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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 11

El Aullido en la Selva

Recuerdos de una Derrota

Mientras Drex Holcux conducía a toda velocidad hacia Cali, su mente se llenó de recuerdos. No podía evitar pensar en la última vez que había cruzado caminos con Fabián, su amigo y, en un momento, su oponente más formidable. Era hace 15 meses, durante una cacería que había sido diferente a cualquier otra. Fabián, un sacerdote católico con una vasta experiencia en demonología, exorcismos y otras artes oscuras, había sido el único en derrotarlo en un combate uno a uno. Fue una lucha intensa, una prueba de habilidades y fuerza que Drex nunca olvidaría. Desde ese día, había desarrollado un profundo respeto por Fabián, aunque la derrota seguía siendo un punto doloroso en su orgullo.

Fabián era mucho más que un simple sacerdote; era un guerrero de la fe, uno que había dedicado su vida a enfrentarse a las fuerzas que no pertenecían a la luz de Dios. Y ahora, Drex se dirigía a Cali, sabiendo que si Fabián lo había llamado, la situación debía ser grave.

Encuentro en Cali

Drex llegó a Cali al anochecer, la ciudad vibrante con vida, pero con un trasfondo de oscuridad que solo aquellos como él podían percibir. Se dirigió directamente a la Plaza de Caicedo, donde había acordado encontrarse con Fabián. La plaza, en el corazón de la ciudad, estaba llena de gente, y la catedral cercana proyectaba su sombra sobre los transeúntes, un símbolo de protección para algunos, y de juicio para otros.

Fabián lo estaba esperando, de pie junto a una estatua en el centro de la plaza. A pesar del tiempo que había pasado, el sacerdote no había cambiado mucho. Sus ojos todavía brillaban con una mezcla de sabiduría y determinación, y su postura era firme, como la de un guerrero listo para la batalla.

—Drex, me alegra verte —dijo Fabián, extendiendo su mano.

—Igualmente, padre —respondió Drex, estrechando la mano de Fabián—. ¿Qué tenemos?

Mientras caminaban juntos por la plaza, Fabián comenzó a explicar la situación, sus palabras mezclándose con el murmullo de la multitud.

—Una organización secreta dentro de la facción separatista ha surgido en México. Se hacen llamar Ragnarok, y su objetivo es derrocar a los humanos. Están ganando fuerza rápidamente, reclutando a aquellos que están descontentos con el statu quo. No solo eso, han comenzado a coordinar ataques con devorados en el Amazonas y vampiros sanguijuelas en Centroamérica.

Drex frunció el ceño al escuchar la palabra “sanguijuelas”. Sabía a lo que se refería Fabián: vampiros que, tras ser abandonados por sus creadores, caen en la locura y se dejan dominar completamente por su sed de sangre. Eran la contraparte vampírica de los licántropos devorados, y eran igual de peligrosos.

—Eso no es todo —continuó Fabián—. Más al sur, en la Patagonia, los cadáveres de gigantes que estaban enterrados en antiguas tumbas están comenzando a levantarse. Todo esto parece estar conectado, y temo que sea solo el comienzo.

Drex asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Tengo información sobre ataques en Brasil —dijo Drex—. Los devorados han estado causando estragos en la selva, y parece que la situación está empeorando.

Fabián lo miró con preocupación.

—Entonces necesitamos actuar rápido. Tengo un contacto en Leticia, una hermana que ha estado monitoreando la situación en el Amazonas. Debemos ir allí y obtener más información de primera mano.

El Viaje a Leticia

No hubo tiempo que perder. Drex y Fabián partieron hacia Leticia, una ciudad en el Amazonas que, aunque remota, era un punto crucial en el conflicto emergente. Durante el viaje, Drex no pudo evitar recordar las historias que había oído sobre los devorados, criaturas que, al perder su humanidad, se convertían en bestias imparables. Había enfrentado a varios de ellos antes, pero sabía que cada cacería era diferente, y que el peligro solo aumentaba con cada encuentro.

Cuando llegaron a Leticia, la ciudad estaba sumida en una tensa calma. Sabían que no podían bajar la guardia. El contacto de Fabián, una hermana del convento local, les había informado que la ciudad estaba siendo aterrorizada por una manada de devorados que habían tomado control de las pirámides de Pantiacolla, un antiguo sitio de poder en la región.

