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En el corazón de una ciudad bulliciosa, donde los edificios de cristal se alzaban como titanes de metal, había un lugar especial que parecía detenido en el tiempo: una antigua biblioteca. La Biblioteca Aurora, como la llamaban los vecinos, era un refugio de paz y sabiduría. Sus paredes estaban cubiertas de enredaderas, y el aroma a libros viejos impregnaba el aire como un suave recordatorio de que allí, el tiempo pasaba a un ritmo diferente.

Esta biblioteca no era como las demás. En sus estantes no solo se encontraban libros de historia, ciencia o cuentos de hadas. Había volúmenes que guardaban secretos antiguos, misterios que ni siquiera los más sabios habían desvelado. Pero lo que la hacía realmente especial era su corazón: una sala oculta, accesible solo a aquellos que demostraran una verdadera necesidad de conocimiento.

La historia comienza con Clara, una niña de diez años, quien había descubierto la biblioteca casi por accidente. Había sido un día gris y lluvioso, uno de esos días en los que todo parece salir mal. Clara había perdido su cuaderno de tareas, discutido con su mejor amiga y, como si eso fuera poco, se había mojado completamente al volver a casa. Necesitaba un lugar donde refugiarse del mundo, y la biblioteca Aurora parecía el sitio perfecto.

Al entrar, fue recibida por la cálida sonrisa de la bibliotecaria, la señora Rosalía, una mujer mayor con cabello canoso que parecía saberlo todo sobre los libros y la vida. “Bienvenida, Clara”, le dijo suavemente, como si la hubiera estado esperando. Clara se sorprendió al escuchar su nombre, pero antes de que pudiera preguntar cómo lo sabía, la señora Rosalía le entregó un libro pequeño y gastado. “Tal vez esto te interese”, agregó con un guiño.

Clara, intrigada, tomó el libro y se dirigió a una de las mesas junto a la ventana. Afuera, la lluvia golpeaba con fuerza los cristales, pero dentro de la biblioteca, todo era calma. Abrió el libro y comenzó a leer. No era un libro común; en lugar de palabras, las páginas estaban llenas de ilustraciones que cambiaban cada vez que las miraba. Montañas nevadas, mares tempestuosos, desiertos abrasadores… cada imagen parecía contar una historia de valentía y resistencia.

A medida que pasaban los minutos, Clara se dio cuenta de que no estaba sola en la biblioteca. Un niño de su edad, con el cabello despeinado y una expresión de curiosidad en su rostro, estaba sentado en la mesa contigua. Estaba tan absorto en su lectura que no notó a Clara hasta que ella estornudó, rompiendo el silencio.

“¡Salud!” dijo el niño, sonriendo. “Me llamo Lucas. ¿Y tú?”

“Clara”, respondió ella, sintiéndose un poco avergonzada por la interrupción.

“¿También estás atrapada aquí por la lluvia?”, preguntó Lucas.

Clara asintió y le mostró el libro que tenía en las manos. “La señora Rosalía me lo dio. Es… diferente.”

Lucas asintió con entusiasmo. “¡Yo también tengo uno! Es como si los libros aquí te eligieran, ¿no crees?”

Antes de que Clara pudiera responder, un suave zumbido llenó el aire, como si un millón de abejas estuvieran volando alrededor de ellos. Las luces parpadearon, y una de las estanterías al fondo de la sala comenzó a moverse lentamente, revelando una puerta secreta. Los dos niños se miraron sorprendidos.

“¿Qué crees que es eso?” preguntó Clara, su voz apenas un susurro.

“No lo sé”, dijo Lucas, “pero creo que deberíamos averiguarlo.”

Armados con sus libros, Clara y Lucas se acercaron a la puerta. No había un picaporte, solo un pequeño agujero en el que encajaba perfectamente el lomo de los libros que sostenían. Los niños, con una mezcla de temor y emoción, insertaron sus libros en el agujero. La puerta se abrió con un chirrido, revelando una escalera que descendía hacia la oscuridad.

“¿Estás segura de que deberíamos bajar?” preguntó Lucas, visiblemente nervioso.

