El jet privado surcaba las tinieblas rumbo a Bolivia, hacia la sede de la Purga. En el interior, Fabián, Julián, y Andrés compartían un silencio cargado de tensiones no dichas y de secretos que solo dos de ellos comprendían por completo. La oscuridad del cielo afuera parecía reflejar las sombras que se cernían sobre sus almas y las decisiones que los mantenían en esa misión.
Andrés mantenía la vista fija en sus manos, los nudillos blancos de tanto apretar. Los recuerdos lo asaltaban constantemente: la pesadilla de Drex, en su forma de licántropo, arrancándole el corazón repetidamente. Sentía que esas 350 muertes diarias eran más que un castigo; eran una carga que estaba al borde de volverse insostenible. Asha, en su poder oscuro, había sacado esos tormentos de los recuerdos de Fabiola, la Bruja Roja que ahora respondía a Olfuma, para martillar su mente cada vez que intentaba descansar. Había llegado al punto en que sus ojos se hundían de cansancio, y su fe, aunque firme, comenzaba a tambalear.
Fabián, observando el dolor que cruzaba el rostro de Andrés, sintió un nudo en la garganta. Sabía que cada día que pasaba, Andrés se debilitaba más, y eso hacía la manipulación más peligrosa. Sabía que, si Andrés caía, Vambertoken y Asha no dudarían en deshacerse de él, y Fabián, con su amor por María y la misión de protegerla, sabía que no podía permitirlo.
Julián rompió el silencio, con un tono calculado pero cargado de una compasión que no dejaba de ser genuina. —”Andrés, lo que has soportado… las pruebas que te han impuesto… sabemos que no son fáciles. Pero recuerda lo que te dijimos: necesitas un ancla en la oscuridad. Si no encuentras algo a lo que aferrarte, te perderás.”
Andrés alzó la vista, sus ojos llenos de cansancio y una mezcla de convicción rota. —”He intentado. Pero cada vez que cierro los ojos, Drex… me mata una y otra vez. Sé que es parte de la penitencia, pero a veces siento que me consume.”
Fabián lo miró, sus ojos mostrando un destello de tristeza que escondía detrás de una fachada profesional. —”Andrés, tienes que encontrar algo que te mantenga firme. Una razón para soportar la oscuridad. Como dice Salmos 23:4: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo. Recuerda que estamos contigo en esto.”
Julián, quien conocía mejor que nadie la carga de vivir atrapado por las decisiones que otros tomaron, asintió lentamente. —”Tienes que encontrar esa luz. O esa oscuridad te arrastrará.”
Andrés asintió, pero su expresión reflejaba la lucha interna que vivía. —”Lo intento, pero es difícil.” Sus palabras salieron en un susurro. —”Hoy, en el Vaticano, vi algo que… me hizo pensar. Laura…” Andrés dudó, como si no supiera si debía continuar.
Fabián y Julián intercambiaron una rápida mirada. Los dos habían notado las miradas entre Laura y Andrés durante la ceremonia. Era algo mínimo, una chispa en medio de la solemnidad, pero para ellos, que conocían a Laura y su misión en el Ministerio de los Vampiros Convertidos, no había pasado desapercibido.
—”Laura es una luz en medio de esa oscuridad,” —dijo Julián, cuidando cada palabra mientras lo observaba de cerca. Sabía que cualquier reacción debía ser medida. Laura era su hija, y aunque su relación debía mantenerse en secreto, no podía evitar la preocupación por su bienestar. —”Si sientes que hay algo ahí, puede ser lo que necesitas.”
Fabián, aunque le preocupaba cómo esa conexión podía complicar su situación, decidió apoyarlo también. —”Ella entiende la oscuridad tanto como tú, Andrés. Quizá, en todo esto, compartir esa carga podría ser el ancla que necesitas.”
Andrés parecía perdido en sus pensamientos, recordando las miradas que se cruzaron con Laura, esos breves instantes en los que sintió algo diferente, algo que no podía explicar pero que lo hizo sentir menos solo. —”No lo sé,” —admitió con honestidad—. “Es como si, por un momento, no importara lo que soy o lo que he hecho. Sentí… paz.”
