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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 28.

El Asalto a Mocoa Parte 5.

El Refuerzo de Oricalco: Un Atisbo de Esperanza.

Justo cuando parecía que los equipos de Oricalco estaban a punto de ser abrumados por las fuerzas de la Muerte Plata, un nuevo sonido resonó por encima del estruendo de la batalla. Eran gritos de guerra, acompañados por el retumbar de botas y el destello de armas.

Los refuerzos de Oricalco, liderados por otros tres equipos élite, irrumpieron en el vestíbulo con una fuerza arrolladora. Las puertas que habían vomitado hordas de enemigos ahora se veían asaltadas por guerreros entrenados, cuyas habilidades rivalizaban con las de los mejores luchadores que la Muerte Plata había reunido.

Al frente de la carga, un grupo de licántropos en plena transformación se lanzó contra los vampiros y criaturas oscuras que rodeaban a Drex y su equipo. Sus rugidos resonaban en el vestíbulo, su furia y poder suficientes para abrir un camino entre las filas enemigas. A su lado, los vampiros de Oricalco se movían con una velocidad y precisión mortales, sus armas cortando a través de carne y hueso, eliminando a cualquiera que intentara resistir.

Drex sintió una oleada de alivio al ver llegar a los refuerzos, pero sabía que no podían bajar la guardia. La Muerte Plata estaba desesperada, y un enemigo desesperado era siempre el más peligroso.

Uno de los líderes del equipo de refuerzo, un vampiro de aspecto severo y con una cicatriz que cruzaba su rostro, se acercó a Drex mientras abatía a un vampiro enemigo con un golpe certero.

—Vambertoken envió sus saludos—, dijo el vampiro, su voz profunda y resonante—. Y nos ordenó asegurarnos de que ningún miembro de la Muerte Plata salga con vida de este lugar.

Drex asintió, su mente aún enfocada en la batalla.

—La situación es crítica—, respondió—. Hemos enfrentado una resistencia feroz, pero la base está al borde del colapso. Debemos eliminar a los líderes restantes antes de que puedan reagruparse.

El vampiro asintió, comprendiendo la urgencia de la situación.

—Mis hombres están listos. Nos encargaremos de cubrir sus flancos mientras ustedes se enfocan en los líderes. Acabemos con esto de una vez por todas.

Con la llegada de los refuerzos, la marea de la batalla comenzó a cambiar. Los vampiros de la Muerte Plata, que antes luchaban con una fiereza casi sobrenatural, comenzaron a mostrar signos de fatiga y desesperación. Algunos intentaron retroceder, solo para encontrarse con las garras y colmillos de los licántropos de Oricalco, que no mostraban piedad.

El Combate Continua: Un Juego Mortal de Poder y Estrategia.

A medida que los refuerzos de Oricalco establecían una línea de defensa sólida, Drex y su equipo pudieron enfocarse en localizar a los últimos líderes de la Muerte Plata. Sabían que los enfrentamientos individuales podrían decidir el resultado de toda la batalla, y que cada segundo contaba.

Tiranus, aún recuperándose del agotamiento de su último combate, se unió a Drex y Jian mientras se dirigían hacia la parte trasera del vestíbulo, donde las energías más oscuras parecían concentrarse. Diana, con Kuari a su lado, se mantuvo cerca, preparada para cualquier emboscada que pudiera surgir.

El ambiente se volvió más denso a medida que avanzaban. Las sombras parecían palpitar con una vida propia, y el aire estaba cargado de una energía maligna que hacía que cada paso se sintiera más pesado. No había sonido alguno, solo el eco de sus propias respiraciones y el latido de sus corazones.

Finalmente, llegaron a una gran puerta de metal que estaba entreabierta. Desde el interior, emanaba una luz tenue y parpadeante, acompañada por un murmullo bajo, como si alguien estuviera recitando un hechizo en un idioma antiguo y olvidado.

Drex intercambió una mirada con Tiranus y Jian antes de empujar la puerta abierta de par en par. Lo que vieron en el interior les heló la sangre.

El Ritual Oscuro: Un Último Intento de Destrucción.

El salón al otro lado de la puerta era enorme, con paredes cubiertas de símbolos arcanos y runas que parecían moverse y cambiar bajo la luz parpadeante. En el centro de la habitación, un círculo de piedra estaba incrustado en el suelo, rodeado de velas negras que emanaban una luz azulada. Dentro del círculo, tres figuras estaban arrodilladas, recitando un cántico en una lengua antigua mientras la energía oscura se arremolinaba a su alrededor.

