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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 13

Sombras en la Pirámide

La Llamada a María

El aire en la jungla era pesado y denso, cargado de humedad y tensión mientras Drex y Fabián permanecían ocultos en la espesura. Las pirámides de Pantiacolla se alzaban imponentes a lo lejos, rodeadas por las sombras de los devorados y las almas en pena que parecían haberse reunido en torno a este lugar misterioso. Drex sabía que avanzar sin apoyo sería suicida, y que necesitaban refuerzos para lidiar con la amenaza que se cernía sobre ellos.

Sacando su teléfono, Drex llamó a María, confiando en que Tatiana podría movilizar la ayuda necesaria desde Oricalco.

—Drex, ¿estás bien? —preguntó María al responder, su voz llena de preocupación.

—Estamos vivos, pero apenas —respondió Drex, manteniendo la voz baja—. Escucha, necesitamos refuerzos. Tatiana debe traer un equipo desde Oricalco para encargarse de los devorados. Aquí hay más de lo que podemos manejar solos.

—Voy a avisarle de inmediato —respondió María, su tono serio—. ¿Qué has encontrado?

Drex miró hacia las pirámides, sus ojos afilados recorriendo cada sombra en busca de cualquier movimiento sospechoso.

—Hay algo grande aquí, María. Los devorados están custodiando este lugar por una razón. Y creo que hemos encontrado la entrada a Paititi.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que María respondiera.

—Ten cuidado, Drex. Este lugar tiene una oscuridad que incluso nosotras no podemos prever.

—Lo sé —respondió Drex—. Solo asegúrate de que Tatiana llegue a tiempo.

Con eso, Drex colgó el teléfono y miró a Fabián, quien había estado observando el entorno con atención.

—Tatiana está en camino —dijo Drex—. Pero mientras tanto, debemos movernos.

Escabulléndose en las Sombras

Avanzar hacia las pirámides requería una precisión y cautela extremas. Drex y Fabián se movían en silencio, utilizando cada sombra, cada rincón oscuro, para evitar ser detectados por los devorados que patrullaban el área. La noche estaba cargada de peligros, y cada paso en falso podía revelar su posición y desencadenar una batalla que no estaban preparados para enfrentar aún.

Drex lideraba el camino, sus sentidos licántropos en alerta máxima, captando cada movimiento y sonido a su alrededor. El sigilo era esencial, y aunque había más de cien devorados custodiando el lugar, Drex y Fabián lograron moverse con una precisión letal, eliminando a cuatro de las bestias de manera silenciosa. Cada baja era rápida, precisa, y sin dejar rastro que pudiera alertar a los demás.

—Estamos cerca —susurró Drex, señalando hacia la base de la pirámide más grande—. Ahí es donde debemos ir.

Fabián asintió, manteniendo su crucifijo a la vista, listo para usarlo en cualquier momento. Sabía que el combate era inevitable, pero también sabía que Drex era el mejor en lo que hacía. Mientras seguían avanzando, el rugido distante de los devorados continuaba resonando en la jungla, una constante amenaza que les recordaba que el peligro estaba en todas partes.

Finalmente, llegaron a la base de la pirámide. A simple vista, parecía una estructura sólida y antigua, pero Drex notó algo extraño en uno de los laterales. Acercándose con cautela, descubrió un pequeño túnel, recién excavado, que se adentraba en las profundidades de la pirámide.

—Parece que alguien ha estado aquí antes que nosotros —dijo Fabián en voz baja, observando la entrada con desconfianza.

—Y no es cualquier alguien —respondió Drex—. Este túnel fue excavado recientemente, y no por arqueólogos. Vamos, debemos entrar antes de que los refuerzos lleguen y toda esta operación se vuelva más complicada.

Dentro de la Pirámide

El túnel que conducía al interior de la pirámide era angosto y oscuro. Drex y Fabián avanzaban con precaución, utilizando las tenues luces eléctricas que parecían haber sido instaladas apresuradamente para iluminar su camino. El ambiente estaba cargado de una oscuridad opresiva, que parecía absorber cualquier sonido, dejando solo el eco lejano de sus propios pasos y respiraciones.

A medida que descendían más y más hacia el corazón de la pirámide, comenzaron a escuchar murmullos, voces que se entremezclaban con aullidos lejanos. Las palabras eran indistintas, pero Drex pudo captar algunas frases que mencionaban a la facción separatista y su guerra contra los humanos. Eran fragmentos de conversación, susurros que revelaban que no estaban solos en este lugar.

—Están planeando algo grande —murmuró Drex, manteniendo su voz baja—. Y está claro que los separatistas están detrás de esto.

