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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 77.

El Demonio Mayor.

El túnel estaba en silencio tras la caída de los nigromantes, pero esa calma era apenas un respiro antes de lo que vendría. Tatiana lo sabía, Drex también, y aunque el equipo de purga había resistido el embate inicial, el verdadero horror aún no había hecho su aparición. El cuerpo del Kermode yacía en el suelo, sus extremidades deformadas por el poder oscuro que había manejado en vida. Pero ese no era el fin; era solo el principio.

Tatiana se adelantó, su mirada fija en el cadáver. Algo en el ambiente se sentía mal, como si el aire mismo vibrara con una energía oscura. Los túneles, que ya eran opresivos, se volvían aún más claustrofóbicos, y una ligera brisa comenzó a fluir, aunque no había ninguna salida cercana.

—Aquí viene —murmuró Drex, aún en su forma humana, su respiración agitada después de la brutal batalla anterior. Sabía que lo que venía no era una simple invocación o maldición. Lo sentía en su sangre.

Tatiana asintió, sacando rápidamente su comunicador para ponerse en contacto con los otros equipos de Oricalco. Antes de que algo peor ocurriera, necesitaban asegurarse de que los agentes de Ragnarok no escaparan sin antes causar más caos.

—Tatiana a todos los equipos, distribúyanse en las otras líneas de túneles. Tenemos que interceptar a Ragnarok. No podemos dejar que se escapen —ordenó con voz firme, pero su mente no podía dejar de centrarse en lo que estaba a punto de desatarse frente a ellos.

Mientras Tatiana daba las órdenes, Fabián se adelantó, su mirada fija en el cadáver del Kermode. Sabía que algo estaba sucediendo, algo que la fe le había advertido en el pasado, en sus estudios de demonología y exorcismo. Sacó su Biblia, con el crucifijo en la otra mano, y comenzó a recitar en voz baja.

—”El Señor Dios dijo al demonio: ‘Sal de esta carne, no te pertenecerá más. El poder de la luz te destierra, el poder del Creador te dispersa.'”

La voz de Fabián resonó en el túnel, y el aire a su alrededor pareció vibrar con cada palabra sagrada que pronunciaba. Era como si el túnel mismo reaccionara al poder que estaba invocando.

Pero justo cuando las palabras de Fabián llenaban el espacio, un goteo oscuro empezó a emanar del cadáver del Kermode. Primero, una sola gota de sangre negra cayó al suelo, pero luego, la carne del vampiro comenzó a retorcerse, y su sangre salió a borbotones, formando figuras en el aire. Las sombras comenzaron a moverse y cobrar forma. Fabián detuvo su rezo momentáneamente, y Drex se preparó para lo inevitable.

—¡Esto es malo! —gritó Oscar, que se había acercado a Fabián para brindarle protección. Sabía que si Fabián iba a enfrentarse a lo que estaba por surgir, necesitaría a alguien cubriéndole las espaldas.

De la sangre del Kermode, una figura comenzó a emerger, retorciéndose mientras los fluidos oscuros se agrupaban en una forma humanoide. Pero no era humano. No del todo. Sus ojos brillaban como carbones encendidos, y su cuerpo, cubierto de runas y símbolos arcanos, despedía un aura de poder puro. El demonio mayor había sido invocado, y su presencia llenó el túnel de una oscuridad tangible, como si la luz misma hubiera sido desterrada.

El Demonio Mayor.

Con un rugido que sacudió el aire, el demonio extendió sus brazos, y sombras y espíritus comenzaron a surgir del suelo. La tierra misma parecía responder a su llamada, liberando hordas de demonios menores y espectros que flotaban a su alrededor, listos para atacar.

—¡Prepárense! —gritó Tatiana—. Esto va a ser más difícil de lo que pensamos.

Drex, sabiendo que la única manera de combatir a este ser sería con todo lo que tenía, comenzó a concentrarse. Había usado la poción del alquimista para su primera transformación, pero aún le quedaba su propia transformación. Esta vez, el licántropo no sería suficiente; necesitaría todo su poder.

Oscar, mientras tanto, se posicionó frente a Fabián, listo para repeler cualquier ataque que se acercara al sacerdote guerrero. Sabía que Fabián era su mejor arma contra el demonio, y no permitiría que nada lo distrajera mientras invocaba sus cánticos sagrados.

