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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 159. Historias de Terror

La Reina de la Agonía Asha Latkshiktor.

El Silencio Después del Horror.

Habían pasado unos minutos desde el momento en que Tatiana se había visto forzada a actuar. El aire en la sala era pesado, saturado de muerte y desesperación. El corazón del hombre, aún caliente, descansaba en las manos de Tatiana, palpitando débilmente en sus últimos momentos de vida. Asha, de pie a su lado, la observaba con una sonrisa de satisfacción, mientras Drex luchaba por no perder la cordura ante lo que estaba ocurriendo.

Tatiana, —dijo Asha, su voz resonando en la fría sala—, lo hiciste. Pero aún no has terminado. Aliméntalo, como aquella vez.

Tatiana temblaba, el corazón ensangrentado resbalando entre sus dedos, mientras sus ojos se encontraban con los de Drex. Sabía lo que venía, lo que Asha quería ver. No era suficiente haber matado al hombre; Asha quería el espectáculo completo, quería verlo todo desmoronarse, una vez más.

Drex… —susurró Tatiana, su voz rota—. Solo falta esto…. Recuerda lo que prometimos en la Isla de Pascua.

Los Recuerdos de la Isla de Pascua.

Las palabras de Tatiana trajeron de vuelta un torrente de recuerdos para ambos. La Isla de Pascua, un lugar donde, alguna vez, habían encontrado una paz fugaz entre el caos de sus vidas. Fue allí donde se prometieron el uno al otro, donde juraron que no importaba lo que ocurriera, no importaba lo que tuvieran que sacrificar, lucharían por su amor.

Habían estado juntos bajo el cielo estrellado de la isla, abrazados mientras el mundo parecía detenerse por un momento.

Tatiana, —le había dicho Drex, su voz cargada de una certeza que nunca antes había sentido—, lucharé por ti, haré lo que sea necesario. Prometo que no importa el precio, estaré contigo, siempre.

Tatiana había tomado su mano entonces, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y miedo.

Haré lo mismo, Drex. No importa el dolor. No importa lo que el futuro nos depare. Si debo entregarlo todo por nosotros, lo haré.

Pero ahora, en esta sala teñida de sangre y desesperación, esa promesa parecía un eco distante y cruel.

La Última Prueba.

Tatiana se acercó a Drex, su corazón quebrado mientras intentaba mantener su voz firme.

Solo esto, Drex… por favor, recuerda lo que prometimos. Lo que dijimos en la isla. Haremos lo que sea necesario.

Pero Drex ya no podía sostener su mirada. Sus ojos, antes llenos de furia y fuerza, ahora solo mostraban desesperación y culpa. Había caído tan bajo, tan profundamente en la oscuridad que ya no sabía si había un camino de regreso. El hombre que era antes se había ido, y todo lo que quedaba era este ser hambriento, dependiente, atrapado en un ciclo de dolor.

No puedo… —murmuró Drex, con la voz ronca—. No puedo verte hacer esto de nuevo, Tatiana. No puedo verte destruirte por mí.

Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de Tatiana, el peso del corazón en sus manos se sentía como el peso del mundo.

Tienes que hacerlo, Drex. Por favor. Prometimos que haríamos lo que fuera para vivir nuestro amor. —Su voz temblaba mientras levantaba el corazón ensangrentado hacia su boca—. Solo… solo transforma. Hazlo por mí, por nosotros. Está casi terminado.

El Dolor de Drex.

Drex cerró los ojos, su cuerpo temblando mientras luchaba por controlar el impulso de transformarse. el hambre, esa hambre insaciable que lo había perseguido desde que se convirtió en licántropo, rugía en su interior, exigiendo ser alimentada. Pero más que el hambre física, lo que lo desgarraba era el dolor emocional. Ver a Tatiana, la mujer que amaba, sosteniendo el corazón de un hombre inocente en sus manos, haciendo esto solo por él… lo destruía por dentro.

Tatiana, no quiero que lo hagas —suplicó, sus lágrimas mezclándose con la sangre que goteaba del corazón—. No quiero seguir siendo esto. No quiero ser… un monstruo.

La Crueldad de Asha.

