El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 75.
El Asalto a los Túneles Parte 1.
El viento soplaba con una frialdad cortante mientras Drex, Tatiana, y el equipo se acercaban a la entrada de la sede oculta bajo las sombras de la ciudad. La fachada apenas visible entre la niebla matinal era una trampa en sí misma, diseñada para que cualquier intruso cayera en las profundidades antes de alcanzar los verdaderos peligros. Tatiana, al frente de la operación, mantenía una compostura férrea, su mirada concentrada en cada detalle del terreno. Sabía que un solo paso en falso podía condenarlos a todos.
—Manténganse alertas —ordenó Tatiana en un susurro mientras bajaban por el pasadizo oculto. Sus ojos seguían cada sombra, buscando trampas escondidas entre las paredes.
Drex avanzaba justo detrás de ella, con su Chokuto asegurada a su lado y las dos 9mm en sus manos, cada una cargada con balas mixtas de mercurio y plata. Su entrenamiento le permitía disparar con una sola mano con precisión mortal, y en este entorno, donde el peligro podía surgir de cualquier rincón, no tenía margen para errores.
El primer tramo del túnel era silencioso, casi engañosamente tranquilo, pero Drex podía sentir la tensión en el aire. Sabía que La Muerte Plata no los dejaría avanzar sin algún tipo de resistencia, pero hasta el momento, parecía que preferían dejarlos entrar más profundamente. Era una estrategia astuta, lo sabía; dejar que los intrusos bajaran la guardia antes de desencadenar las verdaderas trampas.
—Aquí es donde comienzan las pruebas —murmuró Drex, sus instintos de cazador agudizándose.
Oscar, quien había estado caminando en la retaguardia, comenzó a moverse hacia el frente, su rostro endurecido con determinación. Desde su retorno, Oscar no había dejado de demostrar su lealtad al equipo, pero ahora, su deseo de redimirse era palpable. Con una actitud agresiva y ofensiva, avanzaba con más confianza de la que algunos creían prudente.
—Si nos quedamos en esta formación, solo seremos blanco fácil —gruñó Oscar, adelantándose—. Déjame encabezar esto. Puedo manejarlo.
Tatiana intercambió una mirada rápida con Drex. Aunque confiaba en el impulso de Oscar, sabía que cualquier error sería fatal. Aun así, asintió.
—Avanza, pero con cuidado —respondió, su tono afilado como una navaja—. No podemos permitirnos una sola baja aquí.
Oscar no necesitó más estímulo. Avanzó por el oscuro pasillo, esquivando las primeras trampas con una agilidad sorprendente. Los mecanismos ocultos se activaban a su paso: flechas disparadas desde las paredes, suelos que se abrían revelando pozos profundos, y cuchillas que aparecían desde los laterales. Sin embargo, el entrenamiento de Oscar había sido efectivo. Con movimientos precisos, lograba sortear cada trampa sin apenas un rasguño, lo que le permitió abrir el camino para el resto del equipo.
—Nada mal —murmuró Drex mientras seguía a Oscar, con su Chokuto lista para cualquier eventualidad.
Tatiana seguía manteniendo el control táctico, evaluando cada esquina, cada curva del túnel. Sabía que más adelante encontrarían la resistencia real: vampiros, brujas wiccas, nigromantes… todos esperándolos, preparados para defender la sede de La Muerte Plata.
—Nos estamos acercando —dijo Tatiana en un tono bajo pero firme—. Manténganse preparados. No sabemos cuándo empezarán los ataques, pero no estamos lejos de su nido.
El aire se volvió más denso mientras se adentraban más en el laberinto subterráneo. Las primeras señales de magia oscura comenzaron a hacerse evidentes: runas grabadas en las paredes, símbolos arcanos que Tatiana reconoció como sellos de protección. Estaban entrando en territorio protegido por brujas y nigromantes, y Drex pudo sentir cómo la energía oscura vibraba a su alrededor, aumentando con cada paso.
