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Cazador de Almas Perdidas – Creepy pasta 61.

Fuego y Sangre.

Drex caminaba hacia la mansión de Vambertoken, con la determinación fría y calculada que lo había caracterizado desde su transformación en licántropo. Las palabras de María seguían flotando en su mente, como una advertencia eterna: no podía permitir que sus emociones lo destruyeran de nuevo. Había llegado demasiado lejos, había ganado demasiado poder, y ahora, con Tatiana en su vida, no dejaría que la vulnerabilidad lo hiciera perder todo una vez más.

Al llegar, fue recibido por un sirviente que lo condujo directamente hacia el patio trasero, donde Vambertoken lo estaba esperando. Era un lugar apartado, perfecto para una conversación privada. No había nadie más allí, tal como Drex lo había solicitado.

Vambertoken, vestido con una impecable capa oscura que se movía con la ligera brisa, sonrió al verlo llegar.

Drex —dijo el vampiro, con una sonrisa que mezclaba sorpresa y curiosidad—. No es frecuente que me pidas una reunión privada. Esto debe ser importante.

Drex mantuvo su postura firme, pero no pudo evitar sentir una pequeña punzada de incomodidad. Mostrar debilidad frente a Vambertoken no era algo que le resultara fácil, pero no tenía elección.

—Lo es —respondió Drex, su voz baja y controlada—. Estoy en un problema, y necesito tu ayuda.

Vambertoken lo observó con interés, invitándolo a sentarse junto a una mesa de mármol bajo un árbol. El vampiro se inclinó hacia adelante, con los dedos entrelazados, como si ya estuviera anticipando lo que iba a decir Drex.

—Continúa —dijo Vambertoken, su tono suave pero inquisitivo.

Drex respiró hondo y decidió ser directo.

—He cometido un error —confesó, con un tono de voz que no estaba acostumbrado a usar—. La cacería que hice en La Vega… no fue limpiamente ejecutada. Los cuerpos fueron encontrados, y el especial de noticias que va a salir la próxima semana está relacionado con ellos. Necesito tu ayuda para encubrirlo.

Vambertoken alzó una ceja, claramente sorprendido. Era raro que Drex, con su experiencia y precisión, cometiera un error de ese tipo. Pero también podía ver lo grave que era la situación.

—Esto es… inesperado —dijo el vampiro, con una leve sonrisa—. Sabía que eras capaz de manejarlo todo solo, pero parece que hasta tú tienes tus debilidades.

El silencio cayó entre ambos por un momento, y Drex supo que la pregunta inevitable estaba por llegar.

—A cambio de mi ayuda, necesito algo más —dijo Vambertoken, su tono cambiando a uno más serio—. Quiero la verdad. ¿Qué te está distrayendo? ¿Qué ocurrió realmente en La Vega?

Drex sintió cómo la presión en su pecho aumentaba. Sabía que Vambertoken estaba pidiendo más de lo que parecía. Finalmente, dejó caer la verdad, con un tono bajo pero firme.

—Es por Tatiana —dijo Drex—. Nuestra relación ha pasado de lo profesional a algo más… personal. Eso ha afectado mi juicio.

Vambertoken lo miró fijamente, como si estuviera calculando cada palabra que Drex decía. Después de unos momentos, asintió lentamente, mostrando una mezcla de satisfacción y sorpresa.

—Sabía que había algo entre ustedes dos —dijo el vampiro, sonriendo levemente—. Pero esto confirma mis sospechas. Aún así, ayudaré a encubrir lo ocurrido en La Vega. Eso es algo sencillo para mí.

Drex sintió una mezcla de alivio y desconfianza. Sabía que, a partir de ese momento, Vambertoken tendría una carta para jugar contra él. La relación con Tatiana lo hacía vulnerable.

—Pero hay algo que necesito que hagas por mí, Drex —continuó Vambertoken—. Un favor personal.

Drex alzó una ceja, sorprendido por la petición.

—¿Qué necesitas?

Vambertoken se levantó de su asiento, caminando hacia el borde del patio, donde la brisa nocturna acariciaba las copas de los árboles.

—Quiero que viajes en secreto hasta el municipio de Madrid, Cundinamarca. Allí vive una mujer… una humana embarazada. Quiero que la traigas a mí. No debe saber que vienes por ella. Si no coopera, tráela a la fuerza.

Drex frunció el ceño, sintiendo que había algo más detrás de esta petición.

—¿Por qué es tan importante? —preguntó.

Vambertoken dejó escapar una suave risa, pero no se volvió para mirarlo.

—Es posible que sea la descendiente de una antigua amante de mi padre —explicó—. Mi padre tuvo una relación secreta con una humana, y sospecho que nunca terminó realmente. Quiero saber si esta mujer está conectada con él.

El vampiro se giró entonces, sus ojos brillando con una intensidad que Drex rara vez veía en él.

—Mis padres son mis principales enemigos, Drex —dijo en voz baja—. Siempre lo han sido. Pero en su posición dentro del Consejo de Ancianos Vampíricos, son ineludibles. No pude rechazar su presencia en mi acto de posesión, pero eso no significa que confíe en ellos. Si esta humana está relacionada con mi padre, podría ser una amenaza para todo lo que he construido.

