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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 206. Cuentos de Hombres Lobos

Asalto a la Sede de Ragnarok en Quillacollo.

La noche cubría Cochabamba como un manto pesado. El barrio de Quillacollo, donde se levantaba la imponente sede de Ragnarok, estaba más sombrío de lo habitual. El aire era denso, cargado de energía y peligro. Vambertoken había ordenado el ataque, no solo para diezmar a los vampiros separatistas de Ragnarok, sino también para poner a prueba la nueva alineación de La Purga. Cada miembro del equipo estaba en su lugar, preparado para la primera misión conjunta desde el caos del Torneo.

Tatiana lideraba la operación con precisión táctica. Cada movimiento estaba calculado al milímetro, su mente trabajaba con la eficiencia fría de una estratega. El ataque sería rápido y decisivo. Ragnarok tenía los números, pero La Purga tenía a los mejores.

Raúl y Lía dividieron a los escuadrones de Oricalco, tomando posiciones clave en los alrededores de la sede. Drex, con el Tótem bajo control y una sincronía perfecta con su bestia, avanzaba sigiloso, su figura imponente y mortal. El terreno de cacería lo llamaba, y la adrenalina lo empujaba a la acción. Sabía que su misión sería enfrentarse a los vampiros más poderosos de Ragnarok.

El equipo de Raúl —Tiranus, Diana, Olfuma y Fabián— avanzaba por el lado este. Raúl, con su habilidad de Skywalker, podía moverse rápidamente entre los puntos más altos del campo de batalla, manteniéndose siempre a la delantera. Tiranus, por su parte, mantenía una calma feroz, su piroquinesis lista para ser desatada al primer indicio de ataque. Diana, cerca de la bestia, parecía más un espectro que una licántropa, moviéndose con la agilidad de un predador incontrolable. Olfuma, la recién creada, no hablaba, solo seguía las órdenes. Pero incluso en su estado, todos sabían lo letal que podía ser contra los vampiros.

Lía, al mando del otro equipo —Oscar, Drex y Julián—, se movía con la precisión que le daba su experiencia. Sus balas de plata ya estaban listas. Oscar, con sus espadas cortas de plata y su entrenamiento militar, estaba listo para cortar a través de los oponentes. Mientras tanto, Julián, con su control perfecto sobre su mente, avanzaba preparado para lo que fuera. No sabía todo lo que había pasado, pero tenía confianza en su equipo.

Tatiana, desde la retaguardia, revisaba los informes tácticos. Su mente era un torbellino de cálculos. Los 200 vampiros separatistas, las hordas de vampiros sanguijuela y los cinco nigromantes representaban un desafío, pero no invencible. Con 5 escuadrones restantes de Oricalco, lo que quedaba de La Purga, Tatiana sabía que la clave sería la velocidad y la precisión.

—”Vamos a atacar en cuatro frentes simultáneamente,” —dijo Tatiana con calma, sus palabras resonando en los comunicadores de cada equipo—. “Los escuadrones de Oricalco avanzarán desde el oeste, al mando de Raúl y Lía. Mi equipo tomará el lado sur. Drex y Julián, infiltración desde el norte. Tiranus, Diana y Fabián, manténganse preparados para la avanzada este.”

La sede de Ragnarok era un edificio fortificado, rodeado por un campo de energía mágica, mantenido por los cinco nigromantes que estaban dentro. La primera tarea sería desactivar esa barrera. Y eso caía sobre Fabián.

Fabián, con su fe renovada, avanzó hacia la barrera, recitando las Escrituras en voz baja. Su fe se manifestaba como un escudo invisible que lo rodeaba, haciéndolo casi inmune a la magia oscura que alimentaba el campo de energía. Con una oración profunda, canalizó la palabra de Dios y la lanzó como una lanza de luz hacia la barrera. El escudo crepitó, destelló y luego, con un estallido, se rompió.

—”Barrera abajo,” —informó Fabián, su voz serena.

En ese momento, todo se desató.

