El cazador de almas perdidas – Creepypasta 249. Cuentos de Hombres Lobos
La Purga en Peligro.
El salón de magia arcana estaba impregnado de una atmósfera densa, con el aire vibrando bajo la influencia de los hechizos que Vambertoken guiaba con precisión.
Tatiana seguía cada uno de sus movimientos con atención absoluta, canalizando la energía pre diluviana a través de las runas trazadas en el suelo, las cuales resplandecían con un azul intenso que iluminaba el rostro concentrado de la aprendiz.
A un lado, Asha observaba con un aire sutil, su presencia casi imperceptible pero siempre dominante. A su lado, María se mantenía en silencio, sus ojos oscuros fijos en cada conjuro que su hermana ejecutaba. La energía que se acumulaba en el salón, densa y cargada de poder, era casi palpable. Cuando Vambertoken concluyó la clase, un silencio expectante se apoderó del salón.
Asha, con una sonrisa apenas esbozada y sus ojos destilando un brillo enigmático, habló finalmente. —Queridas, enfréntense —dijo, como si sus palabras fueran una orden inevitable—. Veamos cuánto han aprendido. Tatiana y María se miraron brevemente antes de colocarse en sus posiciones. Vambertoken se apartó, quedándose al margen con su mirada fría e impasible, evaluando cada detalle del combate que estaba por iniciar. —Tatiana, María… —dijo Vambertoken, su voz resonando en el salón como un eco helado—. No se contengan. Tatiana, sintiendo el peso de las expectativas de su maestro, fue la primera en moverse. Extendió sus manos y lanzó una ráfaga de energía arcana que cruzó el aire en un destello azul.
María levantó una barrera mágica oscura, una protección que absorbió el ataque y brilló con un destello rojizo, reflejo de las enseñanzas de Asha.
María, sin perder tiempo, mordió su pulgar y canalizó su magia de sangre. Un látigo afilado surgió de la herida, cortando el aire con violencia. Tatiana reaccionó al instante, creando un escudo arcano que bloqueó el ataque, pero el impacto la obligó a retroceder un paso.
María no dudó y desató otra ráfaga de latigazos, buscando cualquier debilidad en la defensa de su hermana.
Tatiana, consciente de la intensidad del duelo, lanzó un hechizo que la duplicó, creando una imagen ilusoria que desorientó a María por un momento. Aprovechando la distracción, Tatiana lanzó una esfera de energía pura, que se dirigió hacia María con precisión.
María levantó otra barrera, pero el impacto la hizo retroceder, forzándola a reajustar su estrategia. Desde las sombras, Asha observaba con su característico aire de satisfacción velada. —Así es, mis queridas.
No olviden que esto es solo el comienzo —murmuró, su voz suave y envolvente, como una caricia envenenada. El combate continuó, con Tatiana desatando un círculo de fuego arcano que rodeó a María en un anillo de llamas azules. Pero María, gritando con furia, rompió la barrera en un estallido de sangre, dispersando las llamas en una explosión que hizo vibrar el suelo.
Las dos hermanas se movían con rapidez, sus ataques y defensas transformándose en destellos que llenaban el aire con un brillo ardiente. Finalmente, ambas se quedaron sin aliento, sus energías al borde del agotamiento. El aire olía a ozono y sangre, testimonio del poder que habían invocado.
—Suficiente —interrumpió Vambertoken, su voz imperturbable, como si nada de lo ocurrido lo sorprendiera—.
Es evidente que han mejorado, pero el peligro que enfrentamos es mucho mayor. Tatiana y María, respirando con dificultad, lo miraron, esperando las conclusiones de su maestro.
—Tatiana, María —dijo Vambertoken, con frialdad—. Los recursos mostrados en Puma Punku por Sergio Mendoza son inmensos.
Esto confirma que algunos de los ancianos del Consejo de Ancianos Vampíricos están apoyando a Ragnarok.
Son los únicos con el poder para hacerlo. Asha, con una ligera inclinación de la cabeza, agregó en un susurro que parecía deslizarse en la mente de las jóvenes. —Hemos rastreado la huella energética de uno de ellos, pero es probable que haya más.
El consejo es un nido de serpientes, y debemos estar preparados. Vambertoken se dirigió de nuevo a las hermanas, sus palabras cargadas de una advertencia glacial. —Ustedes son puntos críticos en la Purga. Por eso, también son los blancos más vulnerables.
El enemigo buscará desestabilizarnos atacándolas a ustedes. Deben fortalecerse, mantenerse listas y seguir entrenando.
Lo que han mostrado hoy es solo el principio. Asha se acercó a Tatiana, su voz suave como un susurro que se metía en la mente de la joven. —Querida Tatiana, recuerda… el apodo de Drex, “el Atormentador”, no es solo un nombre.
Es un peso, un destino que debes enfrentar. Asegúrate de estar preparada —dijo, con una mirada que revelaba más de lo que decía.
Tatiana asintió, sintiendo cómo las palabras de Asha y la advertencia de su maestro se clavaban en su mente como un eco oscuro.
Se despidió y salió del salón, sabiendo que debía mantenerse fuerte para lo que vendría.
