El cazador de almas perdidas – Creepypasta 166. Historias de Terror
El Asalto a la Sede Principal de Ragnarok en México D.F Parte 3.
La Verdadera Trampa de Ragnarok.
La Caída en el Caos.
El enfrentamiento en la sede principal de Ragnarok había alcanzado un nivel completamente diferente de intensidad. La situación, que había estado bajo control gracias a la estrategia precisa de Tatiana, comenzó a desmoronarse rápidamente. Los vampiros separatistas seguían luchando ferozmente, pero la verdadera amenaza apareció en forma de 20 brujas gritonas, una élite de Ragnarok especializada en magia destructiva. Estas brujas, Wicca renegadas, se dispersaron por todo el campo de batalla, levantando sus manos hacia el cielo y desatando un grito ensordecedor que retumbó por los túneles como una tormenta.
El sonido era agónico, resonando como un viento cortante que perforaba los oídos de todos los presentes. Los agentes de Oricalco más cercanos se tambalearon, llevándose las manos a los oídos, incapaces de soportar el dolor.
Para los licántropos, como Drex, el grito era aún más devastador. Tatiana, en su puesto de comando, observaba con horror cómo Drex, que se encontraba en la línea de frente con Óscar, Lía y Raúl, comenzaba a caer de rodillas, aferrándose a su cabeza mientras el grito reverberaba en su mente como un martilleo incesante.
—Drex, retrocede inmediatamente. —ordenó Tatiana, sabiendo lo peligrosa que era la situación. Si el grito continuaba, Drex podría perder el control y convertirse en un Devorado.
El grito no solo afectaba a Drex. Los agentes de Oricalco estaban siendo atacados por todos lados, y para empeorar las cosas, una nueva trampa de Ragnarok se activó. De las sombras surgió una segunda horda de vampiros sanguijuelas, igual de salvaje y voraz que la primera. Esta nueva oleada de criaturas atacaba con una furia incontrolable, lanzándose sobre los agentes caídos y vivos por igual, buscando sangre.
Tatiana se dio cuenta rápidamente de que la situación se estaba saliendo de control. A pesar de sus habilidades tácticas y de la coordinación de su equipo, estaban siendo superados.
—María, necesito más información. ¿Hay más trampas? —dijo, su mente trabajando al máximo, buscando una salida.
María, aunque afectada por el grito, logró enfocar sus poderes de clarividencia. Cerró los ojos, tratando de ver el flujo del tiempo.
—No puedo ver mucho… —dijo con voz tensa—. Pero… las brujas no están solas. Hay algo más oculto en el centro… algo peor.
Tatiana apretó los dientes. No podían permitirse retroceder. Este era su momento para aplastar a Ragnarok, pero estaban siendo superados en número y en poder. Necesitaba cambiar la balanza.
—Fabián, Julián, es hora. —dijo, su voz firme—. Usen sus dones. Utilicen la Palabra de Dios para silenciar a esas brujas. No podemos dejar que sigan gritando.
Fabián y Julián, hombres de fe del Vaticano, habían estado esperando este momento. Sacaron sus Biblias y comenzaron a recitar versículos sagrados con una intensidad que resonaba en todo el campo de batalla. Las palabras sagradas de la Biblia se proyectaron como una fuerza invisible, atravesando el aire como una onda de choque.
El poder de la fe es una fuerza formidable contra las criaturas de la oscuridad, y las brujas gritonas comenzaron a temblar cuando los versículos bíblicos chocaron contra sus cuerpos. Julián, con su energía concentrada, lanzó un salmo poderoso que derribó a una de las brujas al suelo, incapaz de continuar su canto mortal.
—¡Avancen, ahora! —gritó Fabián, mientras lanzaba agua bendita hacia una de las brujas, su cuerpo ardiendo con el contacto del líquido sagrado.
Pero la horda de sanguijuelas no se detenía, y los gritos seguían resonando.
Raúl, un Skywalker, sabía que su momento había llegado. Respiró hondo, sintiendo cómo la Fuerza fluía a través de él. Con un movimiento rápido, levantó sus manos hacia el cielo y usó sus habilidades para desviar el flujo del viento creado por las brujas. El aire comenzó a cambiar de dirección, volviendo sus propios gritos en su contra, debilitando su poder y permitiendo que los hombres de Oricalco recuperaran la ventaja.