Drex, liberado del sigilo, rugió mientras se lanzaba contra los vampiros que habían salido a defender la sede. Su forma licántropa era una visión de pura furia. Con un solo salto, se abalanzó sobre el primer grupo de vampiros, sus garras atravesando carne y hueso como si fueran papel. El poder del Tótem lo hacía imparable.

Oscar, con sus espadas de plata, avanzaba junto a él, sus golpes precisos y letales. Cada vampiro que se interponía en su camino caía al suelo, una mezcla de velocidad y brutalidad que recordaba sus días como parte de la Muerte Plata.

Por el flanco este, Raúl y Tiranus dirigían el avance de su equipo. Tiranus, cubierto en llamas piroquinéticas, se lanzó contra una horda de vampiros sanguijuela, incinerando todo a su paso. Los gritos de los vampiros resonaban en el aire mientras sus cuerpos se consumían en fuego.

Diana, por su parte, se movía entre las sombras, una bestia indomable, desgarrando a los vampiros con sus garras. Su cercanía con la bestia la hacía imparable. Era un espectáculo de sangre y ferocidad.

Olfuma, manteniéndose a la sombra de Raúl, observaba. Aún no comprendía su lugar, pero su instinto le decía que debía atacar. Y cuando los nigromantes comenzaron a canalizar su magia de sangre, Olfuma sintió el tirón familiar en su ser. Sin dudarlo, levantó una mano y, con un gesto, destruyó los hechizos que intentaban conjurar.

—”Magia de sangre neutralizada,” —informó Olfuma, su voz apagada, carente de emoción.

Tatiana observaba desde la distancia, viendo cómo todo encajaba. Los escuadrones de Oricalco estaban enfrentando los números superiores de Ragnarok con precisión. Cada miembro de su equipo sabía exactamente qué hacer.

—”Drex, estás entrando en el edificio. Cuidado con las Brujas Gritonas,” —avisó Tatiana.

Drex asintió, aunque no pudo evitar un escalofrío. Sabía que esos gritos podían convertir a cualquier licántropo en un devorado. Pero estaba listo. Avanzó, sus pasos resonando en los pasillos oscuros. Cuando las dos brujas aparecieron, sus gritos comenzaron a llenar el aire.

—”¡Tápense los oídos!” —gritó Oscar, pero Drex no lo necesitaba. En ese momento, activó el poder del Tótem. Su cuerpo creció, sus músculos se hincharon y, con un rugido que ahogó el grito de las brujas, Drex las despedazó con sus garras antes de que pudieran completar su canto.

En el otro frente, Fabián y Tiranus se enfrentaban a los líderes vampiros de Ragnarok. La fe de Fabián lo envolvía en una luz dorada, mientras Tiranus cubría el área con llamas, obligando a los vampiros a retroceder. Raúl, moviéndose entre las sombras, atacaba desde las alturas, disparando con precisión a los vampiros que intentaban flanquearlos.

Lía, con su experiencia de siglos, disparaba bala tras bala de plata, sus movimientos calculados, sin desperdiciar ni un solo disparo.

El campo de batalla se teñía de sangre. Pero, aunque superados en número, el equipo de La Purga era una máquina de guerra bien engrasada.

Al final, con la sede de Ragnarok reducida a cenizas y los cuerpos de los vampiros separatistas esparcidos por el suelo, Tatiana dio la orden final.

—”Objetivo cumplido. Retírense.”

El equipo de La Purga había triunfado. Y mientras el polvo se asentaba, sabían que este era solo el comienzo.

La noche ya cubría Cochabamba cuando el equipo de La Purga regresó a la Sede, caminando con paso firme, pero sintiendo el cansancio después de la batalla. Habían cumplido con su misión, y el peso de la adrenalina comenzaba a desvanecerse, dando paso a una calma inquietante que siempre acompaña el final de una jornada dura y peligrosa.

Tatiana, como siempre, mantenía la compostura, aunque por dentro sentía el agotamiento. Había dirigido el asalto con precisión, guiando al equipo con la estrategia necesaria para que la pequeña fuerza de La Purga lograra vencer a los muchos vampiros separatistas de Ragnarok. Sabía que las fuerzas enemigas seguían siendo superiores en número, pero el golpe que les habían dado era significativo.

