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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 18

La Cacería en Medellín

La Negociación

Drex se encontraba nuevamente en la imponente sala del regente, rodeado por las sombras que parecían moverse con vida propia en la penumbra. Esta vez, sin embargo, su postura era diferente. No estaba allí solo para entregar información; estaba allí para negociar, para reclamar lo que le correspondía por el riesgo que había asumido.

El regente lo observaba desde su sillón, con una mirada penetrante que intentaba leer las intenciones de Drex. Pero Drex no era un lobo cualquiera; él sabía que la clave para dominar una negociación era mantener una actitud confiada, casi altanera.

—Tienes algo más que decirme, Holcux —dijo el regente con un tono que dejaba claro que estaba esperando.

Drex esbozó una sonrisa torcida y se acercó lentamente a la mesa que los separaba, tomando asiento con una calma casi insolente.

—Lo que he hecho por ti hasta ahora tiene un precio, regente —dijo Drex, manteniendo su tono casual—. Y no estoy hablando solo de la información que te entregué sobre La Muerte Plata. Sé cosas que podrían interesarte, y sé cómo usarlas para sacar el máximo provecho.

El regente levantó una ceja, intrigado, pero no sorprendido. Conocía bien a Drex y sabía que no era un mercenario común y corriente.

—¿A qué te refieres? —preguntó, aunque su tono denotaba que ya intuía la respuesta.

—Tengo en mi poder una USB con todos los movimientos de La Muerte Plata. Sé qué países ya han sido infectados por su influencia, y sé cómo puedes usar esa información para adelantarte a ellos —Drex hizo una pausa, midiendo las palabras cuidadosamente—. Pero si quieres esa USB, tendrás que pagarla por aparte. Este es un negocio, y todo tiene un precio.

El regente se mantuvo en silencio, evaluando la propuesta. Drex podía sentir la tensión en el aire, pero no flaqueó. Sabía que no estaba en desventaja. Después de todo, tenía algo que el regente necesitaba, y estaba dispuesto a jugar esa carta con maestría.

—Entiendo —respondió finalmente el regente, con un tono que mezclaba respeto y precaución—. Pero no te equivoques, Drex. Este no es un juego en el que puedas dictar todas las reglas.

Drex se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y determinación.

—No soy el perro faldero de nadie, regente. Ni de los vampiros ni de ti. Soy el mejor en lo que hago, y si trabajas conmigo, lo harás bajo mis condiciones. El único amo verdadero aquí es el dinero, y estoy seguro de que ambos podemos llegar a un acuerdo satisfactorio.

El regente mantuvo la mirada fija en Drex durante unos largos segundos antes de asentir lentamente.

—Tienes agallas, Holcux. No muchos se atreverían a hablarme de esa manera. Pero reconozco el valor de tu propuesta. Te pagaré lo que pides, y tendrás el respeto que buscas. Sin embargo, ten en cuenta que esto también significa que espero resultados acordes a tu precio.

Drex sonrió con satisfacción, sabiendo que había logrado lo que quería. Este no era solo un acuerdo comercial; era una declaración de independencia, una reafirmación de que no estaba dispuesto a ser dominado por nadie.

—Entonces, tenemos un trato —dijo Drex, extendiendo la mano hacia el regente.

El regente estrechó su mano con firmeza, sellando el acuerdo.

Preparativos y Viaje a Medellín

El regente no perdió tiempo en organizar la próxima misión de Drex. Sabía que el golpe que planeaban asestar en Medellín a La Muerte Plata sería crucial para enviar un mensaje claro: los cazadores se habían convertido en la presa.