—Estos sellos no son solo para protección —murmuró María, quien caminaba detrás de Drex—. También actúan como alarmas. Saben que estamos aquí.
—Deberíamos esperar resistencia pronto —dijo Fabián, con una mano cerca de su crucifijo, listo para enfrentarse a cualquier criatura de oscuridad que apareciera.
Tatiana asintió, acelerando el paso. No podían permitirse titubeos. Si La Muerte Plata estaba alerta, necesitarían una ofensiva rápida antes de que la sede fuera completamente reforzada.
De repente, un clic resonó en el túnel. Drex reaccionó de inmediato, saltando hacia un lado mientras una serie de cuchillas se desplegaba desde el suelo. Con sus 9mm en mano, disparó hacia los mecanismos ocultos, desactivando una parte de la trampa antes de que pudiera causar más daño.
—Vamos —dijo Drex—. Esto solo va a empeorar.
Finalmente, llegaron a una gran sala abierta, iluminada tenuemente por antorchas en las paredes. Al fondo, un enorme portal oscuro daba la bienvenida al corazón de la sede de La Muerte Plata. Era allí donde se encontraba el grueso de los enemigos: al menos 50 vampiros de diferentes clanes, 20 brujas wiccas aprendices, 15 nigromantes, y los dos nigromantes expertos que dirigían las operaciones.
—Esto es solo el comienzo —dijo Tatiana, sus ojos recorriendo la sala—. Pero si estamos aquí, significa que están preparados para nosotros.
El primer grupo de enemigos apareció casi al instante. Una docena de vampiros surgió de las sombras, moviéndose con la velocidad propia de su raza. Drex se adelantó, disparando con una precisión letal mientras su Chokuto brillaba bajo la tenue luz. Sus disparos encontraron el blanco con facilidad, las balas de mercurio y plata atravesando los cuerpos de los vampiros, reduciendo su capacidad de regeneración antes de que pudieran siquiera acercarse.
—¡Cuidado! —gritó Tatiana, desenfundando su arma y disparando al mismo tiempo.
La sincronización entre los miembros del equipo fue perfecta. Mientras Drex continuaba su combate mixto, alternando entre disparos y ataques con la Chokuto, Oscar cargó directamente hacia un grupo de brujas que acababan de aparecer en la sala. Sus dagas destellaron mientras cortaba a través de las aprendices con una furia que pocos habían visto antes.
—¡Te dije que podía hacerlo! —gritó Oscar con una mezcla de orgullo y adrenalina mientras abatía a sus enemigos.
Las brujas restantes comenzaron a lanzar hechizos, pero Drex, en su forma licántropa parcial, ya estaba sobre ellas antes de que pudieran terminar sus encantamientos. Con un movimiento rápido, su Chokuto cortó el aire, dividiendo a sus oponentes en una fracción de segundo.
Pero no todos los enemigos eran tan fáciles de eliminar. De las sombras, dos nigromantes expertos emergieron, rodeados por una nube oscura que emanaba poder puro. Con palabras en un idioma antiguo, comenzaron a convocar hordas de criaturas no muertas, cada una más aterradora que la anterior.
—Esto va a complicarse —murmuró Drex, mientras guardaba una de sus pistolas y afianzaba su espada.
Tatiana ordenó al resto del equipo formar una línea defensiva mientras Drex y Oscar se preparaban para enfrentar a los nigromantes. Con movimientos rápidos y coordinados, el equipo comenzó a reducir el número de vampiros y no muertos que los rodeaban, pero era claro que la batalla no terminaría tan fácilmente.
—Tenemos que cortar sus líneas de invocación —gritó Fabián, quien intentaba bloquear las maldiciones de los nigromantes con su crucifijo.
Drex, con su mezcla de habilidades de combate, avanzó rápidamente hacia los nigromantes, disparando con una mano mientras usaba su Chokuto para desviar los ataques mágicos que se acercaban. Sus movimientos eran fluidos, cada disparo encontraba su objetivo, y cada tajo con la espada se sentía como una extensión de su voluntad.
