El cazador de almas perdidas – Creepypasta 251
La Trampa en La Carolina Parte 2
El núcleo del tótem pulsaba con energía oscura, tratando de recuperarse de las explosiones de Olfuma y del ataque frontal de Alexia.
La iglesia se sacudió con la intensidad de las fuerzas en juego, mientras el equipo de Raúl luchaba por contener a las criaturas que seguían apareciendo. Alexia, en su forma de licántropo descomunal, se movía con una agilidad creciente, fruto de su técnica definitiva. Después de haber consumido el corazón de un vampiro sanguijuela, su fuerza y velocidad se habían incrementado, y sus heridas ya casi habían desaparecido por completo.
Ahora, con un rugido, se lanzó hacia un grupo de devorados, partiendo cráneos y desgarrando torsos, aprovechando cada momento para proteger a sus compañeros. Raúl, aún en su forma de Quimera, vio la oportunidad.
Con sus sentidos agudizados por su fusión de animales, detectó un patrón en las criaturas que atacaban el núcleo del tótem. —¡Tyrannus, mantén tu forma y cubre el flanco derecho! Diana, prepara la siguiente transformación. ¡Vamos a acabar con esto! Tyrannus, siguiendo la orden, mantuvo sus llamas activas mientras se transformaba en su forma de licántropo. Sus garras, aún envueltas en fuego, cortaban a los vampiros sanguijuelas que intentaban acercarse.
La iglesia ardía en llamas mientras Tyrannus usaba su fuerza y piroquinesis para despejar el camino hacia el núcleo.
Por su parte, Diana, habiendo usado ya tres de sus transformaciones naturales, supo que era momento de consumir la poción.
Con un movimiento rápido, sacó el vial de su equipo y lo bebió de un trago. Su cuerpo se estremeció cuando el poder de la poción activó su capacidad de transformación adicional. —Cuarta transformación… —murmuró Diana, sintiendo cómo su cuerpo se estiraba y sus músculos se fortalecían aún más. Esta vez, sus movimientos eran más veloces, sus reflejos más agudos.
Saltó en medio de un grupo de devorados, desmembrando todo a su alrededor con una precisión letal. El poder de la poción la impulsaba, y cada segundo que pasaba, sentía que su bestia interna se hacía más presente, empujándola a pelear con más ferocidad.
Mientras el combate avanzaba, Fabián y Julián mantenían su posición defensiva en la retaguardia, usando sus habilidades de fe para repeler a las criaturas que intentaban rodearlos.
Las proyecciones de luz que emitían se estrellaban contra los cuerpos de los vampiros y devorados, deteniéndolos momentáneamente. Julián, con una mirada seria, observaba el campo de batalla.
—Raúl, estamos aguantando aquí, pero si el tótem se reactiva, necesitaremos algo más fuerte. Olfuma, aún debilitada por su técnica anterior, miró a Raúl con determinación.
—Puedo intentarlo de nuevo, pero necesito tiempo… y protección. —Sabía que forzarse a lanzar otra explosión tan pronto podría desestabilizarla, pero era su única opción. Raúl asintió, su mente calculando el siguiente paso.
—Tyrannus, mantén las llamas, no dejes que se acerquen. Diana, prepárate para la quinta transformación. Alexia, necesito que sigas alimentándote. Si puedes mantenerte fuerte, nos darás la ventaja que necesitamos para destruir ese núcleo. Alexia, con la sangre de las criaturas en sus garras, rugió en señal de afirmación. Su cuerpo, a medida que devoraba los corazones de los devorados caídos, se volvía más ágil y rápido.
Las transformaciones de su monstruosa forma comenzaban a compensar su falta de velocidad original, y con cada corazón consumido, sus ojos brillaban con un instinto feroz, pero su mente permanecía enfocada en proteger al equipo.
Tatiana volvió a intervenir por el radio.
—María ha identificado que hay una convergencia de las runas en el altar. Si logran atacar todas las runas simultáneamente, el tótem quedará vulnerable por completo. —Eso es lo que necesitábamos.
¡Equipo, enfóquense en las runas! —ordenó Raúl, moviéndose hacia el altar para desmantelar las barreras mágicas. Las garras de su forma de Quimera rasgaron las líneas de energía que convergían, pero se encontró con resistencia. Las runas parecían regenerarse rápidamente.