Para esta misión, el regente asignó a Drex un grupo de élite, compuesto por cinco de sus mejores hombres lobo, liderados por un individuo que se hacía llamar Tiranus. Tiranus era un hombre lobo formidable, conocido por su habilidad como hechicero especializado en quinesis, particularmente en la piroquinesis y la telequinesis. Era un líder natural, pero también era alguien que dudaba de Drex y de su lealtad. Junto a él, en el equipo, estaba Diana, una mujer lobo cuya ferocidad y cercanía a su bestia interior la hacían temible incluso para sus propios compañeros. Había rumores de que Diana estaba tan desquiciada antes de su transformación que algunos la consideraban un caso perdido, pero su utilidad en el campo de batalla era innegable.

El regente, consciente de la importancia de la misión, intervino personalmente para garantizar que el grupo pudiera viajar a Medellín sin problemas. Utilizando sus conexiones y su influencia, logró que Drex y su equipo pasaran a través del aeropuerto con todas sus armas y equipos, sin ser detenidos ni detectados por las autoridades. La seguridad en los aeropuertos era estricta, pero los hombres del regente se encargaron de que sus nombres no aparecieran en ninguna lista, y sus armas fueron transportadas sin levantar sospechas.

El vuelo a Medellín fue tranquilo, pero la tensión en el aire era palpable. Tiranus, sentado junto a Drex, mantenía una actitud reservada, observando a Drex con una mezcla de escepticismo y desconfianza. Por su parte, Diana parecía disfrutar del silencio incómodo, con una sonrisa que revelaba un deleite casi sádico ante la perspectiva de la próxima batalla.

—No te preocupes, Tiranus —dijo Drex, rompiendo el silencio—. No soy del tipo que necesita que le cuiden la espalda. Pero si decides hacerlo, asegúrate de no estorbarme.

Tiranus frunció el ceño, pero no respondió. Sabía que cualquier confrontación verbal sería inútil en ese momento. La verdadera prueba vendría en el campo de batalla, donde las palabras no significaban nada y solo los hechos contaban.

Al aterrizar en Medellín, el grupo se dirigió rápidamente a la Comuna 13, una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Su destino era el barrio San Javier 2, una de las áreas más altas de la comuna, accesible a través del famoso teleférico. Según la información obtenida por Drex, la USB mostraba que una entrega importante de mercancía había tenido lugar allí, lo que indicaba que probablemente sería la sede principal de La Muerte Plata en Medellín.

El teleférico los llevó lentamente hasta la cima de la comuna, ofreciendo una vista impresionante de la ciudad, pero ninguno de ellos estaba allí para hacer turismo. La misión que tenían por delante requería toda su concentración y habilidades, y Drex sabía que cualquier error podría costarles caro.

La Trampa del Barrio San Javier

Al llegar a San Javier 2, Drex y su equipo se movieron con cautela por las estrechas calles y escaleras del barrio, manteniendo un perfil bajo para no atraer atención indeseada. El barrio, conocido por su historia de resistencia y transformación, era un lugar donde los secretos podían esconderse fácilmente entre la maraña de casas apiladas unas sobre otras.

El apartamento objetivo estaba en una posición estratégica, en lo alto de una colina, ofreciendo una vista panorámica de la zona. Drex se detuvo un momento para observar el entorno, analizando las posibles rutas de escape y cualquier señal de peligro. No pasó mucho tiempo antes de que su agudo sentido del olfato captara algo inusual. El aire estaba cargado con un olor a alquimia, un indicio claro de que la magia estaba en juego.

—Estamos entrando en su territorio —murmuró Drex a Tiranus, quien asintió en silencio, ya en alerta máxima.

El equipo se acercó al apartamento, pero Drex se detuvo de repente, levantando una mano para indicar a los demás que se detuvieran. Algo no estaba bien. Sus instintos, afinados por años de caza y supervivencia, le decían que había una trampa esperándolos.

—Esto es una emboscada —dijo Drex, su voz apenas un susurro—. Hay magia en el aire, y no me sorprendería que nos esperaran.

Tiranus frunció el ceño, pero asintió de nuevo. Sabía que debía confiar en el juicio de Drex, al menos en este momento.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Diana, su tono reflejando una mezcla de impaciencia y emoción.

