El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 105.
El Peso del Tótem y la Decadencia de Fabián.
Habían transcurrido dos días después del almuerzo en la choza de Auxplex. Vambertoken ya había regresado, y estaba en compañía de Julián, dando el reporte al Consejo de Ancianos Vampírico y a la Santa Sede.
El padre de Auxplex había notificado a su hijo que, al finalizar el mes, Auxplex sería oficialmente el nuevo líder de los chamanes del Perú. Su padre había terminado su trabajo.
Drex y Tatiana se mantenían cerca de María, intentando ayudarla a sobrellevar lo ocurrido con Fabián. Aunque el tiempo había pasado, los comentarios sobre Fabián siempre salían a la superficie, y era evidente que María seguía luchando con sus emociones.
Sin embargo, algo empezaba a preocupar a Drex. Hacía más de diez días que no tenía noticias de Fabián, y sentía que algo no estaba bien. Decidió llamarlo para verificar cómo estaba, esperando que María no escuchara la conversación, ya que todavía no era adecuado para ella oír la voz de Fabián.
Después de varios tonos, Fabián contestó, pero su voz sonaba apagada y distante.
—Drex… —respondió con un tono débil.
—Fabián, ¿qué está pasando? Hace días que no sé de ti —dijo Drex, preocupado por el estado de su amigo—. ¿Estás bien?
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea antes de que Fabián respondiera.
—No… no estoy bien. No he podido dejar de pensar en María. Es… es como si algo dentro de mí estuviera roto. He orado, me he flagelado, he intentado todo, pero no puedo sacarla de mi mente.
Las palabras de Fabián cayeron como un peso sobre Drex. Sabía que lo que había hecho María había dejado una marca profunda en Fabián, y aunque María había actuado movida por amor, las consecuencias habían sido devastadoras para ambos.
—Fabián, escucha —dijo Drex, con un tono serio—. Tienes que encontrar la forma de superarlo, pero no lo harás solo. Estoy aquí para ayudarte, y sé que es difícil, pero te prometo que vamos a encontrar una salida.
—No sé si puedo hacerlo —confesó Fabián—. Hay momentos en los que pienso que… la única salida es terminar con todo.
Drex sintió un nudo formarse en su estómago. Había sido testigo de la batalla interna que Fabián había estado librando, pero no había imaginado que la situación fuera tan grave.
—No hables así —dijo Drex con firmeza, tratando de ocultar la preocupación en su voz—. Tienes una vida por delante, y tienes una misión que cumplir. No puedes rendirte ahora.
—No es tan simple… —susurró Fabián, su voz rota por el dolor—. Cada vez que cierro los ojos, la veo. No puedo soportarlo más.
Drex sabía que Fabián necesitaba más que palabras en ese momento. Necesitaba acción, algo que le devolviera el sentido de propósito. Decidió ir a verlo, sabía que debía estar allí en persona para ayudar a su amigo a superar este momento crítico.
—Escucha, Fabián. Voy a ir a verte ahora mismo. No hagas nada hasta que llegue, ¿de acuerdo? —dijo Drex, mientras ya se preparaba para salir.
Fabián murmuró un acuerdo débil, y Drex colgó el teléfono, sintiendo una mezcla de urgencia y responsabilidad.
Encuentro entre Drex y Fabián.
Drex llegó rápidamente al apartamento que Fabián había alquilado a las afueras de Nazca. Cuando llegó, tocó la puerta con insistencia, esperando que Fabián le permitiera entrar.
Finalmente, la puerta se abrió, y Fabián apareció. Parecía agotado, física y emocionalmente destrozado.
—¿Drex? —su voz era casi un susurro.
—Aquí estoy —dijo Drex, entrando al apartamento—. No voy a dejarte solo en esto.
Fabián se dejó caer en una silla, con las manos temblorosas, mientras Drex lo observaba con detenimiento. Sabía que la situación era crítica, y que Fabián estaba al borde de una crisis mayor.
—¿Por qué me pasa esto, Drex? —preguntó Fabián, sin poder contener las lágrimas—. Hice todo bien. Seguí mi camino, pero ahora siento que todo lo que he hecho no sirve para nada.
Drex se sentó frente a él, sabiendo que no había palabras fáciles que pudieran aliviar el sufrimiento de su amigo.
