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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 72.

 Un tiempo sin purga.

 Tatiana, Drex y Fabián caminaban con paso ligero por las calles empedradas de Santa Cruz, sabiendo que tenían 48 horas libres, una pausa en la constante tensión que había dominado sus vidas desde que la purga comenzó. Al llegar a la sede de la purga, recibieron la noticia de que Julián había partido a Roma para recoger las tablillas de los Tayos solicitadas por Vambertoken al Vaticano.

Drex se detuvo en la entrada, notando la creciente incomodidad en Tatiana. Las últimas semanas habían sido una montaña rusa emocional, y aunque habían tenido sus momentos íntimos, la conexión entre ellos seguía cargada de tensión. Era como si ambos supieran lo que querían, pero temieran lo que vendría después.

Antes de que Drex pudiera decir algo, María se acercó a él con una expresión pensativa. Se movió con la elegancia de alguien que siempre parecía saber lo que iba a pasar antes de que ocurriera.

—Drex —dijo María con su tono característico, suave pero firme—. ¿Podrías acompañar a Tatiana esta noche? Creo que ambos podrían disfrutar de algo de tiempo juntos.

Drex levantó una ceja, intrigado.

—¿Y tú qué vas a hacer? —preguntó, cruzando los brazos.

María sonrió, sabiendo que Drex no se iba a conformar con una respuesta evasiva.

—Voy a hacerle una sesión espiritual a Fabián —dijo finalmente—. Quiere comunicarse con la mujer que falleció durante su exorcismo fallido. Quiere pedirle perdón, cerrar ese ciclo. Pero ya sabes que esas prácticas no son aprobadas por el Vaticano. Así que vamos a hacerlo con discreción, ahora que Julián está en Roma.

La mención del exorcismo hizo que Drex recordara los detalles que Fabián había compartido en una ocasión anterior. Aunque eran asuntos privados, entendía la necesidad de Fabián de resolver ese asunto pendiente.

María, con su mirada afilada, hizo una pequeña pausa antes de continuar.

—Y por cierto —dijo, con una sonrisa que bordeaba la picardía—, ya sé lo que pasó en tu apartamento de Bogotá con Tatiana.

Drex se sintió atrapado por un momento, pero mantuvo la compostura.

—¿Es así? —preguntó, fingiendo indiferencia, pero sabiendo que con María no tenía sentido ocultar nada.

—No te preocupes, lo que haga o deje de hacer mi hermana es asunto suyo —respondió María—. Solo te lo menciono porque tal vez quieras sorprenderla esta noche. Ya sabes… con algo especial.

Drex soltó una pequeña risa, sabiendo que María tenía razón. Era hora de cumplir con su promesa. Tatiana merecía un momento de tranquilidad y, aunque su vida nunca sería completamente normal, quería darle algo de lo que solían tener las personas comunes: una cena romántica, flores y chocolates.

—Gracias, María —dijo finalmente—. Creo que es justo lo que necesitábamos.

Tatiana, ajena a la conversación, estaba en la entrada esperando a Drex. Cuando la vio acercarse, él decidió no perder más tiempo.

—Tatiana —dijo Drex, con una sonrisa enigmática—. Esta noche quiero llevarte a una cena. Algo más tranquilo, alejado de toda esta locura.

Tatiana lo miró con curiosidad, pero su expresión se suavizó.

—¿Estás planeando algo? —preguntó, su tono juguetón.

—Lo descubrirás —dijo Drex, con un guiño.

Horas más tarde, Drex y Tatiana se encontraban en un elegante restaurante en la avenida Belgrano, un lugar discreto, pero con un ambiente cálido. La luz suave de las velas les ofrecía una intimidad que pocas veces podían disfrutar.

Drex observaba a Tatiana mientras esta miraba el menú, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

—Nunca pensé que terminaríamos en un lugar como este —dijo ella, rompiendo el silencio.

Drex sonrió, sabiendo lo inusual que era este momento para ambos.

—Bueno, supongo que no todo en la vida de un licántropo tiene que ser caos y sangre —bromeó Drex, aunque el peso de esa verdad no era tan liviano.