Drex se tomó un momento para analizar la situación antes de responder.

—Nos dividimos. Tiranus, tú y Diana rodeen la estructura desde el este. Yo iré con los demás desde el oeste. Nos encontraremos en el punto de entrada, pero manténganse alerta. Si algo sale mal, retrocedemos y replanteamos el ataque.

El equipo se dividió rápidamente, moviéndose con precisión por los callejones y las escaleras del barrio. Drex lideró a su grupo por el lado occidental, usando las sombras para ocultar su avance. Sabía que el elemento sorpresa era su mayor ventaja, pero también era consciente de que La Muerte Plata no era un enemigo común.

Al llegar al punto de entrada, Drex notó que el aire se volvía más denso, como si la misma atmósfera estuviera cargada de energía negativa. Este era el tipo de ambiente que indicaba la presencia de magia oscura, y Drex se preparó mentalmente para lo que estaba por venir.

El Combate en las Sombras

El ataque comenzó en silencio, pero la situación se intensificó rápidamente cuando Drex y su equipo irrumpieron en el apartamento. La mano de plata estaba preparada, y lo que Drex había sospechado se confirmó cuando se encontraron frente a una bruja wicca, un hechicero y un vampiro que custodiaba el lugar junto a varios humanos armados. El vampiro, una figura alta y elegante, tenía a dos vampiros sanguijuelas como mascotas, criaturas salvajes que gruñían con anticipación.

Drex no perdió el tiempo. Con un movimiento rápido, activó sus dagas de muñeca y se lanzó hacia el vampiro, sabiendo que eliminarlo primero era crucial. El vampiro esquivó el primer ataque con una velocidad inhumana, pero Drex estaba preparado, y con una finta rápida, logró clavar una de sus dagas en el costado de la criatura, hiriéndola gravemente.

Mientras tanto, Tiranus y Diana entraron en acción, transformándose en sus formas de hombres lobo. Tiranus, con su control sobre el fuego y la telequinesis, lanzó un ataque devastador contra el hechicero, envolviéndolo en llamas mientras lo empujaba contra una pared con una fuerza invisible. Diana, por su parte, se lanzó contra los humanos armados, moviéndose con una ferocidad que hacía dudar si estaba realmente bajo control.

La bruja wicca intentó lanzar un hechizo de crioquinesis para congelar a Diana, pero Tiranus intervino, contrarrestando el ataque con una oleada de calor que deshizo el hielo antes de que pudiera tomar forma. Drex, mientras tanto, estaba ocupado enfrentándose al vampiro, cuya resistencia parecía no tener fin. La criatura lo atacaba con una fuerza brutal, pero Drex, usando su agilidad y experiencia, logró esquivar la mayoría de los golpes, buscando un punto débil en la defensa del vampiro.

Finalmente, Drex vio su oportunidad. El vampiro, debilitado por las heridas, intentó retroceder, pero Drex fue más rápido. Con un giro ágil, se lanzó hacia adelante y clavó su otra daga en el corazón de la criatura, viéndola retorcerse de dolor antes de caer al suelo, convertida en cenizas.

Los otros hombres lobo del equipo luchaban ferozmente, eliminando a los humanos y asegurándose de que ninguno escapara. A pesar de la intensa batalla, Drex mantenía la calma, observando cada movimiento, anticipando cada ataque. Sabía que el verdadero desafío aún estaba por venir.

La Trampa Evitada

A medida que la lucha continuaba, los miembros de La Muerte Plata comenzaron a retroceder, intentando atraer a los hombres lobo fuera del apartamento y hacia las afueras de Medellín. Drex, siempre alerta, notó el patrón en sus movimientos y comprendió que estaban tratando de llevarlos a una trampa.

—No los sigan demasiado lejos —advirtió Drex, alzando la voz para que todos lo escucharan—. Nos están llevando a una trampa. Manténganse juntos y no se dejen llevar por su juego.

