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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 14

La Fuga y la Persecución

Drex y Fabián emergieron de la pirámide, sus cuerpos aún tensos por la batalla reciente en el interior. No había tiempo para recuperar el aliento; los devoradores no estaban dispuestos a dejar que sus presas escaparan tan fácilmente. Atrás de ellos, los aullidos de los hombres lobo devorados resonaban, creciendo en intensidad mientras salían a la superficie.

El caos se desató en el momento en que pusieron un pie fuera de la pirámide. Tatiana apareció en el horizonte, liderando una fuerza imponente de 20 escuadrones de Oricalco, listos para enfrentarse a la horda de devoradores. La batalla estaba por comenzar, y no sería una confrontación cualquiera. El aire estaba cargado de electricidad, y la selva vibraba con la anticipación de la violencia inminente.

Tatiana, con su actitud habitual de mando, dio la señal, y las fuerzas de Oricalco se lanzaron al ataque, chocando contra los devoradores en una explosión de energía y acero. La selva amazónica, que hasta ese momento había estado en silencio, se llenó de los sonidos de la guerra: rugidos, gritos, disparos y el chocar de espadas y garras.

Mientras tanto, Drex y Fabián, ya fuera del alcance inmediato de los devoradores, se centraron en eliminar a los perseguidores que se habían separado del grupo principal. Drex, moviéndose con una precisión letal, despachó a sus oponentes uno por uno, mientras Fabián utilizaba su crucifijo y oraciones para debilitar y repeler a los demás.

—¡Tatiana, mantén la línea! —gritó Drex, sabiendo que Oricalco necesitaba contener a la horda para que él y Fabián pudieran concentrarse en la sacerdotisa y sus cómplices.

Tatiana, con una destreza impresionante, dirigía a sus hombres con una mezcla de autoridad y habilidad, cortando el paso a los devoradores mientras los escuadrones de Oricalco formaban una barrera impenetrable. Sin embargo, Drex sabía que el verdadero peligro estaba escapando.

—¡Allí! —exclamó Fabián, señalando hacia el río donde la sacerdotisa y los encapuchados corrían hacia una lancha escondida entre los árboles.

Drex sintió un nudo formarse en su estómago. Si la sacerdotisa escapaba de nuevo, todo lo que habían hecho hasta ahora sería en vano. No podía permitir que eso sucediera.

La Transformación y la Persecución

Drex tomó una decisión en fracción de segundo. Sabía que en su forma humana no sería lo suficientemente rápido para alcanzarlos. Sin dudarlo, se preparó para la transformación que había aprendido a controlar con el tiempo. A medida que se concentraba, sintió la familiar sensación de sus huesos y músculos cambiando, estirándose y transformándose en algo más bestial.

En cuestión de segundos, Drex dejó de ser humano. Ahora, en su forma de licántropo, con una altura imponente y una fuerza descomunal, se lanzó al suelo y comenzó a correr a toda velocidad en cuatro patas. La velocidad era asombrosa, un borrón de pelaje oscuro que cruzaba la selva con una determinación feroz. Los sonidos de la batalla se desvanecieron detrás de él mientras se concentraba únicamente en su objetivo: la sacerdotisa.

Fabián observó cómo Drex se alejaba, consciente de que no había nada que pudiera hacer para ayudar en esa persecución. Sabía que sus habilidades mágicas, si se usaban, afectarían tanto a Drex como a la sacerdotisa, y no podía arriesgarse a debilitar a su aliado en un momento tan crítico.

—Que Dios te proteja, amigo —murmuró Fabián antes de girarse hacia la batalla, decidido a apoyar a Oricalco y asegurarse de que los devoradores no pudieran seguir a Drex.

La Batalla en el Río

Drex, en su forma de licántropo, acortó la distancia con una velocidad impresionante. La sacerdotisa, a pesar de estar tan cerca de la lancha, no pudo evitar sentir la presencia de Drex acercándose. Se giró, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y determinación, mientras se preparaba para enfrentar lo inevitable.

Con un salto poderoso, Drex interceptó a la sacerdotisa justo antes de que pudiera subir a la lancha. Sus garras desgarraron el suelo mientras aterrizaba frente a ella, bloqueando su camino. La sacerdotisa, lejos de rendirse, desenvainó una daga curva con inscripciones antiguas y se lanzó al ataque con una rapidez que tomó a Drex por sorpresa.

La lucha que siguió fue descomunal. Drex, en su forma licántropa, tenía la ventaja de la fuerza bruta y la velocidad, pero la sacerdotisa compensaba su falta de poder físico con una agilidad y una habilidad mortales. Cada golpe que Drex lanzaba era esquivado o bloqueado por la sacerdotisa, quien respondía con movimientos precisos que dejaban cortes profundos en el pelaje del licántropo.

El tiempo era crítico. Drex sabía que solo podía mantener su forma durante 12 minutos antes de volver a ser humano, un lapso que estaba peligrosamente cerca de agotarse. La sacerdotisa, por su parte, luchaba con una ferocidad desesperada, consciente de que esta vez no tendría otra oportunidad de escapar si fallaba.

