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El Cazador de Almas Perdidas – Creepy pasta 2

El Susurro de los Espíritus

Un Viaje Sin Rumbo.

Drex Holcux viajaba sin rumbo fijo, impulsado por una necesidad interior de no detenerse. Había dejado atrás Asunción, el recuerdo del último encargo aún fresco en su mente, pero ahora avanzaba hacia el norte, sin un destino claro. La carretera serpenteaba a través de las montañas y los valles de Sudamérica, y la luna menguante arrojaba una luz pálida sobre el paisaje.

El motor de su vieja camioneta rugía suavemente mientras Drex conducía, sus pensamientos vagando en la distancia. Sabía que no podía quedarse en un lugar por mucho tiempo; su vida como licántropo y cazador lo mantenía en constante movimiento, siempre evitando el estancamiento. Pero algo lo atraía hacia un pequeño pueblo, un lugar apenas marcado en los mapas, un sitio que parecía llamarlo.

No sabía por qué, pero sentía una extraña necesidad de detenerse allí, como si el destino lo guiara hacia ese punto en el camino. Al llegar, notó de inmediato que el pueblo estaba sumido en una inquietud palpable. Las calles estaban desiertas, las casas cerradas, y una sensación de temor impregnaba el aire.

Drex estacionó su camioneta en la plaza central, frente a una pequeña iglesia con las puertas abiertas de par en par. Bajó del vehículo, sus sentidos agudizados, detectando algo en el ambiente que no podía identificar de inmediato. Mientras se acercaba a la iglesia, supo que alguien lo estaba esperando.

La Iglesia y la Misión.

Dentro de la iglesia, las sombras bailaban al compás de las velas encendidas en el altar. El aire estaba impregnado de incienso y del silencio propio de un lugar sagrado. Drex avanzó con cautela, su agudo sentido del olfato captando un aroma familiar. Fue entonces cuando vio al sacerdote, un hombre mayor con el rostro marcado por la preocupación, que lo observaba desde el fondo de la nave.

—Sabía que vendrías, hijo —dijo el sacerdote con una voz suave, pero cargada de cansancio—. María me advirtió de tu llegada.

Drex asintió ligeramente, sin mostrar sorpresa. Sabía que María González tenía el don de la clarividencia y que, si ella había previsto su llegada, debía haber una razón importante para ello.

—¿Dónde está? —preguntó Drex, sin rodeos.

El sacerdote hizo un gesto hacia una pequeña puerta lateral, que conducía a una sala contigua. Drex la cruzó, encontrando a María González esperándolo, su figura iluminada por la luz cálida de una lámpara. María, con su cabello castaño y liso cayendo sobre los hombros, lo observó con una mezcla de familiaridad y urgencia en sus ojos trigueños.

—Drex —lo saludó, su voz calmada, pero con una nota de preocupación—. Llegas en un momento crítico.

Drex cerró la puerta tras de sí y se acercó a María, notando la tensión en su postura. Ella, a pesar de su serenidad exterior, estaba claramente preocupada.

—Me dijeron que hay problemas en este pueblo —dijo Drex—. ¿Qué está sucediendo aquí?

María suspiró, señalando una silla para que Drex se sentara antes de comenzar a hablar.

—Un grupo de brujas Wicca ha estado realizando rituales en las afueras del pueblo —explicó, su tono grave—. Están invocando espíritus, pero lo que han llamado no es algo que puedan controlar. Los lugareños están aterrorizados, y ya ha habido algunas desapariciones.

Drex escuchó con atención, sin interrumpir. Sabía que María no lo habría llamado si no fuera algo serio.

—Necesito tu ayuda, Drex —continuó María—. No puedo manejar esto sola. Mi hermana y yo hemos estado siguiendo pistas sobre algo que podría estar relacionado con estas desapariciones, pero no tenemos todos los detalles. Todo lo que sé es que es peligroso.