Oscar, por su parte, se lanzó con todo hacia el segundo nigromante, su daga brillando con energía mágica. A pesar de su agresividad, sabía que no podía permitirse errores. Este era el momento de demostrar su valía al equipo.
Pero justo cuando parecía que tenían la ventaja, un campo de energía brillante se levantó desde el centro de la sala, bloqueando el acceso al corazón de la sede. Drex, Tatiana y el resto del equipo se detuvieron en seco.
—Es una barrera energética —dijo María, evaluando el campo—. Están protegiendo el núcleo de la sede. Ahí es donde están el resto de los vampiros y nigromantes.
Drex se acercó a la barrera, intentando tocarla, pero fue repelido por una descarga de energía oscura.
—Necesitamos una forma de desactivarla —dijo Tatiana, su mirada fija en la barrera.
—No será fácil —dijo María—. Estas barreras están diseñadas para resistir casi cualquier ataque. Pero si encontramos el punto de anclaje, podríamos derribarla.
Tatiana asintió. Sabía que lo peor estaba por venir. La verdadera batalla aún no había comenzado.
—Preparen sus armas —dijo Tatiana, su voz firme—. Esto recién empieza.
La energía crepitaba alrededor de la barrera que protegía el núcleo de la sede de La Muerte Plata. Drex, con las manos aún temblando tras el impacto de la descarga, se levantó lentamente, su mirada clavada en la barrera que los separaba de su objetivo.
Tatiana caminaba de un lado a otro, pensando rápidamente en cómo atravesar aquella protección. Cada segundo que pasaban allí era otro segundo que sus enemigos se preparaban para lo que vendría.
—No podemos perder tiempo —dijo Tatiana, su tono inquebrantable—. María, ¿puedes encontrar el punto de anclaje de esta barrera?
María cerró los ojos, permitiendo que sus sentidos arcanos se alinearan con las energías místicas que envolvían la sala. Su respiración era lenta y profunda, mientras sus manos dibujaban símbolos en el aire, buscando la fuente de poder que alimentaba la barrera.
—Está escondido en algún lugar más adelante, bajo tierra —dijo finalmente María, su voz suave pero llena de convicción—. Tendremos que avanzar y derribarlo antes de que podamos llegar al corazón de la sede.
Drex asintió. Sabía que si alguien podía localizar el punto de anclaje de una barrera tan poderosa, era María. Pero también sabía que avanzar más dentro de la sede significaba enfrentarse a trampas aún más mortales.
—Entonces nos movemos —dijo Drex mientras cargaba sus pistolas y aferraba la Chokuto—. No dejemos que esta barrera nos retrase más.
Tatiana dirigió a su equipo hacia un pasadizo lateral que María había señalado. El aire allí era aún más denso, cargado con la presencia de magia negra y una sensación de peligro inminente. Cada paso que daban resonaba en el silencio, amplificado por el eco de la caverna.
—Cuidado con las trampas —advirtió Drex—. La sede está plagada de ellas. No podemos permitirnos perder a nadie.
Oscar, con su típica agresividad, caminaba al frente, ignorando el peligro con una confianza temeraria. Sabía que esta era su oportunidad de demostrar su valía al equipo y no la desperdiciaría.
—Si no avanzamos rápido, nos atacarán de todos lados —gruñó Oscar, sin dejar de avanzar—. Puedo encargarme de las trampas. Solo mantengan el ritmo.
Tatiana, observando de cerca los movimientos de Oscar, permitió que él tomara la delantera. Sabía que su entusiasmo podría ponerlo en riesgo, pero también reconocía que su agresividad les daba el impulso necesario para atravesar los obstáculos que los separaban del anclaje.
Oscar avanzaba con movimientos rápidos, detectando trampas ocultas y activando mecanismos que desactivaban cuchillas, flechas y fosos escondidos en el suelo. Sus reflejos eran impecables, y cada vez que una trampa se activaba, sus dagas estaban listas para cortar los mecanismos antes de que pudieran causar daño.
