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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 237. Cuentos de Hombres Lobos

Regreso a la Feria de Laporta.

El avión militar de Oricalco se elevaba en el cielo andino, dejando atrás las ruinas de Puma Punku, ahora envueltas en el silencio de la noche. La cabina estaba en penumbra, iluminada por las luces de los controles y las pantallas que mostraban las noticias locales. En los monitores, la imagen de las ruinas se intercalaba con testimonios de personas aterradas, relatando el extraño y ensordecedor aullido que había atravesado las cordilleras. Las palabras “¿Qué causó el estruendo de Puma Punku?” se repetían en titulares, mientras las teorías y especulaciones comenzaban a llenar el aire.

Tatiana, sentada al frente, observaba las imágenes con los ojos entrecerrados. A su lado, María mantenía la vista fija en la pantalla, sus visiones filtrándose en su mente. Pero en el avión, los que ocupaban las filas traseras eran la manada, agotados pero llenos de un silencioso fervor.

Drex, en el centro de la fila, mantenía los brazos cruzados y los ojos cerrados, como si el despliegue de poder que acababa de mostrar lo sumiera en un estado de reflexión profunda. El tótem, ahora en calma, seguía reposando en su cuello, pero su influencia seguía latiendo en sus venas.

Tyrannus, con el ceño fruncido, rompió el silencio primero. —No tenía idea de que el poder del tótem llegaba a tales extremos. Lo que vimos allá abajo fue… —buscó las palabras—, fue algo que solo se menciona en los relatos más antiguos.

Diana, que estaba al lado de él, asintió lentamente. Sus ojos, aún marcados con un rastro de su transformación, miraron a Drex con una mezcla de respeto y precaución. —No es solo el poder de un licántropo, Drex. Has invocado una manada de espectros, seres que respondieron a tu llamado como si fueras un alfa antiguo, una fuerza de la naturaleza. —Su voz era grave—. Esto cambia las reglas de lo que pensábamos que conocíamos.

Olfuma, más tranquila pero también pensativa, observó a Diana. —Tal poder… —murmuró, sus manos aferrando su propio collar con un gesto inconsciente—. Me hace pensar en mi conversión. Si Drex fue capaz de canalizar esa fuerza y controlarla… —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Quizás, Diana, mi lugar está al lado de ustedes de manera más permanente.

Diana la miró de reojo, sus ojos brillando con el interés y la duda que venía cargando. —Es un vínculo profundo. No se puede tomar a la ligera, Olfuma. —Sus palabras eran cautelosas, pero su tono también denotaba un interés genuino—. Y ahora que lo pienso… Drex, ¿tú estarías dispuesto a guiarla si toma el paso?

Drex abrió los ojos lentamente, un brillo dorado aún latía en su mirada. —La conversión no es solo una transformación física —dijo, su voz profunda—. Es aceptar la bestia en su totalidad y lo que significa ser parte de la manada. —Miró a Olfuma—. Si ese es el camino que deseas, estaremos contigo.

Óscar y Lía, sentados al final de la fila, intercambiaron miradas. Aunque eran veteranos en Oricalco, lo que habían presenciado esa noche los había impactado. Lía, con el rostro endurecido, se inclinó hacia Óscar. —Drex ya no es solo un licántropo. Eso que vimos… —susurró, con los colmillos apretados—. Es algo que ni nosotros, con siglos de experiencia, hemos visto.

Óscar asintió, los ojos cargados de una inquietud que no solía mostrar. —Es como si el poder del tótem hubiera fusionado la esencia de una bestia con algo… mucho más antiguo. —Lo miró con seriedad—. Los vampiros hemos visto horrores en nuestra existencia, pero esto… Drex podría ser una amenaza incluso para nosotros.

Fabián, que estaba a pocos asientos de ellos, escuchaba en silencio mientras observaba a María. Desde que el poder de Drex se había desatado, había sentido la tensión en su cuerpo, y sabía que algo estaba cambiando en ella. Mientras le acariciaba el rostro con suavidad, pensó en la petición del Elixir de la Eterna Juventud que le había hecho. María, con sus poderes de clarividencia, parecía ver más allá de lo que él comprendía.

—Fabián —dijo ella, suavemente—, todo esto que está ocurriendo solo nos demuestra que el poder siempre estará en juego. —Lo miró a los ojos, un brillo de emoción y urgencia en su voz—. No quiero que nada nos separe, ni el tiempo ni nada más.

Fabián suspiró, sintiendo el peso de las decisiones que tenía que tomar. —Lo sé, María. —Susurró, cediendo un poco más—. Hablaremos de esto cuando todo se calme.

En otra parte del avión, Andrés se mantenía apartado, con la mirada perdida en la oscuridad exterior. Había visto todo el poder de Drex desatarse, y en su mente, las pesadillas que lo atormentaban regresaron con fuerza. Podía sentir las garras de Drex, la sensación de los corazones arrancados en su sueño una y otra vez. Ahora que había visto la realidad de esa fuerza, su rostro reflejaba algo más que cansancio: era inquietud.

Fabián, notando la tensión en él, se levantó y se acercó. —Andrés, sé lo que has visto, y sé que es mucho para asimilar. —Su voz era suave, pero cargada de la autoridad de un mentor—. Lo que ocurrió allá abajo… fue necesario. Pero Drex es más que esa bestia que has presenciado.

Andrés lo miró, sus ojos cargados de duda. —Pero si puede liberar ese poder, ¿cómo sabemos que no se descontrolará? —dijo, con voz baja—. Lo que vi… lo que escuché… podría destruirlo todo.

—Drex ha demostrado control. Por eso sigue aquí, con nosotros. —Fabián colocó una mano en el hombro de Andrés—. Y por eso estás aquí. Para asegurarte de que todo se mantenga bajo control, y para cumplir con tu misión.

Mientras el avión se acercaba a Cochabamba, las noticias seguían desplegando imágenes de Puma Punku. Los titulares hablaban de “fenómenos inexplicables” y “extrañas luces y ruidos guturales”, especulando sobre todo tipo de teorías, desde movimientos tectónicos hasta rituales antiguos. La voz del reportero se mezclaba con la vista de las ruinas, y las luces de la ciudad se reflejaban en las pantallas del avión.

—Oricalco ya está encubriendo todo —informó Tatiana, mirando a todos—. Los reportes oficiales dirán que fue un fenómeno sísmico. —Hizo una pausa—. Pero todos sabemos que esto es solo el principio.

En el jet privado que los seguía en formación, Seraph Vambertoken y Asha observaban todo desde una posición privilegiada. Vambertoken, con una expresión serena, estaba satisfecho. —La caza ha comenzado y el poder del tótem ha demostrado su valía.

Asha, con una sonrisa seductora y calculada, susurró: —Querido Seraph, hemos visto lo que pueden hacer nuestras piezas. Ahora es tiempo de movernos contra Pedroza. La purga debe responder, y él será el próximo en caer.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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