Fabián, sintiendo el poder del demonio frente a él, abrió su Biblia con más determinación, su voz más fuerte, resonando con la fe que lo había guiado toda su vida.

—”No temeré al mal, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me infunden aliento.” —recitó, y con cada palabra, un halo de luz comenzó a formarse alrededor de él.

El demonio mayor, sin embargo, no se quedaría quieto. Extendió una mano, y desde sus dedos, gruesas corrientes de sangre comenzaron a fluir, moviéndose como látigos en el aire, buscando atrapar a Fabián. Pero Oscar, rápido como un rayo, saltó hacia adelante, cortando las corrientes con sus dagas.

—¡Tú concéntrate en tus rezos, yo me encargaré de mantenerte a salvo! —gritó Oscar mientras deshacía los ataques del demonio.

El demonio rió, una risa que resonó en todos los rincones del túnel, mientras levantaba sus brazos una vez más. Esta vez, espectros y sombras emergieron a su alrededor, rodeando al equipo, atacando desde todos los ángulos.

—¡No tenemos tiempo para esto! —gruñó Drex, comenzando su transformación una vez más.

Sus músculos se hincharon, su piel se cubrió de pelaje oscuro, y sus ojos brillaron con la furia del licántropo. Con un rugido, Drex se lanzó hacia el demonio, sus garras extendidas, buscando herir a la criatura. Pero el demonio mayor no era un simple enemigo. Con un movimiento de su mano, conjuró un escudo de energía oscura que desvió el ataque de Drex, lanzándolo hacia atrás contra la pared del túnel.

Tatiana, mientras tanto, organizaba a los miembros de Oricalco que habían llegado. Sabía que, aunque el equipo había sufrido bajas, necesitaban mantener la formación si querían sobrevivir a este encuentro. Los agentes de Oricalco, entrenados para enfrentar lo sobrenatural, se dispersaron, atacando a las hordas de demonios menores y espectros que seguían apareciendo.

—¡Formen un perímetro! —gritó Tatiana—. ¡No dejen que nos rodeen!

El demonio mayor, viéndose rodeado, levantó una mano hacia el techo del túnel y murmuró palabras en un idioma olvidado. Las paredes comenzaron a temblar, y de las grietas surgieron más sombras, más demonios menores, criaturas hechas de pura oscuridad que se abalanzaban sobre los miembros de Oricalco.

Fabián, viendo que el poder del demonio estaba creciendo, redobló sus esfuerzos. Su voz resonaba con una intensidad que ninguno de los presentes había escuchado antes. Cada palabra sagrada que pronunciaba era como una lanza de luz que atravesaba la oscuridad.

—”¡Por el poder de la cruz, yo te destierro!” —gritó Fabián, y una explosión de energía sagrada envolvió al demonio.

El demonio mayor gruñó, retrocediendo momentáneamente mientras la luz lo quemaba. Pero no sería suficiente para derrotarlo. Con un gesto violento, el demonio lanzó una ráfaga de energía oscura hacia Fabián, buscando silenciarlo de una vez por todas.

Oscar, viendo el peligro, se interpuso entre el ataque y Fabián, bloqueando parte del impacto con sus dagas. El golpe lo lanzó al suelo, pero aún consciente, se levantó rápidamente, tambaleándose.

—¡No dejaré que te toque! —dijo Oscar, su voz cargada de determinación.

Fabián lo miró, con gratitud en sus ojos, pero sabiendo que el demonio no cedería fácilmente.

—Necesito más tiempo, Oscar —dijo Fabián—. Si puedo concentrar todo mi poder, puedo herirlo de verdad. Pero necesitas mantenerlo ocupado.

Oscar asintió, sabiendo que esta sería la batalla más difícil de su vida. Sin dudarlo, se lanzó hacia el demonio una vez más, sus dagas cortando el aire mientras evitaba los ataques de las sombras y los espíritus que seguían apareciendo.

Mientras tanto, Drex, aún en su forma licántropa, volvió a levantarse. Sabía que estaba llegando a su límite, pero no podía permitirse fallar. Esta criatura, este demonio, era como nada que había enfrentado antes. Su resistencia, su poder… todo en él superaba lo que podían manejar, pero Drex no retrocedería.

