El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 107.
Volviendo a la Humanidad.
Todo comienza con Drex acercándose al bar donde había quedado de encontrarse con Fabián. La cacería lo había dejado exhausto, pero también más en paz consigo mismo. Aún sentía el peso del Tótem, esa presencia constante en su interior, pero después de la conversación con Tatiana, tenía algo de control, algo de claridad. Sabía que siempre sería una batalla, pero tenía fuerzas para seguir luchando.
Al entrar en el bar, vio a Fabián sentado en una mesa en la esquina, con la mirada perdida en el vaso que sostenía. El sacerdote se veía destrozado, más de lo que Drex había esperado. Fabián levantó la vista y al ver a Drex, hizo un gesto para que se sentara.
—Pensé que no vendrías —dijo Fabián, su voz cargada de cansancio.
Drex se sentó frente a él, observándolo de cerca.
—Sabía que teníamos que hablar —respondió Drex. —¿Cómo estás, Fabián?
Fabián soltó una risa amarga.
—¿Cómo estoy? Al borde de la locura, eso es como estoy —respondió, tomando un gran trago de su vaso. —No puedo sacarla de mi cabeza, Drex. No importa cuánto rece, cuánto intente olvidarla… María está ahí, todo el tiempo. Como un demonio dentro de mí que no puedo exorcizar.
Drex lo miró en silencio, dejando que las palabras de Fabián resonaran en el aire antes de responder.
—¿Y qué crees que va a pasar si sigues así? —preguntó Drex suavemente. —Sabes que esto no puede continuar. Sabes que no puedes seguir atormentándote de esta manera.
Fabián lo miró, con ojos enrojecidos y llenos de desesperación.
—Lo sé… Pero, ¿qué opción tengo? —preguntó, casi rogando por una respuesta. —Incluso si decidiera entregarme a ella, si olvidara todo lo malo, si ignorara lo que hizo… estaría traicionando mis votos, traicionando al Vaticano. Sería expulsado, Drex. Y no sé si puedo vivir con eso. No sé si puedo soportar la idea de perderlo todo por una mujer.
Drex suspiró, sabiendo que esta conversación sería difícil. Fabián estaba atrapado entre el deber y el deseo, y aunque Drex entendía el peso del deber, también sabía lo que era ser consumido por algo más grande que uno mismo.
—Entiendo lo que dices, Fabián, pero no puedes seguir torturándote así. La bestia que llevo dentro… también me consume, también me hace querer dejarme llevar. Pero cada vez que lo hago, me pierdo un poco más. Y si no encuentro el equilibrio, me destruiré. No puedes dejar que este demonio, como lo llamas, te consuma.
Fabián tomó otro trago, sus manos temblando ligeramente.
—¿Cómo lo haces? ¿Cómo encuentras el equilibrio? —preguntó, sus palabras algo arrastradas por el alcohol. —¿Cómo superas el hambre, la bestia, el deseo de devorarlo todo?
Drex se quedó en silencio por un momento, pensando en la respuesta.
—No lo supero, Fabián. Nunca lo supero. Es una lucha constante, todos los días. Y a veces pierdo. A veces caigo en esa oscuridad, pero lo que me mantiene es recordar por qué sigo luchando. Tengo a Tatiana, y aunque sé que mi relación con ella me hace vulnerable, también es lo que me da fuerza. Tú también tienes algo por lo que luchar. Tal vez no sea María en la forma en que piensas, pero hay algo más. Tienes tu fe, tu propósito. No dejes que todo se derrumbe por lo que sientes ahora.
Fabián lo miró, asimilando las palabras de su amigo, pero su dolor seguía presente, su confusión, su lucha interna.
—Es que… no puedo vivir con esta tortura constante —murmuró Fabián. —Es como si todo lo que soy, todo lo que creía, estuviera en conflicto. La lujuria, el deseo… no soy fuerte como tú, Drex. No puedo controlar esto.
Drex lo miró con compasión, sabiendo lo difícil que debía ser para Fabián aceptar esa vulnerabilidad.
—Nadie es tan fuerte, Fabián. Todos tenemos algo que nos atormenta. Tú hablas de un demonio dentro de ti, pero no es más que tus emociones, tus deseos. No hay un monstruo que te controle. Eres tú quien tiene el poder de decidir. Si dejas que este deseo te controle, sí, te perderás. Pero si aceptas que esto es parte de ti, parte de lo que sientes, tal vez puedas encontrar una salida. María no es un demonio. Es una persona. Y lo que sientes por ella no es pecado en sí mismo. Lo que hagas con esos sentimientos… ahí es donde puedes elegir.
Fabián dejó caer la cabeza en sus manos, respirando profundamente.
—No sé si puedo hacerlo —admitió, su voz quebrándose.
Drex se inclinó hacia él.
—Puedes. Pero necesitas encontrar paz en ti mismo primero. La paz no viene de luchar contra tus emociones. Viene de aceptarlas y luego decidir qué hacer con ellas. Y eso no significa que debas rendirte a ellas, pero tampoco significa que debas castigarte por sentirlas.
Fabián asintió lentamente, procesando las palabras de Drex.
—¿Y qué pasa si me rindo? —preguntó Fabián, mirándolo fijamente. —¿Qué pasa si decido entregarme a lo que siento por ella?
Drex exhaló lentamente.
—Eso es algo que solo tú puedes decidir. Pero si lo haces, tendrás que aceptar las consecuencias. No es una decisión fácil, Fabián, pero es tuya.
Fabián se quedó en silencio por un largo rato, mirando fijamente su vaso, antes de finalmente hablar de nuevo.
—Supongo que ya he encontrado la respuesta —dijo en voz baja, con una especie de resolución en sus palabras. —Sé lo que tengo que hacer, y aunque sea difícil… sé que tengo que seguir mi camino.