El Ataque en Leticia

No habían estado en Leticia más de una hora cuando fueron atacados. Mientras caminaban por una de las calles menos transitadas, dos devorados emergieron de la sombra de la selva, sus ojos brillando con una locura salvaje. Aunque eran bestias formidables, Drex notó inmediatamente que carecían de la habilidad y la astucia de otros devorados que había enfrentado antes.

—¡Cuidado! —gritó Fabián, sacando un crucifijo de plata mientras comenzaba a recitar un exorcismo.

Drex, con su pistola cargada de balas de plata, se movió con precisión. A pesar de su fuerza, los devorados no eran rival para la experiencia combinada de Drex y Fabián. En cuestión de minutos, uno de ellos cayó al suelo, abatido por un disparo certero al corazón. El otro, confundido por los cánticos de Fabián, fue rápidamente reducido por Drex, quien no mostró piedad al acabar con la criatura.

—Estos no eran más que peones —dijo Drex, limpiando su pistola—. Si esto es lo mejor que tienen, Leticia está en más peligro de lo que pensaba.

Fabián asintió, su rostro grave.

—Debemos llegar al convento. La hermana nos está esperando.

La Hermana Informante

El convento de Leticia era un lugar de tranquilidad en medio del caos, pero Drex podía sentir la tensión en el aire. La hermana que los recibió, una mujer de aspecto severo, pero con ojos amables, los condujo rápidamente a una pequeña sala donde podían hablar en privado.

—La situación es grave —dijo la hermana, su voz baja pero firme—. La manada de devorados ha tomado control de las pirámides de Pantiacolla. Han estado atacando a los habitantes de la ciudad, y muchos han huido. Pero lo peor es que parece que están esperando algo… o a alguien.

Drex y Fabián intercambiaron una mirada. Sabían que los devorados no actuaban sin una razón, y si estaban esperando a alguien o algo, eso significaba que el peligro estaba lejos de haber terminado.

Antes de que pudieran preguntar más, un grito desgarrador resonó en los pasillos del convento. Drex y Fabián se levantaron de inmediato, corriendo hacia la fuente del sonido. En la entrada, vieron a una mujer, aterrorizada, corriendo hacia ellos mientras un devorado la perseguía, sus garras levantadas para atacar.

Drex, sin pensarlo, se lanzó hacia adelante, preparado para enfrentarse a la bestia una vez más.

La Última Batalla

El grito desesperado de la mujer resonaba en los pasillos del convento, su eco parecía penetrar hasta los rincones más oscuros del lugar. Drex, Fabián y la hermana no dudaron en correr hacia la fuente del sonido. La visión que los recibió en la entrada del convento fue aterradora: una mujer, con el rostro pálido de terror, corría hacia ellos mientras un devorado, una bestia enorme y descontrolada, la perseguía, sus ojos brillando con la locura que caracterizaba a estas criaturas.

Drex fue el primero en reaccionar. Sin perder tiempo, se lanzó hacia el devorado, su pistola ya desenfundada y cargada con balas de plata. Sin embargo, antes de que pudiera disparar, el devorado se detuvo abruptamente, olfateando el aire. Al fijar la vista en Drex, sus labios se curvaron en una mueca que parecía una mezcla de reconocimiento y odio. Entonces, con una fuerza que hizo temblar el suelo, el devorado soltó un aullido largo y poderoso, un llamado de guerra que resonó en la selva circundante.

—¡Cuidado! —gritó Fabián, levantando su crucifijo mientras comenzaba a recitar una oración que vibraba con poder divino.

El efecto del aullido no tardó en manifestarse. De la espesura de la selva comenzaron a surgir figuras imponentes, los cuerpos de diez devorados más emergieron de las sombras, sus ojos brillando con la misma locura que su líder. Rodearon el convento, transformando lo que antes era un refugio en un campo de batalla.

Combate en el Convento

Drex no esperó a que los devorados atacaran primero. Con precisión letal, disparó al líder, apuntando directamente al corazón. La bala de plata impactó, pero el devorado, aunque herido, continuó avanzando con una furia renovada.

—¡Fabián! —gritó Drex—. ¡Necesito cobertura!

Fabián, sin perder un segundo, continuó su oración. Su voz se elevó con una intensidad sobrenatural, y con cada palabra, el aire alrededor de los devorados comenzó a vibrar. Los ojos de las criaturas se entrecerraron, y algunos incluso retrocedieron, incapaces de soportar la presión de la energía divina que emanaba del sacerdote.

—¡Oh Señor, Tú que proteges a los indefensos y castigas a los malvados, ¡que Tu luz consuma estas sombras y devuelva a estas almas perdidas al abismo!  —recitó Fabián, su voz resonando con un poder que parecía venir de lo más profundo de la tierra.