Tatiana sonrió, aunque notó una pequeña sombra en su rostro.

—Hablando de eso —dijo ella, con un tono más serio—. ¿Qué sucede cuando comes comida normal? ¿Tienes que comer corazones humanos todo el tiempo?

Drex se recostó en su silla, pensativo.

—La comida humana es necesaria para mantener mi forma humana —explicó—. Pero no es suficiente para mantener la bestia que llevo dentro. Los licántropos, para seguir siendo lo que somos, necesitamos comer corazones humanos. Es la única manera de alimentar nuestra naturaleza. Si no lo hacemos, perderíamos el control y acabaríamos transformándonos involuntariamente, convirtiéndonos en… bueno, en algo mucho peor.

Tatiana lo escuchaba con atención, sus ojos fijos en los de Drex. Había algo en sus palabras que la hacía sentir una mezcla de compasión y curiosidad.

—Eso suena… difícil —dijo finalmente—. Debe ser agotador tener que equilibrar ambas partes de ti.

Drex asintió.

—Lo es. Pero lo que más me gusta de esta vida… —hizo una pausa, su mirada volviéndose más introspectiva—. Es la historia detrás de todo. Las leyendas de cómo los licántropos fueron creados.

Tatiana arqueó una ceja, interesada.

—¿Leyendas?

Drex sonrió, una chispa de emoción encendiéndose en su mirada.

—Hace unos 50 mil años, en la antigua Atlántida, una bruja cruzó a un humano con un lobo para formar un ejército invencible. Ella quería conquistar la ciudad. Dicen que esa bruja no podía ser vista por el sol, así que hizo que su ejército bailara bajo la luz de la luna. Por eso, muchos creen que los vampiros fueron los que crearon a los licántropos, porque esa bruja no podía exponerse a la luz del sol.

Tatiana lo escuchaba con fascinación, pero algo en sus ojos revelaba una duda que la atormentaba.

—Drex… —comenzó, pero su voz se apagó por un momento—. Sé que nunca he preguntado mucho, pero… ¿Carolina?

El nombre flotó en el aire entre ellos. Drex tensó la mandíbula, recordando los fantasmas del pasado.

Tatiana se dio cuenta del cambio en su expresión y rápidamente alzó una mano.

—Lo siento. No quería… Solo quería saber, pero no si es difícil para ti hablar de ello.

Drex tomó una respiración profunda y, en lugar de retraerse, decidió ser honesto.

—Carolina fue mi primer amor. Y mi razón para convertirme en lo que soy. Pero la verdad es que… ya no puedo recordarla. Es como si la bestia hubiera devorado esos recuerdos para protegerme del dolor. Lo que sentí por ella fue real, pero ahora solo queda un vacío.

Tatiana bajó la mirada, sintiendo una mezcla de tristeza y empatía por Drex.

—Entiendo —dijo ella en voz baja—. A veces, lo que más amamos se convierte en lo que más nos duele.

Drex asintió, su mirada suave pero distante.

—¿Y tú? —preguntó, cambiando de tema—. Al principio eras… diferente. Agresiva, sarcástica. ¿Por qué?

Tatiana se sorprendió por la pregunta, pero no lo evitó.

—Era una forma de protegerme. He visto muchas cosas, Drex. He perdido personas importantes. Y cuando llegaste tú, con esa actitud y esa forma de ser, me recordaste lo fácil que es perder el control. No quería permitirme sentir nada… hasta que fue inevitable.

Drex la miró con una mezcla de comprensión y cariño.

—Me alegra que ya no te sientas así —dijo él, con una sonrisa suave.

Tatiana sonrió de vuelta, pero esta vez había algo más en su mirada. Algo travieso.

—Ya hemos hablado mucho —dijo, inclinándose un poco hacia él—. ¿Qué te parece si volvemos al apartamento? Mi hermana no está, y tengo la sensación de que no vas a querer perderte lo que viene.

Drex sintió una descarga de adrenalina al escucharla. Sabía exactamente a qué se refería.

—No me lo perdería por nada del mundo —dijo, poniéndose de pie para pagar la cuenta.

Esa noche prometía ser un nuevo comienzo para ambos.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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