El cazador de almas perdidas – Creepy Pasta 108.
Tatiana y Drex.
El sol apenas comenzaba a asomarse entre las montañas cercanas, iluminando de manera tenue la choza en la que Drex dormía. Los primeros rayos de luz se colaban por las ranuras de la ventana, dibujando sombras en las paredes de barro. Drex, sumido en un sueño profundo, comenzó a despertarse lentamente. Su cuerpo aún sentía el cansancio de la noche anterior, una mezcla de actividad física y tensión que no lograba dejarlo del todo. Lentamente, estiró el brazo hacia el pequeño mueble al lado de su cama, buscando su celular para revisar la hora.
Al encender la pantalla, vio el mensaje de Tatiana: “Es nuestro último día libre. Te veré en un rato. No te preocupes, no tienes que levantarte temprano.” Drex esbozó una sonrisa perezosa al leer el mensaje. Tatiana siempre encontraba la manera de hacerle sentir que no había prisa, que el tiempo que pasaban juntos tenía un ritmo distinto, uno más relajado, menos peligroso que las vidas que llevaban normalmente. Decidió no levantarse de inmediato; después de todo, ella llegaría pronto, y cualquier esfuerzo por intentar hacer algo antes de su llegada sería en vano.
El silencio de la aldea era interrumpido solo por el sonido de los pájaros matutinos y el leve susurro del viento. Drex se quedó en la cama, observando el techo de la choza y dejando que sus pensamientos vagaran. Su mente volvía una y otra vez al tótem, ese objeto extraño que había llegado a sus manos hacía solo unos días. Desde su aparición, Drex sentía que algo había cambiado en él, algo más instintivo, más salvaje. Era como si el mero hecho de poseerlo lo hiciera más consciente de sus deseos más profundos, más primordiales.
A pesar de sus dudas sobre el tótem, en ese momento todo lo que le importaba era Tatiana. Ella le hacía sentir algo que no había experimentado en mucho tiempo, una conexión que iba más allá de la atracción física. Cada encuentro con ella era intenso, cargado de emociones y un deseo casi animal. Y hoy no sería la excepción.
El suave crujido de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Tatiana había llegado. Sin necesidad de tocar, entró en la choza, sus pasos ligeros resonando sobre el suelo de tierra. Al verla, Drex no pudo evitar sentir cómo su corazón se aceleraba. Tatiana siempre tenía ese efecto en él, una mezcla de fascinación y urgencia que lo consumía por completo.
Tatiana lo observó por un momento desde la entrada, con una sonrisa maliciosa dibujada en sus labios. Sin decir una palabra, cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia la cama. Drex, aún desnudo, no hizo ningún esfuerzo por cubrirse. Sabía lo que venía. Cada segundo que pasaban juntos era un momento que ambos querían aprovechar al máximo, y ella no iba a dejar pasar esta oportunidad.
Tatiana se lanzó sobre él sin previo aviso, su cuerpo cayendo sobre el de Drex con una fuerza controlada, una mezcla de pasión y dominio. No había necesidad de palabras. Todo lo que querían expresar lo hacían con el tacto, con el roce de sus pieles y la urgencia de sus movimientos. Drex respondió inmediatamente, envolviendo su cuerpo con el de ella, cada fibra de su ser deseando más.
El aroma de Tatiana lo envolvió, y el simple hecho de olerla lo llenaba de una excitación incontrolable. Desde que el tótem apareció en su vida, Drex sentía que sus instintos bestiales estaban más cerca de la superficie. Su control, normalmente férreo, comenzaba a debilitarse ante las oleadas de deseo que lo invadían cada vez que estaba cerca de ella. Tatiana lo sabía. Se daba cuenta de cada pequeño cambio en Drex, y le encantaba.
El deseo de ambos creció de manera exponencial, y cuando Tatiana sacó una pequeña botella de vidrio de entre sus ropas, Drex la reconoció inmediatamente. Era una poción alquímica, una de esas que Daniel solía venderle a los más osados en la comunidad. Tatiana había planeado este encuentro hasta el más mínimo detalle. Quería que todo fuera perfecto, que cada emoción, cada sensación, se amplificara al máximo. Sin dudarlo, bebió un pequeño sorbo de la poción y luego se la ofreció a Drex, quien la aceptó sin pensarlo dos veces.
El efecto fue inmediato. Cada caricia, cada beso, cada roce de sus cuerpos se intensificó hasta el punto de parecer insoportable. La poción hacía que el placer se sintiera como una explosión dentro de ellos, como si sus cuerpos no pudieran contener la intensidad de lo que estaban experimentando.