—Lo que te hizo María fue… un error —admitió finalmente Drex—. Pero no fue por maldad. María te quiere, pero estaba atrapada en su propio conflicto. Lo que sientes no es una debilidad, Fabián. Es lo que cualquiera sentiría después de lo que te ocurrió.
—No puedo seguir así —Fabián sacudió la cabeza, con la mirada perdida—. Cada vez que intento rezar, siento que estoy siendo hipócrita. Y cuando pienso en María, no sé si estoy enfadado o si quiero… —sus palabras se interrumpieron en un suspiro doloroso.
Drex lo dejó desahogarse, sabiendo que Fabián necesitaba expulsar todo ese veneno emocional que llevaba dentro.
—Lo que sientes ahora —continuó Drex, suavemente—, no va a desaparecer de la noche a la mañana. Va a tomar tiempo, Fabián. Pero no puedes dejar que eso te consuma. Tú eres más fuerte que todo esto.
Fabián lo miró, sus ojos llenos de confusión y dolor.
—No sé si puedo… Drex. Estoy tan cansado…
Drex inclinó la cabeza, sintiendo la angustia de su amigo como si fuera su propia angustia. Sabía lo que Fabián estaba pasando, lo que había sufrido, y la lucha que aún le quedaba por delante.
—Puedes hacerlo —dijo Drex, su tono firme—. No te dejaré caer, y no te dejaré solo.
Fabián se quedó en silencio por un largo rato, su mente tratando de asimilar todo lo que Drex le había dicho.
—Gracias —susurró finalmente, con una voz rota—. No sé qué habría hecho sin ti.
Drex sintió una punzada de alivio, pero sabía que el camino de Fabián hacia la recuperación apenas comenzaba.
—Vamos a superar esto juntos —dijo Drex, ofreciéndole una sonrisa ligera.
La llamada a Tatiana.
Después de despedirse de Fabián, Drex salió del apartamento, con el peso de lo ocurrido aún sobre sus hombros. Sabía que había ayudado a su amigo, pero también era consciente de que su propia batalla estaba lejos de terminar.
Mientras caminaba hacia un lugar más apartado, sacó su teléfono y llamó a Tatiana.
—¿Drex? —su voz respondió casi al instante—. ¿Cómo estás?
Drex tomó una respiración profunda, preparándose para lo que estaba a punto de decir.
—Voy a ir de cacería, Tatiana —dijo finalmente, con un nudo en la garganta.
Hubo un silencio en la línea antes de que Tatiana respondiera.
—¿De nuevo? —preguntó ella, con preocupación en su voz—. ¿Qué está pasando? ¿Es el Tótem?
—Sí —admitió Drex—. No puedo… no puedo controlarlo. El hambre está creciendo, y si no hago algo, no sé qué podría pasar.
Tatiana tardó un momento en responder, pero cuando lo hizo, su voz estaba llena de dolor.
—¿Dónde estás? Quiero ir contigo.
Drex cerró los ojos, sabiendo que esa era la respuesta que había temido.
—No, Tatiana. No puedes venir conmigo esta vez. Necesito… necesito hacerlo solo.
—Pero, Drex, no quiero que te enfrentes a esto solo —replicó ella, su voz cargada de emoción—. Sabes que siempre estaré a tu lado.
Drex sintió el peso de la conversación aplastándolo. No quería arrastrar a Tatiana más profundo en su mundo oscuro.
—Lo sé —dijo él suavemente—, pero esta vez no puedo arriesgarte. No después de lo que pasó en la Isla Encanto. El Tótem me está afectando más de lo que imaginaba, y necesito tiempo para procesarlo.
Tatiana se quedó en silencio unos instantes, intentando asimilar lo que Drex le estaba diciendo. Sabía que había verdad en sus palabras, pero la idea de no estar a su lado en un momento tan crucial la llenaba de angustia.
—Drex, no quiero que esto te consuma —dijo finalmente, su voz quebrándose—. Ya he visto lo que el Tótem te puede hacer, y no puedo soportar la idea de que algo te suceda.
Drex respiró profundamente, sabiendo que Tatiana estaba luchando con la misma preocupación que él.
—Voy a tener cuidado —respondió él—. Esto no es fácil para ninguno de los dos, pero si no hago algo pronto, no sé cuánto tiempo más podré mantener el control. Confía en mí.
—Siempre he confiado en ti —respondió Tatiana, pero su tono estaba cargado de tristeza—. Solo… vuelve a mí. Por favor.