Asha, observando con una sonrisa de satisfacción, dio un paso hacia adelante, disfrutando cada segundo de su sufrimiento.

Tatiana, —dijo Asha, su voz dulce pero letal—, es solo una mascota. No tiene derecho a decidir. Tú eres la que manda aquí. Y una mascota no sobrevive si no se le alimenta.

Tatiana sollozó, sosteniendo el corazón con manos ensangrentadas mientras Drex la miraba, roto, incapaz de resistirse más. Su hambre lo estaba consumiendo. Sabía que no podía detener lo inevitable.

Si eres capaz de todo por él, como dijiste, hazlo. No debe ser difícil, ¿verdad? —Asha continuó, saboreando cada palabra mientras observaba a Tatiana debatirse entre el horror y la lealtad a su amor—. Si ya lo hiciste antes, deberías hacerlo de nuevo sin problema.

La Suplicante Tatiana.

Tatiana, con el rostro inundado en lágrimas, levantó el corazón ensangrentado hacia Drex, rogándole una última vez. Su corazón, el suyo propio, parecía a punto de romperse.

Drex, por favor. Recuerda lo que prometimos. Lo que dijimos en la isla. Solo esto… y luego podremos seguir adelante. Por favor, transforma y… y deja que esto termine.

Drex, con el corazón roto, miró a los ojos de Tatiana por lo que sentía que sería la última vez antes de dejarse consumir por la bestia en su interior.

Te amo, —murmuró, apenas pudiendo hablar—, pero no quiero que me sigas destruyendo por mí. No soy más que un monstruo… un monstruo que tú alimentas.

Tatiana cerró los ojos mientras el último sollozo escapaba de sus labios.

Te amo también, Drex. Y lo haré… siempre.

La Devastación de Drex y Tatiana.

El silencio en la sala era abrumador, solo interrumpido por la respiración irregular de Drex, que había vuelto a su forma humana después de alimentarse del corazón que Tatiana le había entregado. Estaba deshecho, más emocionalmente que físicamente, su alma rota en pedazos que no sabía si algún día podría volver a juntar. Tatiana, al otro lado de la sala, también estaba completamente destrozada, sus ojos vacíos, como si su esencia misma hubiera sido extinguida.

Asha, observando con esa sonrisa satisfecha que le caracterizaba, finalmente se acercó a ellos con un aire casual, como si la escena de horror que acababa de ocurrir fuera solo un entretenimiento pasajero.

Tatiana, —dijo con su tono suave pero lleno de veneno—, veo que ya has cumplido tu parte. Ahora… —sacó una pequeña botella de cristal de su bolsillo, en su interior, un líquido brillante que parecía moverse con vida propia—, te ofrezco esta poción.

Tatiana la miró sin comprender, aún perdida en su propio abismo de dolor.

—Dásela a Drex, —continuó Asha—. Le dará un estado de ánimo perfecto, una felicidad casi indescriptible. Y para ti… —señaló el collar que Tatiana llevaba alrededor del cuello—, solo necesitas usar el cuarto sello. Quemarás todo ese sufrimiento, todas esas emociones que ahora te ahogan. Y entonces… será como si nada hubiera pasado.

Tatiana, sin realmente procesar lo que ocurría, tomó la poción de manos de Asha. Sus movimientos eran los de un autómata, vacía, rota por dentro. Caminó hacia Drex, que apenas podía sostener su propia mirada. Y sin decir una palabra, levantó la poción hacia él.

Tómala, —susurró, su voz apenas audible, desprovista de emoción—. Solo tómala, por favor.

Drex no entendía del todo, pero confiaba en Tatiana como siempre lo había hecho. Abrió los labios y bebió el líquido. El efecto fue casi inmediato. Su expresión, antes desgarrada por el dolor, comenzó a suavizarse. Su respiración se estabilizó, y una extraña calma lo envolvió. Se sentía… bien, mejor de lo que había sentido en mucho tiempo. El sufrimiento desapareció, reemplazado por una sensación de bienestar artificial.

Tatiana, —dijo con una sonrisa—, todo está bien… todo está bien.