La Misión de Tatiana.
se reunió con los equipos de Oricalco, con su semblante aún marcado por la intensidad del combate, pero con su voz firme y decidida.
—Habrá días de descanso tras esta seguidilla de misiones —anunció, utilizando esa promesa para motivar a sus compañeros—, pero primero, debemos cumplir con nuestras tareas.
—El equipo de Raúl —continuó—, irán al barrio La Carolina. Tenemos que capturar a un sacerdote que posee información crucial para la Purga. Esta es una cacería, y ustedes, como licántropos, son los mejores para esto. Los miembros del equipo de Raúl asintieron con determinación, y Tatiana percibió una unidad renovada en ellos, resultado de sus esfuerzos previos para calmar las tensiones.
—El equipo de LIA —agregó—, se dirigirá a Cumbayá. Se ha reportado una horda de devorados en las cloacas. No habrá tregua contra Ragnarok. No podemos permitirnos fallar. Mientras observaba a los equipos partir hacia sus misiones, Tatiana sintió la carga de la responsabilidad, pero también una determinación renovada. Este era solo el comienzo, y ella estaría preparada.
El convoy avanzaba bajo la oscuridad de la noche, las luces atravesando la niebla espesa que cubría el camino hacia Cumbayá. El equipo de Lía mantenía su formación estricta en el interior del vehículo.
Las órdenes eran claras: controlar la horda de devorados en las cloacas. En medio del trayecto, Lía, con el peso de nueve siglos de servicio a la familia Vambertoken sobre sus hombros, decidió que era el momento de obtener respuestas.
Haciendo una señal a Óscar, lo apartó a la parte trasera del vehículo, donde podrían hablar sin interrupciones. Lía, con su expresión severa e imperturbable, fue directa.
—Óscar, esto tiene que quedar claro ahora mismo —dijo, sin rodeos—. La situación con Violeta no puede ser un problema para el equipo ni para mí. Nueve siglos de servicio no se arriesgan por sentimentalismos. Óscar, con la mirada fija en el suelo, tomó un momento para responder.
—Lo que siento por Violeta no es amor, Lía. Es lástima —confesó, levantando la vista para mirarla a los ojos—.
Fui pandillero desde muy pequeño, abandonado como ella. La veo y me recuerda lo que fui. No creo que nadie merezca estar solo así.
Lía lo observó en silencio, midiendo sus palabras. —Así que, para ti, esto es un paralelismo —dijo, sin cambiar su expresión—.
Entiendo, pero no puedo permitirme que esto sea un problema. Este es un momento crítico para todos nosotros. —Lo sé —contestó Óscar—. Estoy aquí por la misión, nada más. Lo que sienta por Violeta no va a interferir. Lía asintió lentamente, aceptando su respuesta, aunque con cautela.
—Me alegra escucharlo, porque si esto se convierte en un obstáculo, sabré cómo manejarlo. —La frialdad de su voz dejó claro que no había margen para errores. Cuando volvieron con el equipo, Lía reunió a todos.
Sabía que este era un momento importante y quería reafirmar su liderazgo. Aprovecharía la presencia de Drex, conocido como “El Atormentador”, para asegurarse de que esta misión, y su ascenso, se desarrollaran a su favor.
Sin embargo, Anuel, como siempre, no perdió oportunidad para hacer un comentario. —¿Entonces, esta es otra charla sobre tus nueve siglos de servicio, o nos vas a contar sobre el drama de tu crush con Drex y la novia superiora? —dijo Anuel, soltando una risa sin filtro.
Lía rodó los ojos, pero mantuvo la compostura.
—No, Anuel, esto no es para hablar de mis siglos de servicio ni de Tatiana. Es para asegurarme de que todos estén alineados en esta misión.
Drex está con nosotros, y con eso viene una oportunidad que no pienso desaprovechar —declaró, su mirada firme.
Anuel rió de nuevo, pero asintió. —Entendido, jefa. Solo digo que seguro Drex se va a enterar de lo mucho que te gusta impresionar a Tatiana.
Lía, a pesar de su cansancio y las burlas de Anuel, se mantuvo centrada. —Lo que busco va más allá de impresionar a nadie.
Esta es nuestra oportunidad de marcar un cambio, de ascender. Y todos, incluso tú, Anuel, están aquí para asegurar que lo logremos. El equipo se mantuvo en silencio, comprendiendo la seriedad del momento.
Lía, con una determinación renovada, se preparó para llevar a su equipo a la batalla. El convoy avanzaba por la carretera en la oscuridad, las luces apenas cortando la neblina densa. Dentro del vehículo, el equipo de Raúl viajaba en un silencio que no era inusual antes de una misión, pero que llevaba un peso adicional.
La noche anterior, Diana y Alexia se habían enfrentado, y aunque algunos lo sabían, otros, como Fabián y Julián, aún no comprendían la tensión palpable en el aire. Tyrannus, que había presenciado todo, finalmente rompió el silencio.
—¿Les vamos a contar lo de anoche o lo mantenemos en secreto? —preguntó, mirando a Diana con un tono casual, pero directo. Julián, que había estado observando la dinámica en silencio, frunció el ceño.
