Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 83.

Los Secretos de María y el Plan de Vambertoken.

Drex caminaba rápidamente por los pasillos oscuros de la nueva sede de Oricalco en la aldea de Auxplex, su mente revuelta con lo que Fabián le había confesado. Las palabras de Fabián seguían resonando en su cabeza, como un eco inquietante. La posibilidad de que un demonio pudiera estar involucrado en las sesiones con María era alarmante, pero lo que Drex sospechaba ahora era mucho más complicado.

Sabía que algo no cuadraba, y solo una persona podía confirmarle lo que temía: María.

La conocía desde hacía demasiado tiempo, y había visto su clarividencia manifestarse en ocasiones inusuales. Sabía que ella, con sus dones, debía ser consciente de que Drex la estaba buscando, e intuía que estaba intentando evadirlo. Pero Drex también sabía que, a pesar de su habilidad para esconderse, él podría encontrarla. Su relación se remontaba a años atrás, y aunque María había cambiado mucho, no podía ocultar su esencia de él.

A medida que recorría el pasillo, sus pasos se aceleraron. No podía permitir que esta situación se prolongara más. Fabián estaba en peligro, y si María realmente estaba manipulándolo, no podía quedarse de brazos cruzados.

Finalmente, Drex la encontró en una pequeña habitación lateral. La puerta estaba entreabierta, y María estaba de pie frente a una ventana, observando el desierto de Nazca más allá. Cuando Drex entró, ella ni siquiera se volteó. Sabía que él estaba allí.

—¿Por qué lo haces, María? —preguntó Drex, su voz cargada de preocupación y algo de decepción.

María suspiró, pero no se volvió para enfrentarlo.

—No sé de qué hablas, Drex —respondió, su tono calculado, pero con una leve grieta que delataba sus emociones.

Drex avanzó hasta quedar justo detrás de ella. Su presencia era intimidante, pero también familiar. Sabía que, si María intentaba mentirle, él lo sabría de inmediato.

—Fabián me contó todo —dijo Drex—. No recuerda nada de las sesiones, está agotado después de cada una… y siente que hay algo oscuro apoderándose de él.

Finalmente, María se giró para enfrentarlo. Su rostro, normalmente sereno, ahora mostraba un rastro de tensión. Pero sus ojos, esos ojos siempre tan tranquilos, estaban llenos de una emoción que Drex no había visto en ella en años: culpa.

—Lo que le pasa a Fabián no tiene que ver con un demonio, Drex —dijo María con voz quebrada—. Soy yo. Soy yo quien lo está hechizando.

Drex se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que acababa de escuchar. Lo había sospechado, pero escucharlo de los labios de María lo hizo aún más real. Sabía que María tenía un lado oscuro, uno que había luchado por dejar atrás, pero que de alguna manera había vuelto a la superficie.

—¿Por qué lo haces? —preguntó Drex, con voz suave pero llena de angustia.

María apartó la mirada, incapaz de sostener la mirada de Drex por mucho tiempo. Sabía que su pecado era grande.

—Fabián… es diferente —dijo ella, su voz temblando—. Al principio, todo fue normal, las sesiones eran solo espirituales. Pero luego… me di cuenta de que lo amaba. Y no podía soportar la idea de que él no sintiera lo mismo por mí. Entonces… hice lo que siempre he hecho cuando me he sentido así. Lo he hechizado para que no recuerde nada, para que esté a mi lado, aunque sea de una forma falsa.

Drex la miró, incrédulo. Sabía que María había luchado con estos impulsos en el pasado, pero creía que lo había superado. Había pensado que se había redimido de ese oscuro patrón.

—María… ¿cómo pudiste caer en esto de nuevo? —dijo Drex, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia—. Pensé que te habías recuperado, que habías dejado todo eso atrás.

María rompió en llanto, las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras se cubría el rostro con las manos.

—¡Lo intenté, Drex! Lo intenté con todas mis fuerzas, pero no pude evitarlo. Cuando Fabián y yo comenzamos a trabajar juntos, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo, y no pude controlarlo. Sé que está mal, sé que lo estoy lastimando, pero no puedo parar.

Drex cerró los ojos, recordando el nombre que no había pronunciado en mucho tiempo, el nombre que siempre había estado asociado a los errores más grandes de María.

—Sebastián —dijo Drex con un tono grave.

El nombre tuvo un efecto inmediato en María. Al escucharlo, se derrumbó por completo, cayendo de rodillas al suelo. Sebastián había sido la primera víctima de sus hechizos, un hombre al que María había manipulado emocional y espiritualmente, llevándolo al borde de la locura. Era un nombre que representaba su mayor fracaso y el inicio de su caída.

—Lo sé… lo sé… —dijo María entre sollozos—. Sebastián fue mi error más grande. Y ahora estoy cometiendo el mismo error con Fabián. Soy débil, Drex. No puedo evitarlo.

Drex se agachó frente a ella, su expresión endurecida pero también llena de compasión. María siempre había sido su amiga, pero no podía permitir que continuara lastimando a Fabián de esta manera.