Tatiana recordó en ese instante otra noche parecida, una que habían compartido en la Isla de Pascua, donde ambos se habían entregado el uno al otro de una manera similar, dejándose llevar por sus deseos más profundos. Aquella había sido una de las noches más memorables para ambos, y ella quería que este día fuera igual, o incluso mejor.
Después de lo que parecieron horas de entregarse mutuamente, ambos quedaron tumbados en la cama, sus cuerpos brillantes por el sudor y sus respiraciones aún entrecortadas. Drex no podía recordar la última vez que había sentido algo tan intenso. Pero sabía que aún había más por venir.
“Vamos a ver a Ausplex”, dijo Tatiana con una sonrisa juguetona mientras se levantaba lentamente de la cama. “Me prometió que haría un almuerzo especial hoy.”
Drex, aun recuperándose de lo que acababa de suceder, asintió con la cabeza. Tatiana siempre tenía energía para todo, y él no iba a ser quien se quejara de eso.
Se vistieron rápidamente, sabiendo que el día apenas comenzaba, y salieron de la choza rumbo a la casa de Ausplex. Al llegar, sin embargo, notaron algo inesperado. Ausplex, el chamán siempre reservado y serio, estaba sentado en una conversación casi íntima con Anael, una mujer que había llegado recientemente a la aldea. Drex y Tatiana intercambiaron miradas, comprendiendo al instante que sería mejor no interrumpir.
“Parece que nuestro chamán tiene compañía”, comentó Tatiana en voz baja, divertida por la situación. “¿Qué te parece si mejor almorzamos en Nazca? Conozco un restaurante que te va a encantar.”
Drex asintió, tomando la mano de Tatiana mientras se alejaban silenciosamente de la choza de Ausplex. Mientras caminaban hacia Nazca, Drex no pudo evitar pensar en lo diferente que se sentía cuando estaba con Tatiana. Todo parecía más ligero, más sencillo. Pero, al mismo tiempo, cada momento con ella lo hacía sentir más vulnerable, más expuesto a emociones que había intentado reprimir durante tanto tiempo.
Los besos y las caricias entre ellos no cesaron en ningún momento del trayecto. Cualquiera que los viera en ese momento habría pensado que eran simplemente una pareja de enamorados disfrutando de un día juntos, ajenos al mundo que los rodeaba. Nadie podría imaginar lo que realmente eran, ni las vidas peligrosas y complicadas que llevaban.
Al llegar al restaurante, Tatiana hizo una pausa para llamar a su hermana María. Aunque estaba disfrutando del día, no podía evitar preocuparse por ella. Sabía que María podía manejarse sola, pero eso no impedía que el instinto protector de Tatiana la llevara a asegurarse de que todo estuviera bien.
María contestó al instante, su voz calmada al otro lado de la línea. “Todo está en orden, Tati. No te preocupes. Disfruta tu día.”
Tatiana se relajó al escuchar la tranquilidad en la voz de su hermana. Aunque María siempre había sido la más serena de las dos, el instinto protector de Tatiana no desaparecía fácilmente, especialmente después de los eventos recientes. “Gracias, María. Si necesitas algo, solo avísame. Pero por ahora, disfruta de tu día también.”
Colgó la llamada y, por un momento, se quedó mirando el teléfono en silencio, como si todavía procesara lo que había escuchado. Drex observaba su perfil, reconociendo esa mezcla de amor y preocupación que Tatiana sentía por su hermana. Aunque Tatiana era dura y fuerte, cuando se trataba de María, había una vulnerabilidad que Drex solo había visto unas pocas veces.
“¿Todo bien?” preguntó Drex, acercándose un poco más a ella, dejando que sus dedos rozaran los de Tatiana, provocando una leve corriente entre ellos.
“Sí, todo bien,” respondió ella con una pequeña sonrisa, sus ojos aún perdidos en el horizonte por un segundo más antes de volverse completamente hacia él. “María está tranquila. Podemos seguir disfrutando nuestro día.”
El restaurante donde decidieron almorzar era un pequeño y acogedor lugar en el corazón de Nazca, rodeado por edificios antiguos y decorado con elementos típicos de la región. Las paredes estaban adornadas con tejidos coloridos y figuras de piedra que representaban las antiguas culturas de la zona. Los aromas de especias y guisos llenaban el aire, creando una atmósfera cálida y reconfortante. La mesa donde se sentaron estaba junto a una ventana que daba hacia una plaza tranquila, permitiendo ver a los transeúntes y el bullicio de la vida cotidiana.
