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En un rincón mágico del mundo, donde la tierra y el agua se abrazan en un eterno baile de colores y sonidos, existía un lugar conocido como Cascada de Cristal. Este paraíso natural era famoso por sus aguas cristalinas que caían en forma de una cascada interminable, creando un espectáculo de luz y arcoíris que dejaba a todos maravillados.

La Cascada de Cristal no solo era un lugar hermoso, sino también el hogar de criaturas mágicas y seres extraordinarios. Entre ellos se encontraba Maricela, una sirena de cabellos dorados como el sol y ojos azules como el océano. Maricela era mitad mujer, mitad pez, y sus escamas brillaban con un resplandor iridiscente que competía con los colores del arcoíris.

Maricela vivía en una cueva oculta detrás de la cascada, un refugio secreto que solo unos pocos conocían. Allí, la sirena pasaba sus días cuidando del entorno y ayudando a quienes lo necesitaban. Su voz melodiosa podía calmar hasta las aguas más turbulentas, y su corazón generoso la convertía en la protectora de Cascada de Cristal.

Una mañana, mientras Maricela nadaba cerca de la orilla, escuchó unas voces que venían del bosque. Curiosa, se acercó y descubrió a dos niños que parecían estar perdidos. Eran Charlie y Leti, dos hermanos que habían venido con su familia a explorar el lugar, pero que se habían alejado demasiado del campamento.

Charlie, el mayor de los dos, tenía unos diez años. Su cabello castaño y su rostro lleno de pecas le daban un aspecto travieso, pero sus ojos reflejaban preocupación por su hermana menor, Leti, quien apenas tenía seis años. Leti, con sus rizos dorados y ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con una mezcla de asombro y miedo.

Maricela, sintiendo la angustia de los niños, decidió intervenir. Con un movimiento grácil, salió del agua y se acercó a ellos, sus escamas brillando a la luz del sol. Los niños se quedaron boquiabiertos al ver a la sirena, pero pronto sintieron una extraña calma al escuchar su voz suave y reconfortante.

—Hola, pequeños. Soy Maricela, la sirena de la Cascada de Cristal. ¿Qué hacen ustedes tan lejos de su hogar? —preguntó con una sonrisa.

Charlie, aún sorprendido, respondió: —Nos perdimos buscando flores para nuestra mamá. Ella siempre dice que las flores de Cascada de Cristal son las más hermosas. Pero ahora no sabemos cómo regresar.

Maricela asintió comprensiva y les dijo: —No se preocupen, los llevaré de vuelta. Pero primero, déjenme mostrarles algo especial.

Los niños, intrigados, siguieron a Maricela hacia la cascada. Detrás del velo de agua, descubrieron un mundo secreto: un jardín oculto lleno de flores de todos los colores y tamaños, árboles frutales y animales amigables. Era un lugar que parecía salido de un cuento de hadas.

Maricela les explicó: —Este es mi hogar, y también el de muchas criaturas mágicas. Aquí, todos vivimos en armonía y cuidamos unos de otros. La unión familiar y la amistad son lo más importante para nosotros.

Charlie y Leti quedaron maravillados con el jardín y las enseñanzas de Maricela. Pasaron el día explorando, jugando con los animales y aprendiendo sobre la importancia de la unidad y la colaboración. Maricela les mostró cómo cada ser, por pequeño que fuera, tenía un papel crucial en mantener el equilibrio del lugar.

Al atardecer, Maricela guio a los niños de regreso al campamento donde sus padres, preocupados, los esperaban ansiosamente. Al ver a sus hijos regresar sanos y salvos, los padres los abrazaron con lágrimas de alivio en los ojos.

Charlie y Leti contaron emocionados su aventura y las enseñanzas de Maricela. Sus padres, agradecidos, entendieron la importancia de la unión familiar y prometieron cuidar mejor de su entorno y de ellos mismos.

Maricela, desde la orilla del lago, observó la escena con una sonrisa. Sabía que había cumplido con su misión. La sirena regresó a su cueva detrás de la cascada, donde continuaría cuidando de Cascada de Cristal y sus habitantes.