“Creo que sí”, respondió Clara, sintiendo una extraña seguridad que no había experimentado antes. “Algo me dice que esto es importante.”

Juntos, comenzaron a descender por la escalera, dejando atrás la seguridad de la biblioteca. A medida que bajaban, las paredes de piedra se iluminaban con símbolos antiguos, y el aire se volvía más frío. Finalmente, llegaron a una gran sala circular, donde en el centro había un pedestal con un libro enorme y cerrado, encadenado con pesadas cadenas de hierro.

Clara y Lucas se acercaron al pedestal, y cuando estaban a punto de tocar el libro, una voz profunda y resonante llenó la sala. “¿Están preparados para enfrentar sus miedos? Solo aquellos con el corazón fuerte y la mente clara podrán liberar el poder de este libro.”

Los niños se miraron, asustados pero decididos. Sabían que, de alguna manera, habían sido elegidos para algo más grande de lo que podían comprender. Y aunque no sabían exactamente qué les esperaba, estaban dispuestos a enfrentar cualquier desafío.

La voz continuó: “El camino no será fácil, pero aquellos que perseveran descubrirán la verdadera fortaleza que reside en su interior.”

Clara y Lucas, con el corazón latiendo con fuerza, se prepararon para lo que estaba por venir. Sabían que, para abrir el libro, primero tendrían que demostrar su valor y resiliencia. Y en lo profundo de esa biblioteca encantada, comenzaría una aventura que cambiaría sus vidas para siempre.

Clara y Lucas permanecieron inmóviles, observando el libro encadenado que descansaba sobre el pedestal. La voz resonante que les había hablado hacía apenas unos instantes seguía en sus mentes, como un eco lejano que se negaba a desaparecer. Sentían que habían sido elegidos para algo importante, algo que no podían comprender del todo, pero que sabían era crucial.

“¿Crees que podamos hacerlo?” preguntó Lucas, rompiendo el silencio. Aunque trataba de mostrarse valiente, había un atisbo de duda en su voz.

“Lo sé”, respondió Clara con convicción, a pesar del miedo que sentía. “No llegamos hasta aquí para echarnos atrás. Si la voz dice que debemos demostrar nuestro valor, entonces eso haremos.”

Sin decir más, ambos niños extendieron sus manos hacia las cadenas que mantenían cerrado el libro. Tan pronto como sus dedos tocaron el frío metal, las cadenas comenzaron a brillar con una luz azul intensa, y la sala se llenó de un viento poderoso que parecía surgir de la nada. Los símbolos en las paredes se iluminaron con un fulgor cegador, y por un instante, Clara y Lucas sintieron que iban a ser arrastrados por una fuerza invisible.

Sin embargo, en lugar de resistirse, los niños se aferraron con más fuerza a las cadenas. Sus mentes comenzaron a llenarse de imágenes, recuerdos y pensamientos. Vieron escenas de sus vidas, momentos en los que habían tenido que ser fuertes, a pesar de las dificultades.

Clara recordó el día en que su abuelo había fallecido. Era la primera vez que experimentaba la pérdida de un ser querido. Su abuelo siempre le contaba historias y le enseñaba sobre el valor de nunca rendirse, sin importar cuán difíciles se volvieran las cosas. Esa tristeza había sido un peso enorme para una niña tan pequeña, pero, con el tiempo, había aprendido a encontrar consuelo en las historias que él le había contado, y a seguir adelante, llevándolo siempre en su corazón.

Lucas, por su parte, recordó la vez que sus padres se divorciaron. Fue un momento devastador, ya que su familia, que alguna vez había sido una unidad sólida, se había dividido. Aún recordaba las noches en las que se preguntaba si alguna vez volvería a sentirse feliz. Pero a través de ese dolor, Lucas había descubierto su amor por los libros y la lectura, encontrando en ellos un refugio y una manera de sanar su corazón roto.

Las imágenes siguieron fluyendo, mostrándoles momentos en los que habían demostrado una gran resiliencia, aun sin saberlo. A medida que estas escenas pasaban por sus mentes, las cadenas comenzaron a aflojarse, como si reconocieran la fuerza interna de los niños.

