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El Cazador de Almas Perdidas – Creepy pasta 55.

Bestias y Corazones.

La decisión de la cacería.

El sol de la mañana se alzaba lentamente sobre las montañas que rodeaban el pueblo de La Vega, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas. Las calles aún estaban adormecidas, mientras el aire fresco de las primeras horas del día se mezclaba con la promesa de lo que sería un día cálido en las tierras altas. Drex se encontraba en la terraza del pequeño hotel, mirando las montañas, pensativo. El día había llegado.

Julián llevaba una semana en Colombia, y las noticias sobre la renuncia de Vambertoken como Archiconde ya habían sacudido el mundo sobrenatural. Sin embargo, lo que ocupaba la mente de Drex en ese momento no era la política vampírica, sino algo mucho más personal.

Tatiana.

Tatiana, la mujer que había desafiado todas sus expectativas y había traspasado las barreras que había construido a lo largo de los años. Ella sabía lo que él era, en teoría, pero lo que estaba por ver esa noche sería algo completamente distinto. Valeria había sido clara en su consejo: Drex debía mostrarle a Tatiana su verdadera naturaleza, la bestia que llevaba dentro. Solo así podría haber una verdadera posibilidad entre ellos.

A pesar de la confianza que Drex había mostrado al invitarla a la cacería, en su interior, una voz persistente susurraba que Tatiana huiría. ¿Cómo podría no hacerlo? Ser un licántropo no era solo transformarse en un ser monstruoso bajo la luna llena; era vivir con la dualidad de ser hombre y bestia, de alimentarse de corazones humanos para mantener el control. No había romanticismo en eso, solo sangre, muerte y un hambre insaciable que no todos podían comprender, y mucho menos aceptar.

Drex observaba las sombras de las montañas cuando decidió hacer algo que sabía que iría en contra de lo que Tatiana había pedido: llamó en secreto a María, su hermana. Sabía que Tatiana quería afrontar esto sola, sin intervención, pero Drex no podía arriesgarse. Si Tatiana necesitaba apoyo, María estaría allí, en silencio, lista para intervenir. Quería que esto funcionara, quería a Tatiana en su vida, pero no estaba dispuesto a perderla por subestimar la carga emocional de lo que estaba por presenciar.

María, necesito que vengas a La Vega —dijo Drex al teléfono, su voz calmada pero urgente—. Tatiana va a ver algo muy fuerte esta noche, y no estoy seguro de cómo lo tomará. Quiero que estés cerca, por si necesita apoyo.

María, siempre perceptiva y comprensiva, no hizo preguntas innecesarias.

—Estaré allí, Drex —respondió con su habitual tono suave—. No me verán, pero si Tatiana me necesita, estaré lista.

Drex cerró el teléfono y miró la mañana que se desplegaba frente a él. El día apenas comenzaba, pero su mente ya estaba en la cacería que tendría lugar al caer la noche.

Conociéndose más allá de las palabras.

El coche avanzaba lentamente por las serpenteantes calles del pequeño pueblo, pasando por coloridas casas y plazas llenas de vida. Tatiana estaba sentada en el asiento del copiloto, observando en silencio el paisaje que la rodeaba. Habían llegado temprano a La Vega, y ambos sabían que la noche traería algo más que simplemente una cacería.

Tatiana había insistido en acompañar a Drex durante toda la cacería, algo que él había tratado de evitar, pero finalmente cedió. Quería que las cosas funcionaran entre ellos, y si eso significaba exponer esa parte de él que había mantenido oculta durante tanto tiempo, entonces debía hacerlo. Aun así, la idea de que Tatiana lo viera transformarse, lo viera cazar, lo perturbaba profundamente.

El restaurante que eligieron para almorzar estaba ubicado en una pequeña esquina del pueblo, rodeado de vegetación y con una vista espectacular de las montañas. El aire fresco y el ambiente relajado contrastaban fuertemente con la tensión que ambos sentían.

—Es un lugar bonito —dijo Tatiana, rompiendo el silencio mientras tomaba un sorbo de agua. Sus ojos recorrían las montañas a lo lejos, como si estuviera buscando un respiro en medio de lo que se avecinaba.

Drex asintió, pero su mente estaba en otro lugar.

—Es tranquilo, sí —respondió, aunque su tono de voz dejaba claro que no estaba del todo presente en la conversación.