A medida que la lucha continuaba, los encapuchados lograron llegar a la lancha y, sin mirar atrás, la pusieron en marcha. El sonido del motor rugió en el río mientras la embarcación comenzaba a alejarse, llevándose consigo el objeto que habían recuperado en la pirámide.

—¡No! —rugió Drex, su voz distorsionada por su forma de licántropo mientras intentaba detener la lancha, pero fue inútil. La sacerdotisa, viendo que su única salida había desaparecido, redobló sus esfuerzos, atacando con la desesperación de alguien que sabe que su vida está en juego.

El Golpe Final

Con cada segundo que pasaba, Drex sentía que su cuerpo comenzaba a ceder, la energía de la transformación disminuyendo. Sabía que tenía que terminar la pelea pronto o estaría en una posición vulnerable. La sacerdotisa, viendo su oportunidad, se lanzó hacia él con la daga en alto, lista para asestar un golpe mortal.

Pero Drex, con un último esfuerzo, se movió con una velocidad increíble, esquivando la estocada de la sacerdotisa y lanzando un zarpazo devastador que impactó directamente en su torso. El golpe la lanzó varios metros hacia atrás, haciéndola caer al suelo con un grito de dolor.

Drex avanzó, sabiendo que su tiempo se agotaba. La sacerdotisa intentó levantarse, pero la fuerza del golpe la había dejado casi inmóvil. Drex la alcanzó y, con un esfuerzo final, la inmovilizó contra el suelo, sus garras apretando con suficiente fuerza para impedirle moverse, pero sin matarla.

El reloj interno de Drex marcó el final de su transformación. Sintió su cuerpo encogerse, los músculos volviendo a su estado humano mientras su respiración se volvía cada vez más pesada. Al regresar a su forma humana, Drex cayó de rodillas junto a la sacerdotisa, su cuerpo cubierto de sudor y sangre. Apenas consciente, usó sus últimas fuerzas para sacar su teléfono y marcar el número de Fabián.

—Fabián… —logró murmurar—. La tenemos… prisionera…

Con esas palabras, Drex dejó caer el teléfono, su visión oscureciéndose mientras la fatiga lo consumía. Sabía que había hecho lo que debía, pero ahora todo dependía de Fabián y Oricalco.

La Llegada de los Refuerzos

Fabián, en medio de la batalla con los devoradores, sintió su teléfono vibrar en su bolsillo. Sabía que solo Drex lo llamaría en un momento tan crítico, y con una mezcla de temor y esperanza, contestó.

—¿Drex? —preguntó, pero solo escuchó un murmullo débil antes de que la llamada se cortara.

Sin perder tiempo, Fabián corrió hacia la dirección donde había visto a Drex y la sacerdotisa enfrentarse. Los sonidos de la batalla disminuían a medida que los escuadrones de Oricalco ganaban terreno, pero Fabián sabía que lo más importante ahora era encontrar a Drex y asegurarse de que la sacerdotisa no escapara de nuevo.

Cuando llegó al lugar, encontró a Drex, débil pero vivo, junto al cuerpo inmóvil de la sacerdotisa. Aunque había sido una lucha feroz, Drex había logrado su objetivo.

—Tatiana, ven aquí —gritó Fabián a través del intercomunicador—. Tenemos una prisionera.

Tatiana, liderando a su equipo con una precisión militar, llegó rápidamente al lugar, seguida por varios miembros de Oricalco. Al ver la escena, supo que Drex había hecho algo extraordinario.

—¡Médicos, aquí! —ordenó Tatiana a su equipo, señalando hacia Drex, quien apenas se mantenía consciente.

Los miembros de Oricalco se movieron rápidamente. Mientras dos de ellos aseguraban a la sacerdotisa, esposándola con grilletes reforzados con runas especiales para contener sus poderes, otros se encargaban de estabilizar a Drex. Tatiana observó a la sacerdotisa con una mirada helada, consciente de lo cerca que habían estado de perderla de nuevo.

—Esta vez no vas a escapar —dijo Tatiana en voz baja, más para sí misma que para la prisionera, mientras los agentes de Oricalco la levantaban y la escoltaban hacia un vehículo blindado que aguardaba en las cercanías.

Fabián, después de asegurarse de que Drex estaba en buenas manos, se acercó a Tatiana. Su rostro estaba marcado por el cansancio, pero sus ojos seguían ardiendo con la determinación de un hombre que no se rendía fácilmente.

—¿Está segura? —preguntó, refiriéndose a la sacerdotisa.

—Lo está —respondió Tatiana—. Pero no podemos quedarnos aquí por mucho tiempo. Los devoradores que quedan aún podrían intentar un último ataque para recuperarla. Necesitamos movernos.

Fabián asintió, sabiendo que la misión aún no había terminado.