—Tienes que detener esto, María. Tienes que liberar a Fabián antes de que sea demasiado tarde —dijo Drex, su tono firme.

María asintió débilmente, sus lágrimas aún cayendo.

—Lo haré… lo haré, Drex. Lo prometo.

Justo cuando Drex estaba por decir algo más, la puerta se abrió de golpe y ambos se sobresaltaron.

Vambertoken entró con una energía que irradiaba júbilo y emoción. Sus ojos brillaban, y era evidente que algo grande estaba a punto de suceder.

—¡Ah, Drex! María —dijo Vambertoken, sin notar la tensión en el aire—. Perdón por interrumpir, pero las buenas noticias no pueden esperar. El traductor ha llegado. Mi plan está a punto de convertirse en realidad.

Drex se levantó rápidamente, recuperando la compostura, mientras María, aún visiblemente afectada, intentaba recomponerse.

Vambertoken no perdió tiempo y comenzó a explicar.

—La Muerte Plata ha logrado obtener acceso al mapa en el disco lunar. Han encontrado una de las ubicaciones para entrar a Paititi, la ciudad perdida. Mi deber como Archiconde de Purga es detenerlos. Paititi debe ser protegida, y América debe ser purgada de la Muerte Plata y sus planes. Pero… ahora todo está en su lugar.

Los ojos de los presentes se movieron con inquietud. Todos sabían que este momento había sido cuidadosamente orquestado por el vampiro. Lo que debería ser una misión para detener a la Muerte Plata, en realidad, parecía ser la culminación de una treta que Vambertoken había estado preparando desde hacía mucho tiempo. La oportunidad de entrar a Paititi, la mítica ciudad perdida, ahora estaba al alcance de su mano.

Incluso Julián, que siempre había sido un seguidor fiel de las órdenes de Oricalco, no podía evitar sentirse perturbado. Sabía que Vambertoken tenía sus propios intereses, y este plan era probablemente una forma de satisfacerlos. Con una mezcla de resignación y responsabilidad, se volvió hacia Fabián.

—Fabián —dijo Julián, en tono solemne—. Antes de que todo esto comience, quiero que me hagas una confesión.

El simbolismo del acto era fuerte. Julián, quien había sido el maestro de Fabián en sus primeros días, ahora le pedía a su aprendiz que lo confesara, una inversión de roles que cargaba un peso profundo.

Fabián, aunque desconcertado, asintió. Sabía que algo grande estaba por ocurrir, y no podía negarle ese gesto a su maestro.

El Traductor y el Plan de Vambertoken.

La reunión terminó abruptamente cuando Vambertoken solicitó a Tatiana la caja misteriosa que ella y Drex habían traído desde la Isla de Pascua. La había guardado celosamente desde su llegada, sin saber su contenido, pero sabiendo que su importancia era crítica para la operación. Tatiana se la entregó a Vambertoken, quien la sostuvo con una sonrisa satisfecha.

—Drex —dijo el vampiro—. Me acompañarás mientras nos reunimos con el traductor. Lleva la caja contigo.

Drex asintió y tomó la caja con cuidado. Mientras caminaban por los pasillos hacia la sala donde los esperaba el traductor, Drex no pudo evitar hacer una pregunta que había estado en su mente desde su estancia en la Isla de Pascua.

—¿Sabías que Alexia estaría en el templo? —preguntó Drex, su tono curioso pero cauteloso.

Vambertoken lo miró de reojo y sonrió con una picardía inconfundible.

—Oh, fue una extraña coincidencia que Alexia estuviera en el templo. Pero espero que hayas disfrutado del reencuentro —dijo Vambertoken con tono irónico, como si supiera mucho más de lo que estaba dispuesto a compartir.

Drex apretó la mandíbula, sabiendo que la presencia de Alexia no había sido casual. Todo lo que Vambertoken hacía tenía un propósito calculado. Pero Drex no se dejaría manipular tan fácilmente. Mientras caminaban, el vampiro bajó la voz, el tono de la conversación volviéndose más serio.

—Drex, ya basta de rodeos —dijo Vambertoken, su voz resonando con autoridad—. Sabes lo que quiero. Te quiero a ti y a Tatiana bajo mi control, completamente a mi disposición. Quiero que cumplan mis órdenes, sin dudar, sin hacer preguntas.

Drex lo miró de reojo, sorprendido por la franqueza de las palabras de Vambertoken.

—¿Y qué pasa si nos negamos? —preguntó Drex, su tono neutral, aunque con una pizca de desafío.

Vambertoken se detuvo y se volvió hacia él, sus ojos fríos pero calculadores.

—No te conviene negarte, Drex —dijo el vampiro con una calma que ocultaba una amenaza—. No me importa la relación que tienes con Tatiana. De hecho, la apoyo. Pero a cambio de mi discreción, quiero tu lealtad absoluta. Y créeme, puedo hacer que todo lo que has construido con ella desaparezca en un instante si lo deseo.

El peso de las palabras de Vambertoken cayó sobre Drex como una losa. Sabía que el vampiro tenía los recursos y el poder para hacer exactamente lo que prometía. Mantener su relación con Tatiana era su prioridad, pero eso significaba aceptar el control del vampiro.