Finalmente, las cadenas cayeron al suelo con un estruendo, y el viento cesó de golpe. Clara y Lucas se quedaron quietos, jadeando, mientras el resplandor azul se desvanecía, y el libro quedó expuesto ante ellos, completamente libre.

La voz resonante volvió a llenar la sala, esta vez con un tono de aprobación. “Han demostrado que poseen la fortaleza necesaria. Ahora, abran el libro y descubran el siguiente paso en su viaje.”

Con manos temblorosas, Clara abrió el libro. Las páginas estaban en blanco, lo que les desconcertó por un momento. Pero antes de que pudieran preguntar qué significaba aquello, las palabras comenzaron a aparecer lentamente, como si alguien invisible estuviera escribiendo en ese mismo instante.

“Enfrenten las pruebas del coraje, la sabiduría y la compasión, y la verdad será revelada. El primer desafío les espera en la Sala de los Ecos.”

Lucas frunció el ceño. “¿Sala de los Ecos? ¿Dónde está eso?”

Como si en respuesta a su pregunta, una de las paredes de la sala comenzó a deslizarse, revelando un pasillo largo y oscuro. Una vez más, los símbolos en las paredes brillaron, esta vez formando una especie de camino de luz que los guiaba hacia adelante.

“Supongo que solo hay una manera de averiguarlo”, dijo Clara, tomando la delantera y comenzando a caminar hacia el pasillo. Lucas la siguió de cerca, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

El pasillo se retorcía y giraba, como si estuvieran dentro de un laberinto. Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes de piedra, dándoles la sensación de que no estaban solos. Sin embargo, lo que más les preocupaba era el hecho de que el pasillo parecía no tener fin. Caminaban y caminaban, pero no había ninguna puerta o salida a la vista.

“¿Y si estamos atrapados aquí?” preguntó Lucas después de lo que parecieron horas de caminar. El agotamiento comenzaba a hacer mella en ambos.

Clara se detuvo y miró a su alrededor. “No lo creo. Recuerda lo que decía el libro: coraje, sabiduría y compasión. Creo que esta es una prueba de coraje. Tenemos que confiar en nosotros mismos y seguir adelante, aunque no sepamos qué nos espera.”

Lucas asintió, y juntos, continuaron avanzando. Finalmente, el pasillo se abrió en una gran sala circular, similar a la primera que habían visto, pero esta era diferente. El centro de la sala estaba ocupado por un gran espejo, rodeado de antiguas runas que brillaban con un suave resplandor.

“Debe ser la Sala de los Ecos”, murmuró Lucas, acercándose al espejo con cautela. “Pero… ¿qué se supone que hagamos aquí?”

Clara observó las runas y recordó las palabras del libro. “Creo que debemos mirarnos en el espejo”, dijo, aunque una parte de ella temía lo que pudieran ver.

Con un profundo suspiro, ambos se acercaron al espejo y se miraron. Al principio, solo vieron sus reflejos, pero pronto, las imágenes comenzaron a distorsionarse. Vieron versiones de sí mismos en situaciones difíciles: Clara luchando contra una tormenta en el mar, y Lucas perdido en un bosque oscuro. Pero en lugar de ser derrotados, las imágenes mostraban cómo, a pesar de sus miedos, ambos seguían avanzando con determinación.

El espejo les mostraba que, aunque enfrentaran adversidades, siempre encontrarían la fuerza para seguir adelante. Cuando las imágenes se desvanecieron, las runas alrededor del espejo brillaron intensamente y una nueva puerta apareció en la pared opuesta.

“Lo hemos logrado”, dijo Clara, sintiendo una mezcla de alivio y orgullo. “Hemos superado la primera prueba.”

Lucas asintió, y juntos caminaron hacia la nueva puerta, listos para enfrentar lo que les esperaba a continuación. Sabían que todavía había desafíos por delante, pero ahora comprendían que, mientras mantuvieran su valor y confianza, podrían superar cualquier obstáculo. La verdadera prueba, pensaron, no estaba en lo que encontrarían en esas salas misteriosas, sino en lo que descubrirían dentro de sí mismos.

