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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 209. Cuentos de Hombres Lobos

La Presentación de Olfuma a Drex.

Tatiana caminaba por los pasillos de la sede de la Purga, su mente estaba ocupada, analizando la información obtenida de los dos ataques exitosos a las sedes de Ragnarok en Cochabamba. Habían sido operaciones difíciles, pero exitosas, lo que fortalecía la moral del equipo. Sin embargo, en medio de los reportes y el trabajo logístico, había algo que no podía dejar de rondarle la cabeza: Olfuma.

Tatiana sabía que la presencia de Olfuma en el equipo era un tema delicado, sobre todo por su reacción hacia Drex. La aterraba, eso era evidente. Pero Tatiana, siendo la estratega que era, sabía que no podía permitirse una distracción tan grande en su equipo. Olfuma era valiosa, pero si no lograba superar ese miedo irracional, sería un obstáculo en futuras misiones.

Decidida, Tatiana se tomó un momento para buscar a Olfuma. La encontró en uno de los rincones de la sede, apartada del resto, con la mirada baja y una postura tensa. Parecía estar constantemente en un estado de alerta, como si esperara que en cualquier momento Drex apareciera para devorarla.

—”Olfuma,” —dijo Tatiana suavemente, acercándose a ella—, “quiero que vengas conmigo. Hay algo que debemos hacer.”

Olfuma levantó la mirada, sus ojos reflejando un temor profundo. No necesitaba preguntar de qué se trataba; lo sabía. Tatiana había mencionado anteriormente que tendría que enfrentarse a Drex, pero hasta ahora, lo había evitado.

—”Él no te hará daño,” —le aseguró Tatiana—, “te lo prometo. Pero debes enfrentarlo. No podemos permitir que el miedo te controle. Eres más fuerte de lo que crees, y Drex… él está de nuestro lado.”

Olfuma asintió débilmente, pero su cuerpo temblaba de miedo. Tatiana la guió por los pasillos, sabiendo que este momento sería clave no solo para Olfuma, sino también para el equipo. No podían permitirse debilidades, y esta era una de las más grandes que debían superar.

Cuando llegaron a la sala donde Drex estaba revisando los reportes junto a Fabián y Oscar, el ambiente cambió. Drex, que hasta ese momento había estado concentrado en la información táctica, levantó la vista al notar la presencia de Tatiana y Olfuma. Su mirada, aunque serena, era penetrante, y el miedo en los ojos de Olfuma se hizo más evidente.

Asha, que observaba desde las sombras, permaneció en silencio. Había notado los movimientos de Tatiana desde el principio, pero no intervino. Estaba intrigada, deseando ver cómo se desenvolverían los acontecimientos. Ver a Tatiana enfrentarse a un reto tan personal, después de todo lo que habían pasado, era algo que le resultaba fascinante.

—”Drex,” —dijo Tatiana mientras se acercaba con Olfuma—, “quiero que hables con ella. Necesitamos que Olfuma supere este miedo que tiene hacia ti.”

Drex observó a Olfuma, y aunque su expresión era neutral, no pudo evitar notar cómo ella retrocedía ligeramente, como si su mera presencia la sofocara. Sabía que su apariencia, su poder, y lo que representaba para alguien como Olfuma —quien ahora era incapaz de recordar su vida anterior como Fabiola, la Bruja Roja— podía ser aterrador.

—”No voy a hacerte daño,” —dijo Drex, acercándose un paso, con su voz firme pero tranquila—, “lo que sea que pienses que soy, no soy tu enemigo. Estamos en el mismo equipo. Si te quedas atrapada en este miedo, no podrás avanzar, y te necesitamos.”

Olfuma no podía dejar de temblar. Cada palabra de Drex la hacía estremecerse. Su mente, ahora confusa y fragmentada, no podía procesar completamente lo que había sido alterado en su memoria. Sabía que algo en su interior estaba roto, cambiado por Asha y María, pero no sabía qué era real y qué no. Y Drex… Drex representaba algo que le recordaba a la muerte, aunque no sabía por qué.

