‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 43.
Recuerdos del Pasado, El Legado de los Chamanes.
La sala de espera estaba envuelta en un silencio casi tangible, roto solo por el ocasional zumbido de la iluminación tenue y el lejano murmullo de las conversaciones en otras partes de la instalación. Drex, aún reflexionando sobre su reciente conversación con Tatiana, se encontraba en una especie de calma introspectiva, cuando la puerta se abrió silenciosamente.
Fabián, con su habitual porte tranquilo pero inquisitivo, entró en la sala. Desde que había sido nombrado mano derecha del Archiconde Vambertoken, había adoptado una actitud más solemne, consciente del peso de sus nuevas responsabilidades. Sin embargo, al ver a Drex, una chispa de curiosidad cruzó sus ojos.
—Drex—, saludó Fabián con un leve asentimiento, cerrando la puerta tras de sí—. Tengo un par de cosas que discutir contigo.
Drex lo observó mientras tomaba asiento frente a él, notando que había algo en la expresión de Fabián, una mezcla de intriga y urgencia que no había visto en él antes.
—¿Qué es lo que te tiene tan intrigado?—, preguntó Drex, sabiendo que Fabián no era de los que se dejaban afectar fácilmente por cualquier cosa.
Fabián se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Drex.
—Es la pluma morada de Vambertoken—, dijo—. Es algo que no esperaba ver, y menos aún en manos del Archiconde. Dime, Drex, ¿qué sabes de esa comunidad chamánica con la que estuviste esos dos años después de tu transformación? Quiero entender más sobre ellos y sobre cómo Auxplex, tu amigo, encaja en todo esto.
Drex se recostó en su silla, su mirada perdiéndose momentáneamente en algún punto distante del pasado. Sabía que Fabián era alguien de confianza, pero aún así, los recuerdos que le pedía que reviviera no eran fáciles de desenterrar. Sin embargo, decidió que era el momento de compartir esa parte de su historia.
El Encuentro con Auxplex.
—Fue hace años—, comenzó Drex, su voz más suave de lo habitual, como si cada palabra lo llevara de vuelta a ese momento—. Después de mi transformación, estaba… perdido. Sin dirección, sin propósito. Alexia, la mujer que me transformó, desapareció sin dejar rastro. No me dejó ninguna guía, ningún consejo. Y la bestia dentro de mí empezó a tomar el control.
Fabián lo observaba atentamente, notando la sombra de dolor que cruzaba el rostro de Drex mientras continuaba su relato.
—No sabía cómo manejarlo—, continuó Drex—. No sabía cómo controlar la transformación, cómo evitar que la bestia me devorara por completo. Estaba a punto de convertirme en un Devorado, un monstruo sin control. Y fue entonces cuando Auxplex me encontró.
Fabián se inclinó un poco más, intrigado.
—¿Dónde te encontró?—, preguntó.
—En una carretera solitaria, cerca de la frontera entre Ecuador y Perú—, respondió Drex—. Estaba vagando, sin rumbo, cuando colapsé. El hambre, la fatiga, la confusión… todo me estaba matando. Auxplex apareció de la nada. No sé cómo supo dónde estaba, pero me encontró justo a tiempo.
Drex recordó vívidamente ese momento. Estaba tendido en el suelo, apenas consciente, cuando sintió una presencia a su lado. Abrió los ojos lo suficiente como para ver a un hombre alto, con una complexión robusta y una expresión serena, inclinándose sobre él.
—Auxplex era… diferente—, explicó Drex—. Desde el momento en que me vio, no me trató como a un monstruo. Me levantó y me llevó a su comunidad, una aldea oculta en las montañas. Allí, bajo su tutela, aprendí a controlar la bestia. No fue fácil, pero Auxplex tenía una paciencia infinita.
Fabián asintió lentamente, procesando la información.
—Parece que tu encuentro con él fue… ¿destino?—, sugirió.