—No está mal, Oscar —comentó Drex mientras observaba cómo Oscar desactivaba una trampa de flechas—. Pero no te confíes. Esto es solo el principio.
Oscar soltó un gruñido de aprobación mientras seguía adelante, su mente concentrada en abrir el camino para el resto del equipo. Cada paso lo acercaba más al respeto que tanto deseaba ganar.
Mientras se adentraban más en los túneles, las sombras parecían volverse más densas, como si la misma oscuridad de la sede intentara sofocarlos. Los pasillos se estrechaban, y el aire se llenaba de un hedor a sangre seca y magia negra. Drex podía sentir que estaban entrando en el corazón de la sede de La Muerte Plata, donde las trampas serían el menor de sus problemas.
—Esto no se siente bien —murmuró Fabián mientras empuñaba su crucifijo con fuerza—. Las energías aquí son más fuertes. Algo nos espera más adelante.
Justo cuando esas palabras dejaron su boca, un ruido sordo retumbó en las profundidades. Las paredes comenzaron a temblar ligeramente, y una risa suave pero siniestra resonó a través del túnel. Era una voz que no pertenecía a ningún humano, ni siquiera a los vampiros comunes. Algo mucho más oscuro los acechaba.
—Es una trampa —dijo Tatiana con frialdad—. Prepárense.
Drex desenvainó su Chokuto al instante, sus 9mm listas para el combate. No tenía tiempo para sutilidades; cualquier amenaza debía ser eliminada rápidamente. Con un movimiento rápido, Drex disparó hacia las sombras, y el sonido de balas impactando en algo metálico fue seguido por el crujido de un mecanismo activándose.
El túnel frente a ellos comenzó a colapsar, y en medio del caos, figuras comenzaron a emerger de las paredes. Eran vampiros, con sus rostros deformados por la sed de sangre, listos para atacar.
—¡Aquí vamos! —gritó Drex mientras se lanzaba hacia ellos.
Con su Chokuto en una mano y su pistola en la otra, Drex desató una tormenta de destrucción. Su espada cortaba con precisión letal, mientras sus balas de mercurio y plata encontraban sus blancos uno tras otro. Cada disparo era certero, perforando los cuerpos de los vampiros antes de que pudieran acercarse lo suficiente para contraatacar.
Oscar, mientras tanto, se lanzó hacia los vampiros con una furia incontrolable. Sus dagas se movían con la velocidad de una serpiente, cortando gargantas y desmembrando a sus oponentes. Sus movimientos eran rápidos, brutales, y cargados de la rabia que lo había impulsado desde que regresó al equipo.
—¡Eso es todo lo que tienen! —gritó Oscar mientras un vampiro caía a sus pies.
Tatiana y Fabián luchaban lado a lado, cubriendo a María mientras ella seguía concentrada en localizar el punto de anclaje de la barrera. Sabían que la verdadera amenaza aún no había llegado, pero cada segundo que pasaban allí era un segundo más en que sus enemigos se preparaban.
—¡Necesitamos llegar al anclaje! —gritó Tatiana mientras disparaba a otro vampiro que se acercaba—. No podemos perder más tiempo aquí.
Drex lo sabía. Aunque estaban manteniendo la línea, la horda de vampiros no dejaba de crecer, y pronto se verían superados si no encontraban una forma de avanzar.
—Oscar, ¡ve por el anclaje! —gritó Drex mientras se abría paso entre los vampiros.
Oscar asintió sin dudarlo, sus ojos ardiendo con determinación. Con un último tajo, se deshizo de los enemigos que lo rodeaban y corrió hacia el punto que María había señalado.
—¡Déjenmelo a mí! —gritó Oscar mientras avanzaba.
La oscuridad a su alrededor parecía devorarlo mientras se adentraba más profundamente en el túnel. El aire era denso y pesado, y las sombras parecían cobrar vida a su alrededor. Pero Oscar no se detuvo. Sabía que su única oportunidad de demostrar su lealtad y valía era desactivar el anclaje y derribar la barrera que protegía a sus enemigos.