Drex frunció el ceño. Sabía que María y su hermana tenían un profundo conocimiento de lo místico, pero también sabía que enfrentarse a fuerzas desconocidas siempre conllevaba un riesgo enorme.

—¿Qué es exactamente lo que quieres que haga? —preguntó Drex, queriendo entender mejor la situación.

María se inclinó hacia adelante, sus ojos reflejando la luz de la lámpara.

—Quiero que investigues el lugar donde las brujas han estado haciendo sus rituales. Hay algo oscuro en ese bosque, y necesitamos saber qué es antes de que ocurra algo peor. Si me ayudas con esto, te prometo que convenceré a mi hermana para que te haga una lectura de clarividencia. Puede que obtengas alguna pista sobre lo que le sucedió a tu amada.

Las palabras de María golpearon un nervio sensible en Drex. La promesa de obtener alguna información sobre el asesinato de su amada era tentadora, demasiado como para ignorarla.

—De acuerdo —dijo Drex finalmente—. Te ayudaré, pero necesito que me digas todo lo que sabes sobre esas brujas y lo que están intentando hacer. No quiero sorpresas.

María asintió, su expresión grave.

—Lo haré. Pero ten cuidado, Drex. Estas mujeres no son como las que has enfrentado antes. Están jugando con fuerzas que ni siquiera ellas comprenden del todo. Y cuando las brujas juegan con lo desconocido, todo puede descontrolarse rápidamente.

La Investigación en el Pueblo.

Después de la conversación con María, Drex decidió investigar el pueblo y sus alrededores. A pesar de mantenerse en su forma humana, sus sentidos de licántropo estaban en alerta máxima, captando los olores y sonidos que los humanos no podían percibir. El miedo estaba en el aire, mezclado con el inconfundible aroma de la magia antigua y el peligro.

El pueblo, normalmente tranquilo, estaba sumido en un silencio inquietante. Las calles estaban vacías, las casas cerradas, y las pocas personas que se aventuraban a salir lo hacían con rapidez, evitando cualquier contacto visual. Drex sabía que algo grave estaba ocurriendo, y que los habitantes del lugar lo sabían, aunque no se atrevieran a hablar de ello.

Siguiendo el rastro de un aroma que lo inquietaba, Drex se dirigió hacia el bosque que bordeaba el pueblo. Sabía que las brujas Wicca tenían sus rituales en algún lugar dentro de ese bosque, y necesitaba encontrar el epicentro de sus actividades para comprender mejor a qué se enfrentaba.

El bosque estaba sumido en una penumbra espesa, con los árboles cerrándose sobre el sendero como si intentaran ocultar algo. Drex se movía con sigilo, cada paso calculado, sus sentidos agudizados. Finalmente, llegó a un claro donde el olor a magia y sangre era casi abrumador.

En el centro del claro, un círculo de piedras estaba dispuesto de manera precisa, cada una de ellas cubierta con símbolos antiguos que Drex no reconocía. Alrededor de las piedras, las marcas de un fuego reciente aún humeaban débilmente, y el aire estaba cargado con la energía residual de un ritual poderoso.

Drex se arrodilló junto a las piedras, sus dedos rozando la tierra húmeda. Las marcas en el suelo indicaban que algo había sido invocado allí, algo que había dejado una huella indeleble en el entorno. Pero lo que realmente captó la atención de Drex fue el rastro de sangre que conducía fuera del claro, adentrándose más en el bosque.

Siguió el rastro con cautela, manteniéndose en las sombras, su pistola y chokuto listos para ser usados en cualquier momento. Sabía que estaba entrando en territorio peligroso, pero también sabía que no podía detenerse ahora.

Finalmente, el rastro lo llevó a un caserón en ruinas, oculto entre los árboles. Las paredes de piedra estaban cubiertas de musgo, y las ventanas rotas dejaban entrever la oscuridad en su interior. Drex sabía que este era el lugar donde las brujas se refugiaban, y que dentro de esas paredes encontraría las respuestas que buscaba.

La Trampa en el Caserón.