Fabián y Julián intercambiaron una mirada significativa. Ambos sabían que si Andrés se acercaba demasiado a Laura, podría descubrir la verdad que ellos tanto se esforzaban en ocultar. Pero también sabían que, si lo alejaban, corrían el riesgo de perderlo y, en consecuencia, de que Vambertoken decidiera eliminarlo.
—”Entonces, usa eso,” —dijo Fabián finalmente, con una voz calmada y firme—. “Usa esa sensación como tu ancla. Aférrate a eso y no dejes que las pesadillas de Drex te consuman. Laura es parte de nuestra misión, y si ella puede ser tu punto de apoyo, entonces que así sea.”
Julián, sintiendo una punzada en el corazón por tener que manipular a un hombre que consideraba su aliado, asintió. —”Lo importante es que no pierdas de vista el propósito, Andrés. Sabemos lo que es vivir bajo el dominio de Vambertoken, pero mientras tengamos fe y nos mantengamos unidos, encontraremos la salida.”
Andrés parecía encontrar algo de esperanza en las palabras de sus compañeros, pero detrás de esa esperanza, Fabián y Julián sentían la carga de las mentiras que sostenían. La mirada de Julián se oscureció brevemente al pensar en su hija, atrapada en el mismo juego macabro que él. Laura, la luz que protegía con cada sacrificio que hacía, se convertía ahora en el ancla de un hombre que ellos manipulaban para sobrevivir.
Fabián, sabiendo que cada palabra que decían tenía el potencial de fortalecer la fe de Andrés o de desmoronar todo, cerró los ojos un momento, citando en voz baja: 2 Corintios 12:9: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. “Andrés, en tu debilidad está tu fuerza. Sigue caminando con nosotros, y encontraremos el momento en el que todo tendrá sentido.”
Andrés, visiblemente reconfortado, asintió. —”Lo haré. Agradezco que me tengan aquí… como hermano.”
Mientras Andrés volvía a mirar la ventana, sintiendo que había encontrado una nueva chispa de esperanza en medio de la oscuridad, Fabián y Julián se quedaron en silencio, sus miradas compartiendo una complicidad que ocultaba las verdades que no podían permitirse revelar. La misión seguía, y mientras la fachada permaneciera intacta, continuarían caminando en la delgada línea entre la luz y las sombras.
Mientras tanto, La luz de la luna iluminaba el claro en las cercanías de la sede de la Purga, bañando en un resplandor plateado a las figuras reunidas. La manada estaba reunida en su totalidad: Tiranus, Diana, Drex, Tatiana y Olfuma. Esta noche, el rito que había sido preparado por los líderes de la manada tenía un propósito específico: integrar oficialmente a Olfuma y darle un sentido de pertenencia que tanto necesitaba. Pero algo más estaba a punto de revelarse.
Diana y Tiranus, los guías de la manada, dirigían el ritual. Sus voces se alzaban en un cántico bajo, invocando la esencia salvaje que compartían, una conexión ancestral que iba más allá de la transformación y la sangre. Las palabras resonaban en el aire, uniendo sus energías y vinculándolas con la tierra que vibraba bajo sus pies.
Olfuma, en el centro del claro, observaba y sentía cómo la calidez de la manada la rodeaba. Sabía que esta ceremonia era su oportunidad para pertenecer, para dejar atrás la soledad que la había acompañado desde que sus recuerdos como Fabiola se desvanecieron. Drex y Tatiana, a su lado, compartían la solemnidad del momento, sabiendo que cada gesto y cada palabra sellaban un vínculo más profundo.
Diana se acercó a Olfuma, colocando una mano en su hombro. —”Esta noche, aceptamos tu presencia en la manada, Olfuma. El lazo que compartimos va más allá de nuestras formas; es un vínculo de esencia y espíritu. Aquí, encontrarás el hogar que siempre has buscado.”
Tiranus, con el cuenco de piedra en las manos, se acercó. El líquido oscuro que contenía reflejaba la luz de la luna, como si albergara en su interior la esencia misma de la manada. —”Bebe de esto, Olfuma, y acepta el lazo de la manada. Al hacerlo, dejamos atrás el pasado y te aceptamos como una de nosotros.”
