El cazador de almas perdidas – Creepypasta 203. Cuentos de Hombres Lobos
El Enfoque de la Magia Arcana.
Tatiana había llegado al salón de las clases de magia arcana con una sensación de incomodidad. No por el entrenamiento en sí, sino por lo que temía. Pensaba que, después de todo lo que había aprendido sobre el control del Tótem, esta sería la lección final. Creía que, con Drex en sincronía con su bestia interior, ya no quedaba mucho más por descubrir. Sin embargo, lo que encontró al llegar la dejó aún más inquieta.
Vambertoken y Asha la esperaban, manchados en sangre, como si acabaran de emerger de un rito macabro y se sintieran felices, completos. Asha lucía extasiada, eufórica, con una sonrisa tan retorcida que hasta en su perfección se veía grotesca. Vambertoken, en cambio, estaba imperturbable, como si el hecho de estar cubierto en sangre fuera la cosa más insignificante en el mundo. Tatiana sintió un nudo en el estómago al ver aquella escena. Había algo enfermo, algo que no podía describir, en cómo esos dos compartían su retorcido amor.
—”Tatiana,” —la voz de Vambertoken, fría y calculadora, cortó el aire—. “El control del Tótem es solo el principio. Ahora nos enfocaremos en algo mucho más importante.”
Tatiana se tensó, esperando algo más, pero antes de que pudiera responder, Vambertoken continuó.
—”Tienes un poder latente que aún no has comprendido del todo. No te entrené simplemente para controlar a Drex o el Tótem. Tienes el potencial de ser una de las mejores magas de magia arcana que jamás haya existido. Es hora de que dejes de pensar en tus lecciones como un simple entrenamiento para controlar el Tótem. Ahora será un camino más avanzado.”
Tatiana asintió, procesando lo que Vambertoken le decía. Sin embargo, algo le seguía carcomiendo la mente, algo que había visto en la batalla entre Drex y Fabián. ¿Cómo había sido capaz Drex de activar los poderes del Tótem por sí solo? ¿El collar de las 5 capas seguía siendo útil? Necesitaba saberlo.
—”Maestro,” —interrumpió, con cautela—. “Vi algo en el combate de ayer. Drex… activó el Tótem sin que yo usara el collar. ¿Eso significa que el collar ha perdido su poder? ¿La quinta capa aún sirve para algo?”
Vambertoken se tomó su tiempo antes de responder, cruzando las manos detrás de su espalda.
—”El collar sigue siendo esencial, Tatiana. La quinta capa es la clave para amplificar el poder del Tótem, y solo tú, como portadora del collar, puedes activar ese potencial de amplificación. Sin ti, Drex puede controlar el Tótem hasta cierto punto, pero no a su máximo esplendor. Tu poder sigue siendo vital en esta ecuación.”
Tatiana sintió alivio y ansiedad a la vez. Su rol era crucial, pero eso también significaba que la responsabilidad seguía sobre sus hombros.
En ese momento, Asha intervino, esperando con impaciencia a que su amado Seraph terminara de hablar.
—”Tatiana,” —dijo con una voz burlona—, “parece que no has entendido lo que te dije antes. Ahora que Drex está en completa sincronía con su bestia interior y el Tótem, es inmortal. No como los vampiros, que nacen con ese don. No. Esto es magia Atlante. Y gracias al Tótem, Drex vivirá para siempre.”
Tatiana sintió un vacío formarse en su pecho. Sabía lo que eso significaba. Ella seguiría siendo humana, envejecería, moriría. Y Drex no. La idea de que él continuara viviendo sin ella, viéndola desaparecer con el tiempo, era una angustia que nunca había considerado con tanta claridad.
Asha, regodeándose en la tormenta interna de Tatiana, sonrió aún más.
—”Pero no te preocupes, querida,” —dijo con ese tono que destilaba veneno disfrazado de simpatía—. “Hoy me siento generosa. Te traeré una piedra filosofal. Podrás hacer el elixir de la juventud y seguir siendo humana, pero sin envejecer. Así podrás seguir controlando a tu mascota, Drex, por toda la eternidad. Es un regalo… bondadoso.”
Tatiana sintió el sarcasmo y la maldad detrás de las palabras de Asha. El “regalo” no era más que una burla, un recordatorio constante de su mortalidad en contraste con Drex. No obstante, la promesa de la piedra filosofal calmó un poco su agitación, aunque el nudo en su estómago seguía presente.