Diana, ahora en su quinta transformación, se movió a la velocidad del rayo, atacando las runas en el suelo que rodeaban el tótem. Su fuerza se combinaba con la velocidad bestial que había ganado, permitiéndole destrozar las barreras que se manifestaban frente a ella. Sus ojos brillaban con una intensidad salvaje, y cada ataque la acercaba un paso más a la bestia interna.
Tyrannus, manteniendo su forma en llamas, lanzó un aliento ígneo que envolvió las runas restantes. Las llamas se extendieron por el altar, debilitando las defensas mágicas que se aferraban a la energía del tótem. En ese momento, Olfuma, sintiendo que había reunido suficiente poder para otro ataque, se preparó para su segunda explosión de anti magia.
Pero esta vez, el proceso fue aún más difícil; sus manos temblaban mientras canalizaba la energía y trataba de mantener el control. Alexia, reconociendo la vulnerabilidad de Olfuma, se colocó frente a ella, su mirada fija en las criaturas que se acercaban. —Nadie va a tocarla —murmuró, mientras se lanzaba contra un grupo de devorados, arrancando corazones y devorándolos al instante.
Su regeneración se intensificó, y su velocidad creció lo suficiente como para interceptar a cualquier enemigo que intentara acercarse. —Estoy lista —anunció Olfuma, y lanzó su segunda explosión de Anti magia de Sangre.
La onda expansiva se extendió, anulando las runas y golpeando el núcleo del tótem. La iglesia tembló cuando el impacto resonó, y por un momento, el tótem dejó de pulsar. —¡Ahora, todos al núcleo! —ordenó Raúl. Diana, en su forma licántropa, saltó sobre el altar, su cuerpo se movía tan rápido que era un borrón de fuerza y garras.
Alexia, impulsada por su hambre y poder, cargó con un rugido, atacando el núcleo debilitado junto a Tyrannus, quien dejó caer una ola de fuego sobre las defensas restantes. La batalla por el tótem alcanzó su clímax.
El equipo, combinando todas sus fuerzas y habilidades, desató su ataque final para intentar destruir la amenaza en el corazón de La Carolina. La onda expansiva de la Anti magia de Sangre lanzada por Olfuma reverberó en toda la iglesia, debilitando las defensas del tótem.
El lugar se sacudió, y la oscuridad que emanaba del altar titubeó por primera vez. Pero la victoria estaba lejos de ser segura; los vampiros sanguijuelas y los devorados, en su frenesí, continuaban atacando al equipo.
Los miembros de Oricalco, que habían estado sosteniendo las líneas, comenzaron a retroceder, superados en número. Raúl, aún en su forma de Quimera, se lanzó hacia el núcleo con toda su fuerza, arrancando las piedras encantadas que sostenían las runas, pero un rugido ensordecedor resonó en la iglesia cuando las criaturas restantes, en un último esfuerzo, atacaron en masa.
La situación se volvía crítica. —¡Nos están rodeando! —gritó Julián, mientras él y Fabián sostenían una barrera para evitar que los vampiros y devorados invadieran la posición de Olfuma y Alexia. Pero la presión era intensa, y cada golpe que recibían debilitaba la defensa sagrada que habían levantado.
Tyrannus, con su cuerpo envuelto en llamas, luchaba por mantener a raya a los devorados que se acercaban, sus garras quemando y destrozando todo a su alrededor. Pero sabía que, sin un ataque coordinado y definitivo, la horda seguiría avanzando.
Raúl, evaluando la situación, pidió apoyo inmediato a Tatiana.
—Tatiana, necesitamos una ubicación clara de los puntos de debilidad del tótem. ¡Las runas se regeneran más rápido de lo que podemos romperlas! Tatiana respondió con rapidez.
—María está rastreando las líneas de energía. El tótem tiene cuatro núcleos conectados en las esquinas del altar. Deben ser destruidos simultáneamente. —¡Equipo, cambio de planes! —ordenó Raúl con voz firme—. Diana, Alexia, Tyrannus, cada uno de ustedes debe atacar un núcleo. Olfuma, mantén el control sobre tu anti magia, no podemos permitir que el tótem vuelva a activarse por completo.