Pero Tatiana sabía la verdad. Sabía que el estado de ánimo de Drex era el resultado de la poción, una máscara de felicidad que ocultaba la realidad de lo que acababan de vivir. Sin embargo, no podía sentir la culpa. Usó el cuarto sello del collar, y con ello, quemó todo lo que había sentido. Todo el dolor, toda la culpa, toda la desesperación. El poder del tótem dentro de Drex se calmó momentáneamente, contenido por el sello.

Pero lo que más dolía no era la quemadura del sufrimiento. Lo que más dolía era la ausencia de todo. Era como si todo lo que acababa de pasar no hubiera dejado huella en su alma, como si el sacrificio, la humillación, todo el horror, no significara nada. Y esa indiferencia la desgarraba más que cualquier otra cosa.

El Misterio del Libro Atlante.

Asha, satisfecha con el resultado, recogió el libro Atlante que había estado traduciendo el Maestro Pizarro. Lo sostuvo frente a Tatiana y Drex, como si la escena anterior no hubiera ocurrido en absoluto.

—Ahora que hemos superado la parte divertida, —dijo con una sonrisa sarcástica—, es hora de que hablemos de algo importante. El libro Atlante. Tiene dos partes. La primera, que a mí personalmente me encanta, habla sobre las historias, leyendas, mitos, verdades y falsedades sobre los Licántropos. —Asha deslizó su mirada hacia Tatiana—. Pero, claro, sé que esa no es la parte que les interesa a ustedes.

Hizo una pausa para disfrutar del silencio que seguía a sus palabras, antes de continuar.

—La segunda parte es la que trata sobre los tótems, en particular sobre el que afecta a Drex.

Tatiana, que había estado mirando al suelo, levantó la cabeza de repente, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y desesperación.

Drex ha sufrido todas estas consecuencias porque su energía no se ha sincronizado con el tótem, —explicó Asha, mientras hojeaba el libro con dedos elegantes—. Si lograra sincronizarse con la energía del tótem, también lo haría con la Bestia. Y cuando eso ocurra… bueno, alcanzaría un estado de control máximo sobre su licantropía. No solo podría contener a la Bestia, sino que el poder del tótem le daría un dominio absoluto sobre ella.

La Revelación y El Nuevo Dolor de Tatiana.

Las palabras de Asha resonaron en el aire como un eco interminable. Tatiana escuchaba, sin poder creer lo que oía. ¿Había, después de todo, una manera de salvar a Drex? ¿Había un camino para liberarlo de la bestia interior que lo consumía? Todas las humillaciones, todo el sufrimiento que acababan de soportar… ¿podría haber valido la pena si al final había una solución?

Su corazón, que hasta ahora había sido incapaz de sentir nada, comenzó a latir de nuevo. La esperanza, esa cruel e implacable emoción, comenzó a deslizarse en su pecho.

—¿Entonces… hay una manera de sincronizar su energía con el tótem? —preguntó Tatiana, su voz temblando, aún llena de temor.

Asha, con su mirada calculadora, se encogió de hombros.

—Eso parece, según este libro. —Su sonrisa se amplió ligeramente—. Pero ya veremos si Drex tiene lo necesario para lograrlo.

La Satisfacción de Vambertoken.

Vambertoken, que había permanecido en silencio, observando todo con una satisfacción oscura, finalmente habló.

Tatiana, Drex, pueden retirarse —dijo, su voz firme y llena de autoridad—. Hoy hemos aprendido mucho.

Mientras Tatiana y Drex se retiraban, sus cuerpos aún marcados por la experiencia que acababan de vivir, Vambertoken se volvió hacia Asha, sus ojos brillando con un aprecio que solo él podía entender.

Asha, había olvidado lo… refinada que eres para destruir la mente de tus presas —dijo, en tono de halago y con una lujuria oscura en su voz.

Asha rió suavemente, acercándose a él con esa mezcla de devoción y crueldad que la definía.

Seraph, querido, solo me ha tomado siete milenios para que te des cuenta de que soy la indicada para ti —respondió ella, con una burla cariñosa, sus ojos llenos de amor oscuro—. Pero sabía que eventualmente lo comprenderías.

Ambos se miraron, la satisfacción y el poder colmando el aire entre ellos. El mundo de dolor que habían creado para los demás era su manera de disfrutar la eternidad juntos.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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