduras en las paredes.

—Están acelerando el proceso… —murmuró, mientras pasaba la mano por una mancha de sangre—. Si no detenemos esto, es probable que haya una intoxicación masiva en las próximas horas. Estamos contra el reloj. Lía asintió, sus ojos evaluando cada movimiento. Sabía que la situación era grave, pero también se percató de cómo Óscar, una vez más, se movía en sincronía con Violeta, protegiéndola y asegurándose de que estuviera a salvo.

Esto la hizo apretar los dientes, pero mantuvo su enfoque. —Bien, avanzamos. Necesitamos encontrar la fuente antes de que la situación se nos escape de las manos. Violeta, que estaba más atrás, sentía la tensión en el aire. Sus dedos temblaban, pero no era por miedo, sino por la energía que se acumulaba dentro de ella.

Las voces de las pesadillas susurraban, intentando abrirse paso, pero ella mantuvo el control. Lía, observándola de cerca, se dio cuenta de que Violeta comenzaba a controlar sus habilidades, manteniendo a raya las manifestaciones oscuras que podían salirse de control en una situación así. —Lo estás haciendo bien, Violeta —le dijo Lía, tratando de mantener el tono neutral, pero en el fondo, sabía que esto era un avance importante.

Si Violeta podía mantener su poder bajo control en estas condiciones, tal vez no era la amenaza que había temido inicialmente. El grupo siguió avanzando hasta que, de repente, un rugido resonó por los túneles.

Drex se detuvo, agudizando sus sentidos para localizar la fuente del sonido. Los devorados comenzaron a reunirse en los bordes de la luz que proyectaban sus linternas, pero no se lanzaban al ataque como antes; sus movimientos eran cautelosos, casi como si sintieran el temor que emanaba de Drex. —¿Qué les pasa? —preguntó Óscar, apuntando su rifle hacia los devorados que se encogían de miedo.

 Andrés, observando las reacciones de las criaturas, fue el primero en darse cuenta. —Están asustados… —dijo, con un tono de sorpresa. —Drex… les tienes que parecer algo mucho peor de lo que son ellos. Drex no respondió de inmediato, pero Anuel lo miró con emoción. —¿Lo ven? ¡Esto es lo que quería ver! —exclamó, aunque su entusiasmo fue cortado de inmediato cuando Lía levantó la mano para indicar silencio. —No nos distraigamos —dijo Lía—.

Sigamos el rastro, y manténganse listos. Si esos devorados no atacan, es porque están siguiendo las órdenes de algo más grande… o más aterrador. Con una mirada hacia Óscar y Andrés, Lía señaló un túnel estrecho que bajaba en espiral hacia las cloacas más profundas. —Andrés, toma la delantera. Óscar, cúbrelo.

El equipo se adentró en la oscuridad, con la sensación de que el tiempo se agotaba y que la verdadera amenaza estaba cada vez más cerca. La oscuridad de las cloacas se volvió densa, el hedor asfixiante se mezclaba con el eco de las pisadas del equipo. La sensación de urgencia era palpable; el equipo sabía que el tiempo corría en su contra, y la amenaza de una intoxicación masiva de agua en Cumbayá mantenía a Lía enfocada y a sus sentidos en alerta máxima.

Violeta caminaba cerca de Óscar, sus ojos inusualmente atentos a los movimientos que los rodeaban. Había comenzado a mostrar una habilidad más controlada sobre su poder, una señal que Lía no pudo pasar por alto.

Mientras avanzaban, Violeta murmuró, como un susurro, “Siento que estamos cerca… pero hay algo que no se deja ver.”

—Confía en tu instinto, Violeta —respondió Óscar, tocándole suavemente el hombro, gesto que no pasó desapercibido para Lía, quien, desde su posición, observaba con un destello de celos en sus ojos. Anuel, siempre buscando romper la tensión, se acercó a Andrés, quien parecía perdido en pensamientos profundos.