Drex reconoció de inmediato a los tres líderes restantes de la Muerte Plata: un poderoso nigromante, un vampiro anciano cuya presencia emanaba un aura de poder puro, y un brujo cuya piel estaba cubierta de tatuajes que parecían arder con un fuego interno.

—Están intentando un último conjuro—, murmuró Drex, sus ojos fijos en el círculo—. Si lo completan, todo este lugar podría volverse una trampa mortal.

Tiranus apretó los dientes, consciente de que no tenían tiempo que perder.

—No podemos permitir que terminen ese ritual—, dijo, su tono cargado de determinación—. Debemos interrumpirlo ahora mismo.

Drex asintió, sabiendo que cualquier ataque directo podría ser peligroso si no se coordinaba bien. Observó cómo la energía oscura se concentraba en el centro del círculo, alimentando el poder de los líderes de la Muerte Plata. Un ataque imprudente podría liberar esa energía de manera incontrolada, con consecuencias devastadoras.

—Jian, necesito que rompas el círculo de protección que los rodea—, ordenó Drex—. Eso debería debilitarlos lo suficiente como para que podamos eliminarlos sin liberar todo ese poder oscuro.

Jian asintió, avanzando hacia el círculo con cautela. Sus manos comenzaron a brillar con una luz dorada mientras canalizaba su energía espiritual, preparando un ataque que pudiera romper la barrera mágica que protegía a los líderes de la Muerte Plata.

Mientras Jian se preparaba, Drex, Tiranus y Diana se posicionaron alrededor del círculo, listos para atacar en cuanto la barrera cayera. Kuari, por su parte, comenzó a entonar un cántico de protección, rodeando a sus compañeros con una barrera espiritual que los protegería de cualquier contraataque.

El tiempo parecía detenerse mientras Jian se concentraba, sus ojos fijos en el círculo de piedra. El murmullo de los líderes de la Muerte Plata se hacía más intenso, y la energía oscura que rodeaba el círculo comenzó a agitarse, como si sintiera la amenaza inminente.

Finalmente, Jian lanzó su ataque. Una ráfaga de luz dorada salió de sus manos, impactando directamente en el borde del círculo de piedra. El choque de energías fue ensordecedor, y la barrera mágica que protegía a los líderes de la Muerte Plata comenzó a temblar y agrietarse.

Los líderes de la Muerte Plata se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, pero ya era demasiado tarde. Con un estallido de luz y sonido, la barrera mágica se rompió, desintegrándose en una lluvia de chispas doradas que se dispersaron por el aire.

—¡Ahora!—, gritó Drex mientras se lanzaba hacia el centro del círculo.

El nigromante fue el primero en reaccionar, levantando una mano para lanzar una ola de energía oscura hacia Drex. Pero Drex estaba preparado. Con un movimiento rápido, desvió el ataque con su chokuto y lanzó un corte mortal que atravesó el torso del nigromante, interrumpiendo su cántico y haciéndolo caer al suelo en un charco de su propia sangre.

Tiranus se enfrentó al vampiro anciano, cuya fuerza y velocidad rivalizaban con las de cualquier vampiro que hubiera enfrentado antes. Sus movimientos eran precisos y letales, pero Tiranus no se dejó intimidar. Con un rugido, lanzó una ráfaga de fuego hacia el vampiro, obligándolo a retroceder. El vampiro intentó contraatacar con una serie de golpes rápidos, pero Tiranus esquivó cada uno de ellos con agilidad sobrehumana antes de contraatacar con un golpe poderoso que envió al vampiro volando contra la pared.

Mientras tanto, Diana se enfrentaba al brujo tatuado, cuya piel brillaba con un fuego interno que parecía alimentarse de la energía oscura a su alrededor. Cada movimiento del brujo generaba un estallido de fuego y sombras que dificultaba acercarse a él. Pero Diana, con su velocidad y destreza, logró esquivar los ataques del brujo, acercándose cada vez más.

Finalmente, en un movimiento rápido y preciso, Diana lanzó una de sus cuchillas, que voló a través del aire y se clavó en el corazón del brujo. El hombre soltó un grito de dolor, y el fuego que cubría su piel se apagó de golpe. Diana no perdió tiempo, y con un segundo golpe, acabó con su vida.

El vestíbulo quedó en silencio, interrumpido solo por la respiración pesada de los guerreros de Oricalco. Los cuerpos de los líderes de la Muerte Plata yacían en el suelo, rodeados de la energía oscura que comenzaba a disiparse lentamente.