El líder de los devorados vaciló por un momento, su fuerza mermada por la oración de Fabián. Drex aprovechó la oportunidad y lanzó otro disparo, esta vez alcanzando su objetivo con precisión mortal. El devorado cayó, pero antes de que pudieran celebrar su victoria, los otros diez devorados lanzaron un ataque coordinado.

La hermana, viendo la magnitud del peligro, levantó sus manos y comenzó a murmurar una oración suave pero intensa. Un destello de luz emergió de sus manos, formando una barrera invisible que rodeó a Fabián, protegiéndolo mientras continuaba sus oraciones.

—¡Drex! —exclamó la hermana—. Mantente cerca, puedo mantener esta barrera por un tiempo, pero no para siempre.

Drex asintió, agradecido por la protección. Sabía que Fabián era su mejor oportunidad para debilitar a las criaturas lo suficiente como para derrotarlas. Con la barrera erigida, Drex se lanzó hacia los devorados restantes, su pistola en una mano y su chokuto en la otra, listo para cortar y disparar a la vez.

Los devorados atacaron con una furia desmedida, pero la barrera de la hermana los detenía brevemente, lo suficiente para que Fabián pudiera continuar sus oraciones.

—¡Por el poder de la cruz, que el fuego sagrado queme a estas bestias y purifique la tierra que han mancillado! —gritó Fabián, y un destello de fuego se manifestó en el suelo, formando un círculo de llamas que rodeó a uno de los devorados, atrapándolo en su ardor divino.

El devorado intentó escapar, pero las llamas lo consumieron, debilitándolo lo suficiente para que Drex pudiera rematarlo con un disparo certero al corazón.

La Batalla Final

A pesar de las bajas, los devorados restantes no retrocedieron. Al contrario, su furia aumentó, y dos de ellos lograron romper la barrera de la hermana, lanzándose directamente hacia Fabián. Drex se interpuso en su camino, desatando una ráfaga de disparos, pero solo logró detener a uno. El otro devorado, más rápido y astuto, esquivó los disparos y golpeó a Drex con un zarpazo que lo lanzó varios metros hacia atrás.

Fabián, sin dudar, cambió su táctica. Con un movimiento rápido, levantó su crucifijo y comenzó a recitar una oración de protección. Una luz brillante envolvió su cuerpo, y el devorado, al intentar atacar, fue repelido con una fuerza invisible, cayendo al suelo con un aullido de dolor.

—¡Ahora, Drex! —gritó Fabián, su voz resonando con poder.

Drex se levantó, dolorido, pero aún en pie, y se lanzó hacia el devorado que había atacado a Fabián. Con un golpe rápido y preciso, hundió su chokuto en el pecho de la bestia, atravesando el corazón. El devorado se desplomó, su cuerpo temblando antes de quedar inmóvil.

Quedaban tres devorados, pero ya estaban debilitados por las oraciones y los ataques combinados de Drex y Fabián. La hermana, viendo la oportunidad, lanzó una última oración, creando una ilusión que confundió a las bestias, haciéndolas atacar sombras en lugar de a sus verdaderos enemigos.

Drex aprovechó la confusión para acabar con uno, mientras Fabián se encargaba del segundo, rezando una oración que debilitó la fuerza de la criatura hasta que cayó de rodillas, momento que Drex aprovechó para disparar.

El último devorado, al darse cuenta de que estaba solo, intentó huir, pero fue rápidamente abatido por Drex con un disparo en la cabeza.

La Victoria y el Amanecer

Con la última criatura caída, la batalla llegó a su fin. Drex, Fabián y la hermana estaban exhaustos, sus cuerpos marcados por el esfuerzo, pero estaban ilesos. La mujer que habían rescatado, todavía temblando de miedo, se acercó a ellos, su expresión una mezcla de alivio y gratitud.

—Estamos seguros, por ahora —dijo Fabián, su voz suave pero firme—. Pero esto es solo el principio. Algo mucho más grande está ocurriendo, y debemos estar preparados.

Drex asintió, sabiendo que las palabras de Fabián eran ciertas. La victoria en Leticia era solo una pequeña batalla en una guerra mucho más grande que estaba por venir.

Mientras el sol comenzaba a salir sobre el Amazonas, bañando el convento en una luz dorada, Drex, Fabián y la hermana supieron que su lucha estaba lejos de terminar. Pero por ahora, podían descansar, al menos hasta que la próxima amenaza emergiera de las sombras.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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