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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 71.

 Pictogramas de Pasión.

El viento gélido de Santa Cruz soplaba con una calma tensa mientras Drex y Tatiana caminaban hacia la Cueva de las Manos. A pesar de las capas de ropa que llevaban, una frialdad diferente, más allá del clima, los envolvía. La cueva, en su majestuosidad antigua, parecía vigilar cada paso que daban, como si los mismos ancestros se ocultaran en las sombras, esperando con paciencia.

Tatiana iba unos pasos por delante de Drex, su figura apenas visible bajo la capucha de su abrigo oscuro. Su mirada estaba fija en la entrada de la cueva, pero Drex sabía que su mente estaba en otro lugar, muy lejos de Santa Cruz. Desde la ejecución de los traidores, había sentido la distancia entre ellos, y eso lo atormentaba. Sabía que Tatiana era fuerte, implacable, pero también sabía que algo había cambiado en ella después de Ecuador.

—Tatiana, espera —dijo Drex en voz baja, apresurando el paso para alcanzar a su compañera—. Tenemos que hablar.

Tatiana se detuvo, aunque no se giró inmediatamente hacia él. Drex sintió el peso del silencio entre ambos, y cuando finalmente ella se dio la vuelta, sus ojos estaban oscuros, cargados con una mezcla de emociones difíciles de leer.

—¿Qué quieres decirme, Drex? —preguntó con voz firme, aunque algo en su tono delataba el cansancio que intentaba ocultar.

Drex suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas. No era fácil para él abrirse, especialmente después de todo lo que habían vivido, pero sabía que si no hablaba ahora, podría perder a Tatiana para siempre.

—Lo que pasó en Ecuador… casi me mata —dijo Drex, sin rodeos—. Pero lo que más me ha afectado es verte así, después de las ejecuciones. Siento que algo cambió en ti, y no sé si fui yo quien te puso en ese camino.

Tatiana lo miró fijamente, sus labios apretados. Por un momento, pareció que iba a desmoronarse, pero luego tomó una respiración profunda, y su mirada se volvió aún más dura.

—No te equivoques, Drex —respondió con frialdad—. Lo que pasó en Ecuador me cambió, sí, pero no fue solo la misión. Fue la sensación de impotencia. Estabas del otro lado, atrapado en esa trampa, y yo no podía hacer nada para salvarte. Sentí que te perdía y… no pude soportarlo.

Drex se mantuvo en silencio mientras Tatiana continuaba.

—Lo que hice con los traidores no fue solo por ira —admitió, su voz temblando por un breve segundo—. Lo hice porque, en ese momento, sentí que debía hacerlo. No me arrepiento de nada. Y eso es lo que me preocupa, Drex. No siento remordimiento, no siento culpa, y eso… me asusta.

Drex la miró con seriedad. Entendía lo que ella estaba diciendo; él también había recorrido ese camino oscuro en más de una ocasión. Sabía cómo era cuando la línea entre el deber y la moralidad se desdibujaba, y cuando el poder se volvía una justificación para cualquier acto, por cruel que fuera.

—Tatiana, lo que hiciste fue en el calor de la misión. Pero no quiero que te pierdas a ti misma —le dijo suavemente—. Vambertoken tiene una forma de manipular las emociones, de usar lo que más valoras en tu contra. Lo he visto hacerlo, y no quiero que tú caigas en su juego.

Tatiana asintió ligeramente, pero su mirada permaneció distante. Sabía que Drex tenía razón, pero también sabía que había algo más profundo que la empujaba, algo que ni siquiera ella entendía del todo.

Ambos guardaron silencio mientras continuaban su camino hacia el interior de la cueva. La atmósfera se volvía cada vez más opresiva, como si las paredes antiguas contuvieran siglos de secretos y tragedias. Las figuras pintadas en las paredes, manos rojas y negras, parecían observarlos, testigos mudos de un tiempo olvidado.

—¿Crees que esta misión será diferente? —preguntó Tatiana, rompiendo el silencio.

Drex se encogió de hombros, sin apartar la vista de las sombras que se alargaban frente a ellos.

—No lo sé —respondió honestamente—. Pero algo me dice que Vambertoken está planeando algo más grande de lo que nos ha dicho.