Vambertoken, sin inmutarse por las palabras de su esposa, cambió de tema y se dispuso a comenzar la lección de magia arcana avanzada.
—”Ahora,” —dijo, retomando su tono habitual de maestro—, “nos enfocaremos en algo que requiera tanto de tu mente como de tu espíritu, Tatiana. La magia arcana es más que un simple lanzamiento de hechizos. Es la manipulación de la esencia misma de la energía que te rodea. La diferencia entre la vida y la muerte, el orden y el caos.”
Vambertoken levantó una mano, y una esfera de energía arcana apareció flotando sobre su palma. La esfera brillaba con una luz pulsante, pero dentro de ella, se podían ver formas que se retorcían, espectros de poder puro.
—”Hoy aprenderás a invocar no solo energía, sino a darle forma. Controlarla. Esto no es solo ofensiva o defensiva. Es la creación misma del poder. Controla esta esfera, Tatiana. Si no puedes manejarla, te consumirá.”
Tatiana se acercó a la esfera, sintiendo su energía peligrosa. Sabía que un solo error podía costarle la vida, pero no iba a retroceder.
—”La magia arcana requiere sacrificio,” —continuó Vambertoken—. “Por cada hechizo lanzado, pierdes una parte de ti, una pequeña chispa de tu esencia vital. Es un precio. Siempre lo será. Pero si lo manejas correctamente, el poder que obtendrás será incomparable.”
Tatiana extendió una mano hacia la esfera, su respiración se volvió pesada. Podía sentir la presión de la energía tirando de ella, probándola, buscando una grieta para consumirla. Pero ella, con la mente clara, comenzó a moldear la esfera.
Asha, observando desde atrás, sonrió con satisfacción. Había algo en esa lucha de Tatiana, algo que la hacía divertida de observar.
—”No olvides,” —añadió Vambertoken—, “que cada hechizo también es una prueba de tu voluntad. La magia arcana no es solo poder, es control. Solo quienes tengan el dominio sobre sí mismos pueden dominar este arte.”
Tatiana finalmente logró estabilizar la esfera. La había moldeado. La había controlado. Pero sintió el costo. Un leve cansancio la recorrió, un recordatorio de lo que había perdido en el proceso.
—”Eso es,” —dijo Vambertoken, asintiendo con aprobación—. “Recuerda, siempre, que la magia arcana es un camino de sacrificio. Pero a cambio, te otorgará el poder necesario para enfrentar cualquier desafío.”
Tatiana respiró hondo, sabiendo que este era solo el comienzo. Sabía que aún tenía mucho por aprender, y que el camino que seguía era peligroso. Pero también sabía que estaba lista.
El Centro de Comunicaciones de la Purga estaba en un silencio absoluto, una calma que se sentía opresiva en comparación con la agitación habitual en la sede de operaciones. Asha Latshiktor Vambertoken caminaba por los pasillos con la cabeza en alto, su vestido sensual y lujurioso moviéndose con cada paso como si el aire mismo estuviera al servicio de su presencia. A sus espaldas, María, en su usual papel como la voluntad de Asha, la seguía en completo silencio. Para María, aquella rutina ya era casi automática; cada movimiento, cada gesto, estaba medido con precisión. Sin embargo, lo que venía hoy era algo diferente, algo que incluso para Asha significaba más que solo un acto rutinario de poder.
Al llegar a la sala de comunicaciones insonorizada, Asha ordenó a María quedarse justo detrás de ella. Su padre, Adkaj Latshiktor, la esperaba al otro lado de la línea. Asha no era solo una hija más en la poderosa familia Latshiktor, era la hija favorita de Adkaj, a pesar de la resistencia inicial que había mostrado al matrimonio con Vambertoken. El nombre de Vambertoken aún resonaba como un eco incómodo en la familia Latshiktor, pero el poder de ese apellido era innegable. Y ahora, Adkaj sabía que su hija debía llevar a cabo algo que no era solo una simple orden, sino una misión personal para la familia: la venganza por la muerte de su primo Olfum Latshiktor a manos de Fabiola, la Bruja Roja.
La pantalla se encendió, mostrando el rostro severo de Adkaj Latshiktor. Su expresión era fría, calculadora, como siempre. Aunque no se dirigió a María en ningún momento —ella no existía para él, solo era una sombra detrás de su hija—, su mirada lo decía todo. Solo importaba Asha.