Tiranus, quien estaba completamente concentrado en el combate, asintió brevemente, reconociendo la advertencia de Drex. Aunque inicialmente había dudado de las habilidades de Drex, comenzaba a ver que el cazador tenía un agudo sentido de la estrategia y la supervivencia.

A pesar de la advertencia, los miembros de La Muerte Plata lograron llevar la batalla fuera del apartamento, hacia un terreno más abierto, donde tenían una trampa preparada. Habían colocado explosivos en puntos estratégicos, con la intención de destruir a los hombres lobo en un solo golpe. Pero Drex, con su aguda percepción, detectó el peligro antes de que fuera demasiado tarde.

—¡Explosivos! —gritó Drex, justo a tiempo para que el equipo se dispersara y evitara la explosión que habría sido mortal.

La explosión sacudió el terreno, lanzando escombros por todas partes, pero los hombres lobo, gracias a la advertencia de Drex, lograron evitar lo peor. Aprovechando el caos, Drex se lanzó hacia adelante, liderando el contraataque. Sabía que no podían darles tiempo a los miembros de La Muerte Plata para reponerse.

Los hombres lobo, ahora enfurecidos y en su forma más poderosa, se lanzaron sobre sus enemigos con una fuerza imparable. Tiranus usó su piroquinesis para crear un muro de fuego que separó a los humanos del hechicero y la bruja wicca, permitiendo que Drex y Diana los acorralaran.

La bruja, atrapada entre las llamas y los hombres lobo, intentó lanzar un último hechizo de defensa, pero Drex fue más rápido, arrojando una daga que atravesó su pecho, terminando con su vida antes de que pudiera completar el conjuro. Tiranus, por su parte, envolvió al hechicero en una vorágine de fuego y fuerza telequinética, aplastando su cuerpo hasta reducirlo a cenizas.

Los humanos, aterrorizados, intentaron huir, pero los hombres lobo, hambrientos y furiosos, los alcanzaron con facilidad. Uno tras otro, los corazones fueron arrancados de sus pechos, y los hombres lobo se alimentaron de ellos, asegurándose de que no quedara rastro alguno de La Muerte Plata en Medellín.

Drex, aunque reacio, siguió el ejemplo de sus compañeros y tomó uno de los corazones. Sabía que era necesario para mantener su fuerza y control sobre la bestia interior, pero no podía evitar sentir un conflicto interno mientras lo hacía. A pesar de todo lo que había pasado, la idea de alimentarse de un corazón humano seguía siendo perturbadora para él.

El Respeto Ganado

La batalla terminó tan rápidamente como había comenzado. Los cuerpos de las criaturas sobrenaturales fueron tratados con el Dwun, asegurando que no quedara rastro alguno. Los hombres lobo, cubiertos de sangre y polvo, comenzaron a volver a su forma humana, recuperando el control y la compostura.

Tiranus, aún en su forma de hombre lobo, se acercó a Drex, quien estaba limpiando la sangre de sus dagas de muñeca. Los dos se miraron en silencio durante unos segundos antes de que Tiranus hablara.

—Admito que te subestimé, Drex —dijo Tiranus, su voz resonando con un tono de respeto que antes no estaba presente—. Pensé que serías una carga, que no serías más que otro cazador mercenario sin lealtad. Pero hoy demostraste que eres más que eso. Te has ganado mi respeto.

Drex, quien rara vez se dejaba llevar por las emociones, asintió lentamente. Sabía lo que significaba ganarse el respeto de alguien como Tiranus, y aunque no lo mostraría abiertamente, lo apreciaba.

—Hago mi trabajo, Tiranus. No soy un héroe, ni un perro faldero. Pero sé lo que hago, y siempre cumplo con lo que prometo. Si eso es suficiente para ti, entonces estamos en la misma página.

Tiranus esbozó una leve sonrisa antes de volver a su forma humana.

—Lo es, Holcux. Lo es.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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