Diana, ahora en su sexta transformación, sintió cómo su cuerpo se tensaba y sus instintos se intensificaban. Cada transformación adicional la empujaba más cerca de la bestia interna, pero estaba enfocada.
Con un movimiento rápido, se lanzó hacia uno de los núcleos, rasgando la piedra que lo protegía y aplicando toda su fuerza para romperla. Alexia, alimentada por los corazones que había devorado, se movió con una rapidez impresionante, casi igualando la velocidad de Diana. Con un salto feroz, alcanzó otro núcleo, desgarrando las protecciones que lo rodeaban con garras que brillaban con energía renovada.
Tyrannus, en su forma de licántropo en llamas, dirigió su atención al tercer núcleo. Con un rugido, desató una oleada de fuego directo sobre las runas que lo rodeaban, derritiendo las barreras y fragmentando la piedra que lo sostenía. Raúl, aún transformado y utilizando su fuerza combinada, atacó el cuarto núcleo, concentrando la potencia de sus garras y colmillos para destrozar las defensas restantes.
Las criaturas seguían lanzándose en oleadas, pero Fabián, con su poder descomunal, continuaba resistiendo. Sus proyecciones de fe eran como un muro que los vampiros y devorados no podían atravesar fácilmente.
Con cada golpe que recibían, los enemigos se desintegraban ante la fuerza sagrada que él y Julián mantenían. —¡No bajen la guardia! —gritó Fabián, su voz resonando con poder—.
¡Mantengan su posición hasta que el tótem esté destruido! Las barreras alrededor de los núcleos comenzaron a ceder, pero el tótem seguía luchando por restaurarse. El aire se llenó de una energía oscura que presionaba los cuerpos de los combatientes. El tiempo se agotaba, y Olfuma lo sabía. Olfuma, sintiendo el peso del combate, supo que la única forma de asegurar el éxito era lanzar su técnica definitiva una vez más. Pero esta vez, el costo sería mayor.
—Voy a hacerlo… pero necesito que mantengan todo lejos de mí —dijo, preparándose para concentrar su energía por tercera vez. Alexia, reconociendo la vulnerabilidad de Olfuma, saltó frente a ella, colocándose como el último bastión. Sus ojos brillaron con la ferocidad de un lobo protector. —Nadie pasará por aquí. —Alexia se preparó, lista para devorar a cualquiera que intentara acercarse, alimentándose para mantener su fuerza y asegurar que Olfuma tuviera el tiempo necesario.
Tatiana y María, observando desde la distancia, confirmaron que todo estaba alineado.
—¡Es ahora o nunca, Raúl! El tótem está en su punto más débil, pero si las runas se regeneran de nuevo, todo estará perdido.
—Olfuma, ¡hazlo! —ordenó Raúl, con una mirada decidida.
Olfuma cerró los ojos, sintiendo cómo la energía fluía desde sus manos y se acumulaba en su pecho. Los segundos parecieron eternos mientras el poder de su Anti magia de Sangre se manifestaba una vez más. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero no podía fallar.
La energía comenzó a irradiar, y justo cuando las criaturas se lanzaban en una última oleada, Alexia las interceptó, desatando una furia que solo se incrementaba con cada enemigo derrotado.
Diana, Tyrannus y Raúl atacaron los núcleos al mismo tiempo. La combinación de fuego, fuerza y garras rompió las últimas defensas, y en ese instante, Olfuma desató su explosión definitiva.
La Anti magia estalló, cubriendo todo el altar y alcanzando cada rincón de la iglesia. La energía del tótem se desvaneció, y las runas desaparecieron en una ola de luz. La iglesia tembló, las criaturas restantes fueron aniquiladas en la explosión, y por un momento, todo quedó en silencio.
El núcleo del tótem finalmente se rompió en mil pedazos, y las sombras que lo habían protegido se disiparon.
Raúl se acercó al altar, su forma de Quimera desapareciendo mientras volvía a su estado humano. Miró los restos del tótem, sintiendo la energía oscura desaparecer lentamente.