—¡Ahora! —gritó Raúl. Usó la Fuerza para lanzar a una de las brujas contra una pared, neutralizando su amenaza.
Tatiana, viendo cómo sus hombres comenzaban a recuperar el control, tomó una decisión audaz. Sabía que Drex aún estaba gravemente afectado por los gritos, y que no podía soportar mucho más. Pero también sabía que no podían detenerse.
—Drex, usa la poción. Transfórmate. —ordenó, su voz dura. Sabía que liberar al licántropo en él era un riesgo, pero también sabía que no tenían otra opción.
Drex, con el dolor aún golpeando su mente, sacó la poción de su cinturón. La bebió de un trago, sintiendo cómo la energía recorría su cuerpo. En cuestión de segundos, su cuerpo comenzó a cambiar, sus huesos crujieron y se alargaron, y su piel se rasgó para dar lugar a su forma de licántropo.
La transformación fue rápida, y antes de que los gritos pudieran afectarlo más, Drex lanzó un rugido ensordecedor, que resonó en los túneles como un trueno. Su gabardina mágica permaneció intacta, y cuando terminó de transformarse, ya estaba en posición, con su chokuto en una mano y su 9mm en la otra.
—Vamos a terminar con esto. —dijo Drex, su voz ahora un gruñido bajo y amenazante.
Tatiana, viendo cómo el campo de batalla comenzaba a inclinarse a su favor, supo que este era el momento de usar a sus mejores hombres y mujeres.
—Anuel, necesito que uses tus habilidades de druida. Contén a las sanguijuelas. Usa la naturaleza en su contra.
Anuel, que hasta ese momento había permanecido en el fondo, cerró los ojos y comenzó a canalizar la magia druídica. El suelo bajo los pies de las sanguijuelas comenzó a temblar, y de las grietas en la piedra surgieron raíces y vines. Las sanguijuelas fueron atrapadas por la naturaleza misma, sus cuerpos retorciéndose mientras eran estranguladas y arrastradas bajo tierra.
Tatiana, viendo cómo las fuerzas de Oricalco comenzaban a ganar terreno, finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.
—María, ¿qué ves ahora? —preguntó, sabiendo que aún quedaban enemigos.
María, con su clarividencia, miró más allá de la batalla.
—No hemos terminado aún… pero estamos cerca. Hay más… algo más profundo.
Pero por ahora, sabían que habían superado uno de los desafíos más grandes del día. Tatiana podía sentir que la batalla se estaba inclinando a su favor, pero la amenaza de Ragnarok aún no había sido completamente eliminada.
El Demonio Mayor.
La batalla había alcanzado su clímax, pero lo peor estaba por llegar. En las profundidades de la sede de Oricalco, un oscuro ritual estaba culminando. Durante el caos del asalto, los agentes de la Unidad Especial de Rituales de Ragnarok en Ciudad de México habían aprovechado cada segundo para conjurar una invocación mayor. Tatiana, Drex, y el resto de las fuerzas de Oricalco no lo sabían aún, pero un demonio mayor estaba a punto de cruzar el umbral hacia su mundo.
Los demonios mayores eran una de las fuerzas más temidas del mundo sobrenatural del Cazador de Almas Perdidas. Estaban entre las quince criaturas más poderosas, capaces de destruir ejércitos enteros con su sola presencia. Este demonio, en particular, pertenecía a la escuela del fuego, y su poder arcano y de nigromancia lo hacía aún más peligroso.
Asha y Vambertoken, desde sus tronos, observaron cómo el aire alrededor de la sede de Ragnarok comenzó a cambiar. Un calor sofocante inundó el lugar, y el suelo bajo sus pies comenzó a agrietarse.
—Mi Seraph… —susurró Asha, con una chispa de intriga en su voz—. Esto es… inesperado. Un demonio mayor.
Vambertoken ladeó la cabeza, sus ojos llenos de una calma perturbadora, pero incluso él no pudo evitar sentir un atisbo de duda. Aunque eran poderosos, los demonios mayores estaban en una liga aparte. Pero no se movieron. Ambos sabían que su carta secreta aún no había sido revelada, y antes de dar la batalla por perdida, esperarían.
—Que jueguen con sus esperanzas un poco más. —murmuró Vambertoken, con una sonrisa de lujuria oscura en sus labios—. Aún no hemos terminado.
