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El Cazador de Almas Perdidas – Creepy pasta 1

El Encargo del Vampiro

Regreso a la Patagonia

El motor de la vieja camioneta de Drex Holcux rugía en medio de la inmensidad del desierto del Chaco paraguayo. La luna llena, su compañera silenciosa, colgaba en lo alto, arrojando su pálida luz sobre el paisaje árido y desolado. Drex había estado conduciendo sin descanso desde que dejó atrás la Patagonia, un viaje que realizaba cada año en conmemoración de la noche que había cambiado su vida para siempre.

Era una tradición personal, un ritual que mantenía vivo el recuerdo de aquel fatídico día en que, en un desesperado intento por encontrar la fuerza necesaria para vengar la muerte de su amada, había pedido ser transformado en lo que ahora era: un cazador, un licántropo, una criatura atrapada entre dos mundos. La Patagonia, con su belleza salvaje y su gélida soledad, era el lugar donde había perdido su humanidad, y cada año volvía allí para recordar por qué había hecho ese sacrificio.

El viento frío entraba por la ventana entreabierta, arrastrando consigo recuerdos que Drex prefería mantener enterrados. Sus manos firmes en el volante y su mirada fija en el camino, su mente divagaba en los eventos que lo habían llevado a este punto. Sabía que nunca encontraría la paz que tanto anhelaba, pero su nueva vida como cazador le había dado algo que la vida humana nunca podría ofrecerle: un propósito.

El zumbido de su teléfono móvil lo sacó de sus pensamientos. Drex lo tomó del asiento del copiloto y miró la pantalla. “Vambertoken”. El mensaje del vampiro era breve y directo: “Necesito que caces a tres de los nuestros. Escaparon de Oricalco con un objeto valioso. Te pagaré el doble de lo habitual. Nos vemos en Asunción para los detalles. V.”

Drex apagó el motor de la camioneta y se detuvo en una pequeña estación de servicio al borde de la carretera. Sabía que cualquier trabajo proveniente de Vambertoken estaba envuelto en peligro y complicaciones, pero la promesa de una buena paga era difícil de ignorar. Además, la curiosidad sobre el objeto robado comenzaba a hacerse sentir en su mente, aunque sabía que no haría preguntas innecesarias. Era parte de su código personal: aceptar el trabajo, cumplir con su deber y seguir adelante.

Mientras llenaba el tanque y compraba algunas provisiones, Drex se preparó mentalmente para lo que vendría. El viaje a Asunción no estaba lejos, pero lo que lo esperaba allí podía ser cualquier cosa menos sencillo.

El Encuentro en Asunción

Asunción despertaba lentamente cuando Drex llegó a la ciudad. El sol apenas asomaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados mientras las sombras de la noche se disipaban. La ciudad, aún adormecida, parecía indiferente a los horrores que se ocultaban en sus rincones más oscuros. Drex condujo por las calles desiertas hacia el punto de encuentro designado por Vambertoken: un antiguo monasterio en las afueras de la ciudad.

El monasterio, con sus muros de piedra desmoronados y su fachada cubierta de musgo, parecía más un mausoleo que un lugar de reunión. Drex bajó de la camioneta, asegurándose de que su pistola de 9 milímetros y su chokuto estaban bien asegurados en sus fundas. Entró en el edificio, donde la oscuridad y el silencio lo envolvieron inmediatamente.

En el centro de la antigua capilla, Vambertoken lo esperaba. Alto, delgado y con una elegancia antinatural, el vampiro observaba a Drex con una expresión inescrutable. Sus ojos grises, fríos como el hielo, reflejaban la luz de la luna que se filtraba por los ventanales rotos.

—Drex —saludó Vambertoken con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Me alegra ver que llegaste a tiempo.

Drex asintió, sin molestarse en responder al saludo. Sabía que para Vambertoken, todo era un juego de palabras y manipulaciones. Y Drex no estaba interesado en participar más de lo necesario.

—Vamos al grano, Vambertoken —dijo Drex, su voz carente de emoción—. ¿Dónde están?

Vambertoken sonrió, sacando un pequeño sobre de su chaqueta y entregándoselo a Drex. Dentro, había tres fotos y un dossier con detalles sobre los objetivos: tres vampiros que habían escapado de las garras de Oricalco, llevándose consigo un objeto que Vambertoken describió vagamente como “valioso”.

