Las ruinas de Puma Punku se alzaban como guardianes antiguos bajo un cielo encapotado, proyectando sombras y creando un laberinto de piedra. En el punto logístico, Tatiana, junto a María, Asha, y Seraph Vambertoken, observaba con atención las pantallas tácticas y las visiones de María que guiaban los movimientos del equipo desplegado en las ruinas y en la caverna subterránea que yacía debajo.
María cerró los ojos, su mente proyectándose en fragmentos de visiones que iban y venían. —Los Devorados avanzan en grupo desde el frente. Los separatistas se están moviendo en formación, y las brujas están formando un círculo en las paredes superiores del domo subterráneo. —Su voz estaba cargada de urgencia—. Nos quedan solo unos segundos.
Tatiana, sin perder el tiempo, transmitió las órdenes: —Drex, Diana, Tyrannus y Olfuma, lideren el ataque en la caverna. Avancen en formación y aseguren las posiciones superiores para frenar a las brujas antes de que canalicen sus gritos. Óscar y Lía, apoyen desde los flancos, mantengan a raya a los separatistas. Andrés, cubre a Anuel y prepárate para avanzar.
El equipo se desplegó con precisión. Drex, al frente, lideró la carga, utilizando su chokuto para cortar a los primeros Devorados que emergían de las grietas en el suelo. A su lado, Diana avanzó con sus espadas desenvainadas, girando y atacando con velocidad, derribando enemigos que se acercaban por los lados.
Tyrannus, con sus manos en llamas, se posicionó en la parte trasera, levantando una barrera de fuego para proteger la retaguardia mientras Olfuma lanzaba sus esferas de anti-magia, destruyendo los hechizos de las brujas y disipando las maldiciones que caían sobre ellos.
En el lado derecho del domo, Óscar y Lía se cubrieron mutuamente, avanzando con precisión. Óscar, con su rifle de asalto, disparaba ráfagas precisas contra los vampiros separatistas que intentaban rodearlos. Lía, rápida y experta con su pistola y espada corta, se movía de un lado a otro, eliminando enemigos con eficiencia letal.
—”El Señor es mi roca y mi fortaleza; mi libertador” —recitó Fabián, desde el centro del equipo, mientras un rayo de luz se desataba de sus manos y atravesaba a los enemigos que intentaban flanquearlos. Julián, a su lado, recitó: —”No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo” —, levantando una barrera de luz para proteger la retaguardia de los separatistas que intentaban cerrar el paso.
En el centro de la formación, Andrés se posicionó junto a Anuel, cubriéndola con sus pistolas mientras ella se preparaba para invocar sus poderes. Anuel extendió sus manos hacia el suelo y, poco a poco, las raíces en la cueva respondieron, elevándose como si fueran serpientes que envolvían a los enemigos y frenaban su avance.
En el punto logístico, Asha observó cada movimiento, su mirada calculadora evaluando cada decisión de Tatiana. —Eres una estratega hábil, querida Tatiana. Aunque este caos es solo el principio.
Seraph Vambertoken asintió en silencio, su mirada fría fija en las pantallas mientras los refuerzos de Ragnarok se movían en las sombras.
María habló de nuevo, su voz en tensión: —Las brujas se están reorganizando. Están intentando canalizar sus gritos hacia Tyrannus y Diana. Si logran convertirlos en Devorados, el equipo estará en peligro.
Tatiana apretó los dientes, evaluando rápidamente la situación. —Drex, Tyrannus, apóyenla. No permitan que las brujas completen su formación.
Drex, escuchando las instrucciones, saltó desde una roca hacia un saliente cercano, impulsándose para interceptar a las brujas antes de que pudieran concentrar sus ataques. Tyrannus, aún en su forma humana, extendió sus llamas en un arco protector, mientras Diana atacaba con sus espadas, sus movimientos tan rápidos que apenas eran visibles bajo las luces intermitentes de los hechizos.
Olfuma, moviéndose con agilidad, lanzó una esfera de anti-magia que destruyó las maldiciones que caían sobre Andrés, despejando el área para que él y Anuel pudieran avanzar.
Las fuerzas de Ragnarok se multiplicaban y el caos aumentaba. En medio del enfrentamiento, Tatiana continuó dirigiendo a su equipo, pero sabía que el tiempo estaba en su contra.
La caverna subterránea bajo Puma Punku se abrió en un inmenso domo, sus paredes pulsando con una energía oscura que irradiaba de las runas grabadas en la piedra y de las raíces que colgaban del techo como tentáculos. La atmósfera vibraba, y los gritos de las brujas gritonas resonaban como ecos siniestros, cada vez más fuertes.
En el centro de la caverna, el equipo de Oricalco se dividía en grupos, siguiendo las instrucciones precisas de Tatiana desde el punto logístico. Drex, Diana, Tyrannus, y Olfuma se encontraban en la vanguardia, abriendo el camino y protegiendo los flancos. Óscar y Lía flanqueaban desde la izquierda, mientras Andrés, Fabián, y Julián formaban el núcleo central con Anuel, protegiéndola mientras canalizaba su magia.
—¡Cuidado, la derecha! —advirtió María a través del comunicador. Sus visiones mostraban a un grupo de vampiros separatistas avanzando por el lateral, buscando flanquear al equipo.
Óscar y Lía respondieron con rapidez. Óscar, con precisión, disparó una ráfaga de su rifle, impactando a varios de los vampiros antes de que pudieran llegar. Lía, usando su pistola y espada, se desplazó ágilmente por el lateral, eliminando con golpes precisos a los separatistas que se acercaban por el frente.