—Lo logramos…—, murmuró Drex, bajando su espada.

Pero antes de que Drex pudiera siquiera procesar la magnitud de su victoria, un sonido bajo, como un temblor en lo profundo de la tierra, comenzó a resonar en el vestíbulo. La energía oscura, que apenas había comenzado a disiparse, se detuvo de repente en el aire, como si estuviera siendo retenida por una fuerza invisible. Luego, comenzó a moverse nuevamente, esta vez hacia un único punto en el centro del círculo de piedra.

Los ojos de Drex se abrieron de par en par mientras la energía oscura se concentraba, formando una esfera de poder denso que pulsaba con una amenaza silenciosa. Era como si toda la oscuridad y el odio acumulados por la Muerte Plata hubieran sido destilados en esa única esfera, y Drex supo en ese instante que estaban frente a una última trampa mortal.

—¡Todos atrás!—, gritó Drex, su voz cargada de urgencia—. ¡Kuari, rompe esa cosa ahora mismo!

Kuari, comprendiendo el peligro inminente, comenzó a entonar un cántico a toda velocidad, su voz elevándose por encima del ruido sordo que emanaba de la esfera oscura. Las manos del chamán se movieron rápidamente, trazando signos en el aire que brillaban con una luz dorada, mientras intentaba contener y disipar la energía antes de que fuera demasiado tarde.

Pero la esfera de energía oscura parecía resistirse a los esfuerzos de Kuari. El brillo dorado luchaba por contener la oscuridad, pero era como si la propia esfera estuviera absorbiendo el poder del chamán, haciéndose más grande y más inestable con cada segundo que pasaba.

—¡Es demasiado fuerte!—, exclamó Kuari, su rostro mostrando signos de agotamiento—. Necesito más tiempo…

Pero el tiempo era un lujo que no tenían. La esfera comenzó a pulsar de manera errática, enviando ondas de energía que hicieron temblar las paredes del vestíbulo y provocaron grietas en el suelo bajo sus pies. El aire estaba tan cargado de poder oscuro que se volvió casi imposible respirar.

Jian, comprendiendo que no tenían otra opción, se acercó a Kuari y comenzó a canalizar su propia energía espiritual hacia el cántico. Su luz dorada se unió a la del chamán, creando un resplandor más fuerte que luchaba por contener la esfera. Pero a medida que ambos luchaban por contener la oscuridad, Drex sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral.

Esto era algo más que una trampa. Esto era una invocación.

—No es solo una explosión—, murmuró Drex, sintiendo el terror empezar a apoderarse de él—. Es una puerta. Están abriendo una puerta.

Antes de que pudiera decir algo más, la esfera estalló en una explosión de luz y oscuridad que lo engulló todo. Durante un momento, todo se volvió blanco, y Drex sintió como si su cuerpo fuera desgarrado por fuerzas más allá de su comprensión. Luego, la luz se desvaneció, y cuando sus ojos se ajustaron nuevamente, vio lo que temía.

En el centro del vestíbulo, donde antes estaba la esfera, había una grieta en el aire mismo, una herida en la realidad que pulsaba con energía oscura. Desde el otro lado de la grieta, Drex pudo sentir una presencia inmensa y aterradora, una fuerza antigua y maligna que estaba más allá de cualquier cosa que hubiera enfrentado antes.

—¿Qué es eso…?—, murmuró Tiranus, su voz apenas un susurro mientras observaba la grieta con horror.

—Es lo que ellos adoraban—, respondió Drex, su tono grave—. Han abierto una puerta a algo que no debería estar en este mundo.

La grieta comenzó a expandirse lentamente, y de su interior surgieron formas sombrías, espectros de pura oscuridad que se deslizaron hacia el vestíbulo con una gracia etérea. Eran seres sin forma definida, entidades de pura maldad que emitían un frío que congelaba el alma.

Uno de los espectros se lanzó hacia Drex, su forma cambiante y fluida. Drex levantó su chokuto para defenderse, pero cuando la hoja atravesó al espectro, fue como cortar humo. El ser se desvaneció por un momento, solo para reaparecer a su lado y lanzar un ataque que dejó a Drex tambaleándose.

Jian y Kuari intentaron contener a los espectros con su energía espiritual, pero pronto quedó claro que no podían luchar contra estas criaturas de la misma manera que contra los enemigos físicos. La batalla, que ya había sido brutal, se volvió desesperada en cuestión de segundos.

