El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 79.
El Encargo Secreto.
Los días que siguieron al asalto en la sede de La Muerte Plata en la Patagonia fueron sombríos y silenciosos. Las fuerzas del Archiconde de Purga estaban gravemente mermadas; muchos agentes de Oricalco habían caído o quedado gravemente heridos en la batalla. Entre los sobrevivientes, Fabián y Óscar se encontraban en una situación crítica, siendo atendidos en la sede mientras sus cuerpos luchaban por sanar. La tensión era palpable, pero también había una sensación de agotamiento general. No quedaba más remedio que esperar.
El Archiconde decidió hacer una pausa en las operaciones de purga, al menos hasta conseguir nuevos efectivos y reforzar las filas de Oricalco. También aguardaba la llegada del traductor precolombino del Vaticano, que sería esencial para la próxima misión en Pisaac con el disco lunar. El equipo principal estaba fuera de combate temporalmente, y las pocas fuerzas restantes no podían asumir nuevas misiones de gran envergadura sin arriesgarlo todo.
María, fiel a su estilo, se mantenía en las sombras, pero visitaba con frecuencia a Fabián y Óscar durante su recuperación. Era discreta en su presencia, siempre atenta a cualquier cambio en sus estados, manteniendo la calma y proyectando una energía sanadora. Tatiana, aunque agotada por las semanas de batalla, se mantenía alerta, sabiendo que la paz que disfrutaban ahora era solo temporal.
Mientras tanto, Drex no encontraba consuelo. Su naturaleza licántropa le impedía quedarse quieto por demasiado tiempo. La batalla con el demonio mayor lo había agotado física y mentalmente, pero algo más profundo dentro de él lo inquietaba. Era el instinto, la llamada de la cacería que lo empujaba a moverse, a saciar la bestia que llevaba dentro.
Drex Necesita Cazar.
—Necesito salir de cacería —le dijo Drex a Tatiana una noche, cuando el peso de la calma forzada se volvía insoportable.
Tatiana lo miró con comprensión, pero también con preocupación. Sabía lo que la cacería significaba para Drex, y aunque solía acompañarlo para asegurarse de que todo saliera bien, esta vez decidió no hacerlo.
—Vas solo —dijo Tatiana con voz suave pero firme—. Esta vez, confío en que lo manejarás bien. Solo… ten cuidado. No podemos permitirnos más bajas.
Drex asintió, aunque sintió una punzada de nostalgia y soledad. Estaba acostumbrado a tener a Tatiana a su lado en las misiones, pero entendía que a veces, la cacería debía ser algo personal. Con un último beso, Drex salió de la sede y se dirigió hacia Córdoba, una ciudad que conocía bien, pero que también le traía recuerdos dolorosos.
Córdoba y el Recuerdo de Carolina.
Llegar a Córdoba fue como abrir una herida que nunca había sanado del todo. Drex y Carolina, su amor perdido, habían estado en esta ciudad pocos días antes de su muerte. La visitaron en busca de respuestas, pero solo encontraron tragedia. Ahora, Drex, solo y nostálgico, caminaba por las calles empedradas de Córdoba, hasta que se encontró frente a una iglesia.
Esta iglesia, con su arquitectura antigua y sus vidrieras coloridas, era un lugar que había visitado con Carolina. Recordaba los momentos en que discutieron sobre el futuro, sobre las misiones que aún les quedaban por enfrentar juntos. Pero esos días habían quedado atrás, y ahora todo lo que quedaba eran recuerdos y la insaciable sed de venganza que lo había llevado a convertirse en lo que era.
Frente a la iglesia, Drex se detuvo, observando las puertas cerradas. Las luces dentro brillaban débilmente, pero algo en el aire le indicó que no estaba solo.
El Encuentro con los Asaltantes.
De repente, dos figuras emergieron de las sombras. Eran jóvenes, apenas adultos, pero sus intenciones eran claras. Llevaban navajas en las manos, y sus ojos brillaban con la codicia propia de quienes buscan dinero fácil.
