El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 93.
Los Sacrificios de la Isla Encanto.
La oscuridad había caído por completo sobre la Isla Encanto. El viento, que antes acariciaba suavemente las palmeras, ahora se había transformado en un susurro siniestro que parecía transportar los rezos y cánticos en latín por toda la isla. Los gritos de los sacrificios humanos resonaban con fuerza, ahogando el silencio de la noche. Era una señal inconfundible: el ritual había comenzado.
Drex y Tatiana, ocultos en las sombras de la cueva donde se habían refugiado durante todo el día, sabían que este era el momento que habían estado esperando. La paciencia ya no tenía lugar. El peligro estaba cerca, y con cada segundo que pasaba, más vidas inocentes eran arrebatadas en nombre del demonio que los sectarios adoraban.
—Innocentes vitae ad sacrificium tradantur! —gritaban algunos de los fanáticos en latín, mientras los rezos se alzaban cada vez más fuertes.
Tatiana miró a Drex con una expresión grave. Sabía que él estaba luchando con sus propios demonios internos. El código moral de Drex le decía que aquellos que cazaba debían ser culpables de algún mal; los inocentes, como los que estaban siendo sacrificados en ese momento, no merecían morir. Pero aquí, en esta isla oscura, la línea entre lo justo y lo injusto se desdibujaba cruelmente.
—Es ahora o nunca —dijo Tatiana en un susurro—. Tenemos que movernos antes de que sea demasiado tarde.
Drex, que había estado en silencio, asintió. Pero en su mente, las voces de su conflicto interno resonaban tan fuertes como los gritos de los sacrificados. Él era un cazador, un asesino en muchos sentidos, pero siempre había seguido su propio código. Esta situación lo ponía en una posición incómoda. No eran criminales los que estaban cayendo; eran personas comunes, inocentes, atrapadas en las redes de una secta demoníaca.
El olor a sangre comenzó a llegar hasta ellos, avivando el instinto animal de Drex. Ese aroma espeso y metálico penetraba en sus sentidos como un veneno, y la bestia que vivía dentro de él, siempre hambrienta, comenzó a agitarse con fuerza.
—Tenemos que movernos ya —repitió Tatiana, sabiendo que Drex estaba luchando no solo contra la situación externa, sino también contra sus propios demonios internos.
Tatiana, siempre previsora, sabía que los sectarios pronto cortarían las comunicaciones. Decidió enviar una señal a sus unidades de Oricalco en la Isla de Pascua, aunque no hubiera dado la orden oficial para el ataque.
—Oricalco Unidades, aquí Tatiana. Muevan sus posiciones hacia la Isla Encanto. No esperen mi orden directa para atacar. Refuércenos tan pronto como puedan. —La voz de Tatiana era firme, pero en su interior sabía que el tiempo se les acababa.
El Conflicto de Drex.
A medida que avanzaban por los oscuros senderos de la isla, el olor a sangre se hacía más fuerte. Drex, en su forma humana, lo sentía con una intensidad abrumadora. Cada gota de sangre derramada en la isla llamaba a la bestia que vivía dentro de él, alimentando sus ansias y debilitando su control. Podía sentir cómo sus sentidos se agudizaban, cómo su piel se tensaba, y cómo la transformación comenzaba a latir bajo su piel.
—Drex, mantente enfocado —advirtió Tatiana, notando la tensión en su compañero.
—Lo estoy intentando —respondió él, con los dientes apretados—. Pero este lugar… es diferente. No puedo ignorar lo que está sucediendo aquí. Estas personas no merecen morir. No puedo cazar a inocentes.
Tatiana comprendía perfectamente el dilema de Drex. Pero sabía que en esta misión no había tiempo para dudas morales. El demonio debía ser detenido, y el pilar recuperado, sin importar el costo.
—Nadie aquí merece esto —dijo Tatiana con una frialdad controlada—. Pero si no actuamos rápido, habrá más sacrificios. Debemos cumplir nuestra misión.
Los gritos en latín continuaban resonando por toda la isla. Los fanáticos religiosos, profundamente adoctrinados por sus creencias, parecían haber abandonado cualquier rastro de humanidad. Para ellos, el demonio era su salvación, y los sacrificios, su única forma de obtener su favor.
—Vita pro vita, sanguis pro sanguine! —gritaban mientras las víctimas eran arrastradas hacia los altares improvisados.
