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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 46.

Camino al Norte Bajo el Manto de la Oscuridad.

Drex y Fabián habían conseguido infiltrarse en la red de tráfico sobrenatural con un éxito que pocos podrían haber previsto. Ahora, estaban en camino hacia el extremo norte de Panamá, donde el cliente final les esperaría con una paga generosa. Sabían que cada kilómetro que avanzaban los acercaba más a una situación desconocida, pero la misión estaba clara: entregar la mercancía sin preguntas, sin retrasos, y asegurarse de que saldrían de allí con vida y, de ser posible, con más información sobre las operaciones de este misterioso grupo.

Preparando el Terreno.

Mientras viajaban por las carreteras de Panamá, Drex y Fabián decidieron que era prudente avisar a sus aliados sobre lo que estaban a punto de hacer. Ambos sabían que Vambertoken era un maestro en anticipar movimientos, pero eso no les impedía querer cubrir todas las posibles eventualidades. El viaje les ofrecía el tiempo necesario para hacer esas llamadas, y así fue como Drex comenzó a marcar uno por uno a quienes consideraba más cercanos.

Primero llamó a Auxplex, su viejo amigo chamán en Perú. Drex le explicó, con la brevedad característica de su estilo, la naturaleza de su misión actual, sin omitir detalles importantes. Auxplex, siempre preocupado por su bienestar, le recordó que tuviera cuidado y le aseguró que si algo salía mal, él estaría dispuesto a movilizarse para ayudarlo. Aunque no era la primera vez que Drex se encontraba en una situación peligrosa, siempre apreciaba la lealtad de Auxplex.

Luego, Drex marcó el número de María, consciente de que siempre había algo en su tono que le traía una calma extraña en medio del caos. Le explicó la situación, y María, como siempre, le ofreció palabras de aliento. Sin embargo, su advertencia de tener cuidado resonó con más seriedad de lo habitual, algo que Drex no dejó pasar desapercibido. María también le informó que Tatiana estaba ocupada con la reorganización de Oricalco, y aunque la transición estaba siendo complicada, todo estaba bajo control.

Después de María, Drex contactó a Tiranus y a Diana. Ambos, como era de esperarse, mostraron preocupación por la situación. Tiranus, con su habitual frialdad, le recordó a Drex que no dejara que sus emociones interfirieran en la misión, mientras que Diana, en su tono más brutalmente honesto, le dijo que si necesitaba ayuda, ella llegaría a donde fuera para romper algunos cuellos. Era su forma peculiar de mostrar afecto, y Drex no pudo evitar sonreír ante la perspectiva.

Finalmente, dejó la llamada a Tatiana para el final. Quería asegurarse de que estaba solo cuando hablara con ella. Cuando la llamó, la conversación comenzó de manera ligera, como si ambos intentaran evitar la gravedad de la situación.

—Tatiana—, saludó Drex, con un tono más suave de lo que había usado en las llamadas anteriores—. ¿Cómo va todo por allá?

Tatiana, que estaba claramente en medio de su caótica tarea de reorganizar Oricalco, respondió con una mezcla de cansancio y determinación.

—Todo marcha, Drex—, dijo, aunque su voz dejaba entrever la carga que llevaba—. Reorganizar Oricalco no es fácil, especialmente cuando todos están tensos por la situación con Ragnarok y el Consejo Vampírico Colombiano. Pero estoy haciendo lo que puedo.

Drex asintió, aunque sabía que ella no podía verlo. Siempre había admirado la fortaleza de Tatiana, pero ahora esa fortaleza parecía estar llevándola al límite.

—Estoy seguro de que lo estás manejando bien—, dijo Drex, su voz cargada de sincero apoyo—. Solo quería que supieras que estoy a punto de entrar en una situación complicada. No quería que te preocuparas, pero sentí que debía decírtelo.

Tatiana guardó silencio durante unos segundos, y Drex supo que estaba considerando sus palabras.

—Gracias por decírmelo, Drex—, dijo finalmente, su voz más suave—. Ten cuidado, ¿de acuerdo? No podemos permitirnos perder a alguien como tú.

Drex sonrió para sí mismo, reconociendo el tono de preocupación en su voz.

—No te preocupes, Tatiana—, respondió—. Haré lo que tenga que hacer, pero regresaré. Y cuando todo esto termine, quizás podamos hablar de cosas menos… tensas.

Tatiana soltó una pequeña risa, un sonido que Drex no escuchaba a menudo.

—Eso sería bueno—, dijo—. Hablaremos cuando todo esto termine. Suerte, Drex.

—Gracias, Tatiana—, dijo Drex antes de colgar, sintiendo una mezcla de emociones que no estaba acostumbrado a procesar.