—Lo conseguimos… pero no ha terminado. Asegúrense de que el lugar esté limpio. Diana, en su forma bestial, respiró con dificultad mientras sentía la tentación de transformarse de nuevo, pero se controló.
Alexia, aún agitada, devolvió la mirada a Olfuma, quien cayó de rodillas, exhausta, pero con una sonrisa de satisfacción en el rostro. —Buen trabajo, Olfuma —dijo Alexia, extendiendo una mano para ayudarla a levantarse—.
No lo habríamos logrado sin ti. El equipo se reagrupó, pero el costo había sido alto. Dos de los escuadrones de Oricalco habían caído en el enfrentamiento, y el agotamiento se notaba en cada miembro. Fabián y Julián, con las barreras finalmente caídas, se unieron al resto del grupo.
Tatiana volvió a intervenir por la radio. —María confirma que la energía del tótem ha desaparecido. Han cumplido la misión… pero quédense alerta por si hay más trampas.
Raúl asintió, observando a su equipo. —Bien hecho, todos. Ahora limpiemos el área y salgamos de aquí. La Carolina es solo una batalla, y no vamos a bajar la guardia.
El equipo, cubierto de sangre y sudor, se preparó para salir, sabiendo que, aunque habían ganado esta batalla, la guerra estaba lejos de terminar. La iglesia, ahora en ruinas y sin la energía oscura del tótem, estaba cubierta de cuerpos destrozados, polvo y sangre. Las luces del convoy de Oricalco iluminaban las sombras, mientras el equipo de Raúl avanzaba con cautela para asegurar el área.
La batalla había dejado a todos agotados, pero la misión aún no terminaba. Raúl, al frente del grupo, inspeccionaba los restos del tótem. A su alrededor, las cenizas de las runas y los fragmentos de las criaturas caídas se mezclaban con los escombros. —Tatiana, confirma si hay alguna señal de actividad en el perímetro —dijo, con un tono de alerta.
Tatiana respondió de inmediato. —María ha revisado todo, y la energía nigromántica ha desaparecido. El área parece segura, pero todavía siento que algo más podría estar acechando. Manténganse alerta y revisen cada rincón antes de salir. Tyrannus, que aún conservaba su forma licántropa en llamas, se encargó de despejar lo que quedaba de la nave central.
—Todo parece en orden —murmuró, aunque sus ojos brillaban con desconfianza—. No me gusta lo tranquilo que se ha puesto esto. Diana, ahora de regreso en su forma humana tras haber consumido sus transformaciones, recogió sus espadas que había guardado estratégicamente en su equipo durante la pelea.
—La calma siempre viene antes de la tormenta —comentó, mientras inspeccionaba los cuerpos de los vampiros sanguijuelas y devorados, asegurándose de que no volvieran a levantarse. Alexia, con sus sentidos aún en alerta y la energía de los corazones que había consumido alimentando su regeneración, se acercó a Olfuma, quien aún se tambaleaba por el esfuerzo.
—Déjame apoyarte. No has dejado que ninguno de nosotros caiga, así que te toca descansar un poco —dijo Alexia, mostrándole un lado más protector, algo que no era común en ella.
Olfuma, con una leve sonrisa, aceptó el gesto. —Gracias, Alexia. Sabía que podía contar contigo.
—Las palabras fueron sinceras, reflejando cómo la relación entre ellas había evolucionado a lo largo de la misión. En la entrada, Fabián y Julián mantenían la posición, escaneando el exterior con cautela.
Fabián, con sus habilidades de proyección de fe aún activas, sintió un leve cambio en el aire. —Raúl, hay algo más… lo siento. De repente, un rugido resonó desde el fondo de la iglesia. Los escombros y restos de las criaturas empezaron a moverse, fusionándose en una masa de carne y hueso.
Los restos del tótem, imbuidos con la última pizca de magia oscura que quedaba, habían reaccionado a la anti magia de Olfuma, creando un engendro nigromántico con las partes de los vampiros y devorados caídos. —¡Todos en formación! —gritó Raúl, mientras se transformaba en un rinoceronte para crear una barrera y proteger a su equipo. —Esto es un último intento del tótem. ¡Derríbenlo antes de que crezca! Tyrannus desató una última ola de fuego, lanzando su piroquinesis hacia la criatura.