Tatiana y Drex se miraban constantemente durante el almuerzo, compartiendo miradas que no necesitaban palabras. Cualquiera que los viera desde afuera pensaría que eran una pareja de enamorados disfrutando de la vida, completamente ajenos a los peligros y las sombras que normalmente acechaban sus pasos. Había algo liberador en poder desconectar, en pasar un día sin hablar de sus misiones, de Oricalco o de los problemas que enfrentaban en sus vidas. En lugar de eso, sus conversaciones giraban en torno a ellos, a sus recuerdos juntos y a los pequeños placeres que compartían.
Drex no pudo evitar recordar la primera vez que había conocido a Tatiana, cuando sus interacciones estaban marcadas por la tensión y la desconfianza. Tatiana había sido un enigma para él, siempre distante, siempre dura, pero con una inteligencia y una fuerza que Drex respetaba profundamente. Sin embargo, con el tiempo, habían desarrollado una conexión que ninguno de los dos había anticipado. Ahora, esa conexión era lo único que parecía importar en ese momento.
Mientras terminaban de comer, Tatiana sugirió algo que hizo que el corazón de Drex latiera un poco más rápido. “¿Qué te parece si alquilamos una habitación aquí cerca?” Sus palabras estaban cargadas de deseo, sus ojos brillando con una mezcla de picardía y anhelo. “Quiero aprovechar cada segundo que nos queda juntos hoy.”
Drex no necesitó pensarlo dos veces. La simple idea de pasar más tiempo a solas con Tatiana lo llenaba de una emoción que pocas cosas podían igualar. Había algo en ella que lo hacía sentir más vivo, más conectado con su parte más instintiva y salvaje. Desde que el tótem había aparecido en su vida, esas sensaciones se habían intensificado, y estar cerca de Tatiana solo hacía que esas emociones crecieran exponencialmente.
Caminaron juntos hacia un pequeño hostal no muy lejos del restaurante, sus cuerpos casi tocándose con cada paso, como si el mero hecho de estar cerca no fuera suficiente. Al entrar en la habitación, Drex cerró la puerta detrás de ellos, sabiendo exactamente lo que venía después. La tensión entre ellos era palpable, como una corriente que no podía ser contenida.
Tatiana lo miró con esa sonrisa que había aprendido a reconocer tan bien, una mezcla de desafío y deseo. Sin decir una palabra, se acercó a él, deslizándose entre sus brazos y dejando que su cuerpo se amoldara perfectamente al de Drex. Sus labios se encontraron en un beso profundo, lleno de la pasión que ambos habían estado conteniendo desde que dejaron el restaurante.
El resto del mundo desapareció mientras sus cuerpos se entrelazaban una vez más, esta vez con una urgencia aún mayor que antes. El placer era abrumador, una explosión de sensaciones que los consumía por completo. No había nada más en ese momento que Tatiana y Drex, y su deseo de aprovechar cada instante que tuvieran juntos.
El tiempo parecía detenerse mientras continuaban explorándose mutuamente, cada caricia y cada beso llevando a ambos a un estado de éxtasis que parecía inagotable. Finalmente, cuando sus cuerpos no podían más, cayeron exhaustos sobre la cama, respirando con dificultad, pero con una sonrisa de satisfacción en sus rostros.
El sol ya comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando decidieron salir a caminar por las calles de Nazca. A pesar de la intensidad del día, ninguno de los dos quería que terminara todavía. Se tomaron de la mano y caminaron por las calles adoquinadas, disfrutando de la brisa fresca de la tarde y de la sensación de estar juntos sin ninguna preocupación.
La luna comenzaba a asomarse en el cielo cuando Drex se detuvo por un momento, mirando a Tatiana con una expresión que ella no había visto antes. Era una mezcla de cariño, gratitud y algo más profundo, algo que no podía describirse fácilmente con palabras.
“Gracias,” dijo Drex en voz baja, sus ojos fijos en los de Tatiana. “Por todo.”
Tatiana sonrió, un poco sorprendida por el tono serio de Drex, pero agradecida por sus palabras. “No tienes que agradecerme nada, Drex. Yo también necesitaba esto.”
Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad del anochecer antes de continuar su paseo. Ambos sabían que el día siguiente los llevaría de vuelta a la realidad, pero por ahora, todo lo que importaba era que estaban juntos, y eso era suficiente.
Este día perfecto en Nazca, lleno de pasión, amor y complicidad, sería un recuerdo que ambos llevarían consigo, un refugio al que podrían volver mentalmente cuando los desafíos del futuro volvieran a alzarse ante ellos.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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