Mientras tanto, en el campo de batalla, Tatiana recibió una alerta de María.
—Tatiana… algo grande… algo muy, muy grande está viniendo desde las profundidades. —la voz de María temblaba—. Es un demonio mayor.
El corazón de Tatiana se aceleró. Sabía que esto era una amenaza más allá de cualquier vampiro, nigromante o criatura que hubieran enfrentado antes. Oricalco había enfrentado demonios menores, espíritus, y toda clase de seres oscuros, pero un demonio mayor era una amenaza completamente distinta.
—Fuerzas de Oricalco, preparen todo lo que tengan. Nos enfrentamos a algo más grande que cualquier cosa que hayamos visto. —ordenó Tatiana, su voz resonando en los comunicadores.
Al mismo tiempo, Drex, aún en su forma de licántropo, comenzó a percibir el calor que emanaba desde las profundidades. Su piel ardía, y aunque su resistencia era inmensa, sabía que el poder del demonio superaba con creces lo que podía manejar.
Tatiana corrió hacia Drex, que luchaba con sus propios instintos, tratando de mantener el control. Sabía que estaba en su límite, pero no había otra opción.
—Drex, toma la poción de fuego. Es nuestra mejor opción ahora mismo. —le ordenó, entregándole el frasco.
Drex, sin dudar, bebió la poción. En cuestión de segundos, su cuerpo comenzó a cambiar una vez más. Esta vez, no solo se transformaba en un licántropo, sino que sentía un poder ardiente corriendo por sus venas. Un rugido feroz salió de su boca, y cuando abrió sus fauces, una columna de fuego emergió, incinerando a las sanguijuelas que quedaban en su camino.
Pero incluso con ese poder adicional, el calor que emanaba del demonio era abrumador.
De las profundidades de la sede de Ragnarok, el demonio mayor finalmente hizo su aparición. Su piel era de un rojo incandescente, sus ojos ardían como brasas, y sus cuernos se retorcían hacia el cielo como si estuvieran hechos de lava solidificada. A su alrededor, el aire vibraba con energía mágica y nigromancia.
—Tatiana, no podemos enfrentarnos a esto directamente. —gruñó Drex, mientras escupía otra llamarada de fuego hacia el demonio, que apenas parecía afectado—. Esto… es mucho más fuerte de lo que esperábamos.
Tatiana apretó los dientes. Sabía que Drex tenía razón. El demonio mayor no solo era poderoso, sino que parecía invulnerable al fuego, su elemento natural.
—Raúl, Fabián, Julián, necesitamos todo el poder de la fe y de la Fuerza ahora. —gritó Tatiana por los comunicadores.
Raúl, usando sus poderes de Skywalker, intentó ralentizar al demonio usando su control sobre el viento y la Fuerza. Aunque logró detener parte del avance del demonio, no fue suficiente para contenerlo por completo.
Julián y Fabián, por su parte, comenzaron a recitar versículos sagrados, proyectando la energía espiritual de la Biblia hacia el demonio. Sus palabras resonaban en el aire, y aunque lograron debilitar la nigromancia del demonio, su poder elemental de fuego seguía intacto.
—No es suficiente… —murmuró Fabián, con el sudor corriendo por su rostro.
El demonio se movió rápidamente, invocando un círculo de fuego a su alrededor y lanzando una oleada de espectros ardientes que se abalanzaron sobre las fuerzas de Oricalco. Los espectros, envueltos en llamas, atacaban sin piedad, desintegrando a cualquier agente que no fuera lo suficientemente rápido para escapar.
Tatiana sabía que el tiempo se acababa. Si no lograban derrotar al demonio antes de que alcanzara todo su poder, estarían perdidos. Drex, aunque escupía fuego y combatía ferozmente, no era suficiente para detener a la criatura.
—María, ¿ves alguna forma de detenerlo? —preguntó Tatiana, desesperada.
María cerró los ojos, tratando de ver el futuro, pero todo lo que veía era fuego y destrucción.
—No lo sé… todo está lleno de fuego. Solo… solo veo caos. —su voz estaba rota por la desesperación.
Tatiana, por primera vez en mucho tiempo, sintió una verdadera duda. Pero no podía mostrar debilidad. No ahora.
De repente, un rugido oscuro resonó desde lo profundo de las catacumbas de Ragnarok. El demonio mayor lanzó un grito triunfante y comenzó a reunir aún más poder, creando un vórtice de fuego que amenazaba con consumir todo a su alrededor.
