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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 160. Historias de Terror

Pociones Vampíricas.

La Salida de la Oscuridad.

Tatiana y Drex salieron de la reunión con Asha y Vambertoken con pasos pesados, cada uno atrapado en su propio mundo de pensamientos. Drex, aún bajo los efectos de la poción que Asha le había dado, sentía un éxtasis que sabía que no era real, pero que en ese momento lo inundaba con una felicidad abrumadora. Sus sentidos estaban elevados, cada emoción parecía multiplicarse por mil, y aunque era consciente de que todo era temporal, decidió aferrarse a esa sensación.

Tatiana, por otro lado, se sentía vacía pero funcional. El cuarto sello del collar había quemado todo su dolor, su sufrimiento, y la culpa que la habría consumido. No quedaba nada. La sensación de vacío era casi surreal, pero también sabía que no podía permitir que el vacío la destruyera. El hecho de que todo el horror de lo que había pasado se hubiera disipado le daba una oportunidad de empezar de nuevo, aunque solo fuera por un breve momento.

La Conversación de Drex y Tatiana.

Mientras caminaban, Drex tomó la mano de Tatiana, sus dedos entrelazándose suavemente. Se detuvo un momento, mirando a su amada con una sonrisa que parecía desbordar de energía.

Tatiana, —dijo con una risa suave—, sé que esto es por la poción, pero me siento… maravilloso. Sé que es solo temporal, pero… ¿por qué no aprovecharlo?.

Tatiana lo miró, sorprendida por la ligereza en su voz. Después de todo lo que habían pasado, después del sacrificio, las lágrimas y la sangre, Drex parecía en paz. Y aunque ella sabía que él también era consciente de que la felicidad que sentía era artificial, también sabía que era un respiro, un escape que no podían desperdiciar.

Drex, —susurró ella, su voz temblorosa—, no es real. Esto… no es real.

Pero Drex apretó su mano, acercándola más a él.

Tatiana, —dijo, sus ojos brillando con una intensidad que no había visto en él en mucho tiempo—, lo sé. Sé que esto es temporal. Pero tú has quemado todo tu dolor a través del tótem. Tú lo sientes, ¿verdad?. Estás bien ahora. Y yo… yo me siento vivo. —Sus ojos buscaron los de Tatiana, rogándole que entendiera—. Hemos pasado, por tanto, Tatiana. Déjame regalarte esta noche. Como aquella vez en la Isla de Pascua.

Los recuerdos de la Isla de Pascua los inundaron a ambos. La paz, la libertad, la sensación de estar completamente desconectados del mundo, solo ellos dos. Esa promesa que se hicieron bajo las estrellas de hacer lo que fuera necesario para proteger su amor.

La Rendición de Tatiana.

Tatiana se detuvo un momento, mirando los ojos de Drex, esos ojos que, aunque bajo los efectos de la poción, todavía la amaban profundamente. ¿Por qué no? ¿Por qué no aprovechar este pequeño respiro? Ya no había dolor en su corazón, ya no había sufrimiento. El tótem lo había consumido todo, y aunque era una paz superficial, no podía negarse a la posibilidad de una noche de paz verdadera.

Con un suspiro, Tatiana se rindió.

Drex, —dijo finalmente, su voz más suave—, si esto es lo que quieres… entonces sí. Hagamos de esta noche una como la que tuvimos en la Isla de Pascua.

La Rendición a la Pasión.

El abrazo de Drex fue como una descarga eléctrica que recorrió todo el cuerpo de Tatiana, liberando una oleada de emociones que había estado conteniendo por tanto tiempo. La cercanía de sus cuerpos, el calor de su piel contra la suya, despertaba en ella algo profundo, algo que no sentía desde aquella noche en la Isla de Pascua. Cerró los ojos y, por un momento, se permitió dejar atrás todo lo que había ocurrido, permitiéndose sentir de nuevo.

Drex, aún bajo los efectos de la poción, la miró con una sonrisa llena de amor, y quizás algo de culpa, pero ahora todo parecía estar bien. Sabía que la poción tenía un límite, que ese sentimiento de éxtasis no duraría, pero Tatiana estaba con él, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que podían tener una noche que realmente les perteneciera. Sin monstruos, sin pesadillas. Solo ellos.