—No soy un títere, Vambertoken —respondió Drex, sus ojos fijos en los del vampiro—. Pero tampoco soy tonto. Si lo que ofreces me garantiza la seguridad de Tatiana y lo que tenemos, no tengo problemas en cumplir con tu voluntad… mientras nuestros intereses coincidan.

Vambertoken asintió, satisfecho con la respuesta. Sabía que Drex no era alguien fácil de manipular, pero también sabía que todos tenían un punto de quiebre, y Tatiana era el de Drex.

—Bien. Entonces podemos considerarlo un trato —dijo Vambertoken, sonriendo—. Mientras me sirvas, cuidaré de ti y de Tatiana. Pero si alguna vez decides traicionarme, ya sabes lo que puede ocurrir.

Antes de que Drex pudiera responder, la conversación fue interrumpida por la llegada de dos agentes de Oricalco, quienes escoltaban al traductor de lenguas muertas precolombinas del Vaticano. El hombre, de aspecto anciano, pero con ojos vivaces, llevaba consigo un aire de importancia. Al verlo, Vambertoken se inclinó ligeramente, mostrando un respeto inusual.

—Ah, finalmente —exclamó Vambertoken, su tono volviéndose más solemne—. Maestro Pizarro, es un honor tenerlo aquí.

El traductor, conocido por sus vastos conocimientos en lenguas perdidas, asintió en respuesta, aunque su expresión era fría y reservada. Había algo en su presencia que indicaba que no estaba allí por voluntad propia, sino por un deber impuesto por el Vaticano.

Vambertoken le indicó a Drex que llevara la caja mientras se acercaban al traductor.

—Espero que tu viaje haya sido cómodo —dijo Vambertoken, manteniendo su tono cortés, aunque su emoción por lo que estaba a punto de ocurrir era evidente.

El traductor, sin embargo, permaneció impasible.

—Estoy aquí para cumplir con mi deber, Archiconde. Nada más —respondió Pizarro con voz firme.

Vambertoken sonrió de nuevo, ignorando la frialdad en las palabras del traductor.

—Eso es todo lo que pido, maestro Pizarro. Nada más.

Mientras se dirigían al centro de la aldea, donde se llevaría a cabo el siguiente paso en el plan de Vambertoken, el vampiro se volvió hacia Drex una vez más.

—Piensa bien en lo que quieres para tu futuro, Drex. A veces, el poder y la estabilidad son más importantes que la libertad. Te ofrezco ambas, si te comprometes conmigo.

Drex guardó silencio mientras lo acompañaba, llevando la caja misteriosa con él. Sabía que las decisiones que tomara en los próximos días cambiarían el rumbo de su vida, y posiblemente, la de todos a su alrededor.

El Ritual y la Caja.

Al llegar al lugar destinado, una estructura de piedra que parecía haber sido construida siglos atrás, Pizarro observó el altar frente a él y las antiguas inscripciones que adornaban las paredes. Vambertoken indicó a Drex que colocara la caja sobre el altar.

Drex lo hizo, sintiendo el peso no solo físico sino simbólico del objeto que estaba a punto de ser revelado. Pizarro comenzó a leer las inscripciones en voz baja, y mientras lo hacía, Vambertoken permanecía expectante, con la mirada fija en el traductor y la caja.

—Este lugar… —murmuró Pizarro mientras sus dedos tocaban las inscripciones—. Estas inscripciones son más antiguas de lo que pensaba. Son de una lengua muerta, incluso antes de los incas.

El traductor continuó su trabajo, desentrañando las palabras mientras Vambertoken permanecía en silencio, conteniendo su júbilo. Drex, por su parte, no podía dejar de pensar en la conversación anterior. El futuro que le ofrecía Vambertoken era tentador, pero también era una cadena que lo ataría para siempre.

Cuando Pizarro terminó de leer, se volvió hacia Vambertoken con una mezcla de respeto y cautela.

—Lo que está aquí es peligroso, Archiconde. Si decides seguir adelante, debes saber que no habrá vuelta atrás.

Vambertoken esbozó una sonrisa satisfecha y asintió.

—Estoy dispuesto a asumir ese riesgo.

Pizarro, con un suspiro, abrió lentamente la caja. Dentro, un objeto de apariencia antigua y desgastada yacía, envuelto en pergaminos y símbolos que Drex no reconocía. Era un artefacto precolombino, uno que contenía un poder que pocos entenderían, pero que Vambertoken ansiaba tener en sus manos.

La llama de la ambición brillaba en los ojos del vampiro mientras se acercaba al artefacto.

—Este es el comienzo —dijo Vambertoken, susurrando casi para sí mismo—. El comienzo de algo mucho más grande de lo que todos aquí pueden imaginar.

Drex observaba en silencio, sabiendo que las piezas del plan de Vambertoken estaban comenzando a caer en su lugar. Ahora, solo quedaba decidir si estaba dispuesto a convertirse en una de esas piezas… o encontrar una forma de librarse de ellas antes de que fuera demasiado tarde.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.