‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 27.
El Asalto a Mocoa Parte 4.
A medida que los equipos de Drex, Diana, y Tiranus continuaban su avance, la resistencia de la Muerte Plata se volvía cada vez más feroz. Estaban ahora en el corazón de la base enemiga, un edificio abandonado que había sido convertido en una fortaleza improvisada. Las paredes estaban cubiertas de símbolos oscuros y runas que irradiaban una energía maligna, y el aire dentro del edificio era denso y opresivo, cargado con el poder de las artes oscuras.
Los tres equipos se encontraron en el vestíbulo principal, un espacio amplio y mal iluminado que parecía vibrar con la energía de las fuerzas sobrenaturales que se concentraban en el lugar. Drex observó a su alrededor, su mirada evaluando cada rincón en busca de trampas o emboscadas.
—Estamos cerca—, murmuró Drex, su tono bajo pero cargado de tensión—. Esto es lo que han estado protegiendo.
Antes de que pudieran moverse, una serie de trampas se activaron a su alrededor. Las paredes comenzaron a cerrarse, revelando compartimientos ocultos de los que emergieron vampiros, nigromantes, y otros seres oscuros, todos listos para luchar hasta la muerte.
—¡Formación de defensa!—, gritó Drex, desenvainando su chokuto.
Los equipos de Oricalco se movieron con precisión militar, formando un círculo defensivo mientras los enemigos los rodeaban. Jian, con su exoesqueleto de energía, se colocó al frente, protegiendo a sus compañeros de los primeros asaltos mientras Kuari, el chamán del equipo de Diana, comenzaba a entonar un cántico de protección que envolvió a todos en una barrera espiritual.
El combate estalló con una ferocidad que ninguno de ellos había experimentado antes. Los vampiros de la Muerte Plata atacaron con una velocidad y fuerza inhumanas, sus garras y colmillos buscando cualquier punto débil en la defensa de Oricalco. Alexei, con su rifle de asalto, disparaba ráfagas precisas, derribando a los enemigos antes de que pudieran alcanzar el círculo defensivo.
Pero los enemigos no eran solo vampiros. Nigromantes poderosos comenzaron a levantar los cadáveres caídos, reanimándolos como no-muertos para que continuaran luchando. Las criaturas resucitadas atacaban con una furia desenfrenada, sus cuerpos deformados y podridos, pero impulsados por la energía oscura de los nigromantes.
Diana, con sus cuchillas en mano, se lanzó al ataque, cortando a través de los no-muertos con una agilidad y precisión que solo un licántropo de su calibre podía tener. Sin embargo, por cada enemigo que derribaba, más surgían de las sombras, como si la base misma estuviera generando nuevas olas de resistencia.
Tiranus, consciente de que necesitaban acabar con los nigromantes antes de ser abrumados, desató una ráfaga de fuego concentrado hacia ellos. Las llamas se arremolinaron en el aire, golpeando a los nigromantes y rompiendo su control sobre los no-muertos. Los cadáveres animados cayeron al suelo, inertes una vez más, pero los nigromantes no se dieron por vencidos. Con un último esfuerzo, lanzaron un conjuro de energía oscura que explotó en el centro del vestíbulo, enviando a los equipos de Oricalco volando en diferentes direcciones.
El impacto fue brutal. Drex se levantó con dificultad, su cabeza zumbando por la explosión. A su alrededor, los cuerpos de sus compañeros estaban dispersos, algunos heridos, otros intentando recuperar el aliento. Sabía que estaban en un punto crítico.
—¡No se rindan!—, gritó Drex, su voz resonando en el vestíbulo—. ¡Estamos cerca!
Los equipos comenzaron a reagruparse, sabiendo que no podían permitirse una derrota en este punto. Kuari, con su voz calmada pero poderosa, entonó un cántico de sanación, restaurando la fuerza de los heridos y reforzando la barrera espiritual que los protegía.
Pero el enemigo no les dio tregua. Desde lo más profundo de la base, emergieron nuevas figuras, líderes de la Muerte Plata que habían estado esperando el momento adecuado para atacar. Entre ellos, un vampiro imponente con una armadura oscura y una espada envuelta en energía oscura, un Ursarii aún más masivo que los anteriores, y una bruja gritona cuya voz resonaba con una potencia capaz de hacer temblar los muros del edificio.
—Esto es lo que estaban esperando—, murmuró Drex, comprendiendo que habían alcanzado el verdadero corazón de la Muerte Plata.
La batalla que siguió fue feroz. El vampiro con la espada oscura se lanzó hacia Drex, su velocidad y fuerza rivalizando con la de cualquier guerrero que Drex hubiera enfrentado antes. Las espadas chocaron con un estruendo metálico, cada golpe generando chispas mientras los dos combatientes se medían en una lucha de poder y habilidad.