Olfuma tomó el cuenco y bebió, sintiendo cómo el sabor metálico y terroso se expandía en su interior, llenándola de una calidez que se extendió a través de su cuerpo. Por primera vez, sintió que las sombras que la rodeaban se disipaban, y una paz que había sido esquiva se asentaba en su alma.
Mientras Olfuma bebía, Diana y Tiranus intercambiaron una mirada, sus sentidos alertas. Habían notado algo en Tatiana, algo que no correspondía a lo que un humano debería emanar. Su olor era casi idéntico al de Drex cuando se transformaba en la bestia, y su energía, aunque humana, parecía sincronizada con la de él. Intrigados, los líderes se acercaron a ella.
Diana se detuvo frente a Tatiana, observándola con atención. —”Hay algo en ti que va más allá de lo humano. Tu presencia… se siente como la de un miembro de la manada, y tu olor es como el de Drex. ¿Cómo es posible?”
Tiranus, siempre atento, asintió. —”No es común que un humano comparta la esencia de un licántropo de esta manera. ¿Qué ocurrió entre ustedes?”
Drex, viendo las miradas inquisitivas de sus líderes, supo que era momento de compartir lo que había ocurrido. Sabía que, como parte de su manada, ellos merecían la verdad. —”Durante el Ritual de Sincronía, Tatiana estuvo conmigo. Para completar el vínculo con el tótem, tuve que comer 50 corazones por 7 noches consecutivas, y Tatiana se quedó conmigo todo ese tiempo. Ella fue mi ancla.”
Diana y Tiranus intercambiaron una mirada de sorpresa, pero también de comprensión. El ritual que Drex había descrito no era algo que un humano pudiera soportar sin ser afectado. La conexión de Tatiana con Drex, reforzada por ese sacrificio compartido, explicaba la esencia que percibían en ella.
—”Así que, durante todo ese tiempo,” —dijo Diana, asimilando lo que Drex había revelado—, “tu vínculo con la bestia se transfirió a Tatiana, conectando sus almas.” Volvió a mirar a Tatiana, con un respeto renovado en sus ojos. —”Es un sacrificio que pocos harían. Y por eso, eres más que humana ante nuestros ojos.”
Tiranus asintió con solemnidad. —”Si ella estuvo contigo en el momento de mayor vulnerabilidad y compartió tu dolor, entonces esa sincronía la convierte en parte de nosotros. Su presencia aquí no es coincidencia.”
Diana, sintiendo la verdad de sus palabras y con el cuenco aún en manos de Tiranus, lo extendió hacia Tatiana. —”Tatiana, si aceptas el vínculo, serás oficialmente parte de la manada. No importa que seas humana; lo que compartiste con Drex te une a nosotros en espíritu.”
Tatiana, conmovida por las palabras de Diana y Tiranus, miró a Drex, quien le devolvió una mirada de aliento y aprobación. Tomó el cuenco con decisión. —”Acepto,” —dijo, con voz firme, y bebió del líquido oscuro. Sintió una conexión profunda, como si las raíces de la tierra la envolvieran y la ligaran a cada uno de los presentes. El lazo con Drex se intensificó, extendiéndose hasta Diana, Tiranus y Olfuma.
Olfuma, al ver cómo Tatiana también se unía al círculo, sintió una alegría que no había experimentado en mucho tiempo. Esta manada, aunque pequeña, le ofrecía un hogar y una familia en la que podía confiar plenamente.
—”Bienvenidas, Olfuma y Tatiana,” —dijo Tiranus, levantando la voz con fuerza—. “La manada está completa. Este lazo que compartimos es más fuerte que cualquier maldición o oscuridad.”
Diana, Drex, Tatiana y Olfuma se unieron, cerrando el círculo. Los cánticos de Diana y Tiranus se elevaron, y la tierra pareció responder a la unión de sus espíritus, vibrando con una energía que los conectaba a todos. En ese momento, bajo la luz de la luna y en medio de las sombras que los rodeaban, los miembros de la manada se encontraron unidos y fortalecidos.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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