Así, en ese rincón mágico del mundo, la lección de la unión familiar quedó grabada en los corazones de todos. Y Maricela, la sirena de la Cascada de Cristal, siguió siendo un faro de esperanza y sabiduría para quienes la necesitaban.

A partir de ese día, Charlie y Leti visitaron a Maricela con frecuencia, trayendo consigo a otros niños y familias para compartir la magia de la cascada y aprender sobre la importancia de la familia y la amistad. Con el tiempo, la leyenda de la sirena y la Cascada de Cristal se extendió, convirtiéndose en un símbolo de amor y unidad para todos aquellos que la escuchaban.

Con el paso de los días, Charlie y Leti no podían dejar de pensar en Maricela y en el maravilloso jardín oculto detrás de la cascada. La aventura que vivieron y las enseñanzas que recibieron habían dejado una profunda huella en sus corazones. Decidieron volver a la Cascada de Cristal con sus padres, quienes también estaban ansiosos por conocer más de ese lugar mágico y de la sirena que había salvado a sus hijos.

Un soleado día de verano, la familia se dirigió nuevamente hacia la cascada. Esta vez, llevaban consigo una cesta con frutas y flores como agradecimiento para Maricela. Al llegar, Charlie y Leti guiaron a sus padres a través del bosque hasta la orilla del lago. Con un llamado suave, invocaron a la sirena, quien emergió del agua con una sonrisa brillante.

—¡Maricela! —gritaron los niños al unísono, corriendo hacia ella.

La sirena los recibió con los brazos abiertos y saludó a los padres, quienes expresaron su más sincero agradecimiento. Maricela los invitó a cruzar el velo de agua una vez más, llevándolos al jardín secreto donde los colores y aromas embriagaban los sentidos.

Ese día, Maricela les mostró a la familia más maravillas del jardín, y mientras exploraban, les habló sobre la importancia de cuidar no solo de su entorno, sino también de su comunidad. Les contó historias de cómo, en tiempos de necesidad, los habitantes del jardín siempre se unían para superar cualquier desafío.

Sin embargo, la tranquilidad de la Cascada de Cristal estaba a punto de ser perturbada. A medida que avanzaba la tarde, un ruido ensordecedor comenzó a resonar en el bosque. Los animales se agitaron y las aves volaron en desbandada. Charlie, Leti y sus padres miraron a Maricela con preocupación.

—¿Qué está pasando? —preguntó el padre de Charlie.

Maricela frunció el ceño y respondió: —No lo sé, pero debemos averiguarlo. Algo no está bien.

La sirena condujo a la familia hacia el origen del ruido, moviéndose rápidamente entre los árboles. Al llegar a un claro, se encontraron con un grupo de hombres que, armados con herramientas y maquinaria, estaban talando árboles y destruyendo el bosque a una velocidad alarmante.

—¡Alto! —gritó Maricela, acercándose a los hombres—. ¿Qué están haciendo?

Uno de los hombres, sorprendido al ver a la sirena, se detuvo y respondió: —Tenemos permiso para talar estos árboles. Vamos a construir un complejo turístico aquí.

Charlie y Leti, horrorizados, se aferraron a las manos de sus padres. La madre de Leti se adelantó, tratando de razonar con los hombres.

—Este es un lugar sagrado —dijo con firmeza—. No pueden destruirlo.

El líder del grupo se encogió de hombros, indiferente. —Tenemos órdenes y un permiso oficial. No podemos detenernos.

Maricela sintió una oleada de desesperación. Sabía que si el bosque era destruido, no solo su hogar y el de muchas criaturas estarían en peligro, sino también la magia y el equilibrio de la Cascada de Cristal. Decidió que era hora de actuar.

—Necesitamos la ayuda de todos —dijo Maricela, mirando a Charlie, Leti y sus padres—. Debemos unirnos y proteger este lugar.

La familia asintió, decidida a hacer todo lo posible. Regresaron rápidamente al jardín oculto y llamaron a las criaturas mágicas. Animales, aves, y otras criaturas fantásticas respondieron al llamado, uniéndose a la causa.

Charlie y Leti, con valentía, comenzaron a hablar con otros visitantes del bosque y con las familias que habían oído hablar de la magia de la Cascada de Cristal. Les contaron lo que estaba sucediendo y les pidieron que se unieran para proteger ese lugar especial.