—”Mi Kadupul,” —pronunció Adkaj, utilizando el nombre familiar que solo él podía usar—, “esta situación con Fabiola debe terminar de una vez. El ritual de los 350 corazones fue solo el principio. No puedo aceptar que una Latshiktor, aunque sea tu prima Olfum, haya sido asesinada por una bruja de tan bajo calibre. Es inaceptable. Necesito que le pongas fin, de la manera más dolorosa posible.”
Asha sonrió con la satisfacción de una mujer que sabía que controlaba el destino de cientos de almas. No era solo la orden de su padre la que la excitaba, sino el retorcido placer que sentía cada vez que recordaba lo que haría con Fabiola. La tortura que le esperaba sería su obra maestra. Vambertoken le había dado carta blanca para manejar a esos 99 prisioneros del Vaticano, pero Fabiola era personal. Esa bruja había osado poner sus manos sobre un Latshiktor, y ahora la sangre de la familia clamaba venganza.
—”Padre, confía en mí,” —susurró Asha, su voz goteando de veneno—. “Fabiola va a suplicar por una muerte rápida, pero no se la concederé hasta que su cuerpo y su alma sean polvo bajo mi voluntad.”
Adkaj asintió, satisfecho, pero no sin cierta advertencia en su tono.
—”Recuerda, Asha, que tu matrimonio con Vambertoken me pareció un error en su momento. Pero apoyé tu decisión porque sé que juntas nuestras familias son imparables. Ahora es tu momento de devolverme ese apoyo. Que los Latshiktor sientan que la venganza está cumplida.”
Asha inclinó ligeramente la cabeza, en una reverencia que solo un Latshiktor merecería. Sabía que, aunque su amor por Vambertoken era lo que la mantenía viva, la lealtad a su familia siempre estaría presente. Y nada complacería más a su padre que verla desatar su ira sobre Fabiola.
—”Considera este asunto resuelto, padre,” —dijo Asha, con una sonrisa que revelaba sus colmillos perfectos—. “Fabiola será mi obra maestra, y los Latshiktor tendrán su justicia.”
Adkaj cortó la transmisión sin más palabras, confiando en que su hija haría lo necesario. Asha, aún extasiada por la conversación, se volvió hacia María. La sombra fiel que había sido testigo silenciosa de todo.
—”Vamos, María,” —dijo Asha con un brillo en los ojos—, “tenemos mucho que preparar. Hoy es un día perfecto para una venganza.”
María, aunque bajo la voluntad de Asha, no pudo evitar sentir una oleada de repulsión. Sabía que la tortura que venía sería más cruel de lo que cualquier ser pudiera imaginar. Fabiola, por muy fuerte que fuera, no podría resistir lo que Asha había planeado para ella. Y María, aunque libre en su otra mitad del día, sabía que la voluntad de Asha siempre dejaba una marca en su alma, una que se volvía más profunda con cada acto de crueldad al que asistía.
Mientras salían de la sala de comunicaciones, Asha murmuró para sí misma, casi en éxtasis:
—”Mi Kadupul… mi familia… y mi Seraph… todos verán lo que soy capaz de hacer por amor.”
La venganza estaba por comenzar. Los 99 prisioneros temblaban ante la mera idea de lo que les esperaba. Y Fabiola, la Bruja Roja, ni siquiera sabía que su destino ya estaba sellado. La familia Latshiktor no olvida. Y Asha, con su retorcido amor, lo demostraría.
Asha Latshiktor Vambertoken, con su porte inmaculado y una sonrisa torcida, llegó a la celda de Fabiola acompañada de María, su fiel aprendiz y ahora casi una sombra bajo la voluntad de Asha. La figura de Fabiola, destrozada por días de tortura, yacía encadenada, agotada, pero no derrotada. Sus ojos, aunque vacilantes, todavía reflejaban un vestigio de resistencia, de un odio visceral hacia Asha y todo lo que representaba.
—”Oh, querida Fabiola,” —susurró Asha con una dulzura envenenada—, “tanto tiempo ha pasado y aún no hemos llegado a lo mejor, ¿verdad?”
Fabiola no podía hablar, su boca estaba cubierta con una mordaza. Asha se inclinó suavemente, con una sonrisa maliciosa, y deslizó sus dedos finos sobre la mordaza, tirándola de un solo movimiento. El sonido seco de la tela siendo arrancada resonó en la habitación. Fabiola tomó aire, pero su garganta estaba áspera y quebrada por los gritos ahogados.