Tiranus, por su parte, se enfrentó al Ursarii, cuyas pisadas hacían temblar el suelo con cada movimiento. A pesar de su tamaño, el Ursarii era sorprendentemente rápido, y sus golpes eran devastadores. Tiranus, sin embargo, no retrocedió. Con su piroquinesis, lanzó oleadas de fuego hacia la bestia, intentando quemar su armadura y debilitarla lo suficiente como para lanzar un golpe fatal.
Diana, mientras tanto, se vio enfrentada a la bruja gritona, cuya voz resonaba en el aire con una fuerza capaz de hacer retroceder incluso al más valiente. Pero Diana, con su velocidad y agilidad, esquivó los ataques sonoros de la bruja, acercándose lo suficiente como para lanzar un ataque mortal. Sus cuchillas cortaron el aire, buscando el punto débil de la bruja, mientras el sonido ensordecedor llenaba el vestíbulo.
Jian y Kuari, conscientes de que sus compañeros estaban enfrentando a los líderes de la Muerte Plata, se enfocaron en mantener a raya a los otros enemigos, protegiendo a sus compañeros de los ataques sorpresa y debilitando las fuerzas que seguían surgiendo de las sombras.
La batalla alcanzó su punto álgido cuando Drex logró desarmar al vampiro con la espada oscura, lanzándolo contra una pared con un golpe poderoso. Sin embargo, antes de que pudiera rematar a su enemigo, una nueva ola de energía oscura surgió desde las profundidades de la base, envolviendo a todos en el vestíbulo en un manto de sombras y frío.
Fue en ese momento cuando Drex comprendió que algo más estaba ocurriendo, algo mucho más peligroso. Sabía que estaban en el umbral de un enfrentamiento aún más devastador, uno que decidiría no solo el destino de la Muerte Plata, sino también el de todos los que se encontraban en ese lugar.
La energía oscura que surgió desde las profundidades de la base envolvió a todos en el vestíbulo, creando una atmósfera sofocante y opresiva. El aire se volvió pesado, como si la misma oscuridad estuviera intentando aplastar a los guerreros de Oricalco bajo su peso. Las sombras parecían moverse con vida propia, retorciéndose y serpenteando por las paredes y el suelo, como si estuvieran esperando el momento adecuado para atacar.
Drex, con su chokuto en mano, observó cómo el vampiro al que había desarmado comenzaba a reírse, su voz resonando con un eco siniestro en el vestíbulo.
—No tienes idea de lo que has despertado, cazador—, dijo el vampiro con una sonrisa torcida—. Este es el verdadero poder de la Muerte Plata. Prepárate para conocer el final de tus días.
Antes de que Drex pudiera reaccionar, el vampiro fue envuelto por la energía oscura, su cuerpo retorciéndose y cambiando mientras absorbía el poder que emanaba de las profundidades de la base. Sus músculos se hincharon, sus ojos brillaron con un rojo más intenso, y su piel adquirió un tono más pálido y translúcido, casi espectral. La transformación fue rápida, y cuando terminó, el vampiro se había convertido en una criatura mucho más poderosa, una manifestación física de la oscuridad misma.
—¡Maldición!—, exclamó Drex mientras se preparaba para enfrentar a esta nueva amenaza.
El vampiro oscuro se lanzó hacia Drex con una velocidad que desafió la lógica, su cuerpo prácticamente desapareciendo en las sombras antes de reaparecer justo frente a él. Drex apenas tuvo tiempo de levantar su espada para bloquear el ataque, pero la fuerza detrás del golpe lo lanzó hacia atrás, estrellándolo contra una de las columnas del vestíbulo.
Tiranus, viendo el peligro que corría Drex, intentó lanzar una ráfaga de fuego hacia el vampiro oscuro, pero la criatura se desvaneció en las sombras antes de que las llamas pudieran alcanzarla. Reapareció detrás de Tiranus, atacando con una garra oscura que cortó a través del aire. Tiranus apenas logró esquivarlo, sintiendo el frío de la energía oscura que emanaba de la criatura.
Mientras tanto, la batalla continuaba en otras partes del vestíbulo. Diana, aún enfrentando a la bruja gritona, comenzó a notar que la voz de la bruja se hacía más fuerte, resonando con una intensidad que hacía temblar los cimientos del edificio. A pesar de su agilidad y velocidad, Diana se vio forzada a retroceder, cubriéndose los oídos mientras intentaba bloquear el sonido devastador.
Kuari, viendo la desesperación en los ojos de Diana, cambió su cántico de protección a uno de contramagia. La voz del chamán se elevó por encima del caos, y un brillo dorado comenzó a rodear a Diana, protegiéndola de los efectos más devastadores del grito de la bruja. Con renovada fuerza, Diana se lanzó hacia la bruja, esquivando los últimos ataques sónicos antes de atravesar su pecho con una de sus cuchillas.
La bruja soltó un grito final, un alarido que resonó en todo el edificio antes de desmoronarse en un montón de polvo y cenizas. Diana, jadeando por el esfuerzo, se giró hacia el resto del combate, sabiendo que no había tiempo para descansar.