Tatiana se arrodilló frente a Olfuma, tomándole la mano suavemente.

—”Él no es lo que crees, Olfuma. Mientras yo esté aquí, nada te pasará. Debes confiar en mí. Si seguimos así, no podremos trabajar como equipo. Y tú eres valiosa, eres necesaria. No dejes que este miedo te destruya.”

Olfuma alzó la mirada hacia Tatiana, buscando algún vestigio de seguridad. A pesar del caos que había en su mente, confiaba en Tatiana. Era la única que le había mostrado algún tipo de humanidad desde que la habían convertido en lo que era ahora. Con un esfuerzo titánico, asintió lentamente.

—”Lo intentaré,” —murmuró.

Drex dio un paso más cerca, pero esta vez, en lugar de retroceder, Olfuma se mantuvo en su lugar. Su cuerpo temblaba, pero no huyó. Drex se inclinó ligeramente, bajando su tono de voz.

—”Si alguna vez sientes que no puedes seguir, recuerda que no estás sola. Todos hemos enfrentado nuestros demonios, Olfuma. Tú también puedes hacerlo.”

Tatiana observó la escena con atención. Sabía que no sería fácil, pero este era un paso importante para que Olfuma comenzara a aceptar su lugar en el equipo.

Desde las sombras, Asha sonrió con satisfacción. El juego de poder, la manipulación de emociones y el control que cada uno de los presentes ejercía sobre sí mismo le resultaba fascinante. Ella ya había hecho su parte; ahora solo quedaba ver cómo se desarrollaban los eventos.

—”Será interesante ver cómo avanza todo esto,” —murmuró Asha para sí misma, antes de dar media vuelta y alejarse, dejando a Tatiana y Drex a cargo del momento.

Cuando Olfuma logró mirarlo directamente a los ojos por primera vez, algo dentro de ella cambió. No era la bruja roja, pero tampoco era solo una víctima. Había fuerza en ella, y Tatiana sabía que con el tiempo, esa fuerza resurgiría.

Tatiana caminaba apresurada, con Olfuma a su lado, por los pasillos oscuros de la sede de la Purga. Su corazón latía rápido y su mente no podía sacarse de encima esa inquietud que había sentido desde el primer encuentro de Olfuma con Drex. Algo estaba desmoronándose en la mente de Olfuma, algo que ella no podía controlar ni prever. Era un peligro inminente. Y solo había un lugar a donde podía acudir: a Vambertoken y Asha.

Al llegar al centro de operaciones, las puertas se abrieron revelando a la imponente pareja. Asha estaba de pie, con su aura enfermizamente brillante, y su amado Seraph, Vambertoken, sentado, observaba las pantallas como un rey en su trono, calculando con esa mirada fría y distante. Tatiana sintió un nudo en el estómago. Sabía, en lo más profundo, que Asha ya sabía todo lo que estaba pasando con Olfuma.

—”Vambertoken…” —dijo Tatiana con voz firme, deteniéndose en la entrada.

Antes de que pudiera continuar, Asha levantó una mano, con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos. —”Querida Tatiana,” —dijo Asha con esa dulzura venenosa que la caracterizaba—, “¿por qué tan ansiosa? ¿Qué sucede con nuestra pequeña Olfuma?”

Tatiana tragó saliva, sabiendo que lo que tenía que decir era crucial. —”Olfuma… algo está mal. Su mente está desmoronándose. Está comenzando a recordar cosas que no debería, y me temo que, si no hacemos algo pronto, perderemos el control sobre ella.”

Vambertoken, sin mover ni un músculo, apenas levantó una ceja. —”¿Perder el control, dices?” —Su tono era completamente indiferente, como si todo esto ya fuera parte de lo que esperaba.

Asha se rió suavemente, como si Tatiana hubiera contado un chiste adorable. —”Oh, querida, ¿de verdad crees que esto no estaba planeado? Mi obra maestra no está rota, solo está en su punto más interesante. No te preocupes, mi Seraph sabe exactamente lo que está sucediendo. ¿Verdad, amor mío?” —dijo Asha mientras miraba a Vambertoken con una devoción enfermiza.