El caserón emanaba una energía oscura que Drex podía sentir en la piel, como una presión constante que intentaba aplastarlo. Sabía que las brujas estaban adentro, pero también sabía que enfrentarse a todas a la vez sería una locura. Necesitaba un plan.

Se movió con sigilo, rodeando el edificio hasta encontrar una entrada lateral menos vigilada. Forzó la puerta y entró en el caserón, sus ojos adaptándose rápidamente a la penumbra. El olor a humedad y podredumbre llenaba el aire, mezclado con el inconfundible aroma de la magia oscura.

Drex avanzó por los pasillos oscuros, su agudo sentido del olfato guiándolo hacia una habitación al final del corredor. Sabía que estaba cerca del lugar donde las brujas realizaban sus rituales, y que debía estar preparado para cualquier cosa.

Cuando llegó a la habitación, se encontró con una escena que lo dejó sin aliento. Las brujas estaban reunidas en un círculo, sus manos entrelazadas mientras cantaban en un idioma antiguo. En el

centro del círculo, una figura oscura y amorfa se alzaba, su forma cambiando constantemente, como si estuviera hecha de pura oscuridad.

Drex supo de inmediato que esa era la entidad que las brujas habían invocado, y que ahora estaba más allá de su control. El poder de la entidad era palpable, una fuerza que presionaba contra Drex como un peso invisible.

Las brujas estaban tan concentradas en su ritual que no notaron la presencia de Drex hasta que fue demasiado tarde. En un movimiento rápido y decidido, Drex desenfundó su chokuto y atacó, cortando las manos de las brujas que formaban el círculo, interrumpiendo el ritual. La figura oscura se agitó violentamente, como si estuviera luchando por mantener su forma, pero sin el poder del círculo de brujas, comenzó a desvanecerse lentamente, como si la oscuridad misma estuviera siendo absorbida de vuelta a las sombras.

Las brujas gritaron de dolor y sorpresa, pero Drex no les dio tiempo para reaccionar. Con la precisión de un cazador experimentado, usó su pistola cargada con balas de mercurio, disparando a las que intentaron lanzar algún hechizo de defensa. Cada disparo resonó en la habitación, y cada bruja que caía al suelo dejaba el aire más limpio, menos opresivo.

Finalmente, la entidad oscura se desvaneció por completo, dejando tras de sí solo un rastro de cenizas que el viento nocturno comenzó a dispersar. Las brujas restantes, exhaustas y derrotadas, cayeron de rodillas, sus fuerzas drenadas por el intento fallido de controlar algo que estaba más allá de ellas. Drex sabía que no podía dejarlas vivas; su código y la naturaleza de la amenaza que representaban lo obligaban a actuar.

Con determinación, Drex utilizó el Dwun, ese pequeño objeto con el que estaba tan familiarizado, para asegurarse de que no quedara rastro de las brujas. El dispositivo, con sus inscripciones rúnicas, cumplió su función, y pronto, el caserón quedó vacío, sumido en un silencio que solo era roto por el susurro del viento entre las paredes en ruinas.

Drex guardó el Dwun y la pistola, tomando un momento para recuperar la calma. La sensación de peligro había disminuido, pero no desaparecido por completo. Había algo más en juego, algo que no terminaba de comprender del todo. Sabía que su siguiente paso lo llevaría más cerca de la verdad, pero también lo expondría a un mayor riesgo.

El Desenlace en el Caserón.

Las sombras se arremolinaban en el caserón en ruinas, intentando recuperar su forma mientras Drex luchaba con la determinación y la ferocidad de un cazador experimentado. Las brujas, que antes controlaban la situación con sus cantos y rituales, ahora estaban atrapadas en un caos que ellas mismas habían desatado.

El ataque de Drex había sido devastador para el círculo de brujas. Sus movimientos precisos y letales no dejaron margen de error, cortando el flujo de energía que mantenía a la entidad oscura en este mundo. La figura amorfa en el centro del círculo se retorció y lanzó un chillido ensordecedor antes de desvanecerse, dejando atrás solo un eco de su existencia.