Fabián, que había estado escuchando en silencio desde el asiento del copiloto, no pudo evitar una sonrisa irónica.

—¿Hablaremos de cosas menos tensas, eh?—, comentó, con un tono claramente humorístico—. ¿Desde cuándo te preocupas por tener conversaciones ligeras, Drex?

Drex no pudo evitar reírse suavemente ante el comentario de Fabián.

—A veces es necesario, Fabián—, respondió—. Especialmente cuando todo lo demás parece desmoronarse.

Fabián asintió, aunque su expresión se volvió más seria.

—Lo entiendo—, dijo—. Pero, Drex, ten cuidado. No con Tatiana, sino con todo lo que estamos haciendo. Vambertoken nos tiene exactamente donde quiere, y aunque trato de mantenerme positivo, no puedo evitar sentir que estamos caminando sobre una cuerda floja.

Drex asintió, su semblante volviéndose más serio.

—Lo sé, Fabián—, respondió—. Por eso estamos cubriendo nuestras bases, por si las cosas se ponen feas.

El Llamado de Fabián a Julián.

Después de la conversación con Tatiana, Fabián decidió que era el momento adecuado para llamar a su maestro, Julián. No lo había hecho desde las acusaciones de infiltración, y sabía que esta llamada podría ser tensa. Sin embargo, había demasiadas preguntas sin respuestas, y necesitaba saber más sobre la relación de Julián con Vambertoken.

Julián respondió rápidamente, su voz calmada, pero con un tono que indicaba que estaba en medio de algo importante.

—Fabián—, saludó—. ¿Qué te trae a llamarme ahora?

Fabián fue directo al grano, explicando la misión en la que estaba involucrado y cómo Vambertoken había manipulado los eventos para ponerlos en esta situación.

—Julián—, comenzó Fabián, con una mezcla de respeto y desconfianza—, necesito saber más sobre tu relación con Vambertoken. Me contaste que fueron conocidos en el pasado, casi amigos, pero algo sucedió. Algo que lo cambió todo. Necesito entenderlo para poder tomar decisiones aquí.

Julián guardó silencio por un momento, y Fabián sintió el peso de lo que estaba por decir.

—Sí, Vambertoken y yo fuimos amigos—, admitió Julián—. Durante años, trabajamos juntos, y llegué a confiar en él como en pocos otros. Pero hubo un incidente, algo que hizo que mi percepción de él cambiara radicalmente. Fue algo imperdonable, algo que me mostró su verdadera naturaleza. Desde entonces, he intentado desenmascararlo, pero él ha sido extremadamente cuidadoso. No deja rastros, no comete errores visibles. Es como si siempre estuviera dos pasos por delante, anticipando cada movimiento. Pero te diré esto, Fabián: no te dejes engañar por su apariencia o sus palabras. Vambertoken es peligroso, y aunque ahora te utilice, no dudes que te desechará cuando ya no le seas útil.

Fabián escuchó atentamente, sintiendo una mezcla de miedo y frustración. Sabía que Julián estaba tratando de advertirle, pero también entendía que, en este momento, no tenía otra opción que seguir adelante con la misión.

—Lo entiendo, Julián—, respondió finalmente—. Haré lo que pueda para mantenerme un paso por delante, pero no será fácil.

Julián asintió, aunque Fabián no podía verlo.

—Si necesitas mi ayuda, estaré aquí—, dijo Julián—. No dudes en llamarme si las cosas se complican. Pero ten cuidado, Fabián. Vambertoken es más peligroso de lo que imaginas.

Fabián agradeció las palabras de su maestro antes de colgar. Sabía que Julián tenía razón, pero también sabía que no podía permitirse dejar que el miedo lo paralizara. Tenía un trabajo que hacer, y lo haría, pase lo que pase.

El Duelo Moral de Fabián.

Mientras continuaban su viaje hacia el norte, la conversación con Julián pesaba en la mente de Fabián. Sabía que había entrado en un juego peligroso, y la perspectiva de enfrentarse a Vambertoken en algún momento futuro lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Drex, siempre perceptivo, notó el cambio en Fabián.

—¿Estás bien?—, preguntó, su tono cargado de genuina preocupación.

Fabián dejó escapar un suspiro, sin apartar la vista de la carretera.

—Solo estaba pensando en todo esto—, admitió—. En cómo hemos llegado a este punto, y en lo que podría suceder si fallamos. Vambertoken es un maestro en manipular situaciones, pero me preocupa lo que podría hacer si nos ve como una amenaza en lugar de una herramienta útil.

Drex asintió, comprendiendo el dilema de su compañero.

