‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 48.
La Ruta de la Sombra. Emboscada en la Oscuridad.
La carretera hacia Bluefields serpenteaba a través de la densa selva, con la luna como única testigo del viaje de Drex y Fabián. La tensión en el aire era palpable, un presagio de la batalla que estaba por desatarse. Ambos sabían que se estaban acercando a su destino, y que los peligros estaban lejos de haber terminado.
El Ataque en la Carretera.
De repente, un fuerte golpe resonó en la camioneta, sacudiendo el vehículo con violencia. Drex, con reflejos rápidos, giró el volante para mantener el control, mientras Fabián observaba con ojos agudos el entorno, buscando la fuente del ataque.
—¡Nos están atacando!— exclamó Fabián, sacando su arma mientras intentaba identificar a los agresores en la oscuridad.
Las figuras que se movían entre los árboles a ambos lados de la carretera eran rápidas, demasiado rápidas para ser humanas. Drex olfateó el aire, identificando el característico hedor de los vampiros sanguijuelas y el olor a podredumbre de los devorados.
—Son vampiros sanguijuelas… y devorados— murmuró Drex, mientras giraba el volante bruscamente hacia un lado—. No podemos enfrentarlos mientras estamos en movimiento. Necesitamos detenernos.
Fabián asintió, sabiendo que Drex tenía razón. La velocidad de sus atacantes y la densidad de la selva hacían imposible seguir conduciendo sin exponerse a un riesgo mayor. Sin dudarlo, Drex maniobró la camioneta hacia un claro en el costado de la carretera, deteniéndose en seco.
Ambos salieron del vehículo con rapidez, armas en mano. Drex estaba listo para liberar su furia, pero algo era diferente en Fabián. Su compañero del Vaticano parecía más seguro, más enfocado que nunca. Drex lo notó de inmediato.
—Fabián— dijo Drex mientras tomaba posición junto a él—. No te preocupes por afectarme con tus cantos y rezos. Puedo manejarlo.
Fabián sonrió con determinación, sabiendo que era el momento de demostrar lo que había aprendido.
—No será necesario— respondió Fabián, su voz cargada de una confianza que Drex no había escuchado antes—. He entrenado, Drex. Puedo focalizar mis rezos. Lucharemos juntos esta vez.
Fabián sacó su Biblia, su voz resonando con una autoridad que parecía provenir de lo más profundo de su ser. Mientras recitaba un salmo de protección, el aire a su alrededor comenzó a vibrar con una energía palpable, una barrera invisible que repelía a las criaturas que se acercaban.
Drex observó con asombro cómo los vampiros sanguijuelas que intentaban acercarse se detenían en seco, como si hubieran chocado contra un muro invisible. Fabián, con su nueva habilidad, era capaz de mantener la barrera sin afectar a Drex, permitiéndole moverse libremente en medio de la batalla.
La Lucha Desatada.
Drex no perdió tiempo. Con la tranquilidad que le otorgaba la protección de Fabián, se lanzó hacia los vampiros sanguijuelas con una ferocidad que hizo temblar a sus enemigos. Con su fuerza sobrehumana y sus reflejos mejorados, Drex rasgó y destrozó a las criaturas que se interponían en su camino.
Fabián, mientras tanto, continuaba recitando sus rezos, pero ahora los combinaba con ataques físicos precisos. Lanzaba botellas de agua bendita que estallaban al impactar contra los devorados, sus cuerpos malditos comenzando a arder bajo el poder sagrado. Con un crucifijo en una mano y una estaca en la otra, Fabián se movía con la agilidad de un guerrero entrenado, eliminando a los vampiros que lograban acercarse demasiado.
Drex y Fabián, peleando codo a codo, eran una fuerza imparable. Por primera vez, Drex no sentía la necesidad de evitar los rezos de Fabián, ni de dividirse para evitar ser alcanzado por los efectos de la magia sagrada de su compañero. Ahora podían luchar como un verdadero equipo, aprovechando al máximo sus habilidades complementarias.
El Engaño Maquinado.
La batalla fue intensa, pero breve. Con la mayoría de los vampiros sanguijuelas y devorados reducidos a cenizas o destrozados en el suelo, Drex y Fabián hicieron una rápida evaluación de la situación. Sabían que no podían quedarse allí por mucho tiempo. Si había más enemigos en la zona, debían seguir moviéndose antes de que llegaran refuerzos.
Drex miró los cuerpos caídos de los vampiros sanguijuelas, y una idea comenzó a formarse en su mente. Sabía que debían esperar más emboscadas, y si querían tener alguna oportunidad de superar la siguiente trampa, tendrían que ser astutos.
—Fabián, tengo una idea— dijo Drex, mientras examinaba los cuerpos de los vampiros—. Vamos a usar estos cuerpos para engañar a nuestros atacantes.