—Son traidores —explicó Vambertoken con un tono casi despectivo—. Y lo que robaron no debe caer en las manos equivocadas. Quiero que los encuentres, los elimines y recuperes lo que me pertenece.

Drex guardó el sobre en el bolsillo interior de su chaqueta, sin hacer preguntas. Sabía que cuanto menos supiera, mejor. Vambertoken siempre tenía sus propios motivos, y Drex no estaba dispuesto a dejarse arrastrar más de lo necesario.

—El doble de la tarifa habitual —dijo Drex, dándose la vuelta para marcharse.

—Por supuesto —respondió Vambertoken, su tono casi divertido—. Te lo mereces.

Drex salió del monasterio sin mirar atrás. Sabía que lo que se avecinaba no sería fácil, pero también sabía que estaba preparado para cualquier cosa. La caza comenzaba ahora.

La Primera Caza: El Club Nocturno

La primera parada de Drex fue en un barrio deteriorado de Asunción, donde un club nocturno abandonado había servido de refugio para uno de los vampiros fugitivos. El lugar, en su apogeo, había sido un punto de encuentro para la decadencia y el vicio, pero ahora solo quedaban los ecos de noches desenfrenadas y un hedor rancio a descomposición.

Drex estacionó su camioneta en un callejón oscuro y se adentró en el edificio, moviéndose con la cautela de un cazador experimentado. Las ventanas estaban tapiadas, y la oscuridad reinaba en el interior, pero sus sentidos licántropos le permitían navegar sin problemas. Un olor metálico a sangre vieja lo guió hasta la pista de baile, ahora vacía y cubierta de polvo.

El silencio era abrumador. Drex avanzó con la pistola en la mano, su respiración controlada, mientras sus ojos barrían el entorno en busca de su objetivo. Sabía que el vampiro estaba cerca; podía sentirlo.

De repente, un leve crujido resonó desde el escenario. Drex giró, apuntando su arma hacia la fuente del sonido. Entre las sombras, un par de ojos rojos brillaron, fijos en él con una mezcla de odio y desesperación.

—No voy a volver —dijo el vampiro, su voz resonando en la oscuridad—. No volveré con ellos.

Drex no respondió. Sabía que las palabras eran inútiles en este tipo de enfrentamientos. En lugar de eso, se concentró en cada movimiento del vampiro, esperando el momento justo para atacar.

El vampiro se lanzó hacia él con una velocidad sobrenatural, sus garras extendidas y sus colmillos descubiertos en un gruñido. Drex reaccionó al instante, disparando su pistola con precisión. Las balas de mercurio atravesaron el aire, pero el vampiro las esquivó con agilidad, sus movimientos demasiado rápidos para un ser humano común.

El enfrentamiento fue feroz. El vampiro, sabiendo que no tenía nada que perder, atacó con una ferocidad desesperada. Pero Drex, con su experiencia y fuerza superior, mantuvo la calma. Esquivó cada golpe, contrarrestando con movimientos calculados, forzando al vampiro a retroceder.

Finalmente, Drex encontró una abertura. Con un movimiento fluido, guardó su pistola y desenfundó su chokuto, lanzándose hacia el vampiro con un corte rápido y preciso. La hoja sagrada encontró su marca, atravesando el pecho del vampiro y cortando su avance en seco.

El vampiro lanzó un grito de dolor, sus ojos desorbitados por el terror y la incredulidad. Drex no perdió tiempo. Sacó el Dwun y lo usó para asegurarse de que no quedara rastro del vampiro. El cuerpo se desintegró en cenizas ante sus ojos, dejando solo el silencio como testigo de lo que había ocurrido.

Drex guardó el Dwun y observó las cenizas por un momento antes de girarse y salir del club nocturno. La primera caza había terminado, pero aún quedaban dos más.

La Trampa en el Apartamento

El segundo vampiro había sido más inteligente. Se había refugiado en un complejo de apartamentos abandonado, utilizando su entorno para crear una serie de trampas destinadas a frustrar cualquier intento de caza. Pero Drex no era un cazador común, y no se dejaría atrapar tan fácilmente.

