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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 213. Cuentos de Hombres Lobos

Día de Paz.

El sol brillaba alto en el cielo de Cochabamba. La ciudad, por un día, parecía estar libre de la sombra de la guerra, al menos para Drex y Tatiana. Tras las intensas batallas de los últimos días, Vambertoken les había concedido un descanso, algo raro pero necesario.

Drex y Tatiana se alejaron del bullicio de la sede de la Purga, buscando algo más que una simple pausa. Querían desconectar, perderse el uno en el otro, y olvidar por unas horas el caos de sus vidas. Habían encontrado una pequeña casa rural fuera de la ciudad, un refugio apartado del mundo, rodeado de naturaleza y silencio.

Tatiana sonrió mientras los árboles mecían sus hojas con el viento suave. Sentada junto a Drex, sintió cómo su mano, fuerte y protectora, se posaba sobre la suya. Era el único lugar donde podía bajar la guardia, donde podía dejar de ser la líder táctica de Oricalco y simplemente ser Tatiana, la mujer que amaba a Drex.

—”Hoy… no quiero pensar en nada más que en ti,” —murmuró Drex mientras la rodeaba con sus brazos, su pecho firme contra su espalda. Ella cerró los ojos, dejando que sus sentidos se llenaran de la presencia de su amado.

Se dieron besos suaves al principio, como si el tiempo no existiera, como si todo el dolor del mundo quedara fuera de ese momento. Los labios de Drex recorrían su cuello, dejando rastros de ternura y pasión. Cada beso, cada caricia, hablaba de su conexión, de todo lo que habían superado juntos.

Tatiana lo miró a los ojos, esos ojos que, aun en su forma humana, reflejaban el poder latente del licántropo que habitaba en su interior. Ella le acarició el rostro, trazando líneas imaginarias con sus dedos, absorbiendo cada detalle.

—”Hoy eres solo mío,” —susurró ella antes de besarlo profundamente.

El momento se convirtió en algo más íntimo, algo más allá de lo físico. Sus cuerpos se encontraron en la privacidad de la pequeña casa rural, donde las paredes no juzgaban y el mundo parecía lejano. Entre besos y susurros, se entregaron el uno al otro, fundiéndose en su amor, como si cada caricia fuera una promesa de eternidad.

Horas después, el mundo comenzó a regresar lentamente. Mientras se recostaban en el sofá, envueltos en una sábana, Drex acariciaba el cabello de Tatiana, que descansaba en su pecho. Ambos sabían que ese momento era temporal, pero lo disfrutaban con todo lo que tenían.

—”Deberíamos reunirnos con María y Fabián,” —dijo Drex con una sonrisa suave—, “Aprovechar que ellos también tienen el día libre.”

Tatiana asintió, sin moverse de su lugar. —”Un almuerzo con ellos suena perfecto.”

Decidieron hacer una llamada rápida para organizarse. Fabián y María habían estado pasando el día juntos también, y la idea de un almuerzo les pareció una excelente manera de cerrar la jornada.

Un par de horas más tarde, los cuatro se encontraron en un restaurante en el centro de Cochabamba. Era un lugar discreto, pero acogedor, donde las luces cálidas y el olor a comida casera les recordaban que, aunque el mundo estuviera en guerra, aún había pequeños refugios de paz.

María y Tatiana intercambiaron miradas cómplices, ambas comprendían el valor de esos momentos tranquilos, lejos de las responsabilidades y las luchas. Fabián, con su mirada serena y su fe inquebrantable, tomó la mano de María bajo la mesa, compartiendo con ella esa conexión que los unía más allá de cualquier oscuridad.

Drex levantó su copa, mirando a los tres que lo rodeaban, su familia, su fuerza. —”Por nosotros,” —dijo con una sonrisa—, “y por estos momentos que nos recuerdan que siempre habrá algo más allá de la batalla.”

Todos brindaron, sintiendo una calma rara pero bienvenida. En ese instante, nada más importaba. Solo estaban ellos, unidos por la amistad, el amor y el deber, compartiendo una comida que les recordaba por qué seguían luchando.