Tatiana, —susurró, inclinando su frente hacia la de ella—, déjame hacer de esta noche algo inolvidable. Déjame regalarte la paz que nos arrebataron.

Tatiana, completamente entregada al momento, asintió y lo besó suavemente, un beso que al principio fue tierno, pero que pronto se transformó en algo más apasionado, desesperado. Sentía que cada beso era un recordatorio de todo lo que habían sobrevivido, de todo lo que habían soportado, y ahora, por fin, podían tomarse un respiro. Podían vivir.

La Decisión de Drex.

Entre los besos y los susurros, Drex tomó una decisión. Recordaba cómo Tatiana había estado dependiente de las pociones, cómo esas pociones la habían mantenido en pie cuando todo parecía derrumbarse. Y ahora, él también lo entendía. Estaba viviendo lo mismo. No podía volver al dolor, no esa noche. No después de haber probado lo que era sentir de nuevo, lo que era ser feliz por un breve instante.

Tatiana, —dijo entre susurros, mientras se apartaba ligeramente para mirarla a los ojos—, quiero… quiero que esta noche sea como la Isla de Pascua. Quiero más de esto. —Sacó una pequeña botella, la misma que contenía las pociones que Tatiana había usado en secreto—. No tiene sentido intentar resistir. Si esto es lo que nos mantiene juntos y felices, entonces lo usaré.

Tatiana lo miró con sorpresa, pero también con un entendimiento profundo. Drex sabía lo que ella había sentido durante todo ese tiempo. Sabía lo que significaba aferrarse a algo para no desmoronarse. Y aunque la poción no era la solución definitiva, les ofrecía esa noche que tanto necesitaban, esa noche donde podrían perderse el uno en el otro.

Drex, —murmuró, sus manos temblando mientras acariciaba su rostro—, te amo. Si esto es lo que quieres, entonces lo haremos juntos. Solo… quiero sentirte. Solo quiero que esta noche sea para nosotros, sin nada más.

El Éxtasis de la Isla de Pascua en México.

Bajo el efecto de las pociones, todo se volvió un torbellino de pasión y amor. Drex y Tatiana se entregaron el uno al otro, recordando lo que los había mantenido juntos durante todo este tiempo: su amor, su conexión profunda, esa llama que ni siquiera los horrores del pasado habían podido apagar.

Cada beso, cada caricia era una promesa, un recordatorio de todo lo que habían superado. Tatiana sentía el cuerpo de Drex contra el suyo, sus manos deslizándose por su piel como si cada toque fuera vital para sobrevivir. Y para ellos, lo era. Drex, consumido por la pasión y la alegría temporal de la poción, la besaba con una desesperación casi palpable, como si estuviera bebiendo de su alma, tomando todo lo que ella tenía para dar.

Recuerda la Isla de Pascua, —susurraba Drex al oído de Tatiana, mientras la sostenía contra él—. Recuerda lo que prometimos. Esto es lo que somos. Esto es lo que hemos luchado por mantener.

Tatiana, ahora libre de toda la angustia que el tótem había quemado, se aferraba a él, dejando que el momento los envolviera por completo. Era como si todo desapareciera, como si los horrores del día no hubieran pasado, como si fueran solo ellos dos bajo el cielo estrellado de la Isla de Pascua, prometiéndose que harían lo que fuera para vivir su amor.

Sus cuerpos se movían al unísono, sus besos se hacían más profundos, más desesperados, mientras las pociones hacían que la sensación de euforia lo cubriera todo. Cada segundo juntos era un recordatorio de que aún tenían algo por lo que luchar, algo que nadie más podría entender.

El Dolor Bajo la Superficie.

Pero incluso en medio de la pasión, Tatiana sabía que algo no estaba del todo bien. Drex estaba drogado por la poción, y aunque ella había quemado todo su sufrimiento, sabía que nada de esto era real. Sabía que al final de la noche, todo se desvanecería. Pero, por ahora, se permitió olvidar. Se permitió sentir, se permitió perderse en los brazos de Drex, porque, aunque fuera temporal, era lo único que tenían.

Los besos continuaron, los cuerpos entrelazados, las palabras de amor y devoción llenando el aire. Pero en el fondo, ambos sabían que estaban aferrándose a una ilusión. Sin embargo, decidieron no pensar en eso. No ahora. No esta noche.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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