Tatiana lo miró de reojo, sabiendo exactamente en qué estaba pensando. Siempre había sido así con él: directo, pero evasivo cuando se trataba de asuntos emocionales. Decidió no presionarlo, no aún.

—Me alegra que estemos aquí —dijo ella finalmente, su voz más suave—. No pensé que aceptarías tan fácilmente. Sé que esto es importante para ti, mostrarme quién eres realmente.

Drex la miró a los ojos por primera vez desde que llegaron al restaurante. Sabía que ella estaba tratando de tender un puente, tratando de aliviar la tensión que ambos sentían, pero no podía evitar sentirse atrapado entre la necesidad de ser honesto y el miedo de perderla.

—No estoy seguro de si fue una buena idea —confesó Drex, su voz más baja de lo habitual—. No sé si esto… si lo que vas a ver esta noche es algo que puedas aceptar. Pero necesito que lo sepas. No quiero que haya secretos entre nosotros.

Tatiana asintió lentamente. Sabía que esa conversación no iba a ser fácil, pero también sabía que era necesaria.

—No te estoy pidiendo que seas perfecto, Drex —dijo ella, entrelazando sus manos sobre la mesa—. Solo te estoy pidiendo que seas tú mismo. Ya sé lo que eres, al menos en teoría. Ahora quiero ver todo. Quiero ver la verdad.

Drex se quedó en silencio por un momento, dejando que las palabras de Tatiana penetraran en su mente. Sabía que ella estaba siendo honesta, que quería entenderlo en su totalidad, pero la bestia dentro de él temía ser rechazada. ¿Cómo podía alguien como Tatiana, alguien tan fuerte y controlada, aceptar lo que él estaba a punto de mostrarle?

El almuerzo continuó en una atmósfera más ligera, con ambos compartiendo pequeños detalles sobre sus vidas fuera del caos del mundo sobrenatural. Tatiana hablaba de su infancia en Colombia, de su entrenamiento en Oricalco y de su relación con María, mientras que Drex compartía historias de sus años vagando por Sudamérica, cazando criaturas y aprendiendo a convivir con su licantropía.

Por un momento, ambos se permitieron olvidar lo que estaba por venir. Pero a medida que el sol comenzaba a descender detrás de las montañas, la inevitable realidad de la noche los alcanzaba.

La cacería comienza.

De vuelta en el hotel, Drex se preparó mentalmente para lo que estaba a punto de hacer. Había una parte de él que deseaba no tener que someter a Tatiana a lo que vería esa noche, pero también sabía que no había otra forma de avanzar si no era con total transparencia.

Tatiana se mantuvo cerca de él mientras caminaban por las calles vacías del pueblo, alejándose poco a poco de la civilización y adentrándose en los rincones más oscuros y solitarios de La Vega. No había necesidad de palabras; ambos sabían lo que vendría.

Drex había elegido cuidadosamente sus presas. No cazaba al azar, nunca lo hacía. Para mantener el control sobre la bestia que llevaba dentro, debía alimentarse de corazones humanos, pero no cualquier corazón servía. Elegía a aquellos que, en su opinión, no merecían seguir viviendo, criminales que la sociedad no extrañaría, hombres y mujeres cuyas desapariciones no generarían ninguna investigación oficial. Esa era la forma en la que había aprendido a coexistir con la bestia sin perderse completamente en ella.

Esa noche, sus presas eran tres criminales de poca monta. Ladrones, traficantes, que vivían al margen de la ley en los rincones oscuros del pueblo. Eran hombres que ya habían cruzado líneas morales hace mucho tiempo y que, a ojos de Drex, no merecían redención.

Tatiana lo seguía en silencio, manteniéndose cerca, pero sin intervenir. Sabía que estaba cruzando un umbral invisible, que lo que estaba a punto de presenciar no era solo una transformación física, sino un cambio en la forma en que veía a Drex. Y, sin embargo, no retrocedió.

Finalmente, Drex los encontró, acurrucados en un callejón oscuro, planeando su siguiente golpe. No había luz, salvo por la tenue iluminación de una farola distante, lo que hacía que el lugar se sintiera aún más aislado, aún más ajeno a la ley y el orden.

Drex respiró hondo y miró a Tatiana por última vez antes de dar el siguiente paso.