Drex soltó una pequeña risa, un sonido raro en él.
—No sé si fue destino o simple suerte—, admitió—. Pero Auxplex me salvó de mí mismo. Me enseñó a canalizar mi energía, a controlar las transformaciones. Me entrenó en las artes de combate que su comunidad dominaba, y con el tiempo, logramos forjar una amistad. Una amistad que, debo admitir, se ha convertido en una de las pocas cosas que todavía valoro en este mundo.
La Comunidad Chamánica.
Fabián se recostó en su silla, asimilando la historia. Estaba claro que la influencia de Auxplex había sido fundamental en la vida de Drex, y que la comunidad chamánica tenía un papel mucho más importante del que él había imaginado.
—Cuéntame más sobre la comunidad—, dijo Fabián, su tono de voz más suave, casi como si no quisiera perturbar el relato de Drex—. ¿Cómo era? ¿Cómo se formó tu amistad con Auxplex?
Drex cerró los ojos por un momento, recordando la aldea donde había pasado esos años cruciales.
—La comunidad chamánica estaba oculta, protegida por los espíritus de la naturaleza y por su conocimiento ancestral—, dijo—. No era grande, pero era poderosa. Los chamanes vivían en armonía con la tierra, usando su sabiduría para mantener el equilibrio entre el mundo humano y el espiritual. Su vida era sencilla, pero profundamente conectada con las fuerzas que los rodeaban.
Drex recordó los días de entrenamiento, las largas caminatas por las montañas, las noches pasadas alrededor de una fogata, escuchando las historias de los ancianos. Fue en esos momentos que comenzó a entender la profundidad de la conexión que los chamanes tenían con la naturaleza, y cómo esa conexión les daba poder.
—Auxplex era… diferente a los demás—, continuó Drex—. Aunque era parte de la comunidad, siempre pareció tener una visión más amplia, un entendimiento más profundo de las cosas. No supe hasta mucho después que él era el hijo del líder de los chamanes. Los indígenas son muy reservados en esas cosas, y nunca lo mencionaron. Pero Auxplex siempre estuvo ahí para guiarme, para enseñarme. Y, eventualmente, nos convertimos en amigos. Una amistad que nació de la necesidad y del respeto mutuo.
Fabián asintió, entendiendo la profundidad de lo que Drex le estaba diciendo. La relación entre Drex y Auxplex era más que una simple amistad; era un vínculo forjado en la adversidad, un lazo que los unía de una manera que pocos podrían entender.
El Herrero Japonés y la Katana Sagrada.
Drex hizo una pausa, tomando un momento para recordar otra figura clave de su tiempo en la comunidad chamánica.
—Fue durante una de las ceremonias especiales que se celebraban en la aldea—, dijo Drex, retomando su relato—. Un antiguo herrero japonés había venido desde muy lejos, invitado por los chamanes para participar en el evento. Era un hombre viejo, pero su presencia imponía respeto. Traía consigo una espada, una katana corta, que parecía irradiar una energía especial.
Fabián levantó una ceja, interesado.
—¿La misma katana que llevas ahora?—, preguntó.
Drex asintió, tocando el mango de la espada que descansaba en su cinturón.
—Sí, la misma—, confirmó—. El herrero me observó durante días, sin decir una palabra. Solo me observaba mientras entrenaba, mientras luchaba por mantener el control sobre la bestia. Y una noche, se acercó a mí y me entregó la katana. Me dijo que era una espada sagrada en Japón, que muchas guerras se habían librado por ella. Me dijo que la sacó de Japón porque había seres que aún la buscaban, seres que harían cualquier cosa por poseerla.
Fabián observó la katana con una nueva comprensión, dándose cuenta de que no era solo un arma, sino un objeto con un pasado profundo y oscuro.