Drex lo miró con una mezcla de alivio y preocupación.
—¿Estás seguro? —preguntó, sabiendo que lo que Fabián estaba enfrentando no era algo sencillo.
Fabián asintió.
—Lo estoy. Gracias, Drex. Esta conversación… me ha dado la claridad que necesitaba —dijo, mostrando por primera vez una leve sonrisa.
Drex sonrió de vuelta, sintiendo un alivio genuino. Había ayudado a su amigo, y aunque sabía que Fabián aún tenía mucho por lo que pasar, al menos ahora tenía algo de paz.
—Me alegra oír eso —respondió Drex, levantándose de la mesa. —Vamos, te llevaré a casa. No estás en condiciones de volver solo.
Fabián, ya bastante ebrio, dejó que Drex lo ayudara a levantarse. Salieron del bar, la brisa fresca de Nazca envolviéndolos mientras caminaban hacia el apartamento de Fabián.
Cuando finalmente llegaron, Drex ayudó a Fabián a entrar y lo dejó en su cama.
—Descansa, amigo. Mañana será un nuevo día —dijo Drex antes de salir del apartamento, dejando a Fabián profundamente dormido.
El camino de vuelta a la aldea de Auxplex fue tranquilo, pero Drex no podía evitar sentir un peso en su pecho. La conversación con Fabián lo había hecho reflexionar sobre sus propias luchas, sobre el Tótem y sobre su licantropía. Pero ahora tenía a Tatiana, y aunque el camino sería duro, sabía que no lo recorrería solo.
Mientras Drex caminaba de regreso a la aldea de Auxplex, las calles de Nazca se sentían desoladas, con la luz de la luna iluminando su camino y un silencio inquietante que lo acompañaba. El aire fresco de la noche despejaba un poco su mente después de la intensa conversación con Fabián, pero no podía dejar de pensar en lo que se avecinaba. El peso del Tótem seguía presente, como una sombra que lo perseguía constantemente, y aunque había encontrado cierta paz temporal, sabía que no duraría.
Su mente vagaba hacia tiempos más simples, antes de la maldición del licántropo, antes de la bestia que ahora lo controlaba en cada cacería. Trató de recordar cómo era vivir sin la presión constante del hambre insaciable, sin sentir esa oscuridad creciendo dentro de él. Pero por más que lo intentara, esos recuerdos se le escapaban. Era como si otra vida, otra versión de sí mismo, estuviera demasiado lejana, enterrada bajo capas de sangre y violencia.
Mientras cruzaba el umbral de la aldea, una punzada de nostalgia lo golpeó. Se dio cuenta de que ya no recordaba con claridad cómo se sentía ser libre de la bestia. La libertad de elegir sin que el hambre por los corazones lo dominara. El simple acto de vivir sin el constante zumbido en su mente, sin esa voz interna que lo empujaba hacia el caos.
No podía recordar la última vez que había sentido tranquilidad. ¿Cuándo fue la última vez que pudo dormir sin preocuparse por lo que podría hacer la bestia si perdía el control? ¿Cuándo fue la última vez que se sintió como un ser humano completo, en lugar de esta mezcla de carne y furia atada al poder oscuro del Tótem?
Pensaba en Tatiana y cómo ella lo mantenía anclado a la realidad. Su amor por ella lo ayudaba a no perderse por completo. Pero incluso con ella a su lado, el miedo seguía presente. ¿Cuánto tiempo podría contenerse? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la bestia lo consumiera por completo? Porque, aunque luchaba contra ese destino, Drex no podía negar que, con cada cacería, con cada corazón devorado, sentía cómo se alejaba más de lo que una vez fue.
Drex sabía que debía dormir, descansar antes de que la bestia volviera a reclamar su control sobre él. Cuando finalmente llegó a su cabaña en la aldea, se desplomó sobre la cama, agotado física y mentalmente. Cerró los ojos, pero su mente seguía trabajando.
Imaginó por un momento cómo sería despertar un día y no sentir la presión de la transformación, el hambre por corazones, el poder que lo corroía desde dentro. Recordaba vagamente haber sido libre alguna vez, pero los detalles eran nebulosos, como si estuvieran cubiertos por una niebla oscura. Sabía que antes de ser lo que era ahora, había sido solo un hombre, alguien con sueños y metas simples, alguien sin la carga de la licantropía y el Tótem.
Pero esa vida le parecía ahora una fantasía inalcanzable. No podía recordar cómo era despertar sin sentir que cada segundo era una batalla contra su naturaleza. Se había convertido en algo que no reconocía por completo, un cazador atado a un ciclo de violencia y muerte, y aunque deseaba escapar, sabía que la única forma de mantener cierto control sobre la bestia era seguir cazando. No había escapatoria.
Antes de quedarse dormido, sus pensamientos se centraron en Tatiana. Ella era su último refugio, la única ancla que tenía en un mundo donde todo lo demás parecía desmoronarse. Pero incluso con ella, Drex sabía que había un límite. Si perdía el control, si la bestia tomaba el mando por completo, podría perderlo todo, incluida a ella. Y eso era lo que más lo aterraba.
La oscuridad del sueño finalmente lo envolvió, pero no fue un descanso pacífico. En sus sueños, la bestia lo perseguía, siempre acechando, siempre cerca, lista para devorarlo desde dentro. Drex sabía que nunca podría escapar por completo, pero al menos, por esa noche, podía encontrar un poco de consuelo en saber que había resistido un día más.
todo finaliza con Drex hundiéndose en un sueño agitado, mientras sus pensamientos sobre lo que alguna vez fue y lo que ahora era se mezclaban en su mente. La batalla continuaría, pero por ahora, al menos, había sobrevivido un día más.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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