Fabián lo miró con curiosidad, pero confió en el instinto de Drex.
—¿Qué propones?— preguntó Fabián, mientras observaba cómo Drex comenzaba a mover los cuerpos.
—Vamos a hacerles creer que estamos muertos— explicó Drex—. Colocaremos los cuerpos en la camioneta y los dispondremos de tal manera que parezca que fuimos emboscados y que ellos lograron capturarnos. Cuando lleguen a inspeccionar, los atacaremos desde las sombras.
Fabián asintió, comprendiendo el plan. Con la ayuda de Drex, colocaron los cuerpos de los vampiros sanguijuelas y devorados en la camioneta, posicionándolos de tal manera que parecía una escena de carnicería. Luego, cubrieron parte de los cuerpos con mantas, dejando solo lo suficiente visible para que sus atacantes creyeran que habían sido abatidos.
Una vez que la escena estuvo lista, Drex y Fabián se ocultaron en la oscuridad, esperando a que los emboscadores hicieran su movimiento.
La Trampa y el Contraataque.
No pasó mucho tiempo antes de que una nueva horda de atacantes llegara al lugar. Al principio, fueron cautelosos, inspeccionando la escena desde lejos. Al ver los cuerpos inertes en la camioneta, se acercaron con más confianza, seguros de que habían tenido éxito.
Fue en ese momento cuando Drex y Fabián atacaron. Desde las sombras, Drex saltó sobre los primeros emboscadores, derribándolos con la fuerza de un rayo. Fabián, por su parte, invocó una poderosa bendición de protección, impidiendo que los enemigos pudieran defenderse adecuadamente mientras él atacaba con precisión.
El combate fue brutal pero rápido. Los atacantes, tomados por sorpresa, no tuvieron tiempo de reaccionar antes de ser eliminados uno por uno. Drex y Fabián, operando como una unidad perfectamente sincronizada, acabaron con la emboscada antes de que sus enemigos pudieran entender lo que estaba ocurriendo.
Cuando todo terminó, el silencio volvió a la carretera, roto solo por los jadeos de Drex y Fabián mientras recuperaban el aliento. Miraron a su alrededor, asegurándose de que no quedara ningún enemigo en pie.
La Pista Decisiva.
Con la amenaza eliminada, Drex comenzó a registrar los cuerpos de los emboscadores, buscando cualquier pista que pudiera llevarlos al siguiente paso de su misión. Fue entonces cuando encontró un teléfono en el bolsillo de uno de los atacantes. Con cuidado, utilizó la huella digital del cadáver para desbloquear el dispositivo.
Fabián, observando por encima del hombro de Drex, vio cómo este navegaba por los mensajes en el teléfono. Uno de ellos, en particular, llamó su atención.
—Aquí está— murmuró Drex, señalando la pantalla—. “Lleva el camión a la bahía clandestina en la costa, elimina a los avaros repartidores y recupera la mercancía. No dejes testigos”.
Fabián soltó una carcajada irónica al leer el mensaje.
—Los humanos siempre caen en lo mismo— comentó, con una sonrisa amarga—. La avaricia los lleva a arriesgarse por más dinero, y siempre terminan atrapados en su propia trampa. Estos tipos pensaban que podrían simplemente matarnos y quedarse con todo.
—Pero esta vez, el tiro les salió por la culata— añadió Drex, guardando el teléfono y levantándose—. Sabemos a dónde debemos ir. Vamos a llevarles una sorpresa.
El Camino a la Bahía.
Drex y Fabián volvieron a la camioneta, con la información necesaria para llegar a su nuevo destino. Sabían que la bahía clandestina no estaría desprovista de peligros, pero estaban preparados para cualquier eventualidad.
Con el motor en marcha, avanzaron por el camino, adentrándose aún más en la oscuridad de la noche. Mientras conducían, ambos se mantuvieron en silencio, concentrados en la misión que tenían por delante.
Las horas pasaron, y finalmente, la bahía clandestina apareció ante ellos. Era un lugar desolado, con lanchas en mal estado atracadas en muelles improvisados. El ambiente estaba cargado de una tensión casi palpable, como si el aire mismo advirtiera del peligro inminente.
Drex detuvo la camioneta en un lugar apartado, aún fuera de la vista de cualquiera que pudiera estar esperando.
—Estamos aquí— dijo Drex en voz baja, apagando el motor—. Pero antes de hacer cualquier movimiento, debemos asegurarnos de que no caigamos en otra trampa.
Fabián asintió, sabiendo que la precaución era esencial en este punto. Ambos se quedaron en silencio, observando el entorno desde la camioneta, esperando el momento adecuado para hacer su siguiente jugada.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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