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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 64.
El Ataque a la Sede de la Muerte Plata en Quito.
La atmósfera en la nueva sede de operaciones de la Purga en Quito estaba cargada de tensión. El equipo de Oricalco se movía con precisión, preparándose para lo que sería un asalto decisivo. Drex había llegado después de una cacería exitosa, donde había reunido información crucial sobre la célula separatista de la Muerte Plata. Ahora llevaban cinco días recopilando más detalles sobre sus actividades en Ecuador.
Por su parte, Fabián había estado utilizando sus conexiones con sacerdotes y curas locales para mapear las rutas comerciales y ocultas que la Muerte Plata empleaba para mover artefactos y contrabandear conocimiento prohibido. Su investigación había revelado sedes secundarias y rutas que facilitaban los movimientos de la organización en todo el país.
El visitante misterioso que había llegado a Vambertoken hacía unos días había desaparecido tan rápidamente como había llegado, dejando un aire de misterio y sospecha. Nadie más que el Archiconde sabía de qué habían hablado, pero la urgencia de sus últimas órdenes sugería que algo grande estaba por suceder.
Tatiana, como líder temporal hasta el regreso del Archiconde, manejaba la situación con frialdad. Sabía que el tiempo era crucial, y que la Muerte Plata se movía rápido. Tenía que tomar decisiones bajo presión, mientras su relación con Drex seguía siendo un punto de incertidumbre en medio de todo este caos.
La información reciente indicaba que la Muerte Plata había conseguido el mapa que contenía los secretos de la Killa Rawa antes de perderlo en Pisac. A pesar de esa derrota, parecía que aún estaban decididos a intentar acceder a Paititi, la legendaria ciudad perdida. Sabían que esta organización estaba obsesionada con las reliquias antiguas y los poderes ocultos.
Julián y Tatiana discutieron si debían esperar para completar la investigación antes de lanzar un ataque, pero la respuesta de Vambertoken fue rápida y directa: debían atacar esa misma noche. El vampiro sabía más de lo que estaba revelando, y su decisión fue tajante. No había tiempo que perder.
—El ataque debe efectuarse esta misma noche, Tatiana. Asegúrate de estar preparada cuando llegue —dijo Vambertoken antes de cortar la comunicación.
Tatiana respiró hondo y se preparó para la ofensiva.
Mientras Tatiana movilizaba a los escuadrones de Oricalco, Drex estaba afinando su equipo. Sabía que el ataque sería peligroso, pero no se le escapaba la importancia de esta misión. La Muerte Plata había estado operando en las sombras por demasiado tiempo, y ahora era la oportunidad de cortarles el paso de una vez por todas.
El plan estaba claro: Drex tomaría el flanco derecho de la mansión principal, acompañado por cuatro escuadrones de Oricalco. Tatiana y Fabián liderarían el ataque frontal, mientras Julián y Óscar se encargarían del flanco izquierdo. Nadie debía salir con vida.
Cada miembro del equipo estaba preparado para enfrentarse a lo peor. Óscar, con su entrenamiento militar y precisión letal, portaba un rifle de asalto y una daga corta para los combates cuerpo a cuerpo. A pesar de su restauración vampírica, aún había un aire de desconfianza entre él y Drex, pero no había tiempo para dudas.
Julián y Fabián, con sus orígenes en el Vaticano, tenían un estilo de lucha muy diferente. Armados con frascos de agua bendita, crucifijos y estacas de plata, estaban preparados para enfrentar lo sobrenatural. Mientras Fabián aún era inexperto en comparación con Julián, su fervor religioso le daba una fuerza adicional que lo hacía un oponente formidable contra cualquier criatura que osara enfrentarse a ellos. Julián, con sus bendiciones y su capacidad para manipular la Palabra Sagrada, era más que capaz de contener a las fuerzas oscuras.
Tatiana, por su parte, estaba lista para liderar con precisión quirúrgica. Sus habilidades de clarividencia le permitían prever los movimientos de los enemigos antes de que ocurrieran, y sus armas —las dos pistolas 9mm modificadas y un rifle de asalto— eran solo una extensión de su destreza. Pero su verdadera fortaleza residía en su capacidad de usar sus espadas largas, una en cada mano, para enfrentarse a las criaturas sobrenaturales.
La sede de la Muerte Plata en Quito era una antigua mansión colonial, oculta tras altos muros y rodeada por patrullas de vampiros y otras criaturas. Drex y su equipo tomaron posiciones alrededor del flanco derecho, listos para avanzar cuando Tatiana diera la señal.
La tensión en el aire era palpable mientras los escuadrones se preparaban. Tatiana, al frente de su grupo, utilizaba sus proyecciones espirituales para escanear el área a través de animales pequeños y aves. Sabía que no podían permitirse errores.
El objetivo era claro: acabar con la Muerte Plata en Ecuador.
—Nos movemos en cinco minutos. Que no quede nadie en pie —ordenó Tatiana a través del comunicador, su voz firme pero contenida.
Drex revisó sus armas una vez más. Sabía que este combate no sería fácil, pero estaba listo. La bestia dentro de él rugía, esperando ser liberada si las cosas se complicaban.
Los minutos se convirtieron en segundos. Cada miembro del equipo estaba en su posición.
El silencio de la noche fue interrumpido solo por las respiraciones controladas de los agentes de Oricalco, cada uno enfocado en su misión.
Y entonces, llegó la orden de Tatiana.
—Ataquen.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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