El Ursarii, enfrentado a Tiranus, rugió con furia al ver caer a la bruja gritona. Sus golpes se volvieron más frenéticos, cada uno de ellos haciendo temblar el suelo bajo sus pies. Tiranus, consciente de que la bestia estaba alcanzando un punto crítico, concentró toda su energía en un último ataque. Con un rugido propio, lanzó una columna de fuego puro que envolvió al Ursarii, consumiéndolo en un torbellino de llamas.
El grito del Ursarii se perdió en el rugido del fuego, y cuando las llamas finalmente se disiparon, solo quedaron cenizas en su lugar. Pero Tiranus, ahora exhausto, cayó de rodillas, jadeando por el esfuerzo que le había costado acabar con la bestia.
Drex, viendo a su compañero agotado, supo que no podían continuar así por mucho tiempo. La criatura en la que se había convertido el vampiro oscuro era una amenaza que no podían derrotar con la fuerza bruta. Necesitaban una estrategia diferente, algo que pudiera romper el vínculo entre el vampiro y la energía oscura que lo alimentaba.
—¡Kuari!—, gritó Drex, esquivando otro ataque del vampiro oscuro—. ¿Puedes romper el vínculo que lo alimenta?
Kuari, aún enfocado en mantener las barreras protectoras, asintió con dificultad.
—Necesitaré tiempo—, respondió el chamán—. Protejanme mientras preparo el conjuro.
Drex asintió, consciente de que necesitaban ganar tiempo para que Kuari pudiera completar su trabajo. Se lanzó hacia el vampiro oscuro una vez más, sabiendo que cada segundo que pudiera retrasarlo era vital. Jian, viendo la necesidad de apoyo, se unió a la lucha, usando su exoesqueleto de energía para bloquear los ataques del vampiro oscuro y desviar su atención de Kuari.
El vampiro oscuro, ahora rodeado, se volvió más agresivo, lanzando ataques en todas direcciones mientras intentaba deshacerse de sus oponentes. Pero Drex y Jian se movieron en perfecta sincronía, cubriéndose mutuamente mientras Kuari comenzaba a entonar un nuevo cántico, uno que resonaba con una energía pura y brillante.
A medida que el cántico de Kuari se intensificaba, la energía oscura que rodeaba al vampiro comenzó a agitarse, como si sintiera la amenaza inminente. El vampiro soltó un rugido de furia, lanzándose hacia Kuari en un intento desesperado de detener el conjuro. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Drex se interpuso en su camino, bloqueando su ataque con un último esfuerzo.
—¡Ahora, Kuari!—, gritó Drex, sus músculos tensos por el esfuerzo de mantener al vampiro oscuro a raya.
Kuari elevó su voz, completando el cántico con una palabra final que resonó en todo el vestíbulo. La energía oscura alrededor del vampiro comenzó a desvanecerse, disipándose como humo en el viento. El vampiro oscuro soltó un grito de agonía mientras su cuerpo se retorcía y colapsaba sobre sí mismo, finalmente liberado de la maldición que lo había convertido en una abominación.
Cuando la oscuridad se disipó por completo, solo quedó el cuerpo inerte del vampiro en el suelo, su rostro marcado por una expresión de dolor eterno.
Drex, exhausto, cayó de rodillas junto a los restos del vampiro, su respiración pesada mientras intentaba recuperar el aliento. Los otros miembros del equipo se reunieron a su alrededor, cada uno mostrando signos de la batalla que acababan de librar.
Pero antes de que pudieran celebrar su victoria, el suelo bajo ellos comenzó a temblar. Un ruido sordo y profundo resonó en todo el edificio, seguido por una serie de explosiones que sacudieron los cimientos de la base.
—¿Qué demonios…?—, murmuró Alexei, mirando a su alrededor con desconfianza.
Drex se levantó con dificultad, su mirada fija en el suelo, como si intentara comprender qué estaba sucediendo.
—Esto no ha terminado—, dijo finalmente, con una voz cargada de tensión—. La Muerte Plata no se rendirá tan fácilmente.
En ese momento, las puertas principales del vestíbulo se abrieron de golpe, y una nueva oleada de fuerzas enemigas inundó el lugar. Vampiros, hechiceros, y otras criaturas oscuras se lanzaron hacia los equipos de Oricalco, como si la base misma estuviera arrojando todo lo que le quedaba en un último esfuerzo por sobrevivir.
Drex, sintiendo que la batalla estaba a punto de alcanzar su clímax, alzó su espada una vez más.
—¡No nos detendremos ahora!—, gritó, su voz resonando por encima del caos—. ¡Por Oricalco, por la libertad!
Con esas palabras, se lanzó de nuevo al combate, seguido de cerca por sus compañeros. Sabían que esta sería la batalla decisiva, y que de su resultado dependería el destino de todos los involucrados.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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