—¿Qué pasó exactamente? —preguntó, buscando respuestas en las expresiones de sus compañeros.
Raúl, con la vista fija en la carretera, se limitó a asentir y permitió que Diana tomara la palabra. Diana, sin perder un ápice de su postura dominante, decidió hablar sin rodeos. —Anoche, Alexia y yo tuvimos un enfrentamiento —dijo, con una voz clara que llenó el vehículo—.
No fue un duelo amistoso, fue para dejar las cosas en claro. —Su mirada se dirigió a Fabián y Julián, dejando claro que no había nada que ocultar.
Fabián, siempre atento a las tensiones internas, miró a Alexia, que mantenía una expresión tranquila pero reflexiva. —¿Y por qué el enfrentamiento? —preguntó, intentando comprender el propósito.
Diana no se detuvo. —Alexia está aquí bajo condiciones. Si quiere demostrar que merece estar en este equipo, tiene que ganarse esa confianza con algo más que su presencia. Anoche fue un recordatorio de eso. Julián asintió, captando el mensaje y el peso de las palabras de Diana.
—Entiendo, no es cuestión de mostrar fuerza, sino de compromiso —dijo, midiendo cada palabra. Alexia, sin desviar la mirada, asintió ligeramente. —Diana hizo lo correcto —admitió, con un tono que no dejaba lugar a dudas—.
No espero que confíen en mí solo por estar aquí. Sé que tengo que mostrar resultados y dejar atrás lo que fui. Lo que pasó anoche fue necesario. Fabián, con una seriedad que rara vez mostraba, observó a Alexia un momento. —Entonces, lo que viene a partir de ahora será lo que marque la diferencia —comentó, sin juzgar, pero con un aire de advertencia. Diana, satisfecha con la respuesta de Alexia, sonrió levemente. —Exactamente. Ahora, todo depende de ti.
Raúl intervino, cerrando la conversación. —Lo que pasó anoche es pasado. La misión que tenemos adelante es lo que importa ahora. Nos enfocamos en eso, y nada más. El silencio que siguió fue uno de entendimiento.
El mensaje había sido claro: las acciones de Alexia, a partir de ese momento, definirían su lugar en el equipo. El convoy avanzaba por la carretera en la oscuridad, las luces apenas cortando la neblina densa. Dentro del vehículo, el equipo de Raúl viajaba en un silencio que no era inusual antes de una misión, pero que llevaba un peso adicional.
La noche anterior, Diana y Alexia se habían enfrentado, y aunque algunos lo sabían, otros, como Fabián y Julián, aún no comprendían la tensión palpable en el aire. Tyrannus, que había presenciado todo, finalmente rompió el silencio. —¿Les vamos a contar lo de anoche o lo mantenemos en secreto? —preguntó, mirando a Diana con un tono casual, pero directo.
Julián, que había estado observando la dinámica en silencio, frunció el ceño. —¿Qué pasó exactamente? —preguntó, buscando respuestas en las expresiones de sus compañeros. Raúl, con la vista fija en la carretera, se limitó a asentir y permitió que Diana tomara la palabra.
Diana, sin perder un ápice de su postura dominante, decidió hablar sin rodeos. —Anoche, Alexia y yo tuvimos un enfrentamiento —dijo, con una voz clara que llenó el vehículo—. No fue un duelo amistoso, fue para dejar las cosas en claro. —Su mirada se dirigió a Fabián y Julián, dejando claro que no había nada que ocultar. Fabián, siempre atento a las tensiones internas, miró a Alexia, que mantenía una expresión tranquila pero reflexiva. —¿Y por qué el enfrentamiento? —preguntó, intentando comprender el propósito.
Diana no se detuvo. —Alexia está aquí bajo condiciones. Si quiere demostrar que merece estar en este equipo, tiene que ganarse esa confianza con algo más que su presencia. Anoche fue un recordatorio de eso. Julián asintió, captando el mensaje y el peso de las palabras de Diana.
—Entiendo, no es cuestión de mostrar fuerza, sino de compromiso —dijo, midiendo cada palabra. Alexia, sin desviar la mirada, asintió ligeramente.
—Diana hizo lo correcto —admitió, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. No espero que confíen en mí solo por estar aquí. Sé que tengo que mostrar resultados y dejar atrás lo que fui. Lo que pasó anoche fue necesario.
Fabián, con una seriedad que rara vez mostraba, observó a Alexia un momento. —Entonces, lo que viene a partir de ahora será lo que marque la diferencia —comentó, sin juzgar, pero con un aire de advertencia.
Diana, satisfecha con la respuesta de Alexia, sonrió levemente. —Exactamente. Ahora, todo depende de ti. Raúl intervino, cerrando la conversación. —Lo que pasó anoche es pasado.
La misión que tenemos adelante es lo que importa ahora. Nos enfocamos en eso, y nada más.
El silencio que siguió fue uno de entendimiento. El mensaje había sido claro: las acciones de Alexia, a partir de ese momento, definirían su lugar en el equipo.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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