—¡Tiranus, necesitamos tu fuego!—, gritó Drex, mientras esquivaba otro ataque del espectro.

Tiranus, aún recuperándose del agotamiento, se obligó a ponerse de pie. Sabía que no podían derrotar a estos seres solo con fuerza bruta. Necesitaban algo que pudiera purgar la oscuridad de una vez por todas. Con un esfuerzo supremo, comenzó a canalizar sus últimos restos de piroquinesis, creando una llama pura y brillante que lanzó hacia la grieta.

El fuego envolvió a los espectros, y por un momento, pareció que la luz del fuego de Tiranus estaba logrando contener la oscuridad. Los espectros comenzaron a desintegrarse bajo el calor, sus formas sombrías desapareciendo en el aire. Pero la grieta continuaba expandiéndose, y Drex supo que si no cerraban la puerta, todo el edificio y todos ellos serían consumidos.

Fue en ese instante que la voz de Vambertoken resonó a través del sistema de comunicaciones que aún colgaba de sus oídos.

—Drex, los refuerzos están dentro—, dijo Vambertoken, su tono más grave que de costumbre—. Deben cerrar esa grieta. Ahora mismo.

Drex, jadeando, apenas logró responder.

—Vambertoken, esto es más grande de lo que pensábamos—, dijo, observando con desesperación cómo la grieta seguía creciendo—. No creo que podamos cerrarla solos.

—No están solos—, respondió Vambertoken—. Estoy enviando un último equipo con un objeto especial. Deben aguantar hasta que lleguen.

La comunicación se cortó, y Drex se dio cuenta de que estaban en una carrera contra el tiempo. Si la grieta no se cerraba pronto, la Muerte Plata no sería el único problema. El mundo entero podría estar en peligro.

La Última Resistencia: El Inicio del Clímax.

Con la grieta expandiéndose y los espectros aún acechando, Drex, Tiranus, Diana, y los otros guerreros de Oricalco se encontraron luchando no solo por sus vidas, sino por el destino de todo lo que conocían. Cada segundo que pasaba, la oscuridad se hacía más fuerte, y la esperanza de contenerla se desvanecía un poco más.

Fue entonces cuando las puertas del vestíbulo se abrieron de nuevo, y un nuevo equipo de refuerzos de Oricalco irrumpió en la habitación. Al frente de ellos, un vampiro alto y delgado sostenía un objeto que brillaba con una luz intensa y pura, una esfera de cristal rodeada por inscripciones antiguas que emitían una energía protectora.

—¡Esta es nuestra última esperanza!—, gritó el líder del equipo, mientras avanzaba hacia el centro de la habitación—. Necesitamos usar este artefacto para cerrar la grieta. ¡Defiéndanme mientras preparo el conjuro!

Drex, viendo una chispa de esperanza en medio del caos, ordenó a todos los combatientes que rodearan al vampiro y lo protegieran de los ataques de los espectros. Jian, Kuari, y Tiranus se unieron, canalizando sus últimas reservas de energía para mantener a raya a los espectros que seguían saliendo de la grieta.

El líder del equipo se arrodilló en el centro del vestíbulo, colocando la esfera de cristal en el suelo mientras comenzaba a recitar un conjuro en un idioma que Drex no reconoció. La luz que emanaba de la esfera se intensificó, expandiéndose para cubrir el vestíbulo con un brillo que repelía la oscuridad. Pero los espectros no se retiraron tan fácilmente. Uno de ellos se lanzó hacia el vampiro, intentando interrumpir el conjuro.

Drex, viendo el peligro, se lanzó hacia el espectro, su chokuto destellando mientras lo atacaba. El espectro se desvaneció en el aire, pero Drex sabía que no podría detenerlos a todos. Necesitaban que el conjuro funcionara, y rápido.

La grieta comenzó a reaccionar a la luz de la esfera, sus bordes temblando mientras la fuerza del conjuro intentaba cerrarla. Pero la grieta luchaba, resistiendo el poder de la esfera con todas sus fuerzas. Era un tira y afloja entre la luz y la oscuridad, y la tensión en la habitación se volvió casi insoportable.

Finalmente, con un último esfuerzo, el líder del equipo terminó el conjuro. La esfera emitió un destello cegador de luz que se disparó hacia la grieta, golpeándola en su núcleo. La grieta comenzó a cerrarse lentamente, como si la realidad misma estuviera sanando una herida profunda…

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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