Clara y Lucas cruzaron la nueva puerta con una mezcla de anticipación y cautela. Sabían que les esperaban más desafíos, pero la experiencia en la Sala de los Ecos les había dado una nueva confianza en sí mismos y en su capacidad para enfrentar cualquier adversidad.

Al atravesar la puerta, se encontraron en un largo corredor iluminado por antorchas que colgaban de las paredes de piedra. Al final del corredor, una luz cálida brillaba, atrayéndolos como un faro en la oscuridad. A medida que se acercaban, el aire se volvía más cálido y acogedor, casi como si alguien los estuviera esperando.

Finalmente, el corredor desembocó en una gran sala que parecía un cruce entre un templo antiguo y un salón de estudios. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros, y en el centro de la sala, sobre una plataforma elevada, se encontraba una figura imponente. Era un anciano de barba blanca y ojos sabios, vestido con una túnica dorada que brillaba suavemente bajo la luz de las antorchas.

“Bienvenidos, jóvenes valientes”, dijo el anciano con una voz profunda y amable. “Han demostrado su valor y su fortaleza al llegar hasta aquí. Yo soy el Guardián de la Sabiduría, y este es el último paso en su viaje.”

Clara y Lucas intercambiaron una mirada de asombro y respeto. Sentían que estaban en presencia de alguien muy especial, alguien que no solo conocía todos los secretos de la biblioteca, sino también los de sus propios corazones.

“¿Cuál es el último desafío?” preguntó Clara, dando un paso adelante.

El Guardián esbozó una leve sonrisa. “No todos los desafíos son enfrentados con la fuerza o el coraje. Algunos requieren algo más profundo. Esta prueba final no es una prueba para ustedes, sino para mí.”

Los niños se miraron, confundidos. “¿Para usted?” preguntó Lucas.

“Así es”, respondió el Guardián. “Mi tarea aquí es guiar a aquellos que son dignos, pero también aprender de ellos. Ahora, quiero que me cuenten lo que han aprendido en su viaje.”

Clara y Lucas se sintieron un poco nerviosos, pero sabían que debían ser sinceros. Clara fue la primera en hablar.

“Creo que he aprendido que la resiliencia no es solo resistir. Es seguir adelante, incluso cuando las cosas son difíciles, porque sabes que hay algo valioso al final del camino. Antes de entrar en esta biblioteca, me sentía sola y perdida, pero ahora sé que puedo superar cualquier desafío si mantengo la esperanza y la fe en mí misma.”

Lucas asintió y añadió: “Yo he aprendido que, aunque la vida a veces nos presenta situaciones que parecen imposibles de superar, siempre hay una manera de salir adelante. La clave es no rendirse, encontrar fuerza en los demás, y seguir luchando, incluso cuando todo parece oscuro.”

El Guardián los escuchó en silencio, asintiendo lentamente con la cabeza. “Han aprendido bien, y han demostrado una sabiduría que va más allá de su edad. Pero ahora, hay algo más que deben comprender.”

El Guardián extendió una mano, y de repente, un libro apareció flotando en el aire frente a Clara y Lucas. Era el mismo libro que habían liberado de las cadenas en la sala anterior, pero esta vez estaba abierto, y sus páginas estaban llenas de palabras.

“Este libro contiene todo el conocimiento de la biblioteca, pero también guarda un poder especial”, explicó el Guardián. “Tiene la capacidad de revelar el mayor deseo del corazón de quien lo lea, pero también muestra el mayor desafío que deberá enfrentar para alcanzarlo.”

Clara y Lucas se miraron, sintiendo una mezcla de emoción y temor. Sabían que el poder del libro era inmenso, pero también entendían que no podían usarlo a la ligera.

“Solo uno de ustedes puede abrir el libro y descubrir su deseo”, dijo el Guardián. “Pero recuerden, el conocimiento y el poder deben ser utilizados con sabiduría y humildad. ¿Quién de ustedes está dispuesto a enfrentarse a esta última prueba?”

Hubo un momento de silencio. Clara y Lucas intercambiaron una mirada, y luego Lucas dio un paso adelante.