Cuando llegó al edificio, Drex notó de inmediato que algo estaba mal. La entrada principal estaba bloqueada, y las ventanas del primer piso estaban cubiertas con tablas y escombros, como si alguien hubiera intentado sellar el lugar desde dentro. Drex sabía que esto era un intento del vampiro por mantener a raya a cualquier posible cazador, pero también entendía que esa medida defensiva solo servía para confirmar que el objetivo estaba dentro.

En lugar de arriesgarse a entrar por la puerta principal, Drex optó por una táctica más astuta. Rodeó el edificio hasta encontrar una escalera de incendios que llevaba al segundo piso. Aunque el metal oxidado crujía bajo su peso, Drex subió con cuidado, evitando cualquier ruido que pudiera delatar su posición.

Al llegar a la ventana del segundo piso, se asomó y observó el interior. El apartamento estaba oscuro, con solo una débil luz filtrándose a través de una cortina desgarrada. Todo estaba en silencio, demasiado silencioso para su gusto. Sabía que el vampiro estaba cerca, acechando, esperando que él cometiera el más mínimo error.

Con un empujón fuerte, Drex abrió la ventana y entró en el apartamento. El aire estaba rancio, cargado con el olor a humedad y polvo acumulado. Sus ojos, adaptados a la oscuridad, recorrieron rápidamente la habitación. No había señales de movimiento, pero Drex no se dejaba engañar. Sabía que el vampiro estaba allí, en algún lugar, observándolo.

Avanzó con cautela, su pistola en una mano y su chokuto en la otra. Cada paso que daba era calculado, su oído atento a cualquier sonido que pudiera indicar un ataque inminente. Fue entonces cuando notó algo peculiar: marcas en las paredes, símbolos extraños dibujados con lo que parecía ser sangre seca. No reconocía los símbolos, pero sabía que no estaban allí por casualidad.

El aire en la habitación se volvió repentinamente pesado, como si algo invisible estuviera presionando contra él. Drex sintió un hormigueo en la piel, una señal de que había entrado en el terreno del vampiro. Sabía que lo que venía no sería un enfrentamiento directo, sino una trampa cuidadosamente tendida.

—Te has adentrado en mi santuario, lobo —la voz del vampiro resonó en la habitación, envolviéndolo en una sensación de inquietud—. Aquí, las reglas las pongo yo.

Drex no respondió, pero sus músculos se tensaron mientras se preparaba para lo que vendría. Los símbolos en las paredes comenzaron a brillar con una luz rojiza, emitiendo una energía palpable que lo rodeaba. Drex entendió de inmediato que el vampiro había preparado este lugar como una especie de trampa mística, utilizando antiguos conocimientos oscuros para intentar doblegarlo.

El vampiro apareció de repente, surgiendo de las sombras con una rapidez aterradora. Drex apenas tuvo tiempo de girar y bloquear el ataque con su chokuto. El choque entre las garras del vampiro y la hoja resonó en la pequeña habitación, llenando el aire con el sonido del metal rasgando carne.

La lucha fue intensa. El vampiro utilizaba la ventaja de su conocimiento del entorno, moviéndose con rapidez y precisión, mientras que Drex contrarrestaba cada movimiento con la fuerza y agilidad de un cazador experimentado. Pero a medida que el combate se prolongaba, Drex se dio cuenta de que el verdadero peligro no provenía de los ataques físicos, sino de la energía oscura que impregnaba la habitación.

Cada vez que el vampiro atacaba, los símbolos en las paredes pulsaban con más fuerza, aumentando la presión sobre Drex, debilitando sus movimientos, nublando sus sentidos. Era como si el vampiro estuviera utilizando el mismo espacio para drenar su fuerza, para hacerlo vulnerable.

Drex sabía que tenía que terminar con esto rápidamente. Con un esfuerzo sobrehumano, ignoró la creciente opresión y lanzó un ataque decisivo. Su chokuto cortó el aire y encontró su objetivo: el pecho del vampiro. La hoja sagrada penetró profundamente, provocando un grito de agonía en su adversario.

El vampiro cayó de rodillas, la fuerza de la herida apagando la luz en sus ojos. Drex, sin perder tiempo, usó el Dwun, asegurándose de que no quedara rastro de la criatura. El cuerpo se desintegró en cenizas, y los símbolos en las paredes se desvanecieron junto con él, dejando la habitación sumida en la oscuridad y el silencio.