Tatiana frunció el ceño, sus pensamientos dirigiéndose nuevamente a la figura del vampiro, quien los había conducido por este camino incierto. Vambertoken tenía una forma única de ocultar sus verdaderos motivos tras un velo de promesas y objetivos claros, pero Tatiana comenzaba a sospechar que el vampiro tenía otros fines, mucho más oscuros, para esta purga.

De repente, un eco resonó en la cueva. Ambos se detuvieron, instintivamente llevando sus manos a sus armas. Era una figura, una sombra que emergía desde las profundidades de la cueva, acercándose lentamente.

—Ahí viene —susurró Drex, tensándose.

Tatiana se colocó a su lado, su mirada fija en la figura que se acercaba. A medida que la silueta se volvía más clara, pudieron ver a un hombre, vestido con ropas gastadas y oscuras, su rostro parcialmente cubierto por una capucha. Sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural bajo la luz tenue de la cueva.

—Los esperaba —dijo la figura con una voz profunda y rasposa—. Vambertoken siempre envía a sus mejores… juguetes.

Drex y Tatiana intercambiaron una mirada rápida antes de que Drex diera un paso al frente.

—Estamos aquí por una razón. Danos la información que necesitamos y no habrá problemas —dijo Drex, con la esperanza de que esta misión no se complicara más de lo necesario.

El hombre rió, un sonido seco y carente de humor.

—¿Crees que Vambertoken les dijo la verdad? —preguntó, inclinándose hacia ellos—. ¿Realmente saben lo que están haciendo aquí? ¿O solo son piezas en su juego interminable?

Tatiana sintió que una sensación de desasosiego la invadía, pero no mostró nada en su rostro. Era obvio que el hombre sabía más de lo que estaban dispuestos a decirles, y eso complicaba aún más la situación.

Drex, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarse intimidar. Avanzó un paso más, con los ojos brillando con la ferocidad de su naturaleza licántropa.

—Habla ahora —dijo Drex con una amenaza apenas velada—, o haré que te arrepientas de jugar con nosotros.

El hombre simplemente sonrió, pero su sonrisa no alcanzaba sus ojos.

—Está bien, les daré lo que buscan —dijo finalmente—. Pero cuando descubran la verdad, recordarán que les advertí. La muerte y el dolor están siempre a una puerta de distancia con Vambertoken.

La revelación fue directa, pero la sensación ominosa que dejó la advertencia colgaba en el aire, como si el destino les estuviera preparando algo mucho más oscuro de lo que imaginaban.

El hombre extendió un mapa viejo y arrugado hacia ellos, con detalles oscuros y marcados, mientras decía en voz baja:

—Este mapa los guiará, pero tengan cuidado. No es solo la muerte plata lo que acecha en las sombras.

Con esa última advertencia, la figura desapareció en la oscuridad de la cueva, dejando a Drex y Tatiana con más preguntas que respuestas.

El ambiente en la cueva quedó denso, cargado con la advertencia ominosa del extraño. Mientras Drex y Tatiana sostenían el mapa, el peso del destino parecía reposar sobre sus hombros. Sabían que cada paso que daban los llevaba más cerca de algo mucho más grande que una simple purga. Algo oscuro y enredado en secretos que aún no comprendían del todo.

Drex se giró hacia Tatiana, su mirada intensa mientras los ecos de la advertencia del extraño aún resonaban en la cueva. La tensión entre ellos, que había estado creciendo desde la misión en Ecuador, alcanzó un punto álgido. No podía permitir que esos momentos entre ellos se desvanecieran en la incertidumbre de sus deberes.

—Tatiana… —susurró Drex, su voz baja, pero cargada de intención. Sin darle tiempo a reaccionar, se acercó, cerrando la distancia entre ellos y, en un impulso casi desesperado, la besó.

El beso fue intenso, una mezcla de alivio, pasión contenida y la necesidad de conectar en medio del caos en el que se encontraban. Tatiana, sorprendida al principio, le correspondió, dejando que sus emociones se liberaran por un breve momento. Todo lo que había estado acumulando, la rabia, el miedo, la frustración… todo eso se disolvió en el beso. Por un momento, todo lo demás desapareció.

Pero justo cuando estaban envueltos en ese instante, el sonido de pasos los devolvió bruscamente a la realidad. Fabián apareció, con su expresión seria, aunque era obvio que había notado lo que acababa de suceder.

—Perdón por interrumpir —dijo Fabián con una leve sonrisa irónica, aunque su tono era directo—. No logré detectar nada que nos revelara el paradero del separatista. Si estuvo aquí, ya desapareció sin dejar rastro.