—Dame todo lo que tienes —dijo uno de ellos, con una sonrisa cruel mientras balanceaba la navaja en el aire.
Drex los observó en silencio. En otras circunstancias, podría haberles dado una oportunidad de escapar, de repensar sus acciones. Pero la bestia dentro de él rugía, hambrienta, y después de días de contenerse, sabía que necesitaba alimentarse.
Los jóvenes no sabían con quién se estaban metiendo.
Con una velocidad y fuerza inhumana, Drex se lanzó sobre ellos. El primer chico apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que las garras de Drex se hundieran en su cuello, cortando su grito antes de que pudiera formarse. El segundo intentó correr, pero Drex estaba sobre él en un segundo, inmovilizando su cuerpo contra el suelo de piedra.
—No deberías haberme atacado —murmuró Drex mientras se inclinaba hacia él.
En cuestión de segundos, la cacería terminó. Drex se alimentó de ambos, saciando la sed de su naturaleza licántropa. La sangre caliente le dio una sensación de alivio y poder, pero también una profunda tristeza. Era un ciclo que nunca terminaría, una maldición que lo seguiría hasta el final de sus días.
Limpiar las Evidencias.
Después de saciarse, Drex sabía que no podía cometer errores. No podía dejar rastros, no podía permitirse que nadie descubriera lo que había hecho. Rápidamente, limpió todas las evidencias de la cacería. Ocultó los cuerpos en un lugar oscuro, lejos de las miradas curiosas, y se aseguró de que no quedara nada que pudiera delatarlo.
La sangre en sus manos desapareció con el agua bendita que llevaba consigo, y cuando terminó, el lugar estaba tan limpio como antes de su llegada. Nadie sospecharía lo que había ocurrido.
La Llamada de Vambertoken.
Cuando Drex estaba a punto de dejar Córdoba y regresar a la sede, su teléfono vibró en su bolsillo. Era una llamada de Vambertoken.
Drex frunció el ceño. No esperaba una llamada del vampiro en este momento, pero si lo llamaba, significaba que algo importante estaba en marcha.
—Drex —la voz profunda y calmada de Vambertoken resonó en el auricular—, tengo una misión para ti. Pero es algo… delicado. No debe llegar al consejo de purga ni al Consejo Latinoamericano de Vampiros. Ni siquiera al consejo de ancianos vampíricos, donde están mis padres.
Drex se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Vambertoken acababa de decir. Era raro que el vampiro pidiera algo así, especialmente sin la aprobación de las autoridades más altas. Pero al mismo tiempo, Drex sabía que Vambertoken siempre tenía motivos ocultos, y si lo estaba llamando, debía ser algo importante.
—¿De qué se trata? —preguntó Drex, con tono serio.
Vambertoken hizo una pausa antes de responder.
—Hay un objeto en particular que necesito recuperar. Está en la Isla de Pascua, pero no es una misión oficial. No puede saberse. No quiero que Julián lo sepa, ni que nadie lo informe al consejo. Es una misión para ti… y Tatiana. Quiero que vayas con ella a la Isla de Pascua, recuperes este objeto, y regreses a la sede en la Patagonia sin que nadie se entere.
Drex sintió una mezcla de curiosidad y desconfianza. La Isla de Pascua era un lugar remoto y lleno de misterios, y si Vambertoken quería mantener la misión en secreto, significaba que lo que estaban buscando era algo valioso… y peligroso.
—Acepto —respondió Drex después de una breve pausa—, pero necesitaré hablar con Tatiana primero.
—Por supuesto —respondió Vambertoken—. Hazlo rápido. No tenemos mucho tiempo.
El Encuentro con Tatiana.