—”No es divertido si no puedo escuchar tus gritos, Fabiola,” —dijo Asha con una mirada traviesa, mientras volvía la vista hacia María—. “Creo que ya te he contado, María… el sonido de los gritos es… música para mí.”
María, como siempre bajo la voluntad de Asha, asintió sin decir nada, observando en silencio, su mente dividida entre la mujer libre que es en la mitad de su día y la voluntad de su Maestra en el resto.
Asha se paseó por la celda como si estuviera en un salón de baile, sus pasos ligeros, su rostro iluminado por una enfermiza fascinación.
—”Me pregunto…” —dijo Asha mientras acariciaba un cuchillo fino, como si fuera una delicada joya—, “¿cómo te gustaría que fuera mi obra maestra? ¿Te lo has planteado? He estado pensando… mucho… Y quiero que sea perfecto, quiero que seas mi creación más sublime, algo que todos mis ancestros Latshiktor recordarían. Algo que incluso mi amado Seraph no podría evitar admirar.”
Fabiola, con la garganta en carne viva, intentó hablar, pero solo pudo toser. Asha la miró con una dulzura enferma, como una madre que espera escuchar las primeras palabras de su hijo. —”Vamos, querida Fabiola… habla. Te estoy ofreciendo la oportunidad de ser inmortalizada en mi legado. Sé creativa, dime cómo te gustaría ser torturada. Después de todo, estamos creando arte aquí.”
El retorcido juego de Asha continuaba. Para ella, esto no era solo tortura. Era su teatro personal, su arte. Fabiola apenas tenía fuerzas para mantener la cabeza en alto, pero cuando sus ojos se cruzaron con los de Asha, un destello de furia brilló. Sabía que cualquier palabra que pronunciara sería utilizada en su contra, pero ya no tenía nada que perder. Estaba en manos de una demente.
—”Quema mi alma,” —murmuró Fabiola con la poca energía que le quedaba—, “hazlo… lo que sea que quieras… ya estás condenada. Nada de lo que hagas… te salvará.”
Asha, lejos de molestarse, soltó una carcajada musical, encantada por la resistencia de Fabiola. —”Oh, querida… ¿de verdad crees que quiero salvarme?” —Su rostro adoptó una expresión dulce y sombría—. “Mi amor, mi Seraph… nos salvamos el uno al otro, ¿sabes? Nada ni nadie puede tocarnos, porque estamos juntos. Eternamente juntos.”
María observaba todo, inmóvil, con la vista fija en Asha. Por dentro, sentía la tensión entre el retorcido placer de Asha y su propio conflicto. A veces, parecía que su maestra estaba más perdida en una fantasía infantil que en el acto real de la tortura. Era como si todo esto fuera un juego para Asha, y eso lo hacía aún más macabro.
Asha se inclinó hacia Fabiola, tan cerca que la bruja podía sentir su aliento frío en la piel, pero justo antes de hablar, María, con voz tímida, le recordó suavemente:
—”Maestra… lo de los corazones… ya lo hicimos.”
Asha detuvo su movimiento y por un momento todo quedó en silencio. Luego, una sonrisa sádica y casi traviesa se extendió por su rostro.
—”Oh, claro, querida María,” —dijo Asha, como si fuera una broma privada—, “lo sé. Lo sé. Solo estaba probando su memoria… ¿Verdad, Fabiola? Aunque… siempre podemos mejorar sobre lo que ya hemos hecho, ¿no es así?”
Asha, lejos de sentirse descolocada, estaba jugando con sus víctimas, tanto con Fabiola como con María. Para ella, este era su teatro, su retorcido y oscuro juego, donde el tiempo y la realidad se torcían a su antojo.
—”Vamos a hacer algo interesante, Fabiola,” —continuó Asha con una sonrisa que podría derretir hielo—. “Voy a hacer de ti una obra maestra que ni el infierno podrá olvidar.”
Luego, girando sobre sus talones con la gracia de una bailarina, Asha se acercó a la puerta de la celda y murmuró para sí misma: —”Oh, esto será más que memorable… será sublime.”
Mientras salía, dejó que su risa suave y enfermiza llenara el aire, como el eco de una niña jugando en una casa de muñecas, retorcida y oscura.
El destino de Fabiola estaba sellado.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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