—Llévenla a la base de Oricalco en el Amazonas —ordenó Tatiana a sus subordinados—. Quiero una guardia doble en todo momento, y asegúrense de que no tenga contacto con nadie fuera del equipo de interrogatorio.

Los agentes asintieron, llevando a la sacerdotisa hacia la lancha que habían asegurado. Mientras tanto, Drex, ya estabilizado, pero visiblemente agotado, fue colocado en una camilla.

—No hay tiempo para descanso, ¿verdad? —murmuró Drex con una débil sonrisa, tratando de aligerar la situación a pesar de su evidente estado.

—Nunca lo hay, Holcux —respondió Tatiana, esbozando una pequeña sonrisa, lo más cercano a un gesto de aprecio que Drex había visto en ella—. Has hecho un trabajo increíble. Ahora deja que te llevemos de regreso antes de que tu cuerpo se desmorone por completo.

La Retirada

Con la sacerdotisa bajo custodia y los devoradores restantes dispersándose por la selva, Tatiana decidió que era momento de retirarse. El equipo de Oricalco había cumplido su misión con éxito, pero sabían que la batalla en Pantiacolla había sido solo un capítulo en un conflicto mucho más amplio que recién comenzaba.

Los helicópteros de extracción llegaron rápidamente, descendiendo sobre el lugar con un estruendo ensordecedor. Los agentes de Oricalco aseguraron el perímetro mientras el equipo médico subía a Drex y lo preparaba para el transporte.

—Nos vemos en la base, Fabián —dijo Drex mientras era llevado hacia uno de los helicópteros.

Fabián asintió, sabiendo que su amigo necesitaba tiempo para recuperarse después de la feroz batalla.

—No te preocupes por mí, viejo lobo. Nos veremos pronto —respondió Fabián con una sonrisa, aunque sabía que ambos tenían mucho que reflexionar después de lo sucedido.

Tatiana, observando cómo todo se desarrollaba con la precisión de un reloj, finalmente subió al último helicóptero, asegurándose de que la operación estuviera completa antes de partir.

El equipo de Oricalco se retiró de la zona, dejando la selva amazónica en un silencio inquietante. Las pirámides de Pantiacolla, ahora envueltas en una calma extraña, parecían observar su partida con una especie de antigua conciencia, como si supieran que los verdaderos secretos de ese lugar aún no habían sido revelados.

Una Nueva Amenaza

Horas después, en la base de Oricalco, Drex y Fabián se reunieron en una sala de recuperación, ambos conscientes de la gravedad de la situación que acababan de enfrentar. Drex, ahora vestido con ropa limpia y con sus heridas vendadas, miraba por una ventana hacia la densa jungla que rodeaba la base.

—Esto no ha terminado, Fabián —dijo Drex finalmente, rompiendo el silencio—. La sacerdotisa es solo una pieza en un juego mucho más grande. Y esos encapuchados… aún tienen el objeto.

Fabián asintió, sabiendo que Drex tenía razón.

—Ese objeto es la clave —respondió Fabián—. Lo que sea que hayan tomado de la pirámide, es lo que los separatistas necesitan para su guerra contra la humanidad. No podemos permitir que lo utilicen.

Tatiana, que había estado escuchando desde la entrada de la sala, intervino.

—La sacerdotisa será interrogada exhaustivamente. Sabremos lo que sabe, y utilizaremos esa información para rastrear a esos encapuchados y recuperar el objeto.

—Espero que sea suficiente —dijo Drex, su voz cargada de incertidumbre—. Porque si fallamos, todo por lo que hemos luchado podría desmoronarse.

El silencio se instaló en la sala mientras los tres contemplaban las implicaciones de lo que se avecinaba. La victoria en Pantiacolla había sido crucial, pero no definitiva. La guerra entre las facciones sobrenaturales y la humanidad estaba escalando, y Drex sabía que estaba a punto de enfrentarse a desafíos aún mayores.

Reflexiones en la Oscuridad

Esa noche, mientras la base de Oricalco se sumía en la oscuridad, Drex permaneció despierto, incapaz de conciliar el sueño. Las imágenes de la batalla, de la sacerdotisa escapando por un pelo, de los encapuchados alejándose con el objeto, giraban en su mente.

A pesar de la victoria, algo en su interior le decía que la situación era mucho más grave de lo que podían imaginar. Y la idea de que Vambertoken podría estar jugando un doble juego, utilizando a ambos lados para sus propios fines, solo aumentaba su preocupación.

Sabía que debía estar preparado para lo que venía, y que no podía confiar plenamente en nadie, ni siquiera en sus aliados más cercanos. La lucha por el control del poder sobrenatural estaba apenas comenzando, y Drex tendría que usar todas sus habilidades y recursos para sobrevivir a lo que se avecinaba.

Mientras el primer rayo de sol comenzaba a iluminar el horizonte, Drex finalmente cerró los ojos, decidido a descansar lo poco que pudiera antes de la próxima batalla.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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