—Si no puedes ver esto, puedes irte ahora —dijo Drex, sabiendo que lo que estaba por venir no era para cualquiera.

Tatiana lo miró con determinación, sus ojos fijos en los de Drex, pero su respiración ligeramente acelerada traicionaba la calma que intentaba proyectar. Estaba asustada, y tenía todo el derecho a estarlo, pero no iba a huir.

—No me iré —respondió con firmeza, aunque su voz era apenas un susurro en la penumbra del callejón.

Drex asintió. Sabía que no tenía más que decir. Se giró lentamente hacia los tres criminales, sus sentidos licántropos activándose al máximo. El aire estaba cargado con la energía de la caza, una sensación familiar para Drex, pero completamente nueva para Tatiana, quien observaba cada uno de sus movimientos.

Mientras caminaba hacia la esquina oscura del callejón, Drex sintió el tirón de la luna llena, que, aunque no visible en ese momento, siempre estaba presente en su transformación. El proceso comenzaba lentamente, como siempre lo hacía. Primero, el calor, una fiebre que recorría su cuerpo, endureciendo sus músculos y afilando sus sentidos. Luego venía la sed insaciable, el hambre que solo podía saciarse con corazones humanos.

Tatiana se mantuvo a unos metros detrás de él, su respiración ahora controlada pero rápida. Quería estar cerca, pero al mismo tiempo no podía evitar sentir un creciente pavor por lo que estaba a punto de presenciar.

La transformación.

Drex encontró un rincón sombrío, donde las sombras se juntaban en un velo casi impenetrable, y allí permitió que la bestia tomara el control. Sintió cómo sus huesos comenzaban a alargarse y romperse, los músculos expandiéndose bajo su piel. Su respiración se volvió errática mientras la transformación cobraba impulso, cada célula de su cuerpo gritando de dolor mientras se adaptaba a la forma bestial.

Tatiana, observando desde la distancia, contuvo el aliento al ver cómo Drex cambiaba. Su figura humana comenzó a deformarse, volviéndose más alta, más musculosa, mientras el sonido de los huesos rompiéndose resonaba en el callejón. Un gemido gutural escapó de los labios de Drex mientras la piel de su rostro se estiraba, formando un hocico cubierto de dientes afilados. Sus ojos brillaban con un tono rojo intenso, inhumano.

El monstruo había despertado.

La transformación no fue rápida ni limpia. Fue un proceso doloroso, violento, y el simple hecho de observarlo dejó a Tatiana paralizada de terror. Había oído sobre lo que los licántropos podían hacer, pero ver a Drex convertirse en una bestia salvaje, en un hombre lobo de casi dos metros, era algo completamente distinto. No estaba preparada para la crudeza de la realidad.

El licántropo que ahora era Drex se giró hacia ella por un breve instante. Sus ojos brillaban con una mezcla de furia y hambre, pero en lo profundo, Tatiana pudo ver un destello de la persona que conocía. Drex seguía allí, aunque estaba envuelto en la oscuridad de la bestia.

Los tres criminales aún no se habían dado cuenta de lo que se acercaba. Estaban demasiado ocupados con su conversación, planeando su próxima actividad delictiva. Drex los observó por unos momentos desde las sombras, y Tatiana podía sentir cómo la tensión en el aire aumentaba con cada segundo que pasaba. La bestia estaba a punto de atacar.

La cacería.

El ataque fue tan rápido que Tatiana apenas pudo seguirlo con la vista. Drex, en su forma licántropa, saltó desde las sombras con una velocidad y fuerza inhumanas, cayendo sobre uno de los hombres antes de que pudiera siquiera reaccionar. El sonido de huesos rompiéndose llenó el aire mientras Drex hundía sus garras en el pecho del hombre, desgarrando carne y hueso con una facilidad escalofriante.

El grito de dolor del criminal resonó en el callejón, pero fue rápidamente silenciado cuando Drex le arrancó el corazón del pecho. La sangre salpicó las paredes, cubriendo a Drex en un manto carmesí. Sin perder un segundo, Drex se llevó el corazón a la boca y lo devoró con un salvajismo que dejó a Tatiana completamente paralizada.

Los otros dos criminales intentaron huir, pero no llegaron muy lejos. Drex se lanzó hacia el segundo hombre, derribándolo con un movimiento brutal. Este intentó luchar, pero no tenía ninguna posibilidad contra la bestia que era Drex. De nuevo, Drex arrancó el corazón del hombre, con la misma precisión salvaje, y lo devoró sin piedad.