—El herrero me dijo que la espada había sido forjada para un propósito mayor, y que ahora era mi responsabilidad protegerla—, continuó Drex—. No supe hasta mucho después el verdadero peso de sus palabras, pero desde ese día, la katana ha sido una parte de mí. Es más que un arma; es un símbolo, una carga que llevo conmigo.
Fabián asintió en silencio, entendiendo que la espada era mucho más que un simple artefacto. Era un legado, algo que conectaba a Drex con un pasado que, aunque no le pertenecía directamente, ahora formaba parte de su vida.
Tatiana Interrumpe el Recuerdo.
Drex estaba a punto de continuar su relato cuando la puerta de la sala se abrió de golpe. Tatiana entró, su expresión normalmente estoica mostraba una mezcla de emociones que Drex no había visto en ella antes.
—Vambertoken los manda llamar—, dijo Tatiana, su tono firme, pero con un toque de urgencia.
Drex levantó la vista hacia ella, notando que, aunque su entrada había sido abrupta, había algo más en su comportamiento. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Tatiana probablemente había escuchado parte de su conversación con Fabián.
—¿Has estado escuchando?—, preguntó Drex, un leve tono de sarcasmo en su voz.
Tatiana lo miró, cruzando los brazos sobre su pecho.
—No fue intencional—, dijo, aunque el leve rubor en sus mejillas sugería lo contrario—. Pero sí, escuché algo. Y tengo que decir que tu historia es… interesante.
Fabián, que había estado observando la interacción, sonrió levemente, disfrutando de la situación. Sabía que Drex y Tatiana compartían una relación complicada, llena de sarcasmo e ironía, pero también podía ver que había algo más desarrollándose entre ellos.
—Es bueno saber que te interesa mi historia—, replicó Drex, su tono ligero, pero con una chispa de coquetería—. Tal vez algún día te cuente más, si eres buena.
Tatiana rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír.
—No te emociones tanto—, dijo, aunque su tono era menos severo de lo habitual—. Solo estaba tratando de asegurarme de que no te estabas metiendo en problemas… otra vez.
Drex se levantó, preparándose para seguir a Tatiana, pero no sin antes darle una última mirada burlona.
—¿Preocupada por mí, Tatiana?—, preguntó, sus palabras llenas de doble sentido.
Tatiana lo fulminó con la mirada, aunque la pequeña sonrisa en sus labios traicionó sus verdaderos sentimientos.
—No tanto como crees—, respondió, girando sobre sus talones para salir de la sala—. Vamos, el Archiconde nos espera.
La Sombra de Zoltgar, Revelaciones Oscuras.
La sala de espera se sentía cada vez más cargada de tensión. Drex, Fabián, y Tatiana caminaban en silencio hacia la habitación donde Vambertoken y María estaban trabajando para desentrañar los secretos ocultos en la mente de la sacerdotisa. A medida que se acercaban, Drex notaba un extraño nerviosismo en el aire, como si algo estuviera profundamente mal.
Al abrir la puerta, lo primero que vio fue a la sacerdotisa tendida en el suelo, inmóvil, como si estuviera muerta. María estaba arrodillada a su lado, con expresión de preocupación mientras intentaba, en vano, despertarla. Vambertoken, por su parte, estaba de pie cerca del fuego, limpiándose las manos con un pañuelo de seda blanca, una mueca de desagrado en su rostro.
Tatiana y Fabián se quedaron petrificados por un segundo, mientras Drex, en cambio, se adelantó, alarmado por lo que veía.
—¿Qué demonios ha pasado aquí?—, exclamó Drex, su mirada recorriendo la habitación hasta fijarse en Vambertoken.
El Archiconde lanzó el pañuelo al fuego sin inmutarse, observando cómo se consumía en las llamas antes de girarse para enfrentarse a los recién llegados.