Tatiana se separó de Drex rápidamente, sus mejillas enrojecidas, pero recuperó la compostura en un instante.

—Está bien, Fabián —dijo ella, su tono firme, como si el momento anterior nunca hubiera sucedido—. Lo importante ahora es regresar a la sede y asegurarnos de que el mapa esté seguro. Vambertoken querrá saberlo todo.

Drex asintió, aunque no pudo evitar que su mirada se desviara una vez más hacia Tatiana antes de dirigirse a Fabián.

—La orden de Vambertoken es clara —dijo Drex en voz baja—. Cualquiera que obtenga información de nosotros no puede sobrevivir. No podemos dejar cabos sueltos.

Fabián soltó un suspiro, asintiendo en señal de acuerdo. No le gustaba la idea de ejecutar a informantes, pero sabía que Vambertoken jugaba a un nivel más alto y peligroso de lo que ellos podían imaginar.

En ese momento, el teléfono de Drex vibró. Era una llamada urgente de Auxplex.

—¿Auxplex? —preguntó Drex mientras contestaba.

La voz de su viejo amigo sonaba tensa al otro lado de la línea, algo que rara vez sucedía con él.

—Drex, algo muy grave está ocurriendo. Vambertoken ha solicitado al Consejo de Ancianos Chamánicos del Perú una audiencia con el Chullachaqui.

El corazón de Drex dio un vuelco. Sabía quién era el Chullachaqui, una criatura antigua y peligrosa, guardiana de los secretos más profundos de la selva amazónica. Solo aquellos con grandes conocimientos o propósitos oscuros se atrevían a buscar su sabiduría.

—¿El Chullachaqui? —preguntó Drex, incrédulo—. ¿Vambertoken está loco? Sabes lo que esa criatura es capaz de hacer.

—Lo sé —respondió Auxplex—, pero escucha esto. El Consejo le negó la solicitud, lo cual es obvio, pero según mis fuentes, Vambertoken presentó una segunda propuesta. Quiere llevar la Kiwa Rawa a Pisaac. Cree que La Muerte Plata ya tiene el mapa del disco lunar y que la única manera de detenerlos es también tener acceso a ese conocimiento.

Drex sintió que las piezas comenzaban a encajar, aunque de una manera inquietante.

—Entonces, todo esto… —murmuró Drex—. El mapa que acabamos de recibir, las trampas, las ejecuciones… todo es parte del plan de Vambertoken para obtener la Kiwa Rawa y detener a La Muerte Plata antes de que lleguen a Paititi.

—Exactamente —respondió Auxplex—. Pero ten mucho cuidado, Drex. Jugar con la Kiwa Rawa y con el Chullachaqui no es algo que se deba tomar a la ligera. Si Vambertoken está dispuesto a recurrir a tales medidas, es porque está desesperado, o tiene un plan mucho más grande del que te ha contado.

Drex se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Finalmente, asintió para sí mismo.

—Gracias por la advertencia, Auxplex. Te mantendré informado.

—Hazlo. Y ten cuidado, hermano —dijo Auxplex antes de colgar.

Drex guardó el teléfono y se volvió hacia Tatiana y Fabián, quienes lo miraban con expectación.

—Vambertoken está moviendo las piezas más rápido de lo que pensábamos —dijo Drex con una gravedad en su voz que no había mostrado antes—. El Consejo de Ancianos Chamánicos le negó una solicitud, pero tiene un plan alternativo. Quiere llevar la Kiwa Rawa a Pisaac para adelantarse a La Muerte Plata. Todo este tiempo nos ha estado preparando para algo mucho más grande.

Tatiana frunció el ceño, preocupada por las implicaciones de esa información.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Fabián.

—Volvemos a la sede —respondió Drex—. Tenemos que prepararnos para lo que venga, y asegurarnos de que no caigamos en otra trampa. Vambertoken sabe más de lo que nos ha dicho, y eso lo hace aún más peligroso.

Tatiana y Fabián asintieron, aunque el peso de la situación se sentía cada vez más opresivo. Con el mapa en su poder, el destino de la purga y de sus vidas parecía estar enredado en los secretos oscuros de Vambertoken. Y aunque habían logrado salir vivos de este encuentro, algo les decía que las verdaderas pruebas aún estaban por llegar.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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