Drex, en su forma humana, caminaba junto a Fabián, que todavía sentía el poder de su fe arder dentro de él como una llama. Ambos intercambiaban miradas de respeto, reconociendo el esfuerzo y la fuerza del otro. Habían luchado juntos, y aunque el recuerdo de su duelo en el Torneo seguía fresco, lo que había ocurrido en el campo de batalla los había unido más.

Raúl, Lía, Oscar y el resto de los escuadrones también regresaban en silencio. Habían logrado lo imposible, atacando una sede más grande y mejor equipada que ellos, pero su habilidad y el liderazgo de Tatiana habían hecho la diferencia.

Cuando llegaron a la Sede de La Purga, Vambertoken y Asha los esperaban. El aire estaba cargado de esa sensación fría que siempre traía la presencia del Archi condesa y su esposo. La mirada de Vambertoken se posó en cada uno de ellos, evaluando sin emoción alguna. Asha, por su parte, tenía una sonrisa satisfecha y retorcida en sus labios.

—”Lo habéis hecho bien,” —dijo Vambertoken con su usual frialdad—. “Esperaba que mi mejor equipo lograra algo digno de mención. No me habéis decepcionado.”

Asha se levantó de su asiento con una gracia casi sobrenatural y se acercó a Olfuma, quien no podía evitar temblar ante la mirada de su creadora. La bruja, convertida en una herramienta bajo la voluntad de Asha, había sido parte vital de la misión. Su magia anti-sangre había demostrado ser letal contra los vampiros separatistas.

—”Ah, mi pequeña obra maestra,” —dijo Asha, acariciando el rostro de Olfuma con una delicadeza perturbadora—. “Sabía que aún eras útil. Tus poderes están intactos.”

Tatiana, con la misma seriedad de siempre, se adelantó y anunció: —”Olfuma será asignada al equipo de Raúl. Con su magia anti-sangre, estará más segura lejos de los vampiros y será útil junto a los licántropos. No tiene recuerdos de lo que fue, pero aún hay quienes podrían reconocerla como Fabiola, y eso no nos conviene.”

Vambertoken asintió, dando por concluido el asunto, mientras Asha observaba con orgullo a su aprendiz. Sabía que había hecho lo correcto al moldear a Olfuma, y ahora disfrutaba de los resultados de su macabra creación.

—”La jornada ha terminado,” —dijo Vambertoken, dando fin al día con su autoridad incuestionable—. “Todos podéis descansar. Mañana nos espera más trabajo.”

El equipo respiró aliviado, sabiendo que habían cumplido con su misión y que ahora podrían retirarse por el resto de la noche.

Mientras salían, Fabián, Julián, Drex y Tatiana caminaban juntos hacia la casa de María y Fabián, listos para disfrutar del final de la jornada. Había muchas cosas que discutir: los combates del Torneo de La Purga, la conversión de los vampiros en el Vaticano, el nuevo control del Tótem por parte de Drex, y la nueva visión de fe de Fabián.

Julián tenía que ponerse al día sobre todo lo que había ocurrido, y el grupo estaba ansioso por compartir los detalles de la batalla, de los combates entre Tatiana y María, así como entre Drex y Fabián. La camaradería que habían construido en el campo de batalla se sentía fuerte, y el vínculo entre ellos solo se había fortalecido.

Mientras tanto, Olfuma, aún llena de confusión y miedo, miró a Tatiana y preguntó en voz baja: —”¿Drex… me hará daño?”

Tatiana la miró con calma y negó suavemente: —”No temas. Mientras yo esté aquí, no te pasará nada.”

Pero Olfuma también mostraba signos de inquietud cuando veía a María y Asha, sabiendo muy bien lo que esas figuras representaban para su nueva y rota existencia.

La jornada había llegado a su fin, pero la incertidumbre de lo que vendría seguía pesando sobre todos ellos. Sabían que la batalla contra Ragnarok no había terminado, y que las próximas misiones podrían ser aún más peligrosas. Pero, por ahora, la victoria era suya, y eso era lo único que importaba en este momento.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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