Drex cerró los ojos, sintiendo la intensidad de sus palabras. Sabía que Tatiana lo amaba profundamente, y esa responsabilidad lo hacía sentir aún más el peso de la bestia que llevaba dentro.
—Volveré —prometió, con la mayor convicción que pudo reunir—. Siempre vuelvo.
La conversación se desvaneció en el aire cuando Drex colgó, dejando a Tatiana con una sensación de vacío que no podía llenar. Se quedó mirando su teléfono por unos segundos más antes de finalmente dejarlo a un lado. Sabía que Drex estaba tomando una decisión difícil, pero el miedo de perderlo seguía atenazando su corazón.
La Cacería de Drex.
Drex avanzaba por el paisaje desértico de Nazca, sintiendo el hambre crecer dentro de él como una bestia que no podía controlar. Cada paso lo acercaba más a la inevitable necesidad de cazar, a la oscuridad que llevaba en su interior desde que había utilizado el poder del Tótem.
El eco de las palabras de Tatiana resonaba en su mente, pero sabía que no podía darle marcha atrás. La bestia dentro de él necesitaba alimentarse, y Drex era consciente de que, si no lo hacía, las consecuencias podrían ser fatales.
Finalmente, encontró su presa: un grupo de ladrones de bajo nivel que merodeaban por las afueras de Nazca, completamente ajenos a lo que estaba por sucederles.
Drex cerró los ojos, sintiendo la transformación recorrer su cuerpo una vez más. No había pociones esta vez, solo la pura necesidad de cambiar y cazar. Su piel se estiró y sus músculos se tensaron mientras el cambio se apoderaba de él.
La bestia licántropa emergió de su interior, más hambrienta que nunca, más descontrolada que la última vez. Pero Drex sabía que no podía permitir que el hambre lo cegara. Recordaba lo que le había dicho a Tatiana: “Siempre vuelvo”. Y esa promesa lo mantenía anclado en el control, al menos por el momento.
Los ladrones no tuvieron ninguna oportunidad. En cuestión de segundos, Drex se lanzó sobre ellos, cazando con precisión, destrozando y alimentándose como la bestia que era. Pero algo era diferente esta vez. El poder del Tótem se sentía más cercano, más tangible. Cada mordida, cada golpe, parecía conectarlo más a esa fuerza oscura que había comenzado a consumirlo.
Sin embargo, algo dentro de Drex lo detenía. A pesar del hambre, a pesar del poder creciente del Tótem, sabía que no podía perderse por completo. Recordaba el rostro de Tatiana, la promesa que le había hecho, y eso le daba la fuerza suficiente para mantener una frágil línea de control.
Cuando terminó la cacería, Drex se levantó, respirando pesadamente, su cuerpo aún temblando por la intensidad de la transformación. La bestia había sido alimentada, pero sabía que no era suficiente. La maldición del Tótem seguiría acechándolo, exigiendo más.
A lo lejos, el cielo comenzaba a clarear, y Drex sabía que era momento de regresar. A pesar de todo, había cumplido su promesa.
La Llamada a Tatiana.
De regreso a Nazca, Drex decidió llamar a Tatiana para tranquilizarla. Sabía que la había dejado preocupada, y no podía soportar la idea de que ella estuviera sufriendo por él.
—¿Drex? —respondió Tatiana, su voz ansiosa.
—Estoy bien —dijo él, intentando sonar más calmado de lo que realmente estaba—. Todo terminó. Estoy volviendo.
Tatiana soltó un suspiro de alivio, aunque su tono seguía siendo tenso.
—¿Te alimentaste? —preguntó, casi en un susurro.
Drex asintió, aunque sabía que no podía verla.
—Sí, lo hice —admitió—. Pero aún siento… el hambre. Es como si nunca se fuera del todo.
Hubo una pausa antes de que Tatiana respondiera.
—Lo importante es que estás vivo, Drex. No importa lo que cueste, no voy a dejar que esa cosa te consuma.
Drex sonrió levemente, agradecido por la determinación de Tatiana, aunque sabía que ambos estaban enfrentando una batalla mucho más grande de lo que imaginaban.
—Gracias, Tatiana —dijo suavemente—. Sabes que no podría hacerlo sin ti.
—Y yo no podría hacerlo sin ti —respondió ella, con una firmeza que le dio a Drex la fuerza que necesitaba para continuar.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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