Después de brindar y disfrutar del ambiente acogedor, el grupo se relajó, sumido en la tranquilidad que ofrecía el día. La conversación comenzó a fluir, relajada, después de todo lo que habían vivido.

Fabián, con una expresión de curiosidad, se dirigió a Drex mientras dejaba su copa en la mesa. —”Drex… ahora que estás en completa sincronía con la bestia, ¿cómo es cazar? ¿Qué sientes? Debe ser diferente, ¿no?”

Drex asintió, tomándose un momento para reflexionar. Sus ojos brillaron con ese destello que Tatiana conocía bien, la naturaleza del licántropo siempre presente en él. —”Es difícil de describir,” —dijo—. “Antes, la bestia era algo incontrolable. Era pura furia y fuerza desmedida, pero ahora… somos uno. No tengo que luchar por control, no hay conflicto. Todo es instinto, pero con una claridad que nunca tuve antes. Cazar se ha vuelto… natural, casi demasiado fácil.”

Tatiana sonrió, mirando a Drex con un brillo de orgullo. —”Eres más fuerte que nunca, pero más consciente también. Ahora comprendes lo que antes te superaba.”

—”Es cierto,” —asintió Drex—. “No es solo fuerza o velocidad. Es una conexión tan profunda que cada movimiento se siente… correcto.”

Fabián asintió, impresionado. —”Debe ser increíble. Lo notamos en las misiones. Tu fuerza y control son impresionantes.”

María, hasta ahora en silencio, decidió hablar. Sus pensamientos habían estado en otro lugar, pero la conversación la llevó a compartir lo que la inquietaba. —”Yo… he estado pensando mucho en Olfuma,” —dijo, bajando ligeramente la voz—. “Verla después de todo lo que pasó… y cómo eligió ser Olfuma voluntariamente… Me dejó una sensación extraña. Es como si la obra que Asha y yo creamos fuera más perfecta de lo que imaginábamos.”

Tatiana la miró con empatía. —”¿Y cómo te sientes con eso, María?” —preguntó, sabiendo que el tema era delicado—. “No debe ser fácil.”

María suspiró profundamente. —”No lo es. A veces siento que ya no soy la misma persona. He visto y hecho cosas que… jamás imaginé. Asha me prometió un regalo, pero no sé cómo tomarlo. No sé si debo sentirme agradecida o asustada por lo que venga.”

El grupo se quedó en silencio por un momento, contemplando las palabras de María. Asha nunca hacía promesas sin una agenda oculta, y eso lo sabían bien.

Tatiana fue la primera en romper el silencio. —”Asha siempre tiene un propósito, eso lo sabemos. Pero creo que lo más importante es que entiendas lo fuerte que eres, María. Has cambiado, sí, pero… sigues siendo tú.”

María le sonrió con agradecimiento, sintiendo el apoyo de sus amigos.

Fue entonces cuando Fabián, que había estado pensando en algo más, sonrió y se inclinó hacia María. —”Por cierto, he visto que en la prensa sobrenatural han publicado otro artículo sobre mí.”

María arqueó una ceja, sorprendida. —”¿Otro artículo?”

—”Sí, me llaman ‘Fabián, el pescador de hombres, el purgador implacable’. Es un artículo sobre mi fe, sobre cómo he mantenido mi posición en la Purga y mi compromiso sin descanso.”

María rodó los ojos, recordando el artículo anterior de una periodista que había elogiado a Fabián de manera que no le había gustado. —”¿Otra vez esa periodista?” —preguntó con una mezcla de desdén y humor—.

Fabián sonrió tranquilamente, tomando la mano de María. —”No te preocupes, amor. Tú sabes bien que lo único que me importa eres tú.”

María, con una sonrisa más segura, respondió: —”Lo sé. Pero a veces es bueno recordarlo.”

El almuerzo continuaba entre risas y bromas, mientras Drex, Fabián, María y Tatiana disfrutaban de un merecido descanso después de todo lo vivido. Las conversaciones fluían con una ligereza que hacía olvidar momentáneamente las batallas que habían librado.