“Creo que debería ser Clara”, dijo, su voz firme. “Ella ha demostrado una gran fuerza y sabiduría. Yo confío en que tomará la decisión correcta.”

Clara se sorprendió por la confianza de Lucas en ella, pero también sintió un gran respeto por su humildad. Sabía que Lucas también era digno de abrir el libro, pero al final, decidió aceptar su propuesta.

“Gracias, Lucas”, dijo con gratitud en su voz. Luego, se acercó al libro flotante y, con una mezcla de anticipación y respeto, lo abrió.

Las páginas comenzaron a brillar intensamente, y Clara sintió que era transportada a otro lugar. De repente, se encontró en un paisaje vasto y hermoso, rodeada de montañas y cielos despejados. En el horizonte, vio una luz brillante que parecía llamarla, y en su corazón, supo que era su mayor deseo.

La voz del Guardián resonó en su mente. “Tu deseo es encontrar un lugar donde puedas ser tú misma, donde el conocimiento y la sabiduría sean valorados, y donde puedas compartir lo que has aprendido con los demás. Pero para llegar allí, debes enfrentarte a tu mayor temor: la soledad.”

Clara sintió un nudo en su garganta. Sabía que la soledad había sido su mayor desafío desde que perdió a su abuelo, pero también comprendía que no podía dejar que ese miedo la detuviera.

Respiró hondo y, con el corazón lleno de determinación, caminó hacia la luz. Cada paso que daba la acercaba más a su destino, pero también sentía el peso de la soledad que intentaba arrastrarla hacia atrás. Sin embargo, Clara recordó las palabras de Lucas y del Guardián. Recordó lo que había aprendido en su viaje: la resiliencia no es solo resistir, es seguir adelante, incluso cuando las cosas son difíciles.

Con esa fuerza en su corazón, Clara llegó a la luz, y al tocarla, se sintió rodeada por un cálido resplandor. La sensación de soledad se desvaneció, y en su lugar, sintió una profunda paz y satisfacción.

Cuando la luz se disipó, Clara se encontró de nuevo en la sala con Lucas y el Guardián. El libro flotante había desaparecido, pero el conocimiento y la sabiduría que había ganado permanecían con ella.

El Guardián la miró con una sonrisa de aprobación. “Has superado tu mayor desafío, Clara. Has demostrado que la verdadera resiliencia no es solo resistir, sino también aprender, crecer y encontrar la paz dentro de ti misma.”

Lucas sonrió y dio un paso adelante, abrazando a Clara. “Sabía que lo lograrías”, dijo con orgullo.

El Guardián dio un paso atrás, y las estanterías llenas de libros comenzaron a desvanecerse, como si fueran una ilusión. “Ahora que han completado su viaje, es hora de regresar al mundo exterior. Recuerden lo que han aprendido aquí y compartan su sabiduría con otros. El verdadero poder del conocimiento es usarlo para hacer del mundo un lugar mejor.”

Clara y Lucas sintieron una suave brisa que los envolvía, y antes de que pudieran decir algo más, se encontraron de vuelta en la biblioteca Aurora, de pie frente a la puerta secreta que los había llevado a su aventura.

La señora Rosalía los estaba esperando con una sonrisa serena. “¿Cómo fue su viaje, niños?” preguntó, como si supiera exactamente lo que había sucedido.

“Fue increíble”, dijo Clara, todavía asimilando todo lo que había experimentado.

“Y aprendimos mucho”, añadió Lucas, sintiendo que había cambiado para siempre.

La señora Rosalía asintió. “Eso es lo más importante. Ahora, vuelvan a casa y recuerden siempre que la verdadera fortaleza reside dentro de ustedes.”

Con una última sonrisa, los niños salieron de la biblioteca, sintiendo que habían dejado atrás una parte de sí mismos, pero también sabiendo que habían ganado algo mucho más valioso. El mundo exterior los esperaba, y estaban listos para enfrentarlo, armados con la sabiduría y la resiliencia que habían descubierto en la Biblioteca Encantada y esta experiencia los hacía más fuertes, para poder enfrentar las adverisdades.

La moraleja de esta historia es que la resiliencia nos hace fuertes frente a las adversidades.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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