—Es un riesgo que estamos asumiendo, Fabián—, dijo—. Pero debemos mantenernos enfocados. Si perdemos la concentración, podría costarnos caro.

Fabián asintió, aunque su mente seguía dándole vueltas al asunto.

—Lo sé—, respondió—. Pero lo que me preocupa más es lo que podría suceder después. Si salimos de esto con vida, ¿qué nos espera? ¿Seguiremos siendo peones en el juego de Vambertoken, o encontraremos una manera de salir de su sombra?

Drex guardó silencio por un momento antes de responder.

—Es algo que tendremos que enfrentar cuando llegue el momento—, dijo finalmente—. Pero por ahora, debemos concentrarnos en esta misión. Si lo hacemos bien, quizás podamos ganar un poco de tiempo para planear nuestros próximos pasos.

Fabián asintió, sabiendo que Drex tenía razón, pero sin poder deshacerse de la sensación de que estaban entrando en un territorio cada vez más oscuro y peligroso.

La Necesidad de Alimentarse.

A medida que se acercaban a su destino en el extremo norte de Panamá, Drex comenzó a notar una sensación familiar en su interior. Era una necesidad creciente, una urgencia que no podía ignorar.

Sabía lo que significaba: necesitaba alimentarse.

Drex miró a Fabián, sabiendo que su compañero entendería la gravedad de la situación.

—Fabián—, dijo con un tono serio—, necesito alimentarme antes de llegar. Quiero estar al máximo de mi poder, y no puedo hacerlo si no me alimento. Necesitamos hacer una parada.

Fabián, aunque esperaba este momento, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. Sabía lo que Drex era y lo que necesitaba hacer para mantener su fuerza, pero eso no hacía que la realidad fuera más fácil de aceptar.

—Entiendo—, respondió Fabián, su voz cargada de resignación—. ¿Dónde quieres parar?

Drex observó el mapa en la pantalla de la camioneta, calculando sus opciones.

—Cahuita—, dijo finalmente—. Es un lugar discreto, y puedo hacer lo que necesito sin levantar demasiadas sospechas.

Fabián asintió, aunque su mente estaba en conflicto. Sabía que no podía detener a Drex, pero la idea de presenciar lo que estaba por suceder lo inquietaba profundamente.

El Peso del Duelo Moral.

Mientras se acercaban a Cahuita, Fabián no pudo evitar reflexionar sobre el dilema moral que enfrentaba. Sabía que Drex necesitaba alimentarse para estar en su mejor condición, pero eso no hacía que el acto fuera más fácil de aceptar.

Era un recordatorio de la naturaleza oscura del mundo en el que se encontraban, un mundo donde las líneas entre el bien y el mal eran borrosas y a menudo indistinguibles.

—Drex—, dijo finalmente, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos—, sé que necesitas hacer esto. Pero no puedo evitar sentirme… incómodo con todo esto. No es algo que pueda cambiar, pero no puedo evitarlo.

Drex asintió, entendiendo el conflicto interno de Fabián.

—No espero que lo entiendas completamente, Fabián—, dijo Drex, su tono suave—. Pero es algo que debo hacer. Si quiero protegernos a ambos y cumplir con esta misión, necesito estar en mi máximo poder. Es la única forma de asegurarme de que sobrevivamos.

Fabián asintió, aunque la incomodidad persistía.

—Lo sé—, respondió—. Solo… hazlo rápido.

Drex asintió nuevamente, sabiendo que Fabián estaba haciendo todo lo posible por aceptar la realidad de la situación.

Cuando finalmente llegaron a Cahuita, Drex salió del vehículo sin decir una palabra, su mente enfocada en lo que debía hacer. Fabián se quedó en la camioneta, sintiendo el peso del duelo moral que lo consumía.

Sabía que no podía detener a Drex, pero eso no hacía que el acto fuera menos perturbador.

Cierre del Creepypasta.

El tiempo pasó lentamente mientras Fabián esperaba en la camioneta. Sabía lo que estaba ocurriendo, aunque no podía verlo. El conocimiento de lo que Drex estaba haciendo lo llenaba de una mezcla de repulsión y resignación, pero también sabía que no había otra opción.

Finalmente, Drex regresó, su rostro sereno pero con una intensidad en sus ojos que dejaba claro que estaba en su máximo poder.

—Está hecho—, dijo Drex, su voz baja pero firme—. Ahora podemos continuar.

Fabián asintió, su mente aún en conflicto, pero sabiendo que debían seguir adelante.

Mientras volvían a la carretera, Fabián no pudo evitar pensar en lo que acababa de presenciar, aunque fuera desde la distancia. Sabía que el mundo en el que vivían era oscuro y peligroso, pero a veces, la realidad de esa oscuridad era difícil de aceptar.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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