Drex permaneció inmóvil por un momento, recuperando el aliento y asegurándose de que el peligro había pasado. La segunda caza había sido más difícil de lo que esperaba, pero estaba lejos de haber terminado. Había un tercer vampiro que debía encontrar, y este último sería, sin duda, el más peligroso de todos.

La Última Caza: El Vampiro de las Sombras

La última parada de Drex lo llevó a las afueras de Asunción, a un almacén abandonado que alguna vez fue un bullicioso centro de actividad industrial. Ahora, las estructuras oxidadas y las paredes derruidas se alzaban como espectros en la noche, testigos mudos de un tiempo mejor. El lugar tenía un aura de desesperación y abandono que le decía a Drex que este sería el enfrentamiento más difícil.

A medida que se acercaba al almacén, Drex podía sentir una presencia, una sombra que se movía entre las ruinas. El vampiro lo estaba esperando, acechando como un depredador en la oscuridad. Drex sabía que este vampiro no era como los otros dos; este era astuto, experimentado y peligrosamente inteligente.

Estacionó su camioneta a una distancia segura, en un lugar donde podría cubrirse si la situación se volvía demasiado peligrosa. Antes de bajar, revisó sus armas y el relicario que debía recuperar. Sabía que este último vampiro había estado moviéndose constantemente, evitando ser rastreado, pero ahora había sido acorralado.

Drex avanzó hacia la entrada del almacén, manteniéndose en las sombras. Su respiración era lenta y controlada, cada paso era cuidadoso, su atención se centraba en cualquier posible movimiento. La puerta principal estaba medio abierta, como si invitara a Drex a entrar, pero él sabía que eso solo significaba que el vampiro había preparado el terreno.

Cuando entró al almacén, fue recibido por un silencio inquietante. El lugar estaba en ruinas, con cajas rotas y escombros esparcidos por todas partes. Sin embargo, Drex sabía que no estaba solo. Sentía la presencia del vampiro, su energía oscura y densa impregnando el aire.

—Drex Holcux —la voz del vampiro resonó en el espacio vacío, reverberando contra las paredes de metal—. Has sido un buen perro, cazando a tus propios amos.

Drex no respondió. Sabía que las provocaciones del vampiro eran solo un intento de desestabilizarlo. En lugar de caer en su trampa, se concentró en localizar la fuente de la voz.

El vampiro se movía en las sombras, su figura apenas visible en la penumbra. Drex sabía que enfrentarse a él de frente sería un error. Este vampiro era un maestro en la manipulación del entorno, usando la oscuridad y el miedo como armas.

El enfrentamiento comenzó con una serie de ataques rápidos y precisos por parte del vampiro, que se lanzaba desde las sombras, atacando con garras afiladas y desapareciendo antes de que Drex pudiera contrarrestar. Pero Drex, con su experiencia, comenzó a anticipar los movimientos de su enemigo, adaptándose rápidamente a su estilo de combate.

Finalmente, después de una serie de maniobras calculadas, Drex logró acorralar al vampiro en una esquina del almacén, forzándolo a enfrentarlo cara a cara. El vampiro, sabiendo que estaba en desventaja, decidió usar su último recurso: un ataque desesperado cargado de energía oscura.

Drex lo vio venir, y en el último segundo, esquivó el ataque, aprovechando el impulso para lanzar su chokuto hacia el vampiro. La hoja atravesó el pecho de la criatura, dejándola inmóvil y derrotada. Drex, con la respiración agitada, recuperó su arma mientras el vampiro caía al suelo, su vida desvaneciéndose.

Sin darle tiempo para una última palabra, Drex utilizó el Dwun, asegurándose de que el vampiro no dejara rastro. Cuando todo terminó, el almacén volvió a quedar en silencio, pero Drex sabía que algo había cambiado.

Había recuperado el objeto que Vambertoken deseaba, y los tres vampiros habían sido eliminados, pero Drex no podía sacudirse la sensación de que algo más profundo estaba en juego.

El Encuentro con Vambertoken

Drex regresó al monasterio en Asunción donde Vambertoken lo esperaba. Esta vez, el encuentro fue menos ceremonioso. Vambertoken observó con satisfacción el relicario que Drex le entregó, pero su expresión no delataba nada más.

—Buen trabajo, Drex —dijo Vambertoken, guardando el relicario con cuidado—. Sabía que podía contar contigo.