Drex cerró los ojos por un momento, luchando por mantener el control. Cada grito de dolor que escuchaba avivaba más la sed de sangre de la bestia dentro de él. Era como si la isla misma estuviera jugando con sus instintos, empujándolo cada vez más cerca del borde.
La sangre, el miedo, la desesperación… todo era combustible para el monstruo que Drex había pasado años controlando.
—Tengo que mantenerme firme —murmuró Drex para sí mismo.
Tatiana lo miró de reojo. Sabía que Drex estaba en una lucha interna, y lo último que quería era que se transformara de manera descontrolada y terminara convirtiéndose en un devorado. Ya habían pasado por situaciones similares antes, pero esta vez era diferente. La isla, con su poder oscuro y corrupto, estaba despertando los peores instintos de Drex.
—Drex, si sientes que no puedes más, me lo dices. No quiero que esto te consuma.
—No te preocupes —respondió Drex con una media sonrisa, intentando calmarla—. No caeré esta vez.
Pero ambos sabían que la isla estaba haciendo todo lo posible para romper esa promesa.
El Lenguaje de los Sectarios.
Los rezos y cánticos en latín llenaban el aire de manera casi hipnótica. Las voces de los sectarios, con sus túnicas negras y ojos vacíos, se mezclaban en un coro perturbador que parecía resonar desde las mismas entrañas de la tierra.
—In nomine antiquorum daemonum, nos tradimus vitae! —gritaban los fanáticos mientras realizaban los rituales.
Tatiana y Drex se mantuvieron ocultos entre las sombras, observando cómo el ritual continuaba. Los sectarios, profundamente inmersos en sus creencias paganas, parecían haber entregado completamente sus mentes y cuerpos al demonio. Ya no eran seres humanos con voluntad propia; eran marionetas de una entidad oscura que los utilizaba para su propio beneficio.
—Hostias daemonis accipimus! —continuaban los cánticos.
El demonio que los controlaba había tomado posesión de sus mentes hacía mucho tiempo. Ahora, los utilizaba como herramientas para alimentarse y ganar más poder. Los fanáticos no tenían conciencia de lo que realmente estaban haciendo; para ellos, era un deber sagrado, una misión divina. Y mientras más almas sacrificaban, más fuerte se hacía el demonio que dormía en las profundidades de la isla.
Drex apretó los puños con fuerza, luchando contra la creciente presión que sentía en su interior. El olor a sangre, mezclado con el poder oscuro del demonio, lo estaba empujando hacia el borde. Sabía que, si no mantenía el control, podría perderse para siempre.
—Sanguis daemonis… —comenzaron a recitar los sectarios una y otra vez, como un mantra hipnótico.
Tatiana notó el cambio en la respiración de Drex, cómo su cuerpo se tensaba y sus ojos comenzaban a brillar con un matiz dorado, señal de que la transformación estaba cerca. Sabía que debía mantenerlo enfocado.
—Drex —dijo suavemente—. No dejes que te controlen. Estás por encima de ellos.
Drex respiró hondo, intentando recuperar la compostura.
—Estoy bien —respondió, aunque su voz traicionaba la lucha interna que estaba librando.
Pero antes de que pudieran continuar su camino, un crujido de ramas rompió el silencio entre ellos.
Encuentro con los Sectarios.
El sonido de pasos acercándose alertó a Tatiana y Drex. Ambos se detuvieron, sus sentidos agudizados, sabiendo que no estaban solos. Los sectarios los habían descubierto.
De las sombras, un grupo de sectarios emergió, sus ojos brillando con una luz oscura y fanática. No parecían sorprendidos de ver a Drex y Tatiana. De hecho, parecía como si ya supieran que estaban allí.
—Hostes daemonis! —gritó uno de los sectarios, apuntándolos con un dedo esquelético—. Non permittam vos interrumpere sacrificium!
El ambiente se volvió tenso en un instante. Los sectarios comenzaron a rodearlos lentamente, recitando más frases en latín, sus voces llenas de fervor.
Drex y Tatiana sabían que no podían evitar el enfrentamiento.
—No tenemos elección —murmuró Drex, sus ojos centelleando con el poder de la bestia que luchaba por salir.
Tatiana asintió, sacando sus armas con calma.
El combate estaba a punto de comenzar.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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