Las brujas, debilitadas por la ruptura del ritual, cayeron al suelo una por una. Algunas intentaron huir, pero Drex fue implacable. Con cada disparo de su pistola, las Wicca caían, y el peligro que representaban se disipaba con ellas. Al final, solo quedó silencio en la habitación oscura del caserón.

María, que había permanecido fuera del caserón vigilando y protegiendo el perímetro, entró cuando todo terminó. Su mirada recorrió la escena, reconociendo el peligro que había sido neutralizado.

—Lo has logrado —dijo con un tono de alivio, aunque sabía que Drex no necesitaba felicitaciones.

Drex guardó su arma, tomando un momento para recuperar el aliento. Aunque el peligro inmediato había pasado, sabía que la oscuridad siempre encontraba nuevas formas de manifestarse.

—No fue fácil —respondió Drex, con su habitual tono mesurado—. Pero al menos este capítulo ha terminado.

María asintió, acercándose para inspeccionar los restos del ritual. Aunque las Wicca habían sido detenidas, el rastro de magia oscura que habían dejado atrás era palpable. Sin embargo, lo que importaba era que el poder que intentaban desatar había sido contenido.

—Este lugar quedará marcado por lo que ocurrió aquí —dijo María en voz baja, con una mezcla de respeto y preocupación—. Pero al menos hemos evitado un desastre mayor.

Drex se volvió hacia ella, sabiendo que su misión en el pueblo había llegado a su fin. Las Wicca habían sido detenidas, y el pueblo estaba a salvo, al menos por ahora.

—Es hora de seguir adelante —dijo Drex, su voz resonando en el silencio del caserón—. No podemos quedarnos aquí.

María asintió, reconociendo la verdad en sus palabras. Aunque su trabajo en el pueblo estaba terminado, sabía que su camino junto a Drex no había concluido. Había más fuerzas oscuras por enfrentar y más misterios por resolver.

—Vamos —dijo María, dirigiéndose hacia la salida del caserón—. Hay mucho que debemos discutir y planes que debemos hacer.

Drex la siguió en silencio, dejando atrás las ruinas del caserón y las sombras que una vez habían amenazado al pueblo. Mientras se alejaban, el viento sopló a través de los árboles, llevándose con él los últimos vestigios del poder oscuro que las Wicca habían intentado desatar.

Regreso al Pueblo.

Al regresar al pueblo, encontraron un ambiente distinto al que habían dejado. Los lugareños, aunque aún temerosos, comenzaban a salir de sus casas, cautelosos pero agradecidos por la sensación de seguridad que regresaba poco a poco. El peligro había sido contenido, y aunque las cicatrices de lo ocurrido permanecerían, la vida en el pueblo podía continuar.

Drex y María se despidieron en silencio. Sabían que este no era el final de sus caminos juntos, pero por ahora, habían cumplido con su misión. Drex, con su habitual pragmatismo, se preparó para partir, listo para enfrentar lo que el futuro le deparara.

—Gracias, Drex —dijo María, sus ojos trigueños reflejando un aprecio genuino—. No podríamos haberlo hecho sin ti.

Drex asintió, aceptando sus palabras sin necesidad de más. Sabía que había hecho lo correcto, y eso era suficiente.

—Nos veremos pronto, María —respondió Drex—. Este no es el final.

María sonrió levemente, reconociendo la verdad en sus palabras.

—Hasta entonces, cuídate.

Drex se dirigió hacia su camioneta, sabiendo que su camino lo llevaría a nuevos lugares, a enfrentar nuevas amenazas. Pero por ahora, había cumplido con su deber, y eso le bastaba. Mientras se alejaba del pueblo, el horizonte se abría ante él, lleno de nuevas posibilidades y desafíos.

Y aunque las sombras siempre estarían presentes, Drex sabía que estaba preparado para enfrentarlas, una caza a la vez.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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