El tercer hombre, al ver lo que había sucedido con sus compañeros, apenas pudo moverse por el miedo. Sus piernas temblaban, y aunque intentaba retroceder, estaba demasiado paralizado por el terror para correr. Drex lo alcanzó con facilidad, sus garras atravesando la piel del hombre como si fuera papel.

Tatiana, que hasta ese momento había permanecido completamente inmóvil, finalmente dejó escapar un pequeño grito de horror al ver cómo Drex devoraba el corazón del tercer hombre. La escena era grotesca, inhumana. La sangre cubría todo el cuerpo de Drex, y el olor metálico impregnaba el aire. Aunque sabía que Drex estaba controlando a la bestia, no había nada que pudiera prepararla para lo que acababa de presenciar.

El corazón del último hombre cayó de las manos ensangrentadas de Drex, y por un momento, todo el callejón quedó en silencio, salvo por el sonido de la respiración agitada de Tatiana.

El retorno a la forma humana.

Drex, cubierto de sangre y jadeando, comenzó a revertir la transformación. Sus huesos volvieron a encogerse, la piel se retraía a su forma humana, pero el rastro de lo que había hecho permanecía visible en cada rincón del callejón. La transformación de vuelta fue mucho más rápida que la inicial, pero no menos dolorosa. El cuerpo de Drex, ahora nuevamente humano, estaba cubierto en sangre. No solo la de sus víctimas, sino también la suya, consecuencia del proceso desgarrador de cambiar entre formas.

Cuando finalmente la bestia retrocedió por completo, Drex se quedó de pie en medio del callejón, completamente desnudo y cubierto de la sangre de los tres criminales. Su respiración era agitada, y su rostro mostraba una mezcla de cansancio y algo que Tatiana no pudo identificar completamente: un sentimiento de resignación, como si estuviera acostumbrado a esa brutalidad.

Tatiana no podía moverse. La imagen de Drex, empapado en sangre y con los cuerpos destrozados a sus pies, era demasiado abrumadora. Su mente luchaba por procesar lo que acababa de ver. Sabía que Drex era un licántropo, sabía que cazaba criminales, pero ver cómo la bestia dentro de él actuaba con una violencia tan visceral, tan inhumana, la dejó completamente paralizada.

Drex intentó limpiarse con las manos, pero no había mucho que pudiera hacer en ese momento. El silencio se hizo pesado, incómodo, y ambos sabían que lo que acababa de suceder había cambiado algo en su relación.

Tatiana —comenzó Drex, su voz baja y ronca—. Yo…

No pudo terminar la frase. Sabía que no había palabras que pudieran explicar lo que acababa de pasar.

Tatiana seguía sin moverse, con los ojos fijos en Drex. Parecía estar en shock, completamente abrumada por la brutalidad de lo que había presenciado. Drex sabía que tenía que hacer algo, pero no estaba seguro de qué. La transformación era parte de lo que él era, una parte que no podía simplemente ignorar o esconder.

Finalmente, Drex hizo lo único que pudo pensar en ese momento. Sacó su teléfono, sus dedos aún temblorosos, y marcó el número de María.

María, ven… ahora —dijo Drex, su voz apenas un susurro.

Sabía que María podría ayudar, al menos a calmar a Tatiana, o a darle el espacio que necesitaba para procesar lo que acababa de ver. Porque, aunque Drex había mostrado su verdadera naturaleza, no podía forzar a Tatiana a aceptarla.

Mientras colgaba el teléfono, se acercó a Tatiana, manteniendo la distancia, pero intentando ofrecerle algo de seguridad.

—Voy a limpiarme —dijo, tratando de sonar más calmado de lo que realmente estaba—. María está en camino.

Tatiana asintió lentamente, sin apartar la mirada de él. Las palabras aún no llegaban a su mente, pero sabía que necesitaba tiempo para procesar lo que acababa de ver.

El mundo que ella conocía había cambiado para siempre, y la relación con Drex estaba en una encrucijada.

Mientras Drex daba un paso atrás, manteniendo cierta distancia para no abrumar más a Tatiana, sus pensamientos giraban en torno a lo que acababa de suceder. Aunque había vivido estas transformaciones cientos de veces antes, nunca había sentido tanto miedo como en ese momento. No miedo a la cacería, ni a perder el control, sino miedo a perder a Tatiana.