Finalmente, después de lo que parecieron horas de correr, Oscar llegó a una pequeña cámara oculta. En el centro, una columna de energía oscura brillaba, rodeada de símbolos antiguos y runas grabadas en el suelo.
—Este es el lugar —murmuró Oscar para sí mismo.
Sabía lo que debía hacer. Con una daga en la mano, se acercó a la columna, listo para cortar el flujo de energía que mantenía la barrera en pie. Pero justo cuando estaba a punto de atacar, una risa suave y siniestra resonó en la cámara.
—¿Crees que puedes destruir lo que he construido, mortal? —La voz provenía de las sombras, y una figura oscura emergió de ellas.
Era uno de los nigromantes expertos, rodeado de un aura de poder que hacía que el aire a su alrededor se volviera frío como el hielo. Sus ojos brillaban con una luz oscura, y sus manos estaban envueltas en energía negra.
—No me importa quién seas —gruñó Oscar—. Esto termina ahora.
El nigromante rió suavemente, extendiendo sus manos hacia Oscar. El aire a su alrededor comenzó a llenarse de sombras, y figuras esqueléticas emergieron del suelo, levantándose como si respondieran al llamado del nigromante.
—Veremos si puedes sobrevivir a lo que viene —dijo el nigromante mientras lanzaba una ola de energía oscura hacia Oscar.
Mientras tanto, en el túnel principal, Drex, Tatiana y el resto del equipo seguían enfrentándose a los vampiros que no dejaban de aparecer. Cada disparo, cada tajo de la Chokuto, les acercaba más al objetivo, pero sabían que no podrían resistir mucho más tiempo si la barrera no caía pronto.
—¡Oscar tiene que hacerlo ya! —gritó Tatiana mientras abatía a otro enemigo.
Oscar se encontraba cara a cara con el nigromante experto, el último obstáculo entre el equipo y la caída de la barrera que protegía el corazón de la sede de La Muerte Plata. Las sombras se retorcían alrededor de la figura del nigromante, y los esqueletos que había convocado se abalanzaban sobre Oscar, sus movimientos rápidos y mortales. Pero Oscar, con sus dagas en mano, no vaciló.
—¡No voy a fallar! —gritó Oscar mientras se lanzaba al ataque, esquivando las sombras que el nigromante enviaba hacia él.
Cada tajo de sus dagas era preciso, destrozando los esqueletos uno por uno, pero el poder oscuro del nigromante seguía creciendo. La energía negra vibraba en la sala, distorsionando la realidad a su alrededor.
—Tu resistencia es inútil —murmuró el nigromante, extendiendo una mano para lanzar una ráfaga de energía oscura directamente hacia Oscar.
Oscar apenas tuvo tiempo para reaccionar. La explosión de magia lo lanzó contra la pared, el aire escapando de sus pulmones mientras su visión se volvía borrosa. Pero la determinación en su interior no se apagaba. Sabía que si no desactivaba el anclaje, todo el equipo estaría condenado.
—¡No… no me rendiré! —gruñó Oscar mientras se ponía de pie, tambaleándose, pero con las dagas firmes en sus manos.
Con un último esfuerzo, Oscar corrió hacia el anclaje. El nigromante levantó sus manos para lanzar otro hechizo mortal, pero Oscar fue más rápido. Con un grito de rabia, hundió sus dagas en el anclaje de energía oscura, cortando los hilos de poder que lo mantenían activo.
El resultado fue inmediato. La energía oscura que envolvía la columna se disipó en un estallido de luz cegadora, y el nigromante dejó escapar un alarido de desesperación mientras su conexión con la barrera se rompía. Las sombras que lo rodeaban se desintegraron, y el cuerpo del nigromante se desplomó, sin vida.
Oscar cayó al suelo, jadeando por el esfuerzo, pero sabiendo que lo había logrado. La barrera había caído.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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