Mientras tanto, en el centro, Andrés se mantuvo alerta, disparando a cualquier amenaza que se aproximaba, mientras cubría a Anuel. Sus movimientos eran calculados y eficientes, pero la tensión en su rostro era visible; el peso de sus pesadillas seguía latente en sus ojos.
—”Aun cuando pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno” —recitó Fabián mientras liberaba una onda de energía que se expandió en un destello brillante, desintegrando a los separatistas que intentaban cerrarse sobre ellos.
Tyrannus, viendo cómo las brujas gritonas se concentraban en un grupo en las alturas, se preparó para un ataque decisivo. —Diana, cubre mi flanco izquierdo. ¡Voy a atacarlas! —gritó, recubriéndose en fuego piroquinético antes de lanzarse hacia las paredes.
Diana, en sincronía con Tyrannus, se movió a su lado, cortando a los enemigos con sus espadas mientras evitaba los ataques que venían desde las grietas superiores. Sus movimientos eran un borrón de acero y furia, reflejando la habilidad y experiencia de una caza sangres experta.
En el punto logístico, Tatiana mantenía la concentración, sus ojos y sus manos controlando la información que llegaba a través de los monitores y las visiones de María. Asha y Seraph Vambertoken continuaban observando, pero sus miradas ahora mostraban una ligera inquietud ante la intensidad del combate.
—Las fuerzas de Ragnarok están reorganizándose —informó María—. Las brujas están intentándolo otra vez, intentando canalizar sus gritos hacia Tyrannus. Si no los frenamos ahora, podrían perderse.
Tatiana transmitió una nueva orden: —Drex, apoya a Tyrannus y Diana. Los separatistas están moviéndose en línea. Corten su avance antes de que refuercen la posición.
Drex, en forma licántropa, se lanzó con una velocidad abrumadora, saltando de una roca a otra. Sus movimientos eran precisos, su fuerza amplificada por el tótem, y sus garras rasgaban a los Devorados que intentaban emboscar desde el frente.
En el centro del domo, Anuel finalmente desató su poder. Las raíces que colgaban del techo y las que yacían en el suelo se iluminaron con un verde brillante, resonando con la energía de la tierra. De las profundidades del suelo emergieron dos dríades superiores, figuras imponentes de madera y piedra, con ojos como esmeraldas brillando en la oscuridad.
Andrés miró con asombro mientras las dríades avanzaban, aplastando a los Devorados y separando a las fuerzas de Ragnarok que intentaban cerrar el paso. —Anuel, ¿qué… cómo hiciste eso?
Anuel, con una calma recién descubierta, respondió mientras mantenía sus manos alzadas, canalizando el poder de la naturaleza a través de las dríades. —Es lo que siempre he sido. Es lo que debía hacer.
En el punto logístico, Tatiana se quedó en silencio por un momento, impresionada. —No sabía que podía hacer eso —murmuró, mientras observaba cómo las dríades arrasaban con los enemigos.
Asha sonrió, pero su voz fue afilada. —A veces, los más poderosos son los que menos muestran sus capacidades. Ahora sabes el valor de tu druida.
Seraph Vambertoken observaba las pantallas, sus ojos fríos analizando cada detalle. —El espectáculo es impresionante, pero las fuerzas de Ragnarok no retrocederán sin más.
De vuelta en el combate, las dríades invocadas por Anuel formaron un escudo natural alrededor del equipo, bloqueando los ataques mágicos de las brujas y desviando a los Devorados que se abalanzaban. Olfuma, a la derecha, lanzó una ráfaga de esferas anti-mágicas, desintegrando hechizos y protegiendo a Diana y Tyrannus.
Fabián y Julián, aprovechando la barrera de las dríades, unieron fuerzas y recitaron en voz alta: —”¡Jehová es un guerrero! Jehová es su nombre”. Juntos, lanzaron una onda de luz combinada que atravesó las defensas de las brujas, disipando sus gritos y quebrando su formación.
La batalla continuó, pero la situación era cada vez más tensa. Las paredes del domo vibraban con la energía del ritual que Sergio Pedroza estaba llevando a cabo en las profundidades. Desde las sombras, se oían sus cánticos oscuros, y el eco de las palabras antiguas resonaba en las piedras y en los cuerpos de las criaturas que él comandaba.
María sintió una nueva visión golpear su mente. Vio al Nephilim y al Eldritch canalizando sus energías a través del muñeco vudú que Sergio había creado. Vio cómo las criaturas se movían hacia ellos, sus cuerpos deformes y sus ojos brillando con una furia antigua.
—Tatiana, algo se está moviendo desde el centro. El Nephilim y el Eldritch… están tratando de romper las barreras. No podemos permitir que completen el ritual.
Tatiana no perdió tiempo. —Drex, Diana, Tyrannus, avancen hacia el núcleo. Óscar, Lía, Olfuma, despejen el camino y aseguren las posiciones altas. Andrés, Fabián, Julián, protejan a Anuel. Necesitamos que mantenga esas dríades activas.
El equipo se reorganizó de inmediato, avanzando como una fuerza coordinada. Las dríades se abrieron paso, derribando las barreras enemigas mientras Drex y Diana lideraban la carga hacia el centro del domo, donde las fuerzas de Ragnarok se concentraban.
La tensión aumentaba con cada paso. El eco de los cánticos de Sergio Pedroza se volvía más fuerte, y las vibraciones en las paredes eran cada vez más intensas. El tiempo era crucial, y todos sabían que el desenlace estaba a punto de desatarse.
La misión no solo dependía de su fuerza, sino de cada segundo que pudieran ganar.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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