Después de colgar la llamada, Drex se dirigió de vuelta a la sede de purga en la Patagonia. El viaje fue rápido, pero su mente estaba llena de pensamientos sobre la misión que acababa de aceptar. Sabía que Tatiana no sería fácil de convencer, especialmente porque esta misión no estaba autorizada, y ella siempre valoraba la transparencia y el trabajo en equipo.
Cuando llegó a la sede, encontró a Tatiana en una de las habitaciones de planificación, revisando los informes sobre las últimas bajas de Oricalco. Su rostro estaba serio, pero su energía era imparable, como siempre.
—Necesito hablar contigo —dijo Drex mientras cerraba la puerta tras de sí.
Tatiana levantó la mirada, notando la urgencia en su voz.
—¿Qué sucede? —preguntó, dejando los informes a un lado.
Drex respiró profundamente, sabiendo que tendría que elegir bien sus palabras.
—Vambertoken me llamó. Quiere que vayamos a la Isla de Pascua. Hay un objeto que necesita recuperar, pero es una misión que debe quedar fuera del radar. Nadie más debe saberlo, ni el Consejo de Purga, ni el Consejo Latinoamericano de Vampiros. Ni siquiera Julián.
Tatiana lo miró con desconfianza. Sabía que Vambertoken era un aliado poderoso, pero también era un vampiro con sus propios intereses, y cualquier misión que involucrara secretos de ese calibre significaba que había algo más en juego.
—¿Y por qué tú? —preguntó Tatiana, su voz fría y calculadora como siempre. Era su naturaleza analizar cada situación desde todos los ángulos antes de tomar una decisión.
Drex la miró fijamente, comprendiendo la gravedad de la misión y lo que implicaba para ellos. Sabía que Tatiana desconfiaría de una misión que no fuera autorizada por los superiores, pero también sabía que su relación con Vambertoken era lo suficientemente sólida como para aceptar algo fuera de las normas.
—Porque sabe que podemos hacerlo sin levantar sospechas —respondió Drex—. No es solo el objeto, Tatiana. Es lo que representa. Si alguien más se entera, podría generar un conflicto no solo con el Consejo de Vampiros, sino también con Oricalco. Vambertoken no quiere que esto llegue a oídos de los más altos rangos.
Tatiana cruzó los brazos, pensativa. Sus instintos le decían que no debía confiar en misiones en las sombras, pero también sabía que Drex no la pondría en peligro innecesariamente. Además, si Vambertoken estaba dispuesto a arriesgar tanto para ocultar esta misión, debía ser algo de gran valor.
—¿Qué objeto es? —preguntó Tatiana, queriendo más detalles antes de tomar una decisión.
—No me dio muchos detalles, solo que está en la Isla de Pascua y que no debe caer en manos equivocadas. Al parecer, el consejo de ancianos vampíricos ni siquiera sabe de su existencia —respondió Drex, su tono serio y enfocado.
Tatiana caminó hacia la ventana, observando el paisaje nevado de la Patagonia a lo lejos. Sabía que Drex era el mejor en lo que hacía, y confiaba en él. Pero la naturaleza secreta de esta misión la ponía en alerta. Después de unos segundos de silencio, se giró hacia él.
—Si aceptamos esta misión, será bajo nuestras condiciones. Necesitamos estar preparados para cualquier cosa —dijo Tatiana, con la mirada firme.
Drex asintió. Sabía que ella nunca aceptaría algo así sin tener el control de la situación, y lo entendía perfectamente. Esta misión, aunque envuelta en sombras, no solo afectaba a Vambertoken, sino a ellos también.
—Lo sé —respondió Drex—. No haremos nada sin tener todos los detalles claros.
Tatiana respiró hondo, asintiendo finalmente. Sabía que esta misión podría traer complicaciones, pero confiaba en que ella y Drex serían capaces de manejarlo.
—Hablemos con Vambertoken de nuevo. Necesitamos más información antes de ir a la Isla de Pascua —dijo Tatiana, tomando una decisión.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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