Pronto, una gran multitud se reunió en el claro, frente a los hombres que seguían talando. Las voces de protesta se alzaron, exigiendo que se detuviera la destrucción. Los hombres, abrumados por la cantidad de personas y criaturas que defendían el bosque, comenzaron a dudar.

Maricela, con su voz clara y poderosa, se dirigió al líder del grupo: —Este lugar es un santuario. Es el hogar de muchas criaturas y el corazón de nuestra comunidad. Les pido que reconsideren sus acciones y se unan a nosotros en la protección de la Cascada de Cristal.

El líder, viendo la determinación en los ojos de Maricela y la multitud que la apoyaba, suspiró profundamente. Sabía que no podían continuar con su trabajo sin causar un gran conflicto.

—Voy a hablar con mis superiores —dijo finalmente—. Tal vez podamos encontrar una solución que no implique la destrucción de este lugar.

Con esas palabras, los hombres detuvieron su maquinaria y se retiraron del bosque, dejando atrás el claro que habían comenzado a devastar. La multitud estalló en vítores y abrazos, celebrando su victoria.

Maricela, aunque aliviada, sabía que la batalla no había terminado. La amenaza podría volver en cualquier momento, y era crucial mantener la unión y la vigilancia. Se dirigió a la multitud y les dijo:

—Hemos ganado esta vez, pero debemos estar siempre unidos y alertas. La protección de nuestro hogar es responsabilidad de todos. Sigamos trabajando juntos y cuidando de este lugar mágico.

La familia de Charlie y Leti, junto con las demás personas y criaturas del bosque, prometieron seguir luchando por la Cascada de Cristal. Aprendieron que, a través de la unidad y la colaboración, podían enfrentar cualquier desafío y proteger aquello que amaban.

Así, con un espíritu renovado y un fuerte sentido de comunidad, todos regresaron al jardín oculto, donde las flores y los árboles parecían más vibrantes que nunca. La unión familiar y la amistad se fortalecieron aún más, y Maricela continuó siendo la guardiana y guía de Cascada de Cristal, enseñando a todos los verdaderos valores de estar juntos y cuidar unos de otros.

La victoria sobre los taladores llenó a la comunidad de Cascada de Cristal de esperanza y determinación. Sin embargo, Maricela sabía que la amenaza podría regresar en cualquier momento, y era vital que todos permanecieran unidos y vigilantes.

Los días siguientes fueron de intensa actividad en el jardín oculto. Maricela, junto con Charlie, Leti y sus padres, organizó reuniones con las criaturas mágicas y los habitantes del bosque para crear un plan de defensa y conservación. Cada miembro de la comunidad tenía un papel importante que desempeñar.

Las criaturas del bosque, como los zorros, ciervos y ardillas, patrullaban los límites del bosque, alertando a todos de cualquier intruso. Las aves vigilaban desde los cielos, y las criaturas acuáticas mantenían el lago y la cascada limpios y protegidos. Los humanos, por su parte, formaron comités para educar a los visitantes sobre la importancia de preservar la naturaleza y la magia de Cascada de Cristal.

Maricela también enseñó a los niños y adultos a escuchar los susurros del bosque y a comunicarse con las criaturas mágicas. Charlie y Leti, en particular, demostraron una gran habilidad para entender y hablar con los animales, lo que les permitió convertirse en líderes dentro de la comunidad.

Un día, mientras exploraban una parte del bosque que no habían visitado antes, Charlie y Leti descubrieron una cueva oculta tras un denso matorral. Decidieron investigar y encontraron dentro de la cueva unos antiguos grabados en las paredes que contaban la historia de Cascada de Cristal.

Los grabados mostraban cómo la cascada había sido creada por una antigua deidad del agua, que había bendecido el lugar con una magia especial que solo florecía con la unión y el respeto entre sus habitantes. Maricela, al ver los grabados, comprendió que la clave para proteger el lugar no solo estaba en la vigilancia, sino también en la armonía y la colaboración entre todos.

Inspirados por este descubrimiento, Charlie y Leti decidieron organizar un gran festival en honor a la deidad del agua y a la unión de la comunidad. Trabajaron incansablemente junto a Maricela y sus padres para planificar el evento, invitando a todos los habitantes del bosque y a las familias vecinas.