El aire se hizo espeso, casi imposible de respirar.
Era evidente que estaban al borde del abismo.
Pero entonces, en medio de la desesperación, Tatiana sintió una presencia. Una sombra oscura que se cernía sobre ella. Vambertoken.
—Mi Seraph, creo que es hora de que intervengamos. —murmuró Asha, con una sonrisa que no era menos cruel que hermosa.
Vambertoken, observando desde su trono, simplemente asintió, sus ojos brillando con una ferocidad antigua.
—Que el demonio pruebe el verdadero poder de Oricalco. —dijo con frialdad.
Sabían que, aunque habían mantenido sus cartas en secreto, el verdadero enfrentamiento estaba a punto de comenzar.
Tatiana, con su corazón palpitando y los últimos resquicios de esperanza a punto de desvanecerse, supo en ese instante que la batalla aún no había terminado.
La Oscuridad Antes del Amanecer.
En el corazón de la sede táctica, Tatiana observaba los monitores con una atención febril. El aire en la sala estaba cargado de tensión; cada movimiento en el campo de batalla era crucial. A su alrededor, la calma implacable de Vambertoken y Asha contrastaba con la desesperación latente en el rostro de María, que estaba de pie detrás de ellos. Tatiana sabía que cada decisión que tomaba en esa sala afectaba a sus soldados, a Drex, y, por supuesto, a todo Oricalco.
Los monitores mostraban las fuerzas de Oricalco avanzando lentamente por los laberintos de la sede de Ragnarok, pero el avance era cada vez más difícil. Las trampas, las hordas de vampiros sanguijuelas, y los ataques de los separatistas estaban desgastando a sus fuerzas. Tatiana sabía que estaban perdiendo terreno, y aunque su mente intentaba buscar una estrategia para superar la situación, el miedo por Drex comenzaba a nublar su juicio.
Cada vez que su mirada se desviaba hacia la pantalla que mostraba a Drex en el campo, su corazón se detenía. Sabía que las pociones que había llevado lo mantenían estable por ahora, pero conocía muy bien los efectos del tótem Atlante. Drex ya estaba demasiado cerca de su límite. Y sin el control adecuado, la bestia interior podría tomarlo para siempre.
—Tatiana… —la voz suave, casi perezosa, de Asha interrumpió sus pensamientos. La vampira observaba el campo de batalla con una mezcla de indiferencia y aburrimiento, mientras acariciaba su propio cabello, perfectamente vestida como siempre, con ese vestido que dejaba poco a la imaginación, lujurioso y majestuoso al mismo tiempo—. Tu amado licántropo parece estar en problemas.
Tatiana apretó los dientes. Sabía que Asha no hablaba con preocupación, sino con un retorcido placer por la desesperación de los demás. Era lo que la mantenía al lado de Vambertoken, su eterna devoción a ese amor retorcido que compartían. Pero Tatiana no tenía tiempo para responderle. Sabía que la situación estaba a punto de salirse de control.
De repente, un ruido de alerta llenó la sala táctica.
—¿Qué está pasando? —preguntó Vambertoken con voz suave, pero sus ojos estaban fijos en los monitores.
—Es una nueva oleada. —respondió Tatiana, sus dedos temblando sobre la consola—. Otra horda de sanguijuelas, pero… no están solos.
En la pantalla, las brujas gritonas aparecieron, flotando sobre el campo, liberando esos terribles gritos que eran capaces de ensordecer y desorientar a cualquiera que estuviera cerca. Drex, en su forma licántropa, comenzó a tambalearse, su sensibilidad al sonido lo estaba debilitando a un ritmo alarmante.
Tatiana sintió un nudo en su estómago. Las tropas de Oricalco estaban cayendo una tras otra, atrapadas entre las hordas y los gritos insoportables. Los vampiros separatistas avanzaban con fuerza, aprovechando el caos.
—No es suficiente… —murmuró, más para sí misma que para los demás.
—¿Qué dijiste? —preguntó Asha, sus ojos clavados en Tatiana.
—No es suficiente. —repitió Tatiana, su voz más fuerte esta vez. Sabía que había llegado el momento. El cuarto sello estaba activado, pero no bastaba. Drex estaba sufriendo, su bestia interna lo consumía más rápido de lo que el collar podía controlar. Y en ese instante, Tatiana entendió lo que debía hacer.
