El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 65.
La Trampa Mortal en Quito.
La noche en Quito era oscura, sin luna, como si la misma ciudad supiera que algo siniestro estaba por ocurrir. Drex, al frente del flanco derecho, observaba las sombras mientras él y su equipo se preparaban para lo que creían sería una misión rápida y eficiente. Las órdenes de Vambertoken eran claras: eliminar a la Muerte Plata de Ecuador y tomar el control antes de que los separatistas pudieran reorganizarse. Sin embargo, algo en el aire le resultaba inquietante, como si una fuerza ancestral y oscura estuviera a punto de despertar.
Tatiana había organizado la operación con la precisión que la caracterizaba. Drex, liderando a cuatro escuadrones de Oricalco, avanzaba en silencio por el flanco derecho de la mansión colonial que albergaba la sede de La Muerte Plata. Los escuadrones de Fabián y Julián atacarían simultáneamente desde el frente y el flanco izquierdo. Todo estaba planeado al milímetro, pero en el fondo de su mente, Drex sabía que algo no cuadraba.
El flanco derecho, la parte que se le había asignado a Drex, estaba extrañamente tranquilo. No había guardias visibles ni signos de resistencia inmediata, lo que encendió las alarmas en su mente. Sin embargo, no había tiempo para dudar. Con un gesto, Drex hizo avanzar a sus hombres hacia la entrada lateral, ocultos en las sombras de los edificios.
Justo cuando estaban a punto de cruzar la puerta, un estruendo resonó. Una serie de trampas se activaron con precisión letal. Flechas de plata, afiladas como cuchillas, salieron disparadas desde las paredes. Drex, siendo un licántropo, sabía que la plata podría matarlo si no se movía rápido, pero la velocidad de las trampas era casi imposible de esquivar. Varios de sus compañeros no tuvieron la misma suerte y cayeron, sus cuerpos perforados por las flechas mortales.
El dolor fue inmediato y abrasador. Una de las flechas de plata atravesó el costado de Drex, la herida quemando su carne como si hubiera sido tocada por fuego. Pero no podía detenerse. A pesar de la agonía, Drex avanzó, arrastrándose por el suelo mientras las trampas seguían activándose. A su alrededor, los pocos sobrevivientes de su equipo intentaban abrirse paso entre la lluvia de flechas y cuchillas. Pero era una emboscada diseñada específicamente para licántropos y criaturas como ellos.
Tatiana, al otro lado del edificio, recibió la noticia a través del comunicador. Sabía que Drex y su equipo estaban en serios problemas, pero no podía desviar a sus fuerzas para ayudarlo, no todavía. El flanco frontal aún no había sido asegurado, y si enviaba refuerzos a Drex, arriesgaba toda la operación. Las palabras de Vambertoken resonaban en su mente: “No podemos permitir errores esta noche”.
La lucha interna en Tatiana era palpable. No quería dejar a Drex a su suerte, pero sabía que tenía que completar la misión. El dilema moral la paralizó por un segundo, antes de que, con una firmeza dolorosa, decidiera seguir adelante.
Mientras tanto, el flanco derecho se convertía en un verdadero infierno. Las trampas parecían interminables, y el dolor de la plata en su cuerpo hacía que cada movimiento de Drex fuera una agonía. Pero no podía rendirse. Sabía que si se detenía, moriría.
De repente, sintió una vibración extraña bajo sus pies. Algo se estaba moviendo bajo la mansión. Drex no necesitaba que le dijeran lo que era. La sede de La Muerte Plata estaba construida sobre un antiguo cementerio indígena, y los nigromantes dentro de la organización habían comenzado a desatar su poder. Desde el suelo, esqueletos y cadáveres antiguos empezaron a emerger, controlados por los nigromantes. Eran parte de la defensa oculta de la mansión, una barrera sobrenatural que pocas veces se utilizaba, solo en casos extremos.
Los restos muertos, convocados por la magia oscura, se arrastraban hacia los pocos miembros restantes del equipo de Oricalco que aún quedaban en pie. Drex, con su cuerpo ya debilitado por la plata, luchaba por mantenerse consciente mientras se defendía de los ataques de los cadáveres vivientes. Sabía que, en su estado, no sobreviviría mucho tiempo. El aire se llenaba de un hedor a muerte y putrefacción, mientras los muertos volvían a la vida para proteger la mansión.
En la sede principal de la Purga, Vambertoken observaba las pantallas de comunicación en su sala de control personal. Las imágenes de la masacre en el flanco derecho no parecían alterarlo, pero su mente estaba trabajando a toda velocidad. Vambertoken no era un vampiro común. Su conocimiento en magia arcana, magia ritual y nigromancia era de un nivel inigualable. Si no fuera por la urgencia de lo que buscaba en esa sede, no habría permitido que las cosas llegaran a este punto. Pero había algo allí, algo que él deseaba con desesperación.
El Archiconde, en un movimiento inusual, decidió movilizarse personalmente. Con una fuerza imponente y una velocidad inhumana, dejó su puesto y se dirigió hacia Quito, dispuesto a participar en la purga de forma directa. Esto no era típico en él; raramente ensuciaba sus manos. Pero esta vez, la situación lo ameritaba.
Mientras tanto, Drex, ya casi sin fuerzas, lograba arrastrarse hasta una posición segura, o lo más seguro que podía encontrar en ese caos. El resto de su equipo había sido aniquilado o estaba gravemente herido. El dolor de la plata lo debilitaba cada vez más, y sabía que si no recibía ayuda pronto, no sobreviviría. Pero no podía permitirse caer ahora. Tenía que mantener la esperanza de que Vambertoken llegara a tiempo.
Los nigromantes dentro de la mansión, sintiendo que su barrera de protección había sido rota en parte, comenzaron a preparar un contraataque. Invocaron a más muertos desde las profundidades del cementerio, llenando los alrededores con criaturas reanimadas y controladas por magia negra.
En medio de esta oscuridad, Vambertoken finalmente llegó al lugar. Acompañado por un pequeño escuadrón de élite, se dirigió directamente hacia la fuente de la magia nigromántica. Sin dudar, el Archiconde desató su poder arcano. Su habilidad para manipular la necronancia y la magia de sangre era inigualable. Con un solo gesto, convocó un círculo de energía oscura que comenzó a drenar la vida de los cadáveres reanimados a su alrededor, devolviéndolos a su estado de inanimación.
Era una escena impresionante. Vambertoken, en medio del campo de batalla, no mostraba signos de fatiga ni miedo. Sus manos brillaban con energía oscura mientras sus ojos se iluminaban con un poder ancestral. Cualquiera que lo viera sabría que se encontraba ante uno de los seres más poderosos del mundo sobrenatural.
A medida que avanzaba, el Archiconde desintegraba a los muertos vivientes con facilidad, mientras se acercaba a la mansión. Los nigromantes, sabiendo que su final estaba cerca, intentaron resistir, pero fueron barridos por la fuerza imparable de Vambertoken.
Con el área despejada, los pocos sobrevivientes de Oricalco, incluido Drex, lograron arrastrarse hasta un punto de extracción seguro. Drex, casi inconsciente, fue llevado de urgencia a los cuarteles secretos de Purna para una cirugía inmediata. La plata había hecho estragos en su cuerpo, y sus heridas necesitaban atención médica urgente.
Mientras tanto, Vambertoken entraba en la mansión, listo para finalizar la purga de la Muerte Plata en Ecuador y, finalmente, obtener lo que tanto había estado buscando.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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