En medio de las risas, Tatiana, con una sonrisa pícara, decidió lanzar una pregunta que rompió el ambiente relajado. —”Mamá…,” —dijo, usando el término con cariño—, “¿no tendrás por ahí esas pociones de lujuria que te regala tu maestrica Asha, verdad?”

María, que estaba bebiendo un sorbo de vino, casi se atragantó con la pregunta. —”¡Tatiana!” —exclamó entre risas, mientras Fabián y Drex también la miraban con curiosidad—. “¿Por qué me preguntas eso aquí, en pleno almuerzo?”

Tatiana se encogió de hombros, manteniendo su sonrisa traviesa. —”Pues… desde que Drex está en sincronía con la bestia… siento que dos gotas de esas pociones no son suficientes. Quiero probar cuatro, a ver qué tal.”

Fabián no pudo evitar reírse mientras Drex levantaba una ceja, claramente interesado en la conversación. —”¿Cuatro gotas?” —preguntó Drex, haciéndose el desentendido—. “¿No será mucho?”

—”¡No te rías, Drex!” —dijo Tatiana entre risas—. “Tú eres el que parece un lobo incansable ahora… yo solo quiero ver si podemos emparejar un poco la energía.”

María se sonrojó, pero a la vez le resultaba gracioso el giro que había tomado la conversación

María respiró profundo, todavía riendo mientras se inclinaba un poco hacia adelante. —”Está bien, está bien… sí, traje unas cuantas conmigo, aunque la verdad no pensé que las necesitarías hoy, Tatiana.” —sacó una pequeña caja de su bolso y la abrió, revelando las pociones de cristal con un líquido brillante en su interior—. “Aquí las tienes. Pero te advierto, Asha siempre me dice que dos gotas son más que suficientes… aunque, claro, con Drex en su estado actual, quizás tengas razón.”

Tatiana, con una expresión de triunfo, extendió la mano para tomar una de las botellitas. —”Cuatro gotas entonces… esto va a ser interesante.” —dijo, haciendo un guiño a Drex, quien no podía evitar sonreír ante la audacia de Tatiana.

Fabián observaba la escena con una mezcla de diversión y asombro. —”María, siempre pensé que esas pociones eran solo para ti…” —dijo en tono burlón, mientras acariciaba la mano de María sobre la mesa—. “¿Tienes alguna sorpresa reservada para mí también?”

María rió, entrelazando los dedos con los de Fabián. —”Bueno, tal vez lo haga… pero no necesitas ninguna poción, amor. Tu fe es suficiente para mantenerme más que satisfecha.” —su tono fue una mezcla de ternura y picardía, haciendo que Fabián sonriera ampliamente.

Tatiana, divertida, agitó la pequeña botellita en el aire. —”A ver… mamá, ¿quieres asegurarte de que no estoy exagerando? Quizás debas ponerle una gota a Fabián, solo para ver cómo reacciona, ya sabes… por la ciencia.”

Drex soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza. —”No creo que Fabián necesite de esas cosas. Ya tiene a Dios de su lado.”

Fabián, aún riendo, levantó la mano en señal de rendición. —”No necesito pociones, gracias. Mi energía está en las manos del Señor.”

María, entre risas, añadió con una sonrisa cómplice: —”De cualquier modo, creo que la vida con Drex ha hecho que Tatiana se vuelva un poco más… exigente.”

Tatiana se encogió de hombros. —”Bueno, después de tantas batallas y misiones, necesitamos equilibrar las cosas en casa también, ¿no?”

El grupo estalló en risas nuevamente, disfrutando del momento de camaradería. El almuerzo había pasado de conversaciones serias a bromas picantes, permitiendo que los cuatro se relajaran verdaderamente por primera vez en mucho tiempo. Los lazos entre ellos se habían fortalecido, y aunque la oscuridad seguía acechando fuera, en ese momento, en esa mesa, todo estaba en perfecta armonía.

Tatiana, mientras guardaba la poción en su bolsillo, miró a Drex con una sonrisa que prometía mucho para la noche. —”Cuatro gotas… prepárate.” —le susurró.

Drex simplemente sonrió, sabiendo que su noche apenas comenzaba.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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