El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 16
La Muerte Plata
La Espera Silenciosa
Habían pasado seis días desde que Drex Holcux había enviado su informe a Vambertoken. Durante esos días, había esperado alguna señal del vampiro, alguna actualización sobre la situación o instrucciones para los siguientes pasos. Pero el silencio había sido absoluto. Excepto, claro, por el depósito en su cuenta bancaria: el pago por su último trabajo, más un generoso bono que Vambertoken había añadido por el hecho de que Drex había estado a un pelo de la muerte.
—Al menos son buenos pagadores —murmuró Drex para sí mismo, mientras recordaba el frío y preciso mensaje que acompañaba la transferencia: “Buen trabajo. Mantente en contacto.”
Era la forma en que Vambertoken operaba: eficiencia, discreción, y siempre con una red de información que mantenía a Drex bajo constante observación, aunque él mismo no lo notara. Pero ahora, el silencio comenzaba a ser incómodo, una señal de que algo más se estaba gestando tras bambalinas.
Drex, ahora en Colombia, había decidido aprovechar el tiempo para recuperarse por completo. Aunque su cuerpo ya estaba en buena forma gracias a su rápida regeneración, su mente necesitaba un respiro. Pero, como siempre, la inactividad no era algo que Drex pudiera soportar por mucho tiempo. Después de todo lo sucedido, sentía que había pasado demasiado tiempo rodeado de vampiros y que era hora de reconectar con los suyos.
Decidió que era el momento adecuado para hacer una visita al regente de los hombres lobo en Colombia. No solo sería una oportunidad para pasar un tiempo con su propia clase, sino que también podría significar un nuevo trabajo, una cacería que lo mantuviera ocupado mientras esperaba el próximo movimiento de Vambertoken.
La Guarida del Lobo en Bogotá
La guarida del regente de los hombres lobo en Bogotá estaba ubicada en un lugar inesperado: en pleno centro de la ciudad, cerca de la Torre Colpatria. A simple vista, parecía un edificio de apartamentos común y corriente, uno de esos rascacielos antiguos que se mezclaban con la arquitectura moderna de la ciudad. Pero aquellos que conocían la verdad sabían que no era lo que parecía.
El edificio en realidad servía como fachada para la sede de los hombres lobo en la capital colombiana. Su interior era un laberinto de pasadizos ocultos, salas de reuniones y áreas de entrenamiento, todo diseñado para mantener la presencia de los hombres lobo oculta a los ojos de los humanos y de otras razas sobrenaturales. La seguridad era estricta, y solo aquellos con permiso podían entrar.
Drex llegó al edificio bajo la luz tenue del atardecer, cuando las sombras comenzaban a alargarse en las calles de Bogotá. Los guardias en la entrada, dos hombres lobo en su forma humana, lo reconocieron de inmediato y lo dejaron pasar tras un breve y silencioso intercambio.
El ascensor, uno de los pocos elementos modernos en el edificio, lo llevó al nivel más bajo, donde se encontraba la sala principal del regente. Las puertas se abrieron con un suave zumbido, y Drex salió al amplio salón, decorado con una mezcla de antigüedades y objetos modernos, un reflejo de la naturaleza atemporal de los hombres lobo.
Al fondo, sentado en un imponente sillón de cuero oscuro, estaba el regente. Era un hombre de aspecto formidable, de estatura alta y corpulento, con una presencia que llenaba la habitación. Sus ojos, afilados como los de un depredador, se fijaron en Drex con una mezcla de burla y satisfacción.
—Mira quién ha decidido honrarnos con su presencia —dijo el regente, con un tono sarcástico que Drex conocía bien.
Drex sonrió de medio lado, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de respeto.
—Pensé que ya era hora de cambiar de compañía. Los vampiros pueden ser bastante… agotadores.
El regente soltó una carcajada profunda, su voz resonando en la sala.
—He oído lo que pasó en el Amazonas. Parece que te has metido en un buen lío, Holcux. Aunque no me sorprende en lo más mínimo.
—Los problemas me encuentran, no al revés —respondió Drex, encogiéndose de hombros—. Pero sobreviví, como siempre.
El regente asintió, su mirada ahora más seria.
—Eso veo. Y me alegra que lo hicieras. No todos tienen la suerte de salir ilesos después de enfrentarse a esas cosas. Y ni hablar de casi morir en manos de una sacerdotisa protegida por cincuenta rituales. Eres un caso especial, Drex.
Drex se encogió de hombros una vez más, sin darle mayor importancia a las palabras del regente. Sabía que detrás de las bromas y el sarcasmo, el regente estaba genuinamente complacido de verlo regresar sano y salvo.
La Oferta del Regente
Drex tomó asiento frente al regente, sintiendo que la conversación se estaba moviendo hacia el verdadero motivo de su visita.
—No vine solo a charlar, regente —dijo Drex—. Estoy aquí para ofrecer mis servicios. He estado demasiado tiempo entre vampiros y otras criaturas, y pensé que tal vez podría serte útil.
El regente entrecerró los ojos, observando a Drex con una mirada calculadora.
—¿Ofreciendo tus servicios? —repitió, con un tono que sugería que ya sabía que esto estaba por venir—. Sabes, siempre hay algo que hacer en este país. No faltan los problemas ni las amenazas.
Drex asintió, esperando que el regente continuara.
—Últimamente, hemos tenido un problema que no podemos ignorar —dijo el regente, su tono volviéndose más grave—. Un grupo que se hace llamar La Muerte Plata ha estado ganando fuerza en Colombia. Son una mezcla de razas, incluidos humanos, y se han dedicado a cazar hombres lobo. No son simples aficionados; están bien organizados y saben lo que hacen.