—Dime, ¿qué fue lo que viste en Puma Punku que tanto te atormenta? —preguntó con una sonrisa, pero con una seriedad que no era común en ella. Andrés la miró, su rostro ensombrecido por el recuerdo.

—El rugido de Drex no es algo que se pueda olvidar… Es como si cada espectro que liberó ese día intentara devorar tu alma. Verlo… y escuchar esos aullidos… —Andrés hizo una pausa, y un escalofrío recorrió su espalda.

—No es solo un licántropo, Anuel. Es un monstruo… y uno que yo nunca desearía enfrentar. Anuel asintió, pero la frustración creció en ella. Quería ver ese poder del que todos hablaban, ese monstruo aterrador que había hecho temblar a Andrés. Necesitaba verlo para entenderlo.

De repente, el sonido de algo moviéndose en las sombras hizo que todo el equipo se detuviera. Lía levantó la mano, indicándoles que se prepararan. Desde la oscuridad, los devorados emergieron, sus ojos brillando con hambre y furia, pero esta vez había algo diferente: al ver a Drex, se detuvieron, retrocediendo con un miedo que era evidente.

Los devorados se miraron entre ellos, como si reconocieran algo en Drex que los aterrorizara profundamente. —Parece que incluso estos monstruos saben cuándo enfrentan a uno más grande que ellos —murmuró Lía, su voz con un toque de respeto y cautela al ver la reacción. Drex, en su forma humana, notó cómo los devorados retrocedían, y un destello de comprensión pasó por su mirada.

—No es mi poder lo que temen. Es lo que soy —dijo en voz baja, más para sí mismo que para los demás. Andrés, al ver esto, formuló una teoría. —Los devorados… ellos pueden sentir el poder del tótem en Drex. Para ellos, es un depredador más antiguo y aterrador que cualquier cosa en este lugar.

El momento de quietud fue interrumpido cuando uno de los devorados, en un intento desesperado, atacó. Óscar reaccionó al instante, desenfundando su pistola y disparando con precisión, derribando a la criatura. El disparo resonó en el túnel, y en un segundo, la horda se lanzó contra ellos. —¡Formación defensiva! —gritó Lía. —¡Anuel, usa tus raíces para bloquear el paso! Anuel sonrió, su tono ligero incluso en medio del caos. —Vamos, plantas, no me decepcionen —dijo, mientras invocaba raíces que emergieron del suelo, bloqueando el paso de varios devorados. Uno de ellos, sin embargo, se acercó demasiado a ella, y antes de que pudiera reaccionar, Óscar lo abatió con un disparo certero.

Anuel, sintiendo el peligro que acababa de evitar, miró a Óscar con una sonrisa traviesa. —Parece que me debes un beso después de esto —le dijo, guiñándole un ojo. Óscar, acostumbrado a la personalidad de Anuel, solo sonrió con resignación. Lía, viendo la cercanía y el gesto entre Óscar y Anuel, sintió un nudo en el estómago.

Pero cuando Violeta se acercó a ellos, sus ojos brillando con una determinación que no había visto antes, Lía supo que era momento de actuar. —Violeta, necesitamos a las pesadillas para frenar a esta horda. ¿Puedes hacerlo? —Puedo intentarlo —respondió Violeta, con una convicción renovada.

Cerró los ojos, conectando con el miedo en las mentes de sus compañeros y los devorados. Al abrirlos, las sombras tomaron forma. Las criaturas emergieron de la oscuridad, las pesadillas de Violeta eran bestias grotescas, figuras descomunales y deformadas que se abalanzaron contra los devorados.

La horda se dispersó, aterrada por la fuerza desatada. Lía observó con sorpresa y alivio. Violeta estaba en control, y por primera vez, vio que el poder de la joven no era un riesgo, sino una herramienta poderosa que podrían aprovechar.

—Buen trabajo, Violeta —le dijo Lía, su voz genuinamente agradecida. Pero mientras la batalla continuaba, supo que había más peligros por delante. —¡Sigamos avanzando! —ordenó, mientras las pesadillas se dispersaban y el equipo continuaba su misión.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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