Tatiana, por su parte, seguía inmóvil, como si su mente se hubiese desconectado del mundo real durante unos momentos. Había presenciado violencia antes, había estado en situaciones difíciles con Oricalco, pero esto era diferente. La brutalidad de Drex en su forma licántropa, la forma en que había desgarrado a esos hombres con una fuerza descomunal, la transformación en sí misma… todo había sido demasiado. Y aunque sabía que esos hombres eran criminales, que merecían ser castigados, no podía evitar sentir una punzada de horror al ver la sangre manchando el suelo y a Drex cubierto en ella.

Un sonido suave la sacó de su aturdimiento. Era el ruido de María llegando al callejón. Había respondido rápidamente a la llamada de Drex y, aunque Tatiana no la había visto antes, María se acercó con pasos medidos, cuidando no hacer movimientos bruscos que pudieran sobresaltar a su hermana.

Tatiana… —dijo María suavemente, su voz llena de compasión.

Tatiana se giró lentamente hacia ella, sus ojos aún llenos de la imagen de Drex como un monstruo, pero también con la necesidad de entender. Sentía que había una brecha entre lo que sabía intelectualmente y lo que su corazón era capaz de aceptar en ese momento.

—¿Por qué me pidió que viniera? —preguntó Tatiana, con la voz temblorosa, pero buscando respuestas—. Sabías que esto iba a ser así.

María intercambió una breve mirada con Drex, quien estaba limpiándose lo mejor que podía con lo poco que tenía a mano. Sabía que esto no sería fácil de explicar, pero también sabía que el amor que Tatiana sentía por Drex era lo suficientemente fuerte como para intentar comprenderlo.

—Drex… solo quería asegurarse de que estuvieras bien —dijo María, acercándose un poco más—. Sabía que esto iba a ser difícil para ti. No es fácil ver algo así, incluso cuando sabes lo que él es. Es… diferente verlo en la realidad.

Tatiana dejó escapar una risa breve, más un reflejo de incredulidad que de humor.

—Diferente no es la palabra —dijo, todavía tratando de procesar todo—. No sé qué es esto. No sé cómo continuar después de ver esto.

Drex, que había estado guardando silencio, finalmente se acercó, manteniendo los ojos bajos en señal de respeto hacia el espacio emocional de Tatiana. Sabía que las palabras no iban a borrar lo que ella había visto, pero también sabía que necesitaba ser honesto con ella.

—Tatiana… —comenzó, su voz más suave que nunca—. Sé que esto es difícil. Sé que lo que viste es… aterrador. Pero esto es parte de lo que soy. No puedo cambiarlo, no puedo esconderlo. Lo que viste esta noche es lo que tengo que hacer para mantener el control sobre la bestia dentro de mí.

Tatiana levantó la mirada, sus ojos buscando los de Drex, tratando de encontrar al hombre que conocía detrás de la sangre y la bestia.

—¿Siempre es así? —preguntó, su voz más fuerte ahora, aunque aún cargada de emociones—. ¿Siempre es tan… brutal?

Drex asintió lentamente, sin intentar suavizar la verdad.

—Sí. Lo es. No puedo evitarlo. Si no me alimento de corazones humanos, perderé el control y me convertiré en algo mucho peor. Es la única forma en que puedo seguir siendo yo mismo.

El silencio cayó de nuevo entre ellos, pero esta vez, no era el silencio de alguien en shock. Era el silencio de alguien tratando de aceptar lo imposible. Tatiana respiró profundamente, cerrando los ojos por un momento antes de hablar de nuevo.

—Voy a necesitar tiempo —dijo finalmente—. Tiempo para entender esto, para procesarlo.

Drex asintió, sintiendo una pequeña chispa de esperanza. Sabía que lo que estaba pidiendo no era fácil, pero si Tatiana estaba dispuesta a intentarlo, entonces todavía había una oportunidad.

—Tómate todo el tiempo que necesites —respondió Drex—. Yo estaré aquí.

María, que había permanecido en segundo plano, observando la interacción entre ellos, sonrió suavemente, sabiendo que, aunque el camino sería difícil, aún había esperanza para su hermana y Drex.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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