—Solo tenemos una oportunidad para esto —murmuró Drex para sí mismo.

Con una fuerza renovada, Drex corrió hacia el demonio una vez más. Sus garras chocaron contra el escudo oscuro del demonio, pero esta vez, la presión fue tan fuerte que comenzaron a aparecer grietas en el escudo.

—¡Vamos! —gritó Drex, mientras rompía la barrera del demonio con un rugido ensordecedor.

El demonio gruñó, sorprendido por la fuerza del licántropo. Pero antes de que pudiera reaccionar, Drex se lanzó sobre él, golpeándolo con una furia bestial. El demonio, aunque poderoso, fue empujado hacia atrás por la embestida de Drex, y por primera vez, su rostro mostraba algo de preocupación.

Tatiana, viendo que Drex había logrado atravesar la defensa del demonio, no perdió el tiempo. Con órdenes precisas, organizó a los miembros de Oricalco restantes, apuntando sus ataques hacia las sombras que aún rodeaban al demonio. Sabía que si mantenían la presión, podrían al menos debilitarlos lo suficiente para darles una oportunidad.

—¡No aflojen, mantengan la presión! —gritó Tatiana, mientras disparaba con precisión a los espectros que seguían apareciendo.

El combate se volvía cada vez más feroz. El demonio mayor, aunque herido, seguía siendo una fuerza imparable. Cada vez que parecía que estaban ganando terreno, el demonio desataba una nueva ola de ataques, invocando sombras y espíritus que mantenían al equipo a la defensiva. Los miembros de Oricalco caían uno tras otro, víctimas de las trampas del túnel y de las criaturas invocadas.

Fabián, en el centro de todo, seguía canalizando su poder. Sabía que estaba llegando al límite de lo que podía hacer, pero no podía permitirse fallar. Este demonio debía ser derrotado, o todo estaría perdido.

—”¡El Señor es mi luz y mi salvación, a quien temeré!” —gritó Fabián, su voz resonando con una fuerza inhumana.

Con esas palabras, una columna de luz descendió del techo del túnel, envolviendo al demonio mayor. La criatura gritó en agonía mientras la luz lo quemaba, pero aún no estaba derrotado. Con un último esfuerzo, el demonio lanzó una ola de magia oscura hacia Fabián, buscando acabar con el único que podía realmente herirlo.

Oscar, viendo el ataque, saltó hacia adelante una vez más, bloqueando el golpe con sus dagas. El impacto fue devastador, y Oscar fue lanzado contra la pared del túnel, inconsciente.

—¡Oscar! —gritó Tatiana, viendo a su compañero caer.

Fabián, al ver el sacrificio de Oscar, redobló sus esfuerzos. Su voz, cargada de una fe inquebrantable, resonó en todo el túnel mientras lanzaba el ataque final.

—”¡Por el poder de Dios, yo te destierro de este mundo!” —gritó Fabián, y una explosión de luz divina envolvió al demonio mayor, haciendo que la criatura se disolviera en la oscuridad de la que había surgido.

El túnel quedó en silencio una vez más. El demonio mayor había sido derrotado, pero el costo había sido alto. Fabián, exhausto, cayó de rodillas, respirando con dificultad. Tatiana, aún agitada, se acercó rápidamente a Drex, quien había vuelto a su forma humana, visiblemente agotado.

—¿Estás bien? —preguntó Tatiana, con preocupación.

Drex asintió lentamente, aunque su cuerpo estaba al borde de sus límites.

—Lo estaré —respondió, aunque su voz reflejaba el agotamiento de la batalla.

Tatiana respiró profundamente, observando a su alrededor. Sabía que, aunque habían sobrevivido, esta no era la última vez que enfrentarían algo tan oscuro. El enemigo aún estaba allá afuera, y sabían que solo se volvería más fuerte.

—Vamos, tenemos que reagruparnos —dijo Tatiana, ayudando a Drex a levantarse mientras observaba a Fabián y Oscar, agradecida por su valentía y sacrificio en esta batalla contra las fuerzas del mal.

El camino seguía lleno de sombras, pero por ahora, el equipo de Oricalco seguía en pie.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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