El engendro rugió mientras las llamas lo envolvían, pero no se detuvo; con cada paso, su cuerpo se regeneraba, alimentándose de la energía residual de la iglesia. Diana, sin poder transformarse más, se lanzó al ataque con sus espadas en mano, cortando partes del engendro para ralentizar su avance.
Cada golpe era preciso, pero sabía que sin el poder bestial de sus transformaciones, el combate sería más difícil. —Esto no va a ser fácil —advirtió, esquivando un tentáculo que el engendro lanzó hacia ella.
Raúl, en su forma de Quimera, coordinó con Alexia y Tyrannus. —Vamos a dividir sus puntos de regeneración. Alexia, aprovecha tu velocidad y fuerza; alimenta tu regeneración y ataque frontalmente.
Alexia asintió y, con un rugido feroz, se lanzó al combate. Devoró el corazón de un devorado que yacía cerca, aumentando su poder y velocidad. Sus garras se hundieron en la carne putrefacta del engendro, desgarrándolo por completo. La energía de cada enemigo caído la fortalecía más, y por primera vez, el brillo en sus ojos reflejaba no solo furia, sino también determinación y protección hacia sus compañeros.
—¡No dejaré que se levanten de nuevo! —gritó Alexia, arrancando un segundo corazón del engendro y devorándolo en el acto. Sus heridas sanaron, y su velocidad creció hasta el punto de casi igualar la de Diana en sus transformaciones.
Fabián, observando la pelea, decidió intervenir. —Julián, vamos a reforzar las proyecciones. Esta vez, acabaremos con todo lo que quede de esta maldición —dijo, mientras alzaba su mano, proyectando una luz brillante que envolvió al engendro, debilitándolo lo suficiente para que Tyrannus y Diana dieran el golpe final. Tyrannus, sintiendo la fatiga, pero manteniéndose firme, lanzó una última ráfaga de llamas con toda su fuerza.
Las llamas envolvieron el núcleo del engendro, haciéndolo retroceder. —¡Es ahora, Raúl! —gritó, abriendo el camino para que el líder diera el golpe definitivo. Raúl, en su forma de Quimera, embistió con la fuerza de sus animales combinados, aplastando el núcleo restante del engendro contra el suelo de la iglesia. La criatura soltó un chillido agonizante mientras su cuerpo se desmoronaba en cenizas, y la energía oscura que quedaba se disolvió en el aire.
Con el engendro destruido, el equipo tomó un respiro. Tatiana confirmó por la radio. —Han neutralizado la amenaza. María ya no siente rastros de energía nigromántica en la zona.
Han ganado, Raúl. Regresen con cuidado. Raúl se levantó, respirando profundamente mientras volvía a su forma humana. —Hicimos un buen trabajo, equipo.
Perdimos a muchos de los nuestros, pero cumplimos. Asegúrense de que todos estén listos para evacuar.
Diana, recogiendo sus espadas, miró a Alexia con una expresión que, por un momento, no era de desconfianza, sino de respeto. —No peleaste solo por ti misma esta vez, Alexia.
Lo hiciste bien. Alexia asintió, notando la aceptación en las palabras de Diana. —Todos formamos parte de este equipo.
Ya no estoy sola —respondió, con una sonrisa fugaz que se desvaneció en la oscuridad. Mientras el equipo de Oricalco se reagrupaba y empezaba a evacuar, Raúl se quedó un momento observando la iglesia destruida, un recordatorio de la trampa que habían superado.
Sabía que esta batalla era solo una de muchas en la guerra contra los enemigos de Oricalco, y que las cosas solo se complicarían a partir de ahí. —Seguimos adelante.
Tatiana, mantennos informados de cualquier cambio. Todos, mantengan los ojos abiertos y prepárense para lo que venga.
—El convoy comenzó a moverse, y la misión en La Carolina llegó a su fin, pero el eco de la batalla resonaba en sus mentes.
Las sombras de lo que vendría seguían acechando en la oscuridad. El equipo se dirigió hacia la base, sabiendo que cada combate no solo era un paso más en su misión, sino una prueba que los unía o los separaba.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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