—Tranquilo, Drex—, dijo Vambertoken con una calma inquietante—. No está muerta. Solo está desmayada. El proceso de desbloquear sus recuerdos fue… más intenso de lo que esperaba. Pero sobrevivirá. En unas horas, tal vez días, despertará. Pero cuando lo haga, su personalidad humana habrá muerto, y se irá con una nueva identidad a algún país asiático, lejos de cualquier contacto con su vida anterior. Un exilio, si prefieres verlo así.
Drex no apartó la mirada de Vambertoken, intentando leer más allá de la máscara fría y calculadora que siempre llevaba. Pero Vambertoken no ofrecía más que lo que quería mostrar, y Drex sabía que no obtendría respuestas adicionales.
Maria, claramente afectada, se levantó lentamente, dejando a la sacerdotisa en el suelo.
—Hemos conseguido algo antes de que colapsara—, dijo, su voz cargada de preocupación—. Al parecer, en su estado de inconsciencia, habló con alguien… o algo… que se hacía llamar Zoltgar. Pero no estoy segura de que sea una persona; más bien, parece responder a una organización.
La revelación cayó sobre la habitación como una bomba. Drex sintió una punzada en el estómago al escuchar ese nombre. Recordaba bien lo que las hermanas González le habían dicho sobre Zoltgar, y saber que había más detrás de ese nombre le producía una sensación de malestar y desconfianza.
—¿Zoltgar?—, repitió Fabián, frunciendo el ceño—. He oído ese nombre antes, pero nunca logré averiguar mucho sobre él. ¿Estás diciendo que podría ser una organización, no una persona?
Maria asintió, visiblemente agotada.
—Es lo que parece—, respondió—. Sus recuerdos estaban tan fragmentados y protegidos que fue difícil obtener información clara. Pero la sensación que tuve al entrar en su mente fue… de algo mucho más grande de lo que imaginábamos. Algo que trasciende a una simple persona.
Tatiana, que había estado en silencio hasta entonces, miró a Drex, notando cómo la noticia lo había afectado profundamente.
—¿Qué sabes tú de Zoltgar, Drex?—, preguntó, su tono suave pero directo.
Drex tomó un momento para responder, intentando ordenar sus pensamientos.
—Zoltgar… era un nombre que ya había escuchado, pero nunca lo conecté con una organización—, dijo finalmente—. Pensé que podría ser solo un nombre más en la lista de personas que tenía que encontrar y eliminar. Pero si es una organización… entonces estamos lidiando con algo mucho más peligroso de lo que pensaba.
Vambertoken, que había estado observando la conversación en silencio, decidió intervenir.
—Zoltgar es una amenaza real, tanto para nosotros como para nuestros enemigos—, dijo, su voz firme y autoritaria—. Lo que hemos descubierto hoy confirma que hay fuerzas trabajando en las sombras, mucho más poderosas de lo que imaginábamos. Y esto es solo el principio.
Drex sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Vambertoken estaba en lo cierto, pero eso no hacía que la situación fuera menos aterradora. Si Zoltgar realmente era una organización, y no solo una persona, entonces su búsqueda de venganza estaba a punto de volverse mucho más complicada y peligrosa.
La Última Célula de la Muerte Plata.
Maria, aún con la mente en los fragmentos de recuerdos que había logrado desenterrar, continuó hablando, como si necesitara sacar la información antes de que se desvaneciera en su mente.
—Hay algo más—, dijo, su voz temblando ligeramente—. Los recuerdos de la sacerdotisa también confirmaron la existencia de al menos una célula más de la Muerte Plata. Está escondida en algún lugar cercano al Río de la Plata, en la zona uruguaya de la triple frontera.
El silencio que siguió fue pesado, cargado de tensión y preocupación. La Muerte Plata, a pesar de todos los esfuerzos por desmantelarla, aún tenía una última resistencia, y esta vez, estaba escondida en un lugar estratégico y difícil de alcanzar.