Drex asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Haré lo que me pides —dijo Drex—. La traeré.

Vambertoken sonrió, complacido.

—Sabía que podía contar contigo.

Madrid, Cundinamarca era un lugar tranquilo, un pequeño municipio alejado del caos de la capital. Drex llegó al caer la noche, mezclándose con la oscuridad. Tenía la dirección de la mujer que Vambertoken le había dado, y sabía que su misión era clara: capturarla y llevarla a la mansión.

Mientras se acercaba a la casa, Drex comenzó a notar algo extraño. La tranquilidad del lugar estaba siendo perturbada por presencias que solo un licántropo como él podía sentir. No estaba solo.

De repente, una sombra se movió en la periferia de su visión. Drex se detuvo, aguzando sus sentidos. No era solo una sombra. Eran varias. Vampiros.

Los vampiros salieron de entre las sombras, moviéndose con precisión militar. Estaban armados y listos para atacar.

—Parece que no eres el único que vino por la humana —dijo uno de ellos, con una sonrisa maliciosa.

Drex desenvainó su Chokuto, su mirada helada mientras evaluaba la situación. Estaba en desventaja numérica, pero había enfrentado situaciones peores. El combate era inevitable.

—No voy a dejar que se la lleven —dijo Drex, con un tono peligroso.

Los vampiros se lanzaron hacia él, pero Drex estaba preparado. Con un movimiento rápido, desenfundó sus dos pistolas 9mm, cargadas con balas mixtas de plata y mercurio. Los disparos resonaron en la noche mientras las balas atravesaban a los vampiros, quemando sus cuerpos desde dentro.

Sin embargo, había demasiados. Drex se dio cuenta de que estaba en desventaja. No podía mantenerse en su forma humana por mucho tiempo.

Con un rugido que estremeció la noche, Drex dejó que la transformación lo consumiera. Su cuerpo se alargó y se cubrió de pelo oscuro, sus músculos se hincharon y sus garras afiladas se extendieron. Se había convertido en un licántropo completamente, y ahora, los vampiros tenían más de qué preocuparse.

El combate se volvió feroz. Drex, en su forma de hombre lobo, se lanzó contra los vampiros, desgarrándolos con sus garras y dientes. Los vampiros intentaron resistir, pero uno por uno, fueron cayendo ante la brutalidad de Drex. Sus cuerpos se hicieron pedazos, y la sangre cubrió el suelo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Drex quedó de pie, jadeando, pero victorioso. Los vampiros estaban muertos, y la humana, aunque aterrorizada, seguía con vida.

Drex se acercó a ella, su cuerpo aún cubierto de sangre, y habló con voz grave.

—Tienes que venir conmigo —dijo—. No hay elección.

La humana, asustada y temblando, asintió. Sabía que no tenía opción.

Justo cuando Drex pensaba que lo peor había pasado, sintió otra presencia. Esta vez era diferente. Más fuerte. No eran solo vampiros. Eran Devorados.

El segundo ataque fue brutal. Vampiros bien entrenados, Devorados, y una bruja gritona

Drex apenas tuvo tiempo para recuperarse antes de que el aire a su alrededor se cargara de una energía oscura y peligrosa. Las sombras comenzaron a moverse de nuevo, pero esta vez, no eran solo los vampiros bien entrenados a los que había enfrentado antes. Devorados, aquellos vampiros que habían perdido todo control sobre su sed y su humanidad, comenzaron a emerger de entre las sombras, sus cuerpos deformes y sus ojos vacíos, brillando con un hambre insaciable.

Una bruja gritona, vestida con harapos y con la boca desfigurada en una mueca antinatural, apareció detrás de los Devorados, su risa chirriante resonando en la fría noche. Su presencia era una señal de advertencia, un presagio de que el combate estaba lejos de haber terminado.

—¿Creías que habías terminado, perro? —chilló la bruja, su voz como uñas raspando una pizarra—. Ahora conocerás el verdadero horror.

Drex, aún en su forma licántropa, se dio cuenta de que esta nueva amenaza era más de lo que podía manejar solo. Los Devorados se lanzaron sobre él con una ferocidad ciega, y aunque Drex desgarraba sus cuerpos con sus garras y dientes, parecían interminables. Cada vez que derribaba a uno, otros dos aparecían, sedientos de sangre y destrucción.

El fuego de la batalla ardía dentro de Drex, pero sabía que necesitaba algo más que pura brutalidad para sobrevivir a este asalto. Sus disparos de las 9mm habían sido efectivos contra los vampiros normales, pero los Devorados eran una amenaza de otro nivel, y la bruja gritona estaba canalizando su poder para invocar aún más de ellos.

Drex comenzó a retroceder, sus movimientos más calculados, buscando una oportunidad de ganar algo de terreno. Sentía el cansancio acumulándose en sus músculos, y aunque su fuerza licántropa era imponente, la cantidad de enemigos comenzaba a abrumarlo. Los Devorados no dejaban de lanzarse contra él, sus bocas abiertas en gritos de hambre y desesperación, mientras la bruja gritona se mantenía en el borde del campo de batalla, lanzando hechizos que hacían que el aire vibrara con una energía maligna.

Drex sabía que no podría mantener la pelea por mucho más tiempo sin hacer algo drástico. Recordó entonces la poción que Daniel, el alquimista, le había preparado. Una poción que le otorgaría un poder extrañamente similar al de las bestias míticas: la capacidad de escupir fuego como un dragón.

Con un rápido movimiento, Drex sacó la poción de su cinturón y, sin pensarlo dos veces, la bebió. La sustancia quemó su garganta al bajar, llenándolo con una energía ardiente que comenzó a extenderse por todo su cuerpo. Un calor intenso creció en su pecho, y su respiración se volvió sofocante.

En cuestión de segundos, Drex sintió cómo su interior se transformaba. Sus ojos brillaron con un fuego infernal, y cuando los Devorados se abalanzaron sobre él de nuevo, dejó escapar un rugido profundo, liberando una columna de fuego furioso desde sus fauces abiertas. Las llamas envolvieron a los Devorados, incinerando sus cuerpos al instante. Los gritos de agonía resonaron en la noche, mientras los cuerpos carbonizados de las criaturas caían al suelo, convertidos en cenizas.

La bruja gritona dejó escapar un chillido aún más agudo, retrocediendo ante la furia inesperada de Drex. Pero Drex no estaba dispuesto a detenerse. La poción no solo le había dado el poder de escupir fuego, sino que lo había impulsado a una nueva fase de brutalidad. Cada aliento que liberaba lanzaba llamas que quemaban todo a su paso. El suelo bajo sus pies se agrietaba con el calor, y los árboles cercanos comenzaban a arder.

Sin embargo, los Devorados no eran los únicos enemigos. Un segundo equipo de vampiros bien entrenados apareció en escena, lanzándose contra Drex con la clara intención de detenerlo. Estaban mejor organizados y preparados, sus movimientos precisos y letales. Drex, aunque abrumado, luchaba con una furia inigualable. Utilizaba tanto su Chokuto como las balas mixtas de sus pistolas, alternando entre disparos precisos y tajos letales con la espada.

Pero la batalla era brutal y desgastante. A pesar de su resistencia, Drex sentía que la energía se le escapaba. Fue entonces cuando escuchó un zumbido en su oído: el comunicador en su cinturón se activó.

Drex, ¿me copias? —La voz de Vambertoken sonaba fría y distante, como si estuviera observando la situación desde lejos—. Te envié refuerzos. Dirígete al punto de extracción, te estarán esperando allí.

Drex apretó los dientes, sabiendo que no podía resistir mucho más tiempo. Tenía que llegar al punto de extracción si quería sobrevivir a esta emboscada.

Con la humana aún bajo su protección, Drex comenzó a retroceder, utilizando el fuego que aún salía de su boca para mantener a raya a los vampiros y los Devorados. Cada vez que uno de ellos se acercaba demasiado, Drex soltaba una nueva llamarada, derritiendo el metal y los huesos por igual. Las llamas eran tan poderosas que los vampiros más cercanos ni siquiera tenían tiempo de gritar antes de ser consumidos.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Drex llegó al punto de extracción. Para su alivio, allí lo esperaban Tyrannus y Diana, ambos listos para la batalla. Diana llevaba consigo una poción especial de Daniel, diseñada para permitir a los licántropos transformarse por segunda vez en un día, algo que normalmente sería imposible.

—Bebe esto —dijo Diana, entregándole la poción a Drex—. Vas a necesitarlo.

Drex no dudó. Tomó la poción y la bebió de un trago, sintiendo cómo la transformación lo embargaba una vez más. Su cuerpo se alargó, sus músculos se tensaron, y su fuerza se multiplicó. Esta vez, las llamas en su interior eran aún más intensas. El fuego que liberaba ahora no solo era capaz de quemar carne y hueso, sino que podía derretir incluso el acero.

Con Tyrannus, Diana, y el fuego devastador de Drex, los enemigos que aún quedaban no tuvieron ninguna oportunidad. Tyrannus, con su control sobre el fuego, luchaba junto a Drex, pero ambos sabían que las llamas de Drex eran ahora superiores a cualquier poder piroquinético que Tyrannus pudiera controlar.

Los tres lucharon como una fuerza imparable, y pronto, los vampiros y Devorados que habían sido enviados a detenerlos fueron reducidos a cenizas y polvo.

Con la humana asegurada, Drex respiró hondo, sus ojos aún brillando con el poder del fuego que corría por sus venas. Había sido una batalla brutal, pero lo había logrado. Se giró hacia Tyrannus y Diana, quienes lo observaban con respeto.

—La misión está cumplida —dijo Drex, su voz ronca, pero firme.

Diana asintió, mientras Tyrannus se acercaba con una sonrisa.

—No sabía que pudieras escupir fuego como un dragón —dijo Tyrannus, con una mezcla de sorpresa y respeto.

Drex soltó una risa baja, aunque todavía sentía el peso de la batalla en su cuerpo.

—Tampoco yo —respondió—. Pero parece que siempre hay algo nuevo que aprender.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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