El día del festival llegó y el jardín oculto se llenó de vida y alegría. Hubo música, danzas y narraciones de historias antiguas. Las criaturas mágicas mostraron sus habilidades especiales, y los humanos compartieron alimentos y regalos. Maricela, desde el centro del escenario, lideró una ceremonia de agradecimiento a la deidad del agua, pidiendo bendiciones para el futuro de Cascada de Cristal.

Durante la ceremonia, una suave brisa comenzó a soplar y la cascada brilló con un resplandor inusualmente intenso. De repente, del agua emergió una figura etérea, una hermosa mujer de cabellos plateados y ojos resplandecientes como el océano. Era la deidad del agua, quien había escuchado el llamado de la comunidad.

—Estoy complacida con su devoción y su unión —dijo la deidad con una voz melodiosa—. La magia de Cascada de Cristal está protegida por su amor y su esfuerzo conjunto. Pero recuerden, deben seguir unidos y cuidar este lugar con todo su corazón.

La aparición de la deidad reafirmó la determinación de todos. Charlie y Leti, emocionados y conmovidos, prometieron continuar trabajando para proteger la cascada y su entorno. Sus padres, igualmente comprometidos, se unieron al juramento, junto con todos los presentes.

Con el tiempo, la comunidad de Cascada de Cristal se convirtió en un ejemplo de conservación y armonía. La noticia del lugar se extendió más allá de los límites del bosque, atrayendo a visitantes de todas partes que querían aprender sobre la importancia de la unión y el respeto por la naturaleza.

Charlie y Leti crecieron, pero nunca olvidaron las lecciones aprendidas de Maricela y las criaturas mágicas. Se convirtieron en guardianes del bosque, liderando iniciativas de conservación y educando a las nuevas generaciones. Maricela, siempre presente, continuó siendo la guía espiritual y protectora del lugar, velando por la seguridad y la paz de todos.

La comunidad también estableció alianzas con otros pueblos y comunidades vecinas, creando una red de protección y apoyo mutuo. Juntos, enfrentaron desafíos como incendios forestales, sequías y nuevas amenazas humanas, siempre recordando que la unión y la colaboración eran la clave para superar cualquier adversidad.

Una de las iniciativas más exitosas fue la creación de un centro de educación ambiental, donde se enseñaba a niños y adultos sobre la biodiversidad del lugar y la importancia de la conservación. Charlie y Leti, ahora adultos, lideraban este centro, impartiendo conocimientos y experiencias a todos los visitantes.

Un día, mientras caminaban juntos por el jardín oculto, Charlie, Leti y Maricela reflexionaron sobre todo lo que habían logrado. Charlie, con una sonrisa, dijo:

—Nunca habría imaginado que una aventura buscando flores nos llevaría a todo esto. Hemos aprendido tanto y hemos logrado tanto juntos.

Maricela asintió, su corazón lleno de orgullo y amor por sus amigos humanos y las criaturas mágicas del bosque.

—La verdadera magia de Cascada de Cristal no está solo en sus aguas o en sus habitantes mágicos, sino en la unidad y el amor que compartimos —dijo Maricela con una sonrisa—. Mientras sigamos unidos, nada podrá destruir este lugar.

Leti, mirando a su alrededor, sintió una profunda gratitud por todo lo que habían vivido y aprendido. Abrazó a Maricela y a su hermano, sabiendo que su vínculo familiar y su amistad con la sirena eran inquebrantables.

Así, la comunidad de Cascada de Cristal continuó prosperando, protegida por el amor y la unidad de sus habitantes. Las generaciones futuras crecieron con las historias de Maricela, Charlie y Leti, inspirándose en su valentía y dedicación para seguir cuidando de ese rincón mágico del mundo.

Y, en el corazón del bosque, bajo la luz brillante de la cascada, la lección de que la unión familiar fortalece el alma permaneció viva, resonando en cada rincón de Cascada de Cristal, un recordatorio eterno de que juntos, cualquier desafío puede ser superado.

La moraleja de esta historia es que la unión familiar fortalece el alma.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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