El Archiconde asintió lentamente, sin apartar los ojos de las pantallas. —”Todo es parte del proceso,” —dijo con su voz suave pero firme. —”Olfuma está alcanzando su verdadero potencial. Lo que estás viendo, Tatiana, es el último ajuste. Nada más.”

Tatiana sintió que el suelo bajo sus pies temblaba. El verdadero potencial… ¿Qué significaba eso? No había forma de que ella comprendiera el alcance de lo que Asha y Vambertoken habían planeado. Pero antes de que pudiera siquiera formular otra pregunta, Olfuma se tambaleó, su rostro palideciendo al recordar algo, algo demasiado doloroso.

Y entonces ocurrió.

Olfuma dejó escapar un grito desgarrador, uno que no era un simple alarido de miedo o desesperación. Era un grito que rompía el tejido mismo del tiempo y el espacio, haciendo que el aire se volviera espeso y pesado. Todos en la sala se estremecieron, incapaces de procesar el nivel de agonía que emanaba de Olfuma.

Vambertoken levantó la vista, con un interés genuino brillando en sus ojos por primera vez en mucho tiempo. Asha, por su parte, estaba extasiada. Su rostro se iluminó con una emoción enfermiza mientras observaba a Olfuma desmoronarse, sabiendo que cada recuerdo roto y cada grito de dolor eran el resultado de su obra maestra.

—”Perfecto…” —susurró Asha con una voz llena de lujuria y satisfacción—. “Todo… todo está perfecto.”

Olfuma cayó de rodillas, sujetándose la cabeza como si intentara mantener los fragmentos de su mente juntos. Cada uno de los recuerdos que Asha había manipulado, alterado, destruido… ahora volvía a su lugar, pero no de la manera en que deberían. Era una tormenta de imágenes, sonidos, y sensaciones que la destrozaban desde dentro, haciendo que su cuerpo se sacudiera con espasmos incontrolables.

Tatiana dio un paso hacia adelante, queriendo hacer algo, cualquier cosa, para detener el sufrimiento de Olfuma. Pero el grito de Asha la detuvo en seco.

—”¡No te atrevas!” —dijo Asha, su voz cortante—. “Esto es lo que ella necesita. Esto es lo que yo necesito.”

Tatiana se quedó congelada, con la mirada fija en Vambertoken, buscando algún indicio de que debía actuar. Pero él solo observaba, satisfecho, como si el dolor de Olfuma fuera la última pieza que faltaba en el plan.

Finalmente, el grito de Olfuma se desvaneció en un sollozo ahogado, y su cuerpo se desplomó, aún temblando. Pero había algo diferente en ella ahora. Sus ojos, aunque llenos de dolor, no mostraban ni rastro de la confusión anterior. Sabía quién era. Sabía lo que había sido. Y sabía lo que ahora era.

Asha, con una sonrisa triunfante, se acercó lentamente a ella y le acarició el cabello. —”Bienvenida de nuevo, querida Fabiola… o, mejor dicho, Olfuma.”

Tatiana apenas podía respirar. Lo que acababa de presenciar no era solo tortura. Era la destrucción total de una identidad, la creación de algo nuevo, algo completamente controlado por Asha.

—”Tatiana,” —dijo Vambertoken con su voz profunda y tranquila—, “asegúrate de que Olfuma esté lista para su próxima misión. Ahora que todo está en su lugar, será un activo valioso para la Purga.”

Tatiana asintió lentamente, incapaz de mirar a Olfuma mientras la ayudaba a levantarse. Sabía que, aunque Olfuma estuviera de pie, algo en ella había muerto para siempre.

Mientras salían de la sala, el eco del grito de Fabiola resonaba en su mente. Y aunque el día recién comenzaba, Tatiana sabía que la verdadera tormenta estaba por desatarse.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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