—Lo que sea que estén buscando aquí, no puede caer en sus manos —respondió Fabián, su rostro tenso mientras recitaba una oración en voz baja, protegiendo su espíritu de las energías oscuras que impregnaban el lugar.

Continuaron avanzando, cada paso llevándolos más profundo en la oscuridad. Las paredes del túnel estaban húmedas y cubiertas de musgo, como si la misma pirámide estuviera viva, respirando una energía antigua y peligrosa. Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegaron al punto más profundo de la pirámide.

El Encuentro en las Profundidades

El túnel se abrió a una gran cámara subterránea, iluminada por antorchas que ardían con una llama sobrenatural. Drex y Fabián se detuvieron en seco al ver lo que les esperaba. En el centro de la cámara, rodeada por inscripciones antiguas y símbolos arcanos, estaba la sacerdotisa que Drex había enfrentado en Caacupé. Pero esta vez, no estaba sola. A su lado, dos figuras encapuchadas susurraban entre sí, mientras cinco hombres lobo devorados, más grandes y más feroces que los que habían enfrentado afuera, custodiaban el lugar.

—Es ella —murmuró Drex, apretando el mango de su chokuto.

Fabián asintió, sus ojos fijos en la sacerdotisa y en el objeto que parecía tener entre sus manos.

—No podemos dejar que se escapen con eso —dijo Fabián—. Sea lo que sea, es peligroso.

Pero antes de que pudieran actuar, los cinco devorados giraron sus cabezas hacia ellos, olfateando el aire con sus narices deformadas. Un rugido de reconocimiento y odio resonó en la cámara, y los devorados se lanzaron sobre Drex y Fabián con una velocidad inhumana.

Drex reaccionó de inmediato, desenvainando su chokuto y bloqueando el primer ataque con una precisión letal. Pero sabía que estos devorados no eran como los que habían enfrentado antes. Eran más rápidos, más fuertes, y estaban decididos a proteger a la sacerdotisa a toda costa.

—¡Fabián, atrás! —gritó Drex, esquivando un zarpazo que habría sido mortal.

Fabián retrocedió, levantando su crucifijo y comenzando a recitar una oración de exorcismo, su voz resonando con poder divino en la cámara.

—¡Por el poder de Dios, os ordeno que retrocedáis, criaturas de la oscuridad! —gritó Fabián, y una onda de energía sagrada se extendió desde el crucifijo, haciendo retroceder a los devorados por un breve instante.

Drex aprovechó la oportunidad para atacar, su chokuto cortando el aire con un brillo letal. Logró abatir a uno de los devorados, pero los otros cuatro continuaron atacando con una furia implacable. Mientras tanto, la sacerdotisa y los encapuchados se retiraban hacia un pasaje oculto en la parte trasera de la cámara, llevándose consigo el objeto que parecía ser la clave de todo este caos.

—¡No dejen que escapen! —gritó Drex, pero su advertencia llegó demasiado tarde. La sacerdotisa desapareció en las sombras, mientras los devorados continuaban su ataque frenético.

El Retiro Estratégico

A pesar de su destreza y poder, Drex y Fabián sabían que estaban en desventaja. Los devorados eran implacables, y la oscuridad de la pirámide parecía darles aún más fuerza. Con cada movimiento, Drex sentía el peso de la lucha, y aunque logró abatir a otro devorado, supo que seguir enfrentándose a ellos solo acabaría con su muerte.

—¡Fabián, debemos retirarnos! —gritó Drex, retrocediendo hacia la entrada del túnel—. No podemos vencerlos aquí, no solos.

Fabián, aún recitando oraciones, asintió y comenzó a retroceder también, creando una barrera de luz con su crucifijo para protegerse de los ataques. Los devorados, enfurecidos, continuaron avanzando, pero la barrera los mantuvo a raya el tiempo suficiente para que Drex y Fabián pudieran escapar de la cámara.

Corrieron por el túnel, con los rugidos de los devorados resonando en sus oídos. Sabían que no podían detenerse, que debían salir de la pirámide y reagruparse antes de que los devorados los alcanzaran.

Finalmente, después de una carrera frenética, lograron salir al aire libre, jadeando y cubiertos de sudor. Pero no había tiempo para descansar. A lo lejos, vieron a la sacerdotisa, ahora acompañada solo por uno de los encapuchados, sosteniendo el misterioso objeto en sus manos mientras escapaba hacia la selva.

—Se están escapando —dijo Fabián, apretando los dientes con frustración.

Drex lo miró, sus ojos llenos de determinación.

—No por mucho tiempo.

Sabían que la batalla estaba lejos de terminar, y que la sacerdotisa y su objeto debían ser detenidos a toda costa. Pero por ahora, necesitaban recuperarse y planear su próximo movimiento.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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