Drex apretó los dientes, sintiendo una mezcla de frustración y determinación. No importaba cuántos obstáculos se interpusieran en su camino, estaba decidido a acabar con cada uno de ellos, uno por uno, hasta que no quedara nada.
—Parece que nuestro trabajo aún no ha terminado—, dijo, su voz baja pero firme—. Esa célula será nuestro próximo objetivo.
Vambertoken asintió, su expresión calculadora no mostraba sorpresa ante la nueva información. Era como si ya lo hubiera anticipado, o al menos, estuviera preparado para ello.
—Lo sabía—, dijo Vambertoken—. Hay muchas capas en este juego, Drex. Muchas más de las que puedes ver ahora. Pero lo importante es que estamos un paso más cerca de desentrañar el verdadero alcance de Zoltgar, y de acabar con la Muerte Plata de una vez por todas.
Drex miró a Fabián y Tatiana, notando la determinación en sus rostros. Sabía que no estaba solo en esta lucha, pero también sabía que el camino que tenían por delante sería más peligroso que cualquier cosa que hubieran enfrentado antes.
Un Plan para el Futuro.
El ambiente en la sala seguía siendo tenso, pero ahora había un propósito claro. Sabían lo que tenían que hacer, y aunque los riesgos eran enormes, no había vuelta atrás.
Vambertoken miró a los presentes, su expresión ahora más seria y enfocada.
—Nos tomaremos un tiempo para recuperarnos—, dijo—. Pero una vez que estemos listos, pondremos en marcha el plan para destruir esa última célula de la Muerte Plata. Mientras tanto, Drex, tú y Fabián estarán a cargo de investigar más sobre Zoltgar. Necesitamos saber todo lo que podamos antes de hacer nuestro próximo movimiento.
Drex asintió, aceptando la tarea. Sabía que no sería fácil, pero también sabía que no tenía otra opción. Zoltgar representaba una amenaza que no podía ser ignorada, y él estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para desentrañar su misterio.
Tatiana, por su parte, se quedó observando a Drex en silencio, sus pensamientos claramente divididos entre la misión y lo que acababa de escuchar sobre la historia de Drex y Auxplex. Finalmente, decidió romper el silencio.
—Drex—, dijo, su voz más suave de lo habitual—. Sé que tienes muchas cosas en mente, pero… cuando tengas tiempo, me gustaría hablar más sobre lo que mencionaste antes. Sobre Auxplex, sobre tu tiempo con los chamanes. Creo que hay más que podríamos aprender de todo eso.
Drex la miró, notando la sinceridad en sus palabras. Asintió, reconociendo que había mucho que Tatiana aún no sabía, y que tal vez, compartir esas historias podría ser útil para lo que venía.
—Claro—, respondió—. Cuando esto termine, hablaremos. Pero por ahora, necesitamos estar preparados para lo que viene.
Tatiana asintió, aceptando su respuesta, y aunque la situación seguía siendo tensa, había una pequeña chispa de entendimiento entre ellos.
El Exilio de la Sacerdotisa.
Finalmente, Vambertoken dio un paso hacia adelante, volviendo su atención a la sacerdotisa que aún yacía inconsciente en el suelo.
—Cuando despierte—, dijo Vambertoken, su voz suave pero implacable—, ella ya no será la misma. Su vida anterior habrá terminado, y la enviaremos lejos, a un lugar donde no pueda interferir con nuestros planes. Un exilio, como dije antes. Es la única manera de asegurarnos de que no sea utilizada por nuestros enemigos.
Maria, aún arrodillada junto a la sacerdotisa, asintió con tristeza. Sabía que era necesario, pero eso no lo hacía menos difícil.
—Lo haré—, dijo Maria—. Me aseguraré de que esté a salvo cuando despierte.
Vambertoken asintió, dándole su aprobación, antes de girarse hacia los demás.
—Por ahora, todos deben descansar y prepararse—, dijo—. El camino por delante es peligroso, y no podemos permitirnos ningún error.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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