Sin esperar más, Asha se acercó a ella.
—Debes liberar el quinto sello. —dijo Asha con una frialdad que solo podía venir de alguien como ella—. Es tu única opción. O liberas todo el poder del tótem, o lo pierdes. A tu amado Drex. A tus fuerzas. A todo.
—¿El quinto sello…? —Tatiana sabía que liberar el quinto sello significaría desatar todo el poder del tótem Atlante, más allá de lo que jamás había imaginado. Pero eso implicaba un costo terrible. El sello se alimentaba de sus emociones más puras, de sus recuerdos más felices, y si no encontraba el momento adecuado, sería el final.
Vambertoken, que había estado observando en silencio, habló con una calma implacable.
—Haz lo que debes hacer, Tatiana. El destino de esta batalla depende de ti. No falles.
Tatiana cerró los ojos, tratando de concentrarse. Necesitaba encontrar ese momento, el mejor segundo con Drex, ese recuerdo que le daría el poder necesario para salvarlo. Pero el campo de batalla era un desastre, y la presión la aplastaba.
—Vamos, Tatiana, no tenemos todo el día. —la voz burlona de Asha la sacudió—. ¿O acaso piensas dejarlo morir?
Los gritos de las brujas resonaban en los monitores, y las fuerzas de Oricalco caían rápidamente.
—Tatiana… —la voz de María era suave, quebrada por el dolor—. No podemos más… Fabián… lo voy a perder….
El corazón de Tatiana se quebró. El miedo, la desesperación… pero detrás de todo eso, estaba Drex. Lo veía tambalearse, en el límite de su resistencia, luchando con todo lo que tenía, pero sabía que, si no hacía algo pronto, todo estaría perdido.
Cerró los ojos y buscó en lo más profundo de su ser. Recordó cada momento con Drex, cada mirada, cada palabra. Pero no era suficiente. Todo estaba mezclado con dolor y sufrimiento. Entonces, de repente, lo vio.
La Isla de Pascua. El cielo estrellado sobre ellos. El sonido suave del océano chocando contra las rocas. Y la promesa que se habían hecho, en un momento de paz y amor incondicional. “Haremos lo que sea por vivir nuestro amor.” Eso era. Ese era el momento.
Tatiana abrió los ojos, sus dedos se cerraron sobre el collar, y con una fuerza de voluntad casi sobrehumana, liberó el quinto sello.
Un rugido atronador resonó desde el campo de batalla. Un torbellino de energía Atlante estalló alrededor de Drex, amplificado por el poder del tótem que ahora se desbordaba sin restricciones. Su cuerpo comenzó a cambiar, creciendo aún más, su pelaje brillando con una luz sobrenatural. Pero lo más aterrador fue lo que surgió a su alrededor: espectros etéreos, réplicas de sí mismo, cada uno tan poderoso como él, pero con una energía aún más salvaje.
Drex, ahora una bestia de tres metros, acompañado de 39 espectros, se lanzó contra las fuerzas de Ragnarok.
El cambio en el campo fue inmediato. Los vampiros separatistas fueron destrozados, sus cuerpos cayendo como hojas ante una tormenta. Las brujas gritonas, que habían debilitado a Drex, apenas tuvieron tiempo de gritar antes de ser aniquiladas por las garras de los espectros.
El demonio mayor, que hasta ese momento había sido imbatible, fue arrastrado por los espectros, desgarrado pedazo a pedazo por las criaturas que eran una extensión del poder de Drex.
En cuestión de minutos, lo que había sido una batalla perdida se transformó en una masacre. Las fuerzas de Ragnarok fueron exterminadas sin piedad, y el demonio mayor fue reducido a nada más que cenizas por la furia de Drex y sus espectros.
Cuando todo terminó, Tatiana sintió una calma mortal. Había logrado lo imposible, pero el costo emocional era abrumador. Mientras observaba el campo de batalla, sabía que algo dentro de ella había cambiado para siempre.
Desde su trono, Asha sonrió, complacida.
—Mi Seraph, ha sido una exhibición magnífica. —susurró, deleitándose con la visión de la destrucción.
—Sí… lo ha sido. —respondió Vambertoken, observando a Tatiana con una mezcla de respeto y lujuria oscura—. El poder del amor inmortal siempre supera a cualquier cosa.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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