Cazador de Almas Perdidas – Creepy pasta 58.
Entre Lobos y Sombras.
Drex avanzaba en la oscuridad de la noche, el peso de la última misión aun colgando en su conciencia. Había algo que lo inquietaba desde la destrucción de la oficina separatista, y sabía que la respuesta no se encontraría entre los vampiros o el Vaticano. Sus pasos lo llevaban directamente hacia la guarida de los licántropos, un lugar donde podría encontrar no solo respuestas, sino también un espacio para aclarar sus pensamientos.
La Guarida del Lobo, como era conocida entre los suyos, era una construcción de aspecto imponente, ubicada en lo profundo de las montañas cercanas a Bogotá. A lo largo de los años, el lugar había sido un refugio y un centro de poder para los licántropos de la región, y ahora más que nunca, el ambiente estaba cargado de anticipación. El regente estaba a punto de convertirse en el primer Archiconde de Colombia en la historia del Consejo Vampírico, y eso lo cambiaría todo.
Al llegar, Drex fue recibido por Diana y Tyrannus, dos licántropos a los que conocía bien. Diana, con su actitud fría pero calculadora, y Tyrannus, quien siempre emanaba una energía explosiva, estaban conversando tranquilamente cuando vieron llegar a Drex.
—Vaya, mira quién ha decidido venir a casa —dijo Diana, con una sonrisa apenas perceptible, siempre en control de sí misma.
—Justo a tiempo, Drex —intervino Tyrannus, con una risa áspera—. La fiesta está a punto de comenzar.
Drex se acercó a ellos, inclinando la cabeza en señal de respeto. Había aprendido a mantener la calma en presencia de Tyrannus, ya que su temperamento podía encenderse en cualquier momento. Diana, en cambio, siempre lo observaba con ojos astutos, como si estuviera esperando a que alguien bajara la guardia.
—Supongo que ya han escuchado las noticias —dijo Drex, mientras se cruzaba de brazos—. El regente… o más bien, el Archiconde de Colombia.
Diana asintió, sus ojos grises brillando a la luz de la luna.
—Sí, a partir de mañana, ya no tendremos regente. Ahora tendremos un Archiconde Ramírez —respondió Diana, su voz siempre cargada de una calma calculadora.
Tyrannus dejó escapar una carcajada.
—Un licántropo, convertido en Archiconde del Consejo Vampírico. ¿Quién lo hubiera creído hace algunos años? —dijo, inclinando la cabeza hacia atrás, disfrutando del momento—. Vambertoken es un genio, lo ha planeado todo desde el principio.
Drex no pudo evitar sentir un nudo en el estómago al escuchar el nombre de Vambertoken. Sabía que detrás de todo este movimiento político había una estrategia mucho más profunda de lo que cualquiera podía imaginar.
—¿Y cuál es el plan del Archiconde Ramírez una vez que sea posesionado? —preguntó Drex, queriendo entender más sobre lo que se avecinaba para los licántropos bajo este nuevo esquema de poder.
Antes de que Tyrannus pudiera responder, una voz firme resonó desde lo profundo de la guarida.
—Puedes preguntármelo directamente.
El aire en la sala pareció volverse más denso cuando el Archiconde Ramírez apareció en la entrada, con una sonrisa amplia pero cargada de arrogancia. Su figura imponente emanaba autoridad, pero había algo más en sus ojos, algo que indicaba una sed de reconocimiento que Drex no había visto antes en ningún licántropo.
—Veo que has venido a visitarnos, Drex —dijo Ramírez mientras avanzaba hacia ellos. Su tono de voz era casi burlón—. Pero ya no me llames regente. Ahora soy el Archiconde Ramírez.
La burla en la voz de Ramírez no pasó desapercibida para Drex, quien lo miró con una mezcla de respeto y cautela. Sabía que Ramírez, ahora como Archiconde, estaba en una posición completamente diferente, y aunque la tensión entre vampiros y licántropos nunca había desaparecido, el juego de poder que Vambertoken había iniciado lo había cambiado todo.
Diana y Tyrannus se movieron hacia un lado para dejar que Ramírez tomara el control de la conversación. Ambos se mantuvieron atentos, sabiendo que lo que vendría a continuación sería importante.
—Es un día histórico, ¿no lo crees? —Ramírez sonrió, pero había algo afilado en su sonrisa—. Un licántropo, en el cargo de Archiconde. Los vampiros siempre pensaron que éramos bestias incontrolables, pero mira dónde estamos ahora. Esto es más que un simple cargo, Drex. Es una prueba de que podemos ser mucho más.
Drex lo escuchaba atentamente, tratando de medir las verdaderas intenciones detrás de las palabras de Ramírez.
—No voy a mentirte —continuó Ramírez, paseándose frente a ellos—. Vambertoken es la clave de todo esto. Fue él quien convenció al Consejo Latinoamericano de Vampiros para que aceptaran mi candidatura. Por primera vez en la historia, un licántropo se sienta en un cargo que siempre ha pertenecido a vampiros. Y no fue por pura benevolencia. Él sabe que yo puedo mantener el orden en Colombia, después de la catástrofe que fue el anterior ministerio.
Drex asintió lentamente, dejando que las palabras de Ramírez se asentaran. Era evidente que el Archiconde Ramírez estaba lleno de orgullo por su nuevo cargo, pero Drex quería saber más. Quería entender cuáles eran las verdaderas intenciones detrás de esa sonrisa arrogante.
—¿Y cuál será tu enfoque una vez estés en el cargo? —preguntó Drex, midiendo sus palabras con cautela—. Sabes que habrá mucho escepticismo sobre cómo manejarás el equilibrio entre vampiros y licántropos. La pregunta es, ¿planeas seguir las órdenes de Vambertoken o hacer las cosas a tu manera?
Ramírez lo miró con interés, como si la pregunta lo hubiera tomado ligeramente por sorpresa, pero rápidamente recuperó su compostura.
—Vambertoken ha sido una influencia crucial en mi ascenso —admitió Ramírez, su tono más serio ahora—. Pero no soy su marioneta. Él me ofreció esta posición porque sabe que puedo manejarla, que puedo demostrar que los licántropos no son meras bestias incontrolables. Quiero que quede claro: los vampiros piensan que somos el enemigo, pero puedo demostrar que somos una fuerza para el orden. Conmigo al mando, el ministerio vampírico en Colombia se convertirá en el modelo para el resto del mundo sobrenatural. Control, Drex. Eso es lo que importa. No el caos.
Drex percibió la seriedad en las palabras de Ramírez. Había una convicción genuina en su discurso. Para él, esto era más que una oportunidad; era una forma de cambiar la narrativa sobre los licántropos, de demostrar que podían ser algo más que monstruos.
—Control… —repitió Drex en voz baja, asintiendo lentamente—. Y para demostrar ese control, ¿qué planes tienes para el Oricalco?
Ramírez sonrió nuevamente, esta vez con un brillo en los ojos que dejaba entrever su ambición.
—Ah, Oricalco… —dijo, entrelazando las manos detrás de su espalda—. Diana y Tyrannus ya han sido seleccionados para formar parte del nuevo Oricalco. Vambertoken tiene planes de expandir su escuadrón de Purga, y Tatiana será la líder bajo la dirección del Archiconde de Purga, claro está. Sin embargo, yo también necesito una fuerza aquí en Colombia, y estoy buscando un líder.
Drex supo que esa última frase iba dirigida a él, aunque Ramírez no lo dijo explícitamente.
—Tatiana estará bajo el mando de Vambertoken —continuó Ramírez—, pero eso no significa que nosotros no podamos formar nuestra propia fuerza. Necesito alguien con experiencia, alguien que comprenda tanto el mundo de los licántropos como el de los vampiros. Y creo que tú, Drex, podrías encajar perfectamente en ese rol. Piensa en ello.
Drex no respondió de inmediato. Sabía que la oferta estaba implícita, pero no estaba listo para tomar una decisión en ese momento. Había mucho en juego, y necesitaba tiempo para considerar todas sus opciones.
El Archiconde Ramírez se detuvo un momento y miró a Drex con una mezcla de admiración y respeto.
—Vambertoken ha roto muchas barreras para nosotros —dijo con orgullo—. Nos ha dado una oportunidad que nunca antes habríamos imaginado. Ahora es nuestro turno de demostrar que somos más que lo que el mundo cree de nosotros. No somos bestias incontrolables, Drex. Podemos ser líderes, podemos ser el futuro.
La reunión se extendió un poco más, con discusiones sobre la estrategia de Oricalco y cómo se organizaría bajo el nuevo esquema de poder. Diana y Tyrannus intercambiaron miradas, sabiendo que sus roles en esta nueva estructura de poder estaban asegurados.
Al terminar la reunión, Drex decidió que necesitaba hablar con alguien en quien realmente confiara. Así que, antes de irse, llamó a María.
La llamada con María.
Drex caminaba lentamente por las calles oscuras mientras hablaba con María por teléfono. Quería mantener esta conversación en privado, lejos de los oídos curiosos de Tatiana.
—María, tengo que hablar contigo —comenzó Drex, su tono algo tenso—. Vambertoken me ha hecho una oferta. Quiere que sea su purgador personal. El dinero es bueno, y me permitiría estar cerca de Tatiana, pero sin tener que trabajar directamente con ella. Eso evitaría que nuestros sentimientos interfieran en el trabajo.
Hubo una pausa del otro lado de la línea antes de que María hablara.
—Entiendo, Drex —respondió María con su habitual tono calmado—. Pero ya sabes lo que implica trabajar para Vambertoken. Es un camino del que es difícil volver. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?
Drex suspiró, mirando al horizonte. Sabía que María, con su habilidad para ver el futuro, podía darle una perspectiva diferente.
—No lo sé —admitió—. He pasado tanto tiempo persiguiendo una venganza que ya ni siquiera sé si es lo que quiero. Creo que… podría ser una forma de dejar atrás a Carolina. Dejar atrás esa herida que me ha perseguido durante años. Tal vez esta sea mi oportunidad de empezar de nuevo.
María permaneció en silencio por un momento antes de responder.
—Drex, ya lo sabes. El futuro está en constante cambio, y las decisiones que tomamos moldean lo que vendrá. He visto muchos caminos para ti, pero al final, eres tú quien decide cuál tomar. Si decides trabajar para Vambertoken, debes estar preparado para las consecuencias. Sin embargo, si lo haces para sanar, para avanzar… entonces puede que encuentres lo que estás buscando.
Las palabras de María resonaron profundamente en Drex. Sabía que ella, como la mejor clarividente de Latinoamérica, no hablaba a la ligera. Pero también sabía que ella confiaba en su capacidad para tomar la decisión correcta.
—Gracias, María —dijo Drex finalmente—. Voy a pensar en todo lo que me has dicho. Nos vemos mañana en la posesión de Vambertoken.
María sonrió al otro lado de la línea, aunque Drex no pudo verla, lo sintió en su tono.
—Estaré allí, Drex. Cuídate.
Con esas últimas palabras, la llamada terminó, dejando a Drex sumido en sus pensamientos mientras la noche continuaba envolviendo la ciudad.
Sabía que pronto tendría que tomar una decisión. Y cualquiera que fuera el camino que eligiera, no habría vuelta atrás.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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