Drex simplemente asintió, sabiendo que había cumplido con su parte del trato. No necesitaba saber más. Sabía que Vambertoken reportaría al Consejo Vampírico que los tres vampiros habían sido eliminados y que el relicario había sido recuperado antes de que Drex llegara. Así, cualquier rastro de lo que realmente había sucedido se borraría, manteniendo intactas las intrigas del vampiro. Drex no necesitaba preguntar, no quería saber más. Su trabajo estaba hecho, y eso era lo que importaba.

Vambertoken lo observó en silencio, como si evaluara la disposición de Drex para aceptar la situación sin hacer preguntas. Había algo en los ojos del vampiro, una chispa de satisfacción, pero también un atisbo de preocupación, como si el éxito de esta misión solo fuera un paso más en un juego mucho más grande.

—Tu pago, como prometí —dijo Vambertoken, sacando un sobre de su chaqueta y extendiéndoselo a Drex.

Drex tomó el sobre, sin molestarse en contar el dinero. Sabía que Vambertoken siempre pagaba lo acordado. Guardó el sobre en su chaqueta y dio un paso atrás, listo para marcharse.

—Drex —llamó Vambertoken antes de que pudiera irse—, hay algo que debes saber.

Drex se detuvo, girando la cabeza ligeramente, pero sin mostrar interés visible.

—Estos vampiros no eran simples fugitivos —continuó Vambertoken, su tono más serio de lo habitual—. Eran parte de algo más grande. Algo que tal vez aún no comprendas, pero que afectará todo lo que conoces.

Drex no respondió de inmediato. Sus instintos le decían que había más en juego, pero también sabía que no podía dejarse arrastrar a las intrigas de Vambertoken. Finalmente, habló, su voz fría y controlada.

—Mi trabajo es cazar, Vambertoken. No me pagas por hacer preguntas. Si hay algo más, no es asunto mío, a menos que decidas contratarme de nuevo.

Vambertoken sonrió, pero no era una sonrisa de diversión. Era más una aceptación de la naturaleza de Drex, una comprensión de que, a pesar de todo, el licántropo era un hombre de principios.

—Lo tendré en cuenta —dijo el vampiro, antes de darle la espalda—. Hasta la próxima vez, Drex.

Drex salió del monasterio sin decir una palabra más. Sabía que su relación con Vambertoken era compleja, basada en una mezcla de desconfianza mutua y necesidad. Pero también sabía que, mientras le siguiera siendo útil, Vambertoken no le haría daño.

Reflexiones en la Oscuridad

Con el relicario ahora en manos de Vambertoken y el trabajo terminado, Drex se encontró solo en la carretera, conduciendo hacia un destino que aún no había decidido. Sabía que lo que había hecho no era más que una pequeña parte de algo mucho más grande, algo que tal vez nunca llegaría a comprender del todo. Pero también sabía que no podía vivir su vida temiendo lo desconocido.

La noche era densa, y la luna llena brillaba intensamente, su luz bañando el paisaje en un resplandor plateado. Drex pensó en las palabras de Vambertoken, en la mención de un poder mayor, de fuerzas que podían alterar todo lo que conocía. Sabía que, eventualmente, tendría que enfrentarse a esas fuerzas, que no podría mantenerse al margen para siempre.

Pero por ahora, estaba cansado. Había cumplido con su deber, había hecho lo que se le había pedido, y por eso había sido recompensado. Aceptaría el descanso que le ofrecía la oscuridad de la noche, sabiendo que pronto volvería a la caza, al ciclo interminable de enfrentarse a los horrores que acechaban en las sombras.

Mientras continuaba su viaje por las carreteras solitarias, Drex sabía que Vambertoken podría necesitarlo de nuevo. Y cuando ese momento llegara, estaría listo, porque así era su vida ahora: un cazador solitario, atrapado en un mundo de criaturas místicas y poderes oscuros, haciendo lo necesario para sobrevivir y mantener su propia cordura en el proceso.

El viento nocturno aullaba a través de las montañas mientras Drex avanzaba, dejando atrás las luces de la ciudad y adentrándose en la oscuridad. Sabía que el camino por delante sería largo, lleno de peligros y misterios, pero era el único camino que conocía.

Y mientras hubiera algo en las sombras que necesitara ser cazado, Drex Holcux estaría allí, listo para enfrentarlo.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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