Drex frunció el ceño, intrigado.
—¿Cómo es que un grupo así ha ganado tanto poder?
El regente se levantó de su sillón y comenzó a caminar lentamente por la sala, como si las palabras necesitaran tiempo para asentarse en el aire.
—Con el incidente en el Amazonas, han ganado muchos nuevos miembros, apoyos y adeptos —explicó—. Parece que el caos les ha dado la oportunidad que necesitaban para expandirse. Ahora, representan una amenaza real para nuestra especie. Y si no los detenemos pronto, podrían convertirse en un problema mucho mayor.
Drex escuchó en silencio, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que grupos como La Muerte Plata no solo representaban un peligro para los hombres lobo, sino para el equilibrio de poder entre las razas sobrenaturales en Colombia.
—¿Y qué es exactamente lo que esperas que haga? —preguntó Drex, aunque ya intuía la respuesta.
El regente se detuvo y se giró para mirar a Drex directamente a los ojos, su expresión ahora completamente seria.
—Quiero que te encargues de ellos, Drex. Que los desmanteles antes de que se conviertan en una amenaza incontrolable. Tienes la experiencia, la habilidad y la motivación para hacer el trabajo. Además, sabes moverte entre los humanos y las demás razas mejor que cualquiera de nosotros. Si alguien puede detenerlos, eres tú.
Drex se quedó en silencio por un momento, considerando la oferta. Sabía que sería un trabajo peligroso, pero también sabía que era el tipo de trabajo para el que estaba hecho.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Me ocuparé de ellos.
El regente esbozó una sonrisa satisfecha, como si hubiera sabido desde el principio cuál sería la respuesta de Drex.
—Sabía que podría contar contigo. La Muerte Plata tiene varias células operando en todo el país. Te proporcionaré toda la información que tenemos hasta ahora. Empieza por la más cercana, y ve desmantelando su red, una célula a la vez.
Drex asintió, sintiendo la familiar emoción de la caza corriendo por sus venas. Sabía que esta misión no sería sencilla, pero estaba listo para el desafío.
Los Preparativos y la Llamada Inesperada
De regreso en su propio espacio, Drex se preparó meticulosamente para la misión. Sabía que La Muerte Plata no era un grupo que debía tomarse a la ligera. Eran cazadores entrenados, y su objetivo no era solo eliminar a los hombres lobo, sino también enviar un mensaje de que ninguna criatura sobrenatural estaba a salvo.
Drex revisó cada detalle, asegurándose de que su chokuto estuviera afilado y en perfecto estado. Cargó su pistola con balas de plata y preparó varias otras herramientas que podrían serle útiles. Sabía que una cacería como esta requería no solo fuerza y velocidad, sino también astucia y precisión.
Justo cuando estaba a punto de salir, su teléfono sonó, rompiendo el silencio de la habitación. Drex frunció el ceño y sacó el dispositivo de su bolsillo, viendo el nombre de Fabián parpadeando en la pantalla.
—¿Fabián? —respondió Drex, su tono reflejando una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Drex —la voz de Fabián sonaba un poco más áspera de lo habitual, como si hubiera pasado mucho tiempo sin dormir—. No tenemos mucho tiempo, así que seré directo. Estoy en Roma, en el Vaticano. He tenido que venir aquí para dar una indagatoria sobre lo que ocurrió en el Amazonas.
Drex se tensó ligeramente, sabiendo que si el Vaticano había pedido a Fabián que fuera en persona, las cosas debían ser serias.
—¿Qué te han dicho? —preguntó Drex, manteniendo su voz neutral.
—Lo usual. Quieren saber cada detalle. He tenido que explicar la situación con los devorados, los ataques, la sacerdotisa… todo —dijo Fabián con un suspiro—. Pero hay algo más que debes saber.
Drex sintió un ligero escalofrío recorriendo su espalda.
—¿Qué es?
—Están inquietos, Drex. Muy inquietos. Están considerando tomar medidas adicionales para asegurarse de que situaciones como esta no se repitan —Fabián hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras cuidadosamente—. Quieren que algunas personas estén más involucradas en lo que está ocurriendo.
Drex frunció el ceño, tratando de leer entre líneas lo que Fabián estaba diciendo, pero el sacerdote no dio más detalles.
—Solo quería que estuvieras al tanto —continuó Fabián—. Las cosas pueden cambiar rápidamente, y quiero que estés preparado. No sabemos quién más podría estar interesado en lo que está pasando en América Latina.
Drex asintió, aunque sabía que Fabián no podía verlo.
—Gracias por avisarme —dijo Drex, su mente ya comenzando a procesar la información.
—Cuídate, Drex. Y mantente alerta —fue lo último que Fabián dijo antes de colgar.
Drex se quedó con el teléfono en la mano, mirando la pantalla en blanco. Las palabras de Fabián resonaban en su mente, una advertencia velada de que algo más grande estaba en marcha.
Guardó el teléfono y se tomó un momento para reorganizar sus pensamientos. Sabía que Fabián tenía sus propios motivos para hacer esa llamada, pero por ahora, Drex se concentraría en la misión inmediata. La Muerte Plata debía ser desmantelada, y no podía permitirse distracciones.
Finalmente, Drex se puso de pie, listo para enfrentar la amenaza que se avecinaba. Con una última mirada a la habitación, salió al